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viernes, 18 de junio de 2021

Agustín Campos: «Escribir es también parte de la vida»

 


Para el escritor Agustín Campos escribir es una forma de conquista o expansión. Al  comienzo opuso resistencia, pero finalmente se dejó arrastrar, y es que ya en su adolescencia lo tenía como refugio y solo era cuestión de tiempo atender a su llamado definitivo. 

En esta entrevista el autor argentino nos habla de sus obras que bien podrían encajar en la denominada literatura posmoderna, según sus críticos.

Tengo entendido que estabas predestinado a seguir el camino de la música, pero hubo un hecho en tu vida que, puede catalogarse de paranormal, que te puso en otra ruta: la de la escritura. Acataste sin oponer ninguna resistencia, ¿no es así?

Su opera prima 

No sé si diría predestinado, era más bien la idea de un adolescente, quizás en esto parecido a muchos, que encontraba un refugio en la música de Spinetta y de otros.

No hubo sucesos paranormales y sí opuse resistencia. La escritura fue esa forma de resistencia e incluso de expansión, de conquista o intento de conquista…

Sé que fue tu abuelo quien te inculcó su amor por la lectura y puso a tu alcance lo mejor de su biblioteca, ¿crees que veía en ti las condiciones necesarias para la escritura y era una forma de ayudarte a descubrir tu talento?

Mi abuelo no inculcó directamente su amor por la lectura en mí. Tengo entendido que su madre, o sea mi bisabuela que vino a la Argentina desde España a principios del siglo XX, era muy lectora. Es decir, el hábito de la lectura fue pasando de generación en generación, de mi bisabuela a mi abuelo, de mi abuelo a mi padre y de mi padre a mí. Aunque mi mamá también es muy lectora.

Te formaste de talleres de escritura prestigio como lo son ‘Punto y aparte’ y ‘Corte y corrección’ en tu afán de convertirte en escritor, ¿cómo viviste tu paso por esas aulas? ¿Eran lo que buscabas?

En esos talleres aprendí algunos trucos o recetas, que me sirvieron para terminar de darle forma a mis ideas. Sobre todo en el caso de las dos novelas.

En 2011 aparece tu primera obra, una novela de título Ventana esquizo, donde narras el drama de la esquizofrenia a través de Máximo Riels. ¿De dónde vino la idea para escribir esta historia y cómo la trabajaste?

Uno de los primeros comentarios que recibí de aquella novela era que se trataba de literatura posmoderna. En aquel momento no lo comprendí, pero hoy creo que esa etiqueta le podría ir bien, teniendo en cuenta que se trata de un narrador en primera persona que renuncia a la objetividad. Es decir el sujeto que narra se convierte en el objeto de la historia.

Un par de años después, en 2013, aparece el poemario La otra vida, donde observas la vida desde distintas perspectivas, ¿cuál fue la intención de la obra?

Su primer poemario

La intención de aquella obra fue mostrar un lado más sentimental, ya que el narrador de la primera novela parecía bastante frío y distante.

Al año siguiente, en 2014, repites género y publicas Variaciones, un libro donde pones de manifiesto el lado oscuro de la vida y los sentimientos humanos. Con este libro, a decir de tus críticos, no dejas casi agujeros para el ingreso de la luz, ¿dónde se encuentra el lado luminoso del poeta Agustín Campos?

El lado luminoso se encuentra en mi propia vida, al lado de mi mujer, en su amor y su contención.

¿Es verdad que tu anhelo manifiesto es lograr lo que comunica Bob Dylan en sus canciones pero volcado en la literatura, sobre todo en poesía? ¿De dónde viene esa admiración profunda que le profesas al músico estadounidense?

Bob Dylan recibió el premio Nobel de Letras, pero es un artista inclasificable, que escapa a todo tipo de etiquetas y se ha ido reinventado constantemente a lo largo de su carrera que abarca, me parece, unos sesenta años. Creo que no es una mala figura para admirar.

En 2015 publicas Miscelánea, un conjunto de textos variopintos, donde tienen cabida el cine, la filosofía, la literatura, entre otros, ¿cuál era el hilo conductor de tan disímiles temas?

El hilo conductor era mi deseo y mi interés en esos temas.

Confiesa su admiración por Bob Dylan

Con Cuaderno de pirómano, tu segunda novela editada en 2017, logras nuevamente captar la atención de los lectores con la figura de Nicolás Costa, a quien vamos a ir conociendo por medio de sus escritos, o mejor dicho a través de la lectura que realiza el suboficial Ibarraguirre. En esta obra vuelves a escribir sobre el lado oscuro de los seres humanos, pero también abordas la forma en que las sociedades fomentan su fortalecimiento y manifestación, ¿han proliferado los ‘monstruos’ en estos tiempos o desde siempre viven sus existencias muy cerca nuestro?

Por supuesto que viven desde siempre sus existencias cerca nuestro, pero van mutando. Aunque quizás van mutando para que todo siga igual.

Has declarado que escribir es para ti “el último refugio de sentimientos y pensamientos a los que no se debe renunciar”, ¿eso quiere decir que la vida real es una continua sucesión de renuncias de lo que pensamos y sentimos? ¿Es imposible retenerlos fuera del mundo de la escritura?

Escribir es también parte de la vida. Es un acto creativo, de resistencia. Escribir y publicar es un lujo que no muchos se pueden dar. Yo tengo la suerte de poder hacerlo.

Por estos días circula en redes aquello de que un buen escritor (a) debe también ser una buena persona y viceversa, que quienes triunfan son aquellos que cumplen con tal condición, ¿cuál es tu comentario?

Desconozco totalmente ese rumor y creo que es errado. Ser un buen artista no tiene nada que ver con ser buena persona y el triunfo tampoco tiene nada que ver con ser buena persona. De las dos cosas hay claros ejemplos en la historia y en la actualidad.


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