Prólogo del escritor César Gavela
LOS
MICRORRELATOS DE ELGA REÁTEGUI
El microrrelato es un género antiguo,
aunque nos pueda parecer muy reciente. Y ello porque está enraizado en la
necesidad que tiene el ser humano de contar y de escuchar. Ahora bien, cabría
decir que la formulación moderna de este género, en lo que toca al idioma
español, probablemente se remonta a Rubén Darío. Es decir, se trata de un
género que tiene algo más de un siglo de existencia. Periodo en el que ha sido
cultivado, entre muchos escritores, por algunos tan ilustres como Juan Ramón
Jiménez, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar. Sin olvidar a Augusto Monterroso,
autor del más célebre microrrelato de nuestro idioma, y maestro de la
literatura breve, en todas sus variantes.
El microrrelato, al igual que la poesía
y el cuento muy corto, es un género literario que puede alcanzar la perfección.
Ello se visibiliza cuando, en nuestra lectura, sentimos que no sobra ni falta ninguna
palabra. Propósito que es ajeno a la novela, a la novela breve e incluso al
cuento largo. Que son manifestaciones que podríamos llamar imperfectas por su
naturaleza. Maravillosamente imperfectas en el caso de las grandes narraciones.
Pensemos en El Quijote, la más
extraordinaria novela, pese a sus conocidos desajustes. Teóricos defectos que,
en realidad, son su contrario, porque terminan aportándole verosimilitud y
encanto a la prodigiosa historia que narra. El microrrelato, sin embargo, y
como el poema, aspira al ajuste pleno entre forma y fondo. Para construir, a un
tiempo, la belleza y la profundidad. Es un género de concentración e
intensidad.
Ahora bien, no es un poema en prosa. Ni
tampoco prosa poética. No es una reflexión, ni una descripción lírica o épica.
No es una máxima filosófica. Es otra cosa. Y el corazón de esa otra cosa es la
acción. Sin ella, no existe el microrrelato. Ahí se la juega el escritor que es
seducido por esta forma de contar y de emocionar.
En el microrrelato siempre sucede algo.
La situación que existe en su comienzo va a ser modificada a lo largo de sus escuetas
líneas. Por ello al final del texto nos encontramos con otro escenario,
diferente del inicial. Y eso sucederá aunque estemos hablando de solo tres o
cuatro líneas. Ahí radica la gracia de este género, también su dificultad.
A partir de esa premisa, se abre un infinito
territorio de libertad que cada autor recorre con su talento verbal y su
creatividad, también con su memoria. La memoria, que tantas veces es el venero
del que brotan estos brevísimos relatos, que luego la invención moldea. Y que
el lenguaje precisa. Sin lenguaje no hay literatura, menos aún hay
microrrelato.
Elga Reátegui, escritora peruana y
española, ha abordado con sus armas de prosista experimentada y entusiasta, un
libro de microrrelatos. Enriquece así su decir narrativo y se mide en un género
que está en el otro extremo de sus recientes novelas, que han sido extensas.
Ello prueba la pasión literaria de Elga, su constante búsqueda de formas
expresivas, y también su sentido del riesgo. Porque el microrrelato es un
género difícil, aunque algunos crean lo contrario. Por algo es una revelación muy
cercana a la poesía, que es el corazón de la literatura, y aún mucho más que
eso. Porque la poesía también está en las artes plásticas, en la filosofía, en
la arquitectura y en muchos otros órdenes de la vida. No solo en la escritura.
La autora, que es una mujer que conserva
muy viva su memoria del Perú natal, de su infancia y juventud en Lima, de su
ejercicio del periodismo político en la mayor metrópoli latinoamericana del
Pacífico, ha buceado en su rico tesoro de días y personas, de paisajes y
experiencias, y a partir de ahí ha construido un libro cuajado de vida, emoción
y verdad. Con un lenguaje bello y vertiginoso. Un lenguaje que es pura acción.
Que entra a saco en el lector ya desde las primeras palabras de cada texto. No
se puede permanecer ajeno a cada una de sus invitaciones. Lo quiera uno o no,
en la segunda o tercera frase como más tarde, el lector ya está concernido y
envuelto en el aura de cada relato, en su historia y en su mundo. Un resultado que es muy
difícil de conseguir con la eficacia y naturalidad con la que lo hace Elga
Reátegui.
Con esas armas ortodoxas, y a la vez tan
propias de su originalidad como narradora, Elga aborda este libro, que reúne un
centenar de microrrelatos, y que ha dividido en tres partes. “De amores”,
“Sociales” y “Del espíritu”. Títulos que anuncian la temática de los micros que
vendrán luego. Aunque, como es lógico, esos linderos son borrosos en ocasiones,
porque están recorridos por un mismo caudal, que es el de la vida y la
literatura unidos. También porque el amor, la muerte y el tiempo son los
escenarios de estos relatos, y bien sabemos que son temas que siempre colindan;
que dialogan y se impregnan entre sí.
¿Y qué cuentan estos microrrelatos?
Naturalmente, no voy a desvelar ninguno de ellos. Pero sí a esbozar, esquemáticamente,
algunas características que, a mi juicio, han de ser destacadas en este
conjunto fértil y hermoso de acciones narrativas. Y empezaría por resaltar la
melancolía que está presente en muchos de los textos. Melancolía que viene del dolor
y la añoranza; de la pérdida y la decepción.
Melancolía que también propicia, en algunas
ocasiones, un final abierto. Lo que supone asumir un riesgo grande tratándose
de microrrelatos, que siempre tienden a cerrarse. Pero la labor de un escritor
es ensanchar los límites del decir y proponer nuevas formas artísticas. Sin alterar
la verdadera naturaleza de este género, tan auténtico como fronterizo. Y cuando
los finales son cerrados, la gran mayoría en este libro, aparecen muy bien iluminados
por la sorpresa. Un desenlace que en muchas ocasiones exige del lector atención
y agudeza. Porque se trata de textos muy sutiles, inteligentes y literarios.
Los microrrelatos de Elga Reátegui caminan
por la siempre fecunda senda de la sugerencia. De esbozar un mundo en muy pocas
frases, creando así un contar diverso y atractivo, que en parte se deja suspendido
en el aire, a la espera de que el lector lo interprete. Lo haga suyo. Lo reviva.
Los micros que componen este libro han de ser afrontados desde la alegría y el
reto que supone descubrir las claves que se ocultan en sus párrafos.
El olvido es otro de los grandes ámbitos
de esta entrega. El olvido, que duele. Que puede ser muy cruel, y que
igualmente es un modo de sobrevivir. También el odio subyace o protagoniza
algunos de estos cuentos. El dolor y el suicidio. La muerte por amor y la más gélida
indiferencia. El absurdo y el terror. El egoísmo más ciego y la violencia. También
el amor y la bondad. Y todo ello contado con intuición y con un gran sentido
del ritmo, siempre decisivo en un microrrelato.
La política peruana, los terribles años
de la guerrilla de Sendero Luminoso, un tiempo en el que Elga vivía en su
patria, también aparecen en algunos de estos cuentos, tal vez los más duros. Otras
veces el registro cambia, y nos encontramos con narraciones que abordan las
tantas veces conflictivas relaciones entre padres e hijos, el delito en el
territorio de la política, la desolación de la pobreza, o la siniestra realidad
de los delitos sexuales.
La enfermedad, los celos o el desapego entre
personas de la misma familia, también tienen su espacio en esta colección de
textos que se alternan con otros donde vive la compasión y los sueños. Sin
olvidar el desarraigo de quienes han tenido que abandonar sus entornos rurales,
confiables y conocidos, por el duro vivir en los arrabales de esa enorme ciudad
que es Lima.
Me detendría por último en aquellos
textos que reflejan reencuentros. De amantes, de hijos y padres, de regresos al
hogar, o la tierra en la que se vivió hace muchos años. Esos reencuentros
tienen desenlaces tristes a veces, pero esa tristeza no siempre es incompatible
con la esperanza. Y unos y otros, como todo el libro en sí, constituyen una
gran metáfora de la vida del ser humano. De su cruel destino. De su dignidad y
su coraje. Y de la literatura como salvación y consuelo.
CÉSAR GAVELA
Presentación del libro de relatos
La fugacidad del color
Día: 12 de noviembre
Hora: 7 de la tarde
Lugar: Fundación SGAE
Participación: Mila Villanueva y Ana Noguera
Intervención: escritores varios
Mila Villanueva |
Ginés Vera |
Isabel Alamar |
Juan Luis Bedins |
Blas Muñoz |
José Ramón |
Mar Busquets |
Mari Carmen Sáez |
María Nieves Michavila |
Pedro J. Moreno |
Rosa Montolío |
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Pilar Verdú |
Entrevista en la 99.9 con Ramón Palomar
Entrevista en el programa Puertas Abiertas
de Vicente Quintana
(CVRadio)
Entrevista en el programa Miguel Ángel Pastor
en Gestiona Radio
Entrevistada en el programa de Carles Villeta
en la Cadena Cope
Entrevistada por Miquel Martínez
en Radio Nacional (RNE)
Entrevistada por Carlos Morenilla
para el diario Comarcas
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