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viernes, 5 de agosto de 2016

Alicia Muñoz Alabau:"La superación de un duelo es siempre relativa"




Alicia Muñoz Alabau es una escritora emocional desde la raíz hasta  la punta de su hoja más tierna. A ella podemos acercarnos para abrirle muestro corazón porque sabemos que no solo va a llorar con nosotros sino que también nos ayudará a levantarnos y alentará a seguir.  Si así es la autora, su literatura no podía ser distinta. Sus historias siempre están protagonizadas por mujeres fuertes, nutricias y provistas de un alto sentido de tolerancia y compresión. Por eso De dolientes y duelos es un libro de relatos que aborda la denominada literatura de duelo con otro talante y  no duda en encararnos a dramas tan humanos, donde nos reconocemos todos.  La autora vuelve a habitar otros seres y vidas, poniéndose en la piel y sentimientos de gente que padece pérdidas no solo físicas sino emocionales, esas que a veces no se hallan incluidas en la categoría de decesos como tal porque la muerte ocurre dentro de nuestra alma a partir de  la ruptura, la separación o el abandono. 

Cuando la pérdida, la ausencia o la muerte nos deja abatidos en cuerpo y alma, sin saber qué hacer o pensar, ¿solo nos queda la literatura para buscar identificación con el padecimiento de otros (que no solo nos pasa a nosotros), o quizá si tenemos un poco de facilidad para expresarnos plasmar por escrito lo que nos pasa por dentro? ¿Nos hace sentirnos acompañados en este tipo de emociones la llamada literatura del duelo?
Creo que la literatura ayuda, sin duda. En mi caso siempre ha funcionado como terapia y los momentos importantes de mi vida han quedado de una u otra forma plasmados por escrito. Necesito vaciarme de esa manera, poner en palabras lo que siento y tratar de interpretarlo. Y también es reconfortante encontrar todas esas emociones confusas y convulsas contadas por otros, de esa forma conseguimos no sentirnos tan solos y además sabemos que lo que nos ocurre no es tan inusual. En situaciones extremadamente duras, necesitamos sentirnos acompañados  y como a veces despreciamos la presencia física porque estamos demasiado atormentados, una lectura puede ser una buena opción.
La novela que le trajo grandes alegrías
De dolientes y duelos tu más reciente obra consistente en 17 relatos que abarcan toda una complejidad de situaciones  relativas a estas emociones y sentimientos que nos embargan ( y estamos expuestos) a lo largo de nuestra existencia, ¿qué te condujo  a escribir sobre este amplio tema?  Supongo que algunos te miraron con sorpresa ante tu decisión de escribir algo así, teniendo en cuenta que a un amplio sector le resulta morboso este tema o simplemente pasa o huye de él.
En realidad no fue algo consciente el hecho de escribir sobre el duelo, no fue algo que me propuse expresamente. Escribo bastante, a temporadas prácticamente a diario, no porque tenga una intención determinada, o un objetivo, no siempre para publicar. Escribo porque lo necesito, como una pulsión vital que me ayuda a tomar aire y seguir adelante. De ese modo, me encontré con que, fruto de una serie de duelos acumulados, tenía toda una serie de relatos que tocaban, de una u otra forma, el mismo tema. Pensé que tenían la consistencia suficiente como para explorar en esa línea y me decidí a continuar incorporando historias más ficticias o basadas en experiencias no ya personales, pero sí cercanas. Creo que no deberíamos huir de lo que nos resulta desagradable o mirar simplemente hacia otro lado. Conviene tener algún tipo de preparación en este sentido, aunque resulte sin duda muy difícil. Hay que tener en cuenta que todos estamos expuestos a situaciones de pérdida dolorosa, que todos en algún momento habremos de hacer frente a estas situaciones.
¿Ves realmente tu obra como un ejemplo de literatura de duelo? ¿Estás de acuerdo con  la clasificación o la consideras dentro de otro contexto o género?
Hasta ahora, no sabía que podía hablarse de una 'literatura de duelo'. De características similares sólo había leído La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero y me encantó, pero porque me encanta la autora y porque soy muy sensible a la literatura que habla de emociones. Creo que es eso en realidad lo que intento, plasmar emociones, por muy intensas, difíciles, intrincadas o inconvenientes que sean. Mis textos surgen de lo más profundo, arrastran sentimientos e intentan producir empatía, que los lectores puedan reconocerse en ellos.
Durante la presentación de su libro en el Museo de la Ciudad
de Valencia
Si la muerte física se tiende a ocultar o se aborda de puntillas, ¿qué pasa con la de índole  emocional? ¿Cuando muere un amor o renunciamos a él, o vemos culminar una etapa por decisión propia o ajena? ¿Cómo tratamos o abordamos esas pérdidas que no se ven?
Ese es otro de los temas que me resultaba interesante explorar. Los duelos se asocian, normalmente, a la muerte física, pero hay otras muchas situaciones que producen un proceso de duelo y que a veces se entienden menos. Se ve normal el duelo ante la muerte porque es un acontecimiento extraordinario, único y último ante el que todo el mundo se conmueve y todos te comprenden. Sin embargo una pérdida emocional es, en ocasiones, más difícil de digerir, ya que la persona no ha desaparecido (aunque lo haya hecho de tu vida) y también se vive como un fracaso difícil de asumir y de reconocer.
La gente vive la pérdida y el dolor de diferente manera, a unos se les acaba el mundo,  otros, se quedan paralizados, y hay quienes se desconectan, ¿cómo ha sido tu experiencia escribiendo en primera, segunda y tercera persona? ¿Has podido mantener a raya tus emociones mientras estabas creando?
En absoluto se mantienen a raya las emociones escribiendo sobre estos temas. Me he puesto en la piel de cada uno de los personajes, con mayor o menor distancia, pero siempre intentando homenajearlos, en el sentido de dar un sentido a su sufrimiento, de darle un valor o un reconocimiento, de decirles “tranquilo, es normal lo que te está sucediendo, tienes derecho a estar así de mal”. Es lo que a mí me gustaba escuchar en los peores momentos, es lo que más me ha ayudado. Quería ponerme del lado de los que sufren y darles la mano, sufrir con ellos.
Es una autora dotada de una enorme sensibilidad
¿Por qué los seres tendemos a buscar vivir algo, por ejemplo, un amor a sabiendas que las circunstancias no están de nuestro lado o en el peor de los casos, vamos a salir perdiendo? Lo digo por tu relato Julio en Santiago, donde su protagonista es consciente del final y que vivirá por siempre con la sensación de que dejó ir algo importante sin luchar.
Porque a veces sentimos la necesidad de vivir simplemente el momento. Es difícil hacerlo, pero creo que nos libera. No importa lo que venga después. La experiencia de la pérdida nos pone en contacto con la finitud, cobramos conciencia de lo efímero que es todo y entonces puede que queramos vivir el presente, saborear un amor, por ejemplo, aun bajo la perspectiva de lo no duradero y abandonarnos así al disfrute de lo fugaz. Es un cambio de enfoque que puede sufrir el que acaba de atravesar un duelo. Ese tipo de cosas que nos puede hacer madurar o, de alguna manera, nos enriquecen.
Lo más triste de alguien que sobrevive a un ser querido es no haberle podido decir todo lo que quería por miedo, vergüenza o falta de valentía (desde confesiones amorosas, secretos, rencores, odios, etc.). De eso y más trata tu relato Para una amiga, ¿tiene que ver con una experiencia personal?
Para una amiga, parte, efectivamente de una experiencia personal y reflexiona sobre todas esas cosas que se quedan por decir,  flotando para siempre en el universo paralelo de las cosas nunca dichas. Es por eso que pienso que deberíamos tener una mejor preparación ante esas situaciones en las que nos habremos de enfrentar a la muerte de un ser querido. Deberíamos estar más serenos y lúcidos, deberíamos decir todo lo que queremos decir, dar todos los besos y abrazos que nos apetezca, aprovechar de verdad los últimos momentos. En vez de eso, disimulamos, actuamos como si nada ocurriera, hablamos de trivialidades, intentamos hacer ver que todo eso va a ser pasajero y que pronto volveremos a nuestras vidas de siempre, queremos esquivar lo que inevitablemente llegará y nos alcanzará provocando una hecatombe que nos pilla siempre desprevenidos.
Sostiene que la mujer posee más ventaja a la hora afrontar
el dolor
Otro de tus relatos conmovedores es Querido papá, realizado de manera epistolar, donde la protagonista mantiene comunicación con su padre fallecido. Ella no acepta que él ya no esté más a su lado, y su resistencia al nuevo estado de las cosas casi rompe con su cordura y  ligazón con la realidad. Un hecho que se da muy a menudo en la realidad, ¿no es así?
La negación es una de las fases del proceso de duelo y hay quienes se quedan anclados en ella desarrollando patologías cercanas a la locura. Es una muestra de lo complicado que resulta asumir una pérdida y de cuántas vivencias diferentes podemos encontrar en torno a esta circunstancia.  La soledad también aparece como un ingrediente más que puede agudizar la devastación que produce el duelo. Eso es especialmente cierto en el caso de los ancianos. La falta de compañía y de actividades cotidianas, además de la vivencia de esos duelos que, inevitablemente la vida les ha traído, pueden hacer que esas últimas etapas de la vida sean especialmente dolorosas.
La soledad es un doloroso drama que padece un gran número de ancianos hoy en día, apartados de los nuevos grupos familiares que conforman sus hijos o nietos, se refugian en sus recuerdos, malviven  sus días con hambre de afecto, y esperan resignados su final, tránsito que en cierta forma es una agonía progresiva, desesperadamente lenta. Lo retratas con excelencia en tu relato Pena sobre pena.
En cuanto a la cuestión de las vivencias de los duelos por parte de hombres y mujeres, no pretendo sentar cátedra, simplemente hablo desde la experiencia, desde la observación y desde lo que he encontrado a mi alrededor. Creo que las mujeres son emocionalmente más hábiles y en ese sentido cuentan con una ventaja a la hora de superar los duelos. Sin embargo, como también somos más sensibles, estos se viven con más intensidad y pueden contener momentos más álgidos. Si la mujer es madre, hay una fuerza añadida, porque sabe que tiene que sobreponerse por sus hijos, porque tiene una responsabilidad con ellos. Además contamos con la ayuda fundamental de otras mujeres. Sabemos comunicarnos y sabemos apoyarnos. Todo ello conforma una red que nos protege de las caídas y nos ayuda a levantarnos antes. Creo que los temas de la maternidad y el cuidado, asociados tradicionalmente a las mujeres, resultan claves también a la hora de abordar los duelos.
Sumergiéndose en su mundo creación 
La mujer es la protagonista por excelencia de De dolientes y duelos, ¿soporta mejor las pérdidas? ¿Se halla más preparada para el sufrimiento como sostienen algunos con cierta ironía? ¿De dónde emerge esa fuerza para secar sus lágrimas, tomar aliento y levantarse?
En cuanto a la cuestión de las vivencias de los duelos por parte de hombres y mujeres, no pretendo sentar cátedra, simplemente hablo desde la experiencia, desde la observación y desde lo que he encontrado a mi alrededor. Creo que las mujeres son emocionalmente más hábiles y en ese sentido cuentan con una ventaja a la hora de superar los duelos. Sin embargo, como también somos más sensibles, estos se viven con más intensidad y pueden contener momentos más álgidos. Si la mujer es madre, hay una fuerza añadida, porque sabe que tiene que sobreponerse por sus hijos, porque tiene una responsabilidad con ellos. Además contamos con la ayuda fundamental de otras mujeres. Sabemos comunicarnos y sabemos apoyarnos. Todo ello conforma una red que nos protege de las caídas y nos ayuda a levantarnos antes. Creo que los temas de la maternidad y el cuidado, asociados tradicionalmente a las mujeres, resultan claves también a la hora de abordar los duelos.
¿Y los hombres? ¿Enmudecen y se encierran cuando el dolor y el sufrimiento los supera? ¿Les cuesta sacar lecciones y sobreponerse?
Los hombres, ante la soledad que conlleva una pérdida, suelen quedarse más desorientados. Quizá son emocionalmente más dependientes y además más pudorosos a la hora de contar cómo se sienten.
Es honesta al decir que los duelos no desparecen nunca 
¿Superamos realmente un duelo? ¿Nos llegamos a adaptar a esas ausencias? ¿Es posible quedarnos en ese proceso y nunca recuperarnos aunque sigamos con la rutina de siempre?
La superación de un duelo es siempre relativa. Creo que se quedan trabados en nuestra piel, en nuestro corazón, en la manera en la que veremos la vida a partir de ese momento. Todos conocemos personas a las que describen sus duelos. Es frecuente escuchar: “es que se le murió un hijo a tal edad”, “su padre falleció siendo él muy joven”, “se divorció después de veinticinco años de casada”…, como explicación a por qué esa persona es de tal o cual forma o se comporta de tal o cual manera. Los duelos forman parte de nuestras vidas, nos modelan y es importante cómo los encaramos o asimilamos. En realidad, desaparecer, creo que no desaparecen nunca.
“El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, dijo Buda alguna vez, ¿estás de acuerdo?  ¿Podemos elegir no sufrir, no pasar por un experiencia de ese tipo?
No elegimos sufrir, es un peaje que hemos de pagar, que se nos impone como algo consustancial al proceso vital mismo. Tal vez nos ayude a madurar, a fortalecernos , pero sólo tal vez. Es complejo, porque a algunas personas acaba debilitándolas para siempre. Ojalá nunca tuviéramos que vivirlo.
¿Cuál es la dicha o la ventaja de vivir una existencia corta y mortal? Se lo pregunto a alguien que ha vivido muchas existencias no exentas de dolor y sufrimiento en su libro De dolientes y duelos.

Todos nos quejamos alguna vez de lo que nos ha tocado vivir. A veces, cuando me he quejado, he escuchado decir que, si no hubiera vivido todo lo que he vivido, no sería la persona que soy ahora y lo cierto es que creo que sí ha mejorado mi calidad humana. Las pérdidas nos hacen conscientes de lo verdaderamente importante, nos vuelven más humildes y tolerantes, más empáticos. Te das cuenta de lo que puede ocurrir en cualquier momento, de que nadie es realmente imprescindible y de lo absurdo que resulta preocuparnos por las nimiedades que conforman los problemas cotidianos. Optas por vivir más intensamente, por disfrutar de las pequeñas cosas. Tal vez esa sea la ventaja.

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