No hay que dejarse llevar por las apariencias. Con ella la
advertencia se cumple. Es delicada, frágil e indefensa a simple vista, pero
basta un intercambio unas palabras para advertir de inmediato la fuerza
de un espíritu rebelde, inconforme y apasionado. Susana Fortes no se va por las ramas. Va al
punto. Sabe decir lo que piensa y lo hace con mucha clase. De allí que
en su lista para este 2018, se compromete a
“No buscar la felicidad que es muy cansado, pero cultivar la alegría a
deshoras y con empeño” y “Discutir menos de política que es un género de
ficción en caída libre y dedicar más tiempo a cambiar las cosas”. Les invito a adentrarse en el pensamiento de
esta autora gallega, que por estos días se ocupa de la promoción de Septiembre puede esperar, su más
reciente novela.
Tu cocina literaria se toma su tiempo
y la preparación de tu más reciente
novela Septiembre puede esperar tuvo que ir paso a paso. La idea se presentó pero no fuiste del todo
consciente de ella desde el comienzo. Mucho menos del final.
Te faltaba el hilo conductor y hasta que no lo hallaste, el arranque
demoró. Es la mecánica de tu creación.
Posee mentalidad de lectora al empezar su trabajo creativo. |
Sí, es mi manera de hacer las cosas. Tengo mentalidad de lectora, por lo tanto no
trabajo con un esquema previo. Si supiera
de antemano todo lo que va a ocurrir en la novela, tendría la sensación de estar escribiendo al dictado. Necesito
cierto suspense, hacerme preguntas e intentar encontrar las respuestas en el
transcurso de la novela. La pregunta inicial en este caso fue: ¿Por qué las
mujeres que escriben son peligrosas? Las vidas de escritoras apartadas
abruptamente del carril siempre me han
interesado. En un mundo donde los hombres hacen las leyes y las mujeres lavan
la ropa interior, una mujer que escribe
puede representar una amenaza. Emily J. Parker, la protagonista de Septiembre puede esperar, es una
escritora prometedora que desaparece en extrañas circunstancias en pleno centro
de Londres el 8 de mayo de 1955, el mismo día
que la ciudad celebraba el décimo aniversario de la II Guerra Mundial.
Nunca encontraron su cuerpo. Sesenta años después, Rebeca Aldán, una estudiante
de Filología inglesa, decide viajar a Londres para escribir su tesis y empieza a seguir su
rastro. La voz de Rebeca es el hilo que va cosiendo la historia. Sus pesquisas la
acaban llevando a un nudo bastante apretado.
Destacas que es vital para ti tener
bien atado los cabos para empezar, porque en el arranque se halla la carga
genética de la historia, que todo se decide en el primer párrafo, ¿es eso
cierto?
No exactamente. Para atar todos los cabos hay que esperar al final.
Pero es verdad que el arranque de la historia es muy importante. El ADN de la novela está en el arranque: la
voz narrativa, el estilo, el tono… Cualquier escritor sabe que ahí se la juega.
La autora afirma que el ADN de la novela se encuentra en el arranque. |
Casi todas tus historias se te han
ocurrido en la cocina. ¿Un estómago vacío es propicio para la creación o
simplemente la hora de los alimentos es la de mayor relajación para ti?
No. La cocina es el corazón de la casa. Yo me crié en una familia
numerosa, mi abuela acostumbraba a contarnos historias en la cocina para
tenernos pacificados. Quizá me viene de ahí. El olor a café y pan tostado del
desayuno, la prensa encima de la mesa, el mundo que empieza a andar… para mí es
una atmósfera propicia y sugerente.
En el caso de tu última obra la idea
vino de una imagen que viste en una revista mientras desayunabas, también en el
escenario de tu cocina. De repente la protagonista apareció en tu mente y te
condujo a su mundo, unos tacones pisando las calles de una zona devastada por
la guerra da mucho que pensar e imaginar, ¿no es así, Susana?
Sí, el día del aterrizaje de esta idea
yo estaba descalza en la cocina de casa, desayunando y mirando una revista de
moda. Ahí encontré los zapatos de la protagonista. Al principio
era lo único que tenía de ella. Unos preciosos zapatos de tacón de puntera
abierta. Luego fueron apareciendo más cosas: fotografías de las calles de
Londres bajo los bombardeos, llenas de
escombros y cristales rotos, por las que caminaba una jovencísima Emily J. Parker con esos zapatos
imposibles para el peor invierno de la guerra.
¿Los tacones siguen siendo un símbolo
de rebeldía aún hoy? En ellos hay también
contradicción y doble juego o mezcla interesada, según se vea, de seducción,
erotismo, femineidad, peligro, revolución, vanguardia y hasta una declaración
de principios. Emily J. Parker, tu
protagonista, los llevaba, y era una mujer que ejercía el periodismo en tiempos
de guerra y que finalizado el período bélico desaparece sin dejar rastro.
¿Adónde fue a parar?
La postal que acompaña su libro. Remite a un pasaje importante de la obra. |
En realidad durante la Segunda Guerra Mundial, cuando llovía metralla
del cielo, ella era una adolescente. Ganó su primer premio de poesía en un
concurso de la BBC. Era muy buena con los juegos de palabras, con los
crucigramas. Empezó a trabajar en Blechtley Park donde estaba el núcleo de la
Inteligencia británica, que intentaba descifrar el código que usaban los nazis
para encriptar sus mensajes, la famosa máquina Enigma. Ahí precisamente conoce
al que después será su marido, un matemático brillante y también a otros
personajes que van apareciendo en la novela. Se va curtiendo en ese ambiente,
empieza a escribir en serio, con muy buenas críticas, se convierte una joven
promesa, hasta que un día, después de la
guerra, sin venir a cuento, dejó de
escribir sin más. ¿Qué pasó? Bueno…
Supongo que hay mujeres que ganan las guerras pero pierden la paz.
Tus lectores en varios encuentros te
han corregido cuando manifiestas que tu protagonista es Emily, pues ellos
atribuyen el rol principal a Rebeca, la estudiante de Filología que viaja a
Nothing Hill en busca de material para su tesis sobre esta periodista y
escritora que de súbito se la tragó la tierra. ¿Qué ve Rebeca en Emiliy para
que su búsqueda vaya más allá de sus fines profesionales, por decirlo de algún
modo?
Revela queLondres es un lugar adonde le gusta volver. |
Se obsesiona con ella, como nos ha pasado a todos alguna vez con
alguno de nuestros escritores favoritos. Hay algo en los poemas de Emily, en
sus libros que le afecta personalmente. La verdad es que Rebeca está en un
momento de su vida en el que no sabe muy bien por dónde tirar, un poco perdida.
Encontrar a Emily es una forma de encontrase a sí misma, por eso se va a
Londres en enero de 2009 en medio de la peor nevada del invierno, arrastrando
su maleta hasta su habitación alquilada en Notting Hill con la señora
Bartholomew y su gato. La novela naturalmente tuvo que adaptarse a la ciudad
actual, con su ritmo rugiente, sus autobuses rojos y su manía de conducir por la izquierda.
Todos los escritores vamos dejando miguitas de pan en nuestros
libros. No es que Emily lo hiciera conscientemente pero sus metáforas no eran
casuales. Ni inocentes.
Creaste estos dos personajes en épocas distantes y distintas, pero con
características similares que son
propias del ser humano, por tanto atemporales, ¿esto estaba planeado o fue
surgiendo espontáneamente?
Me interesa el cruce de tiempos, entrelazar el pasado y el
presente. Aquí estamos hablando además de un pasado no tan lejano. La II Guerra
Mundial es un período histórico que fascina a mucha gente. Grandes sueños y
grandes miserias. Dioses, héroes y canallas. Para bien o para mal, nacimos en
esa época extraña llamada siglo XX,
supongo que por eso necesitamos volver
constantemente a él en el cine y en la literatura.
Has dicho que las novelas se escriben
tomando en cuenta los mundos afectivos, y en ese sentido, las tuyas están
sujetas a tu educación sentimental. Amplía, por favor.
Junto a sus padres. En todos los hogares existe un lenguaje íntino, asegura. |
Una
escribe con todo lo que lleva en la mochila, su educación sentimental. Ahí
entran desde los terrores infantiles, los amores olvidados, el humor, las ausencias, los enigmas y los
mundos perdidos. Todo ello aderezado con elementos generacionales como la
música Y por supuesto el cine. Le he
prestado a Rebeca algunos recuerdos de
mi vida, de mi infancia asilvestrada en
Galicia, de mis obsesiones, de esa
educación sentimental… Incluso le he prestado un novio de Lugo, que ya es mucho
prestar (risas).
En todas las familias hay expresiones y frases repetidas que
funcionan como un código íntimo. Puede ser una frase hecha del tipo: “ancha es
Castilla” o ingeniosa, por ejemplo mi abuela siempre decía “tener un hijo es
como tener una sartén siempre al fuego”. Cuando te vas de casa, esas frases, lo
mismo que algunos objetos, un avión de juguete, o un sabor, un postre especial…
se convierten en símbolos de algo. Son lo único que nos queda de un mundo
perdido. Pero prefiero que el lector descubra por sí mismo su significado.
Supongo que con esta obra más que nunca
queda patente lo que sueles decir a menudo: “Los escritores son seres
vampíricos”.
Empezó su novela pregntándose "¿por qué las mujeres que escriben son peligrosas. |
Sí, claro. Somos cazadores.
El Londres que es el escenario de tu
novela posee especial significación para ti.
¿Por qué? Es más hay una postal
que acompaña al libro que ha calado mucho en tu mundo interior y que por esa
razón quisiste compartirla con tus lectores.
Es el metro de Picadilly el día de Navidad de 1940. Esa noche se
esperaba el peor ataque de la aviación alemana y todo el mundo acude al refugio
del metro, familias con niños de la mano con sus gorros de Papa Noel y sus
cestas de picnic, hay un mantel de rayas todo a lo largo del andén. Es el
espíritu de la resistencia: pueden bombardearnos pero no quitarnos nuestras
costumbres. Hay una escena de la novela que transcurre ahí, por eso he querido
incluirla en el libro.
¿Sigues volviendo a Inglaterra
buscando ese espíritu o esa mística que destacas del pasado?
Bueno, ese mundo es una especie en extinción, sobre todo después
del Brexit. Pero Londres sigue siendo
una ciudad fascinante a la que siempre me gusta volver.
Eres una escritora a la que le gusta
abordar el género histórico exenta de sentido reverencial, huyendo del exceso de erudición, con aires
desmitificadores, ¿qué te aporta serlo? ¿Qué ventajas le ves?
La escritora durante la presentación de su novela en Valencia. |
Al ser historiadora me resulta fácil documentarme, sé dónde
encontrar lo que busco. Supongo que es una ventaja. Y respecto a la erudición,
creo que es un peso que debe llevar el escritor, no el lector. No me gusta poner el lenguaje de tiros largos.
Me gusta escribir las novelas en camiseta y vaqueros, sin demasiadas
subordinadas y con pocos adverbios. Quiero que mis lectores se sientan cómodos.
Estás cosechando magníficas críticas
tanto o más que tus anteriores obras, sin embargo evidencias tu molestia cuando
crees detectar esas ‘de perdonavidas’. ¿En verdad has tenido de aquellas?
La verdad es que los críticos siempre me han tratado bien. De
momento. Supongo que lo diría por un
sector anquilosado de la crítica, viejos dinosaurios, que hace algún tiempo, cuando yo empecé,
consideraban que si un libro era ameno, ágil
y tenía muchos lectores, entones
no podía ser buena literatura, porque, en su opinión, la literatura difícil,
minoritaria y poco leída era la única que valía la pena. Afortunadamente este
prejuicio elitista se ha caído por su propio peso. La Ley de la Gravedad nunca
falla.
Este libro marca tu vuelta con
editorial Planeta, sin duda alguna, con éxito y grandes planes, Susana.
Ya veremos... Pero sí, tener
una buena editorial que te respalde es muy importante para cualquier escritor
Y para no perder la costumbre, ¿qué
hace una gallega en Valencia?
(Risas) Bueno… esa sería otra novela.
Si desean saber más de la autora y su obra pueden pinchar los siguientes enlaces: https://es.wikipedia.org/wiki/Susana_Fortes https://www.planetadelibros.com/autor/susana-fortes/000004121 https://www.facebook.com/susana.fortes.56 |