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lunes, 20 de diciembre de 2021

Nazaret Solís Mendoza: «Se puede vivir de otro modo, pero no se puede escapar de lo que somos»

  


 Admite quién es, no acumula cosas y no se apega a las personas. Ha logrado ser feliz y dice que quizá solo tenga deudas consigo. Así se presenta y define Nazaret Solís Mendoza, un hombre y escritor a quien sus padres registraron  con cuatro nombres en su calurosa Piura, que aprendió a responder a ellos y que luego, al nacionalizarse español, tuvo que renunciar a dos.

Es profesor,  escritor, corrector y crítico literario, títulos que ha aceptado con absoluto desprendimiento y humildad a lo largo de su vida literaria, los mismos que le acompañaron a la hora recibir  el Premio Gregorio Sansa 2020  al que se hizo acreedor por su novela  Brevísimo tratado del descubrimiento del Viejo Mundo por alguien del Nuevo Mundo.

«Ni siquiera pensaba concursar porque no había terminado la novela. Era un proyecto ambicioso y muy arriesgado, y nunca lo concretaba. Temía que fuera tomada como una broma y terminara infelizmente en algún rincón», reveló.

En tu libro Brevísimo tratado del descubrimiento del Viejo Mundo por alguien del Nuevo Mundo (Ápeiron Ediciones, 2020), ¿quién se descubre a quién? ¿Por qué tu personaje emprende ese objetivo? ¿Lo consigue?

Estas preguntas son muy interesantes porque van a lo central de la novela: la confusión y la desestructuración narrativa como forma de la desilusión. En mi libro nada es lo que parece: se titula Brevísimo tratado, pero no lo es; intenta ser un «descubrimiento», pero termina siendo una constatación del sinsentido; se clasifica como novela, pero desemboca en tan solo unos «cuadros» o «escenas» de hechos disparatados que buscan su lugar sobre algún eje narrativo; intenta ver la vida con humor (o ingenio), pero se topa con la tristeza... Al final, no hay descubrimiento, sino un acto de fe hacia nuestro estar viviendo, en gerundio. De ahí que las últimas súplicas del narrador sean: «...ruego al lector avisado que dé crédito al tratado, a ciegas, aunque de extraordinarias aventuras esté plagado, tal como se suele dar crédito a lo que dice la gente a tutiplén».

El piuranito, es a la vez el editor y el narrador de la historia, pero también lo eres tú, el escritor, el que creó la trilogía del hombre inmigrante, ¿fue intencional?

"El dolor es el mismo en España que en Perú", asegura. 

Y no has mencionado un quinto personaje, quizás el más importante: la esposa de don Jacinto Alegría de Magallanes, el narrador principal que, a su vez, es editor y protagonista (o no). El Brevísimo tratado no hubiera sido posible sin la “especial licencia” de la esposa. Ella es quien, después de leerlo, valora que tal escrito tiene «algo de utilidad». La esposa es la representación textual (narratario) del lector o la lectora real, de las personas para quienes realmente escribimos. El escritor se debe al lector y, en gran medida, es este (y no tanto la crítica especializada) quien juzga la valía de una obra. Todos estos cinco elementos (protagonista, narrador, editor, esposa y escritor) fueron intencionalmente creados para marcar los distintos niveles de confusión de mi relato y los distintos enmascaramientos por los que transitamos los escritores.

El piuranito, tu protagonista,  es denominado así, por su origen, y tanto su editor don Jacinto Alegría de Magallanes como el narrador,  jamás se refieren a él por su nombre de pila, ¿simboliza tu héroe a todos los que jamás dejan de sentirse inmigrantes y que no tienen la oportunidad de hacerlo porque el resto (la gente del país donde se han asentado) no se lo permiten?

La imagen del piuranito tiene cierto nivel de complejidad y, repito, confusión, tal como se señala en la nota a pie de página número quince (sí, mi Brevísimo tratado tiene notas a pie de página): «La confusión llegará a tal extremo que editor, narrador y protagonista serán la misma persona». Incluso el diminutivo del sobrenombre (tan característico del habla latinoamericana) va transitando desde lo cariñoso, con toques de aniñamiento, hasta llegar a ser despectivo. Lo cierto es que sí se revela su larguísimo nombre al inicio del primer capítulo, pero esta identidad pasa desapercibida y se pierde cuando llega a la Madre Patria putativa, o sea, España. Así, para el piuranito (noten el uso de la minúscula) todo es confusión o, si se prefiere, un constante sentimiento de no hallar su lugar. La última salvación que le queda es la escritura (la escritura como necesidad). Sin embargo,  esta también lo traiciona.

Tu libro es complejo, caótico y por ratos una completa locura, sin embargo, al margen de los géneros que introduces o aparecen brevemente, no dejas de apelar al humor en sus múltiples formas y grados, pero al fin y al cabo, contribuyen a atenuar el horror y los malos pensamientos, ¿no te parece?

"¿A quién no le gusta divagar?", nos plantea.  

Es una acertada observación y así lo confirma la cita de Dostoievski que se halla al inicio del libro: «...podemos volver loca a la gente, pero jamás hemos hecho a nadie más inteligente». De hecho, el jurado que me otorgó el premio por esta obra resaltó lo siguiente: «La novela de Nazaret Solís ejemplifica a la perfección un tipo de humor que tiene por algunos de sus rasgos el ingenio, la inteligencia y la crítica...». En verdad, nació durante unas investigaciones que realicé en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid (CSIC), como una forma de rendir tributo a dos grandes: Cervantes (España) y Vallejo (Perú). Por el primero viene ese humor triste para atenuar el horror de un mundo que ya no es nuestro. Por el segundo vienen la rebeldía, las ganas de transformar la palabra poética y de llevarla hasta el límite del significado. Mi libro es tributario de Vallejo. Mi Brevísimo Tratado es trílcico. A lo largo y ancho de la obra iremos encontrando descuidos ortográficos, anacolutos, confusiones, poca o nula estructura, mezclas de discursos o de historias que no vienen a cuento... Cualidades suficientes para que mi libro acabe en el olvido. Sin embargo, a pesar de esos «errores» o «deméritos», mi Brevísimo tratado sobrevive como una obra literaria. ¿Por qué? Porque detrás de todo texto literario hay una persona, imperfecta por naturaleza, sí, pero siempre aspirando a ser mejor.

‘La divagación dramática’, uno de los recursos literarios del editor don Jacinto Alegría de Magallanes, o sea tú, es una magnífica y salvadora propuesta no solo a la hora de contar  una historia  como la tuya  sino también para la vida real, cuando nos vemos metidos en situaciones embarazosas o que nos producen dolor. ¿Supongo que como escritor pasaste por una infinidad de experiencias similares?

"En mi libro nada es lo que parece", afirma. 

¿A quién no le gusta divagar? Quizás la escritura literaria no sea más que una larga divagación como forma de rebeldía, una lucha contra la insatisfactoria realidad. He visto el horror y la locura de cerca, tanto aquí como allá, y he tratado de ayudar a que nuestro mundo cambie para mejor. Con el tiempo, he constatado que es imposible. El dolor es el mismo en España que en Perú. Creo que es lo que realmente nos hace iguales, aunque no nos damos cuenta. No es pesimismo; es experiencia. Llevo más de veinte años como profesor y estoy convencido de que la mejor lucha se realiza en las aulas, convenciendo a cada persona de que el cambio empieza en uno mismo. Quizás tenga razón, o quizás solo estoy divagando.

Aquí, allá o acullá, la situación económica que padecen los maestros y literatos es angustiosamente parecida, donde sea que esté el docente y el escritor se mantiene inalterable muy a su pesar (salvo escasas excepciones), tu protagonista lo reflexiona observando el río Manzanares, ¿otro descubrimiento decepcionante para el piuranito en el Nuevo Mundo?

Don Jacinto Alegría de Magallanes (el nombre tiene enjundia) se define como «profesor de profesión y escritor por necesidad». Obviamente, sería una locura convertirse en escritor para intentar solucionar la escasez de dinero, pero es que ser profesor tampoco sería mejor decisión. Otra vez, en esta caracterización, vemos que los actos muy humanos (arte y educación) se truncan y ceden ante lo material y lo espectacular («civilización del espectáculo», Vargas Llosa dixit). Por ello, son anecdóticas las palabras del único editor (de la editorial Espada Roja) que se anima a publicar la obra del piuranito: «Nos hizo saber que a nadie la importaba la historia, que se habían vendido miles de libros con páginas en blanco, incluso que había un escritor que aún no había escrito nada pero que ya llevaba cientos de pedidos por un libro que nunca iba a escribir». No es coincidencia que, en mi libro, este editor muera luego de comer un cebiche en mal estado.

A la generación del piuranito, los que vivieron su época de estudiantes en la década de los 80   o los 90 y que quisieron hacer algo con su vida, solo les movía la idea del triunfo -sea por presión de sus padres o por propia iniciativa o inspiración-, sin embargo muchas veces no sabían bien en qué, pero sí para qué, ¿es otra de las cosas que descubre de forma tardía y fuera de su tierra tu personaje?

"Mi libro es tributario de Vallejo", señala.

El piuranito debe hacerse cargo de su propia vida y de su supervivencia. Cuando se encuentra totalmente solo, reconoce que en el mundo importa el dinero y la salud espiritual. Sin embargo, lograr el bienestar en ambos aspectos será una misión imposible, pues él va tropezando con el fracaso y la desilusión, como si la vida fuera un camino hacia la nada o, en el mejor de los casos, al truncamiento.

El quehacer genocida del terrorismo de Sendero Luminoso durante la década de los 80 y parte de los 90 en el Perú, está relatado con crudeza al inicio de tu obra, lo dejas en claro cuando el piuranito recuerda a su padre, un efectivo de la fuerza del orden, y dice el narrador: «...cosa verdaderamente maravillosa, no vio morir a su padre, aunque varias veces lo contempló llegar a casa  con la camisa ensangrentada. No obstante, llámese milagro, buena suerte o brujería, pero la familia del piuranito fue una de las pocas que ha podido sentarse relajada y completita luego de que el barbudo Presidente Gonzalo fuera encarcelado».

De hecho, no continué con esa historia porque quise separarme de otros libros ambientados en esa época o de novelas sobre la migración que repiten tópicos. No quiero decir que la novela de inmigrantes se haya estancado, pero mi intención fue escribir algo distinto, novedoso. En mi Brevísimo Tratado, ni bien hago mención de ese hecho doloroso, inmediatamente cambio de tema hacia otros más «graciosos». La consigna es clara desde el inicio: mi libro debe servir de entretenimiento.

Un par de formas de hacer exitoso un libro es que un crítico hable o escriba pestes de su contenido o que un editor inescrupuloso publique una edición apócrifa, eso es lo que cree Alegría de Magallanes y lo busca. La calidad de los libros ya no interesa, lo dejas en claro en tu obra, ¿no es así?

Acumula 20 años como profesor.

Es una situación que estamos viviendo. No digo nada nuevo. La calidad ha bajado, quizás debido a la facilidad con la que ahora se publica o autopublica un libro. Nos estamos saltando pasos y procesos centrales (como el de la corrección o la edición). Esta «facilidad» desvirtúa todo el trabajo y estudio que implica escribir y dar a conocer un libro.

En varios momentos efectúas paralelismos entre tu tierra y España -infaustas, por cierto-, pero que no dejan de ser verdad: caminar de noche con confianza, un transporte público decente, entre otros, descubre que se puede vivir de otro modo, ¿no es así?

Se puede vivir de otro modo, pero no se puede escapar de lo que somos. Continuamente intentamos «extirparnos», en lugar de «aceptarnos». Lo mismo pasa con la realidad: evasión frente aceptación o quizás resignación. En mi libro hay muchos guiños sobre estas ¿alienaciones?; las trato con humor, como cuando describo a la mujer madrileña: «peinada con coleta, en pantalones de deporte muy apretados y con sus rasgos árabes que ninguna reconquista pudo extirpar». Esta crítica o parodia también va dirigida al lenguaje de la crítica especializada. Esta, muchas veces, se encierra en sí misma y solo ella se entiende. De esto me río en el apartado titulado «Donde se reflexiona sobre la relación entre el texto narrativo y el sistema vivencial del ser humano».

Tu libro Brevísimo tratado del descubrimiento de la Viejo Mundo por alguien del Nuevo Mundo obtuvo el Premio Gregorio Samsa 2020 de novela breve, el jurado lo tuvo muy claro, por lo que sé, desde un comienzo, ¿pensaste en ganar teniendo en cuenta las características peculiares de tu obra?

Ni siquiera pensaba concursar porque no había terminado la novela. Era un proyecto ambicioso y muy arriesgado, y nunca lo concretaba. Temía que fuera tomada como una broma y terminara infelizmente en algún rincón. Es más, envié el texto una hora antes de que acabara el plazo y me olvidé del asunto. Meses después, revisando la bandeja de spam, leí la agradable noticia.

No eres nuevo en la publicación, ya antes salieron a la luz un par de libros de tu autoría, y sueles escribir muchos ensayos en tu especialidad, pero los editaste siempre con otro de tus nombres, ¿cuál es la razón de esa constante a la hora de dar a conocer tus obras?

Cuando le otorgaron la nacionalidad española tuvo que
escoger solo dos de sus cuatro nombres. 

Esa constante se ve reflejada en mi novela. Yo siempre he estado orgulloso de mis cuatro nombres, pero he ido usando uno y otro por distintos motivos. Por ejemplo, Nazaret es nombre de mujer aquí, en España, y creaba confusión entre las personas que no me conocían. Cuando iba a la universidad a impartir clases, los alumnos esperaban a una profesora y no a un profesor. Las cartas me llegaban a nombre de la «señora» Nazaret. Preferí usar Luis. Sin embargo, cuando me otorgaron la nacionalidad, me vi forzado a elegir solo dos nombres y dejar los otros dos en el camino. ¡Cosas de leyes! Creo que tantas modificaciones de mi nombre son síntomas muy reveladores de algo. ¿De qué? Habrá que leer mi Brevísimo tratado.

En tu dedicatoria haces mención a las deudas,  las que te legaron, las que legarás, las que tuviste, las que tienes o tendrás por siempre, sin embargo no hiciste mención a las que tienes contigo, ¿existen o no?

¡Qué difícil pregunta! A lo mejor no tengo deudas conmigo mismo porque no suelo apegarme a las cosas, ni a las personas, ni siquiera a los sueños. No soy de acumular objetos que nunca usaré y sí de reutilizar, dar nueva vida a lo que otros han desechado. A nivel personal, he ido aceptando lo que la vida me ha ido ofreciendo, para bien o para mal. Hallo paz en ello y soy feliz.

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