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lunes, 11 de julio de 2011

Walter Lingán: “En Alemania tengo todo lo que necesito como ser humano y escritor”

Abandonó Perú no buscando nuevas oportunidades sino por salvar su vida. Estaba amenazado de muerte, y fue su madre quien  lo obligó a huir del país mediante súplicas. “Prefiero tenerte lejos y saberte vivo, que aquí a mi lado muerto en cualquier momento”.
Se califica como un cholo recontra jodido y dice que para  escribir necesita dos ingredientes fundamentales: una buena historia y  la compañía de la mujer amada.
Aterrizó hace treinta tantos años en Alemania y asegura que este país le ha dado lo que a muchos se le niega: la ciudadanía, y la considera su segunda patria.
Es médico en un hospital de Colonia, y asegura que la literatura y la medicina son artes.  “Con una se alimenta y cura el alma, con la otra se alimenta y cura el cuerpo. Un buen poema o una buena novela equivalen a un buen diagnóstico o una buena receta”.
Conozcamos a este peruano que no cree en los concursos literarios, que no sabe que tipo de literatura escribe y que sueña con que unos de libros sea un éxito de ventas.
¿Tenemos entendido que su inquietud por escribir afloró en usted, luego de leer “El lobo estepario” de Hermann Hesse? Cuéntenos que parte de la historia hizo que lo removiera al punto de convertirlo en escritor.
En realidad “El lobo estepario” de Hermann Hesse me descubrió un mundo nuevo, estaba en plena adolescencia, etapa en la que buscamos nuestra identidad, donde la rebeldía y las crisis existenciales afloran por toda la piel, fase en que a veces amanecemos como monstruos y otras veces llenos de ternura, anochecemos mordidos por la dualidad luz/oscuridad, entonces al leer un texto que trata el tema del antagonismo o la dualidad en la naturaleza humana, la alternidad entre la bondad de un ser humano y la ferocidad de un lobo estepario, todo esto unido a la fantasía, tan subversiva, tan irreverente, me pareció, en aquella fecha, que estaba escrito para mí. Desde el inicio cuando anuncia Sólo para locos o después cuando en la entrada al Teatro mágico se lee Entrada no para cualquiera y la descripción que hace del lobo estepario: Érase una vez un individuo de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Andaba en dos pies, llevaba vestidos y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario...así como las anotaciones de Harry Haller y ese desgarrador poema: Yo voy, lobo estepario, trotando / por el mundo de nieve cubierto; / del abedul sale un cuervo volando, / y no cruzan ni liebres ni corzas el campo desierto. // Me enamora una corza ligera, / en el mundo no hay nada tan lindo y hermoso; / con mis dientes y zarpas de fiera / destrozara su cuerpo sabroso... en todo eso había una cierta identidad, la doble naturaleza del artista y el héroe –humana y licantrópica- inmersa en un laberinto de experiencias traumáticas, esa doble moral en toda nuestra historia y en nuestras vidas, es ese mensaje metafórico que señala el rompimiento de la individualidad y las convenciones burguesas que me lleva a la reflexión, a pensar en mi mundo y la manera de contarlo, de escribirlo, pero sin ninguna pretensión de escritor. Yo vivía en una barriada de Lima, habitada por gente pobre y marginada de todo bienestar pero tratando de conquistar, cada mañana, la gloria, el paraíso, o sea, metidos en el agua hasta el cuello pero soñando con una vida burguesa. Este remezón interno que me ocasionó Hermann Hesse, el medio donde vivía y la influencia de mi padre que era un contador excelente, que hasta dejaba de trabajar para llevarnos por los vericuetos de sus fantasías, abonaron el terreno para que mucho tiempo después se despertara en mí el gusanito de hacer literatura, la decisión de dedicarle mi tiempo a la escritura.
Su talento para escribir también lo llevó a ser una especie de Cyrano, pues redactaba cartas de amor para las enamoradas de sus amigos. Díganos, ¿alguna vez una de ellas enteró de la verdad?
Bueno, talento es quizás una apreciación muy bonita de su parte, pero yo creo que cualquiera, si le dan las herramientas necesarias, puede llegar a desarrollar sus inquietudes y todas sus posibilidades. La cosa es que llegaron a mi casa dos tomos de una antología de poesía romántica: Hablemos de amor. Mientras mi padre, que era sastre, trabajaba, me hacía sentar a su lado para leerle en voz alta el periódico El tiempo de Piura que llegaba a Bagua con un retraso de uno o dos días, por ese motivo no fue para mí ningún problema la lectura. Entonces estos libros los leí sin parar y en un cuaderno copié todos aquellos versos que me gustaban. El compañero de carpeta descubrió mi cuaderno con estas anotaciones y creyó que eran de mi autoría, naturalmente yo sonreí y oculté la verdad. Hasta que un día me dijo: “oye poeta, te doy todo lo que me pidas si me escribes una carta bien bacán para declararle mi amor a la ‘jermita’ por quien me mojo todas las noches”. Hice la carta y le entregué. A cambio recibí un trompo y dos canicas “caca de gallina”. Al lograrse el emparejamiento se inició también mi fama de poeta y romántico, pero sólo entre los compañeros, las chicas ni se enteraban por qué me llamaban poeta. Fue así que cada semana escribía entre dos y tres cartas, pero en uno de mis cuadernos quedaban las originales. Hasta que una de las chicas, en uno de esos descuidos, descubrió al autor de las cartas tan tiernas y conmovedoras. Se armó el laberinto, la mayoría intentó ajusticiarme, pero luego se calmaron y me llenaron de bendiciones, más bien sus enamorados pagaron los platos rotos por su poca imaginación, por su torpeza pues al reescribir ellos las cartas cometieron muchos errores. Años después con esa chica me encontré en Lima y nos hicimos novios, pero cuando quise rescatar “mis cartas originales” me dijo que le pertenecían y había dispuesto que cuando ella muera me entreguen el cuaderno, antes, nada de nada.
También hizo periodismo en una revista y un periódico de barrio, comparta con los lectores dicha experiencia.
Fue una experiencia hermosa. Fueron un grupo de obreros y estudiantes de Collique quienes me invitaron a participar en la aventura de sacar un periódico que le llamamos El Obrero. Ahí fue donde aprendí a escribir noticias, a corregir, a resumir, a investigar y empezaron mis visitas a la Biblioteca Nacional. Además tenía que compatibilizar mis estudios en la Universidad de San Marcos, mi trabajo para ganar algo de dinero, mi responsabilidad como dirigente barrial y mis inquietudes de joven, de enamorado. Estaba encargado de la parte cultural. Era una tarea, para mí, gigantesca, yo era lector de periódicos y revistas pero no había leído casi nada de literatura. Los obreros hablaban de huelgas y luchas obreras, de ollas comunes, de masacres a mineros y campesinos, de José Carlos Mariátegui, de Marx, de Lenin, de Mao, del APRA, de luchas obreras por las ocho horas, del voto universal, de democracia. Yo escuchaba en silencio, sin saber qué decir. Y leer a esos señores de los cuales se hablaba en las reuniones de la redacción, me costó mucho, además que empecé a leer a José María Arguedas, Ciro Alegría, César Vallejo y tantísimos otros más. No habían los avances de la tecnología, sino primero se ‘picaban’ los esténciles y luego se lo imprimía en viejas impresoras de rodillo. Después venía la fase de la venta, los obreros lo hacían en las puertas de las fábricas aledañas donde ellos laboraban y a mí me tocaba en el barrio, a la entrada de Collique, en los paraderos más concurridos, en los colegios. Algunas personas me compraban el periódico, lo hojeaban y me decían que era pura politiquería, puro comunismo, lo rompían y me lo restregaban en la cara. Otros en cambio apoyaban la iniciativa y estaban de acuerdo y me compraban varios ejemplares para ellos difundirlos entre sus amigos. Los que defendían a la dictadura de Juan Velasco Alvarado nos acusaban de terroristas. Poco a poco fui entendiendo eso de la lucha de clases, de la dominación imperialista, de la explotación capitalista y la dependencia cultural, la entendí a cabalidad pues la vivía en carne propia, más que por ideas aprendidas entendí el socialismo como una necesidad ante la vida miserable en que vivía la gente de Collique, de Comas y los demás barrios marginales. Después vino una etapa de querer ‘profesionalizar’ esta experiencia y con otros amigos me embarqué en la publicación de Opinión Barrial, mucho más elaborado, un tabloide de oho páginas. Como éramos críticos al gobierno, decomisaron una edición, nos llevaron a la quiebra con eso y a la cárcel por ‘terroristas’. De ahí al exilio, apoyado por una propuesta de estudios, fue cuestión de tiempo nomás.
Ha estado tan ligado a las letras que nos intriga saber, ¿por qué se decantó por la medicina?
Más que ligado a las letras me preocupaba el destino de mi barrio, de mi país, de las luchas obreras y campesinas, de la izquierda. Fui, soy y seré socialista. Moriré con ese defecto. Hace poco estuve en Perú y una amiga me dijo: “¿sigues aún pensando así?, creí que ya te había pasado la locura”. Yo nunca soñé ni pensé en la escritura como profesión, siempre estuvo en mí la medicina como un medio para poder vivir con cierta holgura y poder ayudar a la gente, además, dicen que nadie es perfecto, de algo hay que morirse. Pero no me quejo, trabajo en un hospital de Colonia, escribo lo que se me da la gana, publico lo que se puede y cuando se puede. Literatura y medicina son artes, con una se alimenta y cura el alma, con la otra se alimenta y cura el cuerpo. Un buen poema o una buena novela equivalen a un buen diagnóstico o una buena receta.
¿Por qué se marcha de Perú y se establece en Alemania? Pensó, quizá, que tendría más oportunidades como escritor.
En los años 80 a pesar del avance de un espíritu democrático en Perú se empieza a desarrollar también un talante antidemocrático, gérmenes que más tarde desembocarían en el autoritarismo y la violencia política jamás vividas en nuestra historia. El aire empezó a viciarse. La represión a todo opositor empieza en forma velada, paralelo a esto se inician también las actividades de Sendero Luminoso. En estas circunstancias detienen a los responsables de Opinión Barrial, yo salgo de la cárcel pero ante las amenazas de muerte del comandante Reátegui, ex jefe de SINAMOS-Norte, me veo obligado a salir del país, fundamentalmente a pedido de mi madre quien, al saber que había una beca de por medio para estudiar en Alemania, me dijo: “prefiero tenerte lejos y saberte vivo, que aquí a mi lado muerto en cualquier momento”. No fue pues la búsqueda de oportunidades como escritor por las que me fui de Perú, pero eso sí, aquí en Alemania me hice o intento ser un escritor. Actualmente en Alemania tengo todo lo que necesito como ser humano y como escritor.
En Alemania se siente realmente en casa
Alemania le dio las condiciones para ordenar su trabajo literario y transcribir escritos a la computadora, pues redactaba a mano y todo lo tenía en cuadernos, ¿qué tipo de literatura hacía?
Creo que más que Alemania, fue una mujer en Alemania quien lo facilitó al regalarme la primera computadora de mi vida. A diario, luego de cumplir mis obligaciones maritales, es decir, estudiar, cocinar, poner la ropa a la lavadora, llevar a la cama a los hijos, me ponía a transcribir mis cuadernos a los famosos Doc. de Word, al tiempo que, por la experiencia y lecturas acumuladas, iba corrigiendo, borrando, aumentando, a veces se originaban nuevas historias. Tanto me metí en mis cuentos y novelas que esta misma mujer que me regaló la computadora en Alemania me dijo un día que no aguantaba más tanta rutina y poca atención; que mejor se iba. No me quedó más que decirle, incapaz ya de retenerla, que se fuera pero me dejara mis libros y mis CDs, todo lo demás podía llevarse. Y así se hizo. Al comienzo fue duro, aunque después me dediqué, tras terminar mis labores en el  hospital, a escribir, reescribir y reordenar todos mis proyectos literarios. Claro que amores no me han faltado, ni me faltan. A decir verdad, sin una mujer a mi lado tampoco podría escribir. ¿Y qué tipo de literatura escribo? Pues no lo sé. ¿Fantástica? ¿Romántica? ¿Pornográfica? ¿Realista? ¿Mágica? ¿Política? ¿Chistosa? En verdad que no lo sé, yo escribo una historia y trato de darle la atmósfera adecuada. Lo único que me preocupa es escribir bien, esa es mi meta.
¿Ha participado en numerosos concursos literarios y ha ganado varios, pero no siempre participaba directamente, ¿Por qué tenían que ser sus amigos quienes lo inscribían en esos certámenes? ¿Existía algo de miedo en usted por los resultados?
No ha sido por miedo a los resultados por los que casi nunca participé directamente en concursos literarios, se debe más que todo a que antes nunca tomé en serio esto de escribir, escribía para mí, además creo y no creo en los concursos literarios, me da la impresión que ya todo está predispuesto, de antemano ya se tiene un ganador y que sólo el concurso es para formalizar el hecho, para justificarlo. Además me parece que casi nunca se premia a la calidad literaria, salvo excepciones. Yo escribía las historias y las repartía entre algunos amigos y ellos optaban por mandarlo o no a un concurso. Incluso la publicación de dos novelas primeras y un libro de cuentos se debe al empeño de dos amigos: Melacio Castro y Fernando Heredia. Pero también he participado y en verdad, sorpresivamente, he ganado algunos concursos, en otros he sido finalista. Cuando recibía los resultados dándome por ganador siempre me preguntaba: ¿Y ahora dónde está el error? Además es cuestión de agarrarle el gustito a participar, aunque sea por inercia, así no se gane. Ahora yo decido si participo o no en uno u otro concurso y actualmente sí me gustaría ganar algún concurso nacional o internacional, quizás porque ahora tengo ya varias publicaciones de las cuales se puede decir algo, aunque sea algo malo, pero hay tema de qué tratar. Aunque para ganar seguramente debo escribir algo ‘facilongo’, comercial y mediático...
Tuvo que pasar mil y una peripecias para publicar su primera obra, ¿cómo hizo para salir airoso de esas dificultades y por fin ver su libro entre sus manos?
El primer libro Por un puñadito de sal se publica en 1993 y se lo agradezco a Melacio Castro por todas las gestiones ante la Derrama Magisterial, yo no hice nada más que escribirlo. Esa misma novela la he reescrito y espera su publicación bajo el título de La vida a palos de doña Juana Mendoza. Después en Trujillo, y nuevamente gracias a los buenos oficios de Melacio Castro y la decisión de Rada Editores aparece en 1996 la novela El lado oscuro de Magdalena. Motivado por esta cierta facilidad con que se publicaron esas novelas lancé yo mismo mi propuesta de edición de lo que serían en realidad mis primeros escritos, se trató de la colección de cuentos La danza de la viuda negra. En España reboté sin misericordia, pero entonces apareció como un milagro el editor leonés Javier Menéndez Llamazares a quien le gustaron las historias de Los tocadores de la pocaelipsis y vino incluso en 1999 a la feria del libro de Frankfurt a presentarlo. Con estos antecedentes pensé que en Perú me sería diferente. Mala idea. Las editoriales más importantes rechazaron mis manuscritos sin miramientos. Una de ellas me dijo que no tenía tiempo para leerla, que vuelva en dos años o me vaya con mi musiquita a otro sitio. Otra me quiso cobrar cuatro mil dólares por 500 ejemplares. De pronto me llega un email de un amigo de la juventud, de aquella “loca juventud”, contándome que tenían con la municipalidad de Comas un proyecto de Fondo Editorial y es así como, por pura suerte, entra a la imprenta en el 2001 La danza de la viuda negra. Ese año cuando retornaba a duras penas una tal democracia, regresé a Perú para presentar el libro y en esas circunstancias conocí a los editores Jorge Luis Roncal de Arteidea y a Ricardo Vírhuez de Pasacalle y empezamos a coordinar algunos proyectos, entre ellos, la publicación de mis últimas novelas y cuentos. Sin embargo, estas editoras carecen de una distribuidora profesional y eficaz, de tal forma que los libros puedan llegar por lo menos a las librerías más importantes. Si como dicen escribir un libro es fácil, publicarlo es difícil y mucho más difícil es distribuirlo. Eso es lo que más cuesta.
Nunca se desligó de su país
¿Cómo siente leer un libro suyo en alemán? Se lo pregunto porque muchos dicen que la literatura española pierde mucho al ser traducida a otro idioma.
Cada idioma tiene su propia filosofía, entonces hay que saber interpretar eso a la hora de la traducción. Aparentemente hay una pérdida desde el punto de vista del traducido o lector español cuando no conoce el alemán, pero si una traducción es buena, traduce el sentir del traducido al idioma traducido. Eso me he dado cuenta cuando escribía mis artículos y eran traducidos al alemán. No es una pérdida es otro espíritu que se imprime en el texto, pero es el espíritu traducido del texto original. Me sucede ahora que cuando escribo en castellano estoy pensando en alemán y hay frases que no sé como decirlo en castellano y me bloqueo, entonces me salvo escribiendo un buen rato en alemán, en la sintaxis y en la estructura de las oraciones o frases a veces lo hago pensando en alemán y al revisar reparo en eso, otras veces no, son terceros que leen mi texto y me hacen ver esos giros extraños. Incluso hay lectores que me han pedido explicación por algunas palabras que no las encuentran en el diccionario. Son palabras que las inventé sin querer queriendo, debido a que no las conocía exactamente en castellano, son palabras producto de una pésima traducción, pero que al fin el defecto se convierte en una virtud. Se está traduciendo mi última novela al alemán y eso sí es que es una lucha de titanes debido a las dificultades de traducir la jerga peruana y muchos conceptos culturales ajenos al alemán, como la cultura chicha que no es lo mismo que la bebida o el baile chicha.
No ha perdido su ligazón con el suelo que le vio nacer, tras los treintantos años que lleva viviendo fuera, ¿cómo observa su país a la distancia? ¿Se atrevería a descubrirnos sus emociones, y por qué no, a hacernos un breve análisis crítico sobre su situación actual?
En verdad, con el suelo que me vio nacer sí me he desligado, más no con el país y mi barrio Collique de Comas. Incluso estaba más ligado a Bagua y Jaén, lugares en que viví algunos años de mi niñez. Salí de San Miguel de Pallaques en 1966 y recién volví el 2009. Dicen que de lejos los toros se ven mejor. Aquí hay mucho más información sobre el Perú que allá mismo, las noticias y los informes son más imparciales y veraces. Aquí aprendí a ver a mi país en su gente más que en su bandera, su escudo, su escarapela y en la heroicidad de casi todas sus guerras perdidas. Leí la historia desde otra perspectiva. En cuanto a los peruanos que estaban aquí, ya sean blancos y ricos, esos privilegios no les servían de nada, todos éramos extranjeros. En Alemania me despercudí de ese patrioterismo barato y se convirtió Latinoamérica en la patria grande, en la referencia. La militancia en Izquierda Unida (IU)  me obligaba a coordinar una serie de actividades y proyectos ya sea con el magisterio, las rondas campesinas, los comedores populares, las barriadas, las municipalidades, las organizaciones de derechos humanos, etc. Esa actividad fue decayendo en la medida que la IU iba perdiendo la brújula en cuanto a alternativas frente al terrorismo, a la violencia política, a la globalización, al autoritarismo y la dictadura. La población fue sometida a los designios de la mafia fujimontesinista. Esta gavilla de sabandijas destruyeron toda capacidad de respuesta popular organizada, por ejemplo los sindicatos fueron divididos y anulados en la mayoría de los casos. La situación internacional también iba siendo adversa para los intereses populares, para ese sueño llamado socialismo. Las últimas elecciones nos han devuelto en algo las esperanzas, pero se han despertado también el racismo más recalcitrante y la resistencia más egoísta de las clases pudientes, de los ricos, de los privilegiados de siempre, de aquellos que no les interesa el Perú sino sólo su dinero y sus ingentes ganancias, para aquellos que la democracia sólo debe jugar de su lado y para sus beneficios. El nuevo gobierno necesita una sólida organización partidaria y el pueblo necesita urgente organizarse para defender lo ganado, no sólo en las instancias legales o formales, sino también en la calles. La organización popular es garantía, sólo tener el gobierno amigo no basta, para luchar contra la corrupción, para llevar a la cárcel a todos los corruptos y para construir un país para todos, solidario, digno y desarrollado.
Usted, a decir de muchos es un luchador social incansable, y ha mantenido su compromiso a través de los tiempos, ¿se considera a ese respecto optimista o pesimista?
En la vida hasta para el amor hay que ser optimistas. También hay que tener una dosis de humor. A la izquierda peruana y a los políticos en general les hace falta un toque de humor, son muy acartonados. Ideológicamente pertenezco a la pequeña burguesía la cual es normalmente pesimista y sueña con el triunfo rápido, pero será que provengo de una familia pobre y he vivido entre pobres que siempre están luchando, sin perder la esperanza, por un mañana mejor, y ahí están, cada amanecer, con las banderas en alto, luchando, soñando, con optimismo por un futuro diferente, por una patria nueva para sus hijos, para sus nietos, por eso será que en mí no hay sitio para el pesimismo.
¿Le ha sido fácil adaptarse a la idiosincrasia alemana? ¿Qué es lo que más le gusta o destaca de ese pueblo?
No he tenido ninguna dificultad para adaptarme a las costumbres y a la cultura alemanas. Me he acostumbrado rápidamente a su disciplina, a esa manera de amar y respetar cuando uno realmente se lo merece, sin hipocresías. Conozco a mucha gente que está siempre renegando de los alemanes, incluso estando casados/as con alemanas/es, me da la impresión que es una ligazón más económica que sentimental, o será esa dualidad de la que habla Hermann Hesse, esa naturaleza humana y lobuna. De esta manera trato de explicarme esa crítica y ese descontento. Desde que llegué a Alemania no me faltó nada. Este país me ha dado lo que en Perú se le niega a las grandes mayorías, a los pobres, me ha otorgado el derecho de ciudadanía, derecho que se les niega a los nativos de la selva y los Andes, a “los perros del hortelano”. Alemania se ha convertido en mi segunda patria, hasta puedo decir, en mi verdadera patria. Aquí vivo, escribo en castellano y alemán, hablo y discuto en alemán y amo como un mestizo: en peruano y alemán, o sea, soy un cholo recontra jodido...
 ¿Cómo ha recibido el lector alemán sus obras? ¿Es fácil para un autor extranjero publicar en una tierra que no es la suya?
Para un autor es difícil publicar en cualquier parte, sobre todo cuando no se escribe comercialmente. Mucho más complicado, doblemente difícil, es para alguien que no escribe en alemán. Mis libros, igual que en Perú, han sido recibidos también con cierta indiferencia, en ambos lados la crítica me ignora. Poca gente ligada a los medios menciona críticamente mis libros. Claro que en ambos sitios hay amigos que se esfuerzan por dar a conocer mis publicaciones, me invitan a lecturas y seminarios. Quizás sea también a que no hago vida de escritor, yo mismo no me ‘marketeo’, como me dicen algunos peruanos, no estoy detrás de los críticos literarios rogando por una reseña. A veces quiero creer que mis libros no son lo suficientemente buenos y por eso a la crítica no le interesa ocuparse de ellos.
¿Hay fecha de publicación para su próxima novela? ¿Irá como siempre a promocionarla en Perú?
Hace unos meses atrás envié un nuevo manuscrito pero hasta la fecha no tengo respuesta. Se trata de una novela sobre la tradición oral de los aguaruna y lo he titulado: Koko Shijam, El libro andante del Marañón. Acabo de enviarla también a una editorial universitaria, espero con paciencia. En cuanto haya una respuesta, estaré coordinando la fecha de su publicación para ver la posibilidad de viajar a Perú y participar en su promoción. Mientras tanto, trabajo en otra nueva novela que la he titulado provisionalmente Elisa, con el corazón atado a tus pies. Es una historia de amor, de sexo salvaje, de libros y autores, redes sociales y con pinceladas de cultura y política en general. Y ordeno el material de la que será una novela que trate sobre los desaparecidos en los tiempos de la violencia política, la cual no empezó en 1982 sino que siempre estuvo presente en la vida del pueblo.
¿Cuáles son sus sueños o metas como escritor? Quizá, que una de sus obras llegue a ser un éxito en ventas.
Que la vida me alcance para terminar de escribir todos mis proyectos. Ojalá tenga también la suerte de gozar del éxito con alguna de mis publicaciones, sería chévere. Me gustaría que el pueblo peruano descubra mis libros, los lea y, si es necesario, que las meta al fuego por inservibles. A veces sueño que un libro mío se ha vuelto un éxito de ventas. Veo escaparates y estantes llenos con mis libros, fotos a todo color de mi rostro aindiado, con esa sonrisa entre tímida y bandida. Me veo firmando autógrafos y saludado en las calles por desconocidos que llevan en las manos uno de mis libros. Pero puntual el despertador cumple con su tarea de interrumpir mis sueños y la realidad me atrapa con todos su bemoles, siento al lado la suavidad del cuerpo de mi ‘jermita’ que me invita a medir la temperatura de su piel, entonces me olvido de mis sueños de grandeza, penetro en la hondura de sus manantiales y después de ese minuto y medio de felicidad oigo bajo su pie el humo de la locomotora...

Si quieren saber más del autor o su obra pueden pinchar los siguientes enlaces:
http://madeinalemania.blogspot.com/
http://www.latinosenelmundo.de/walterlingan.html


                       

1 comentario:

  1. Bien Walter Lingán. Tu obra trascenderá con el tiempo. El reconocimiento tarda pero llega. Saludos desde Barcelona

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