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jueves, 21 de junio de 2012

José Manuel Mora Fandos:"Hacer de la vida una bella obra de arte es el objetivo"


Ha escrito un ensayo sobre la dimensión estética de la vida cotidiana y lejos de que los lectores  ignoren  su trabajo o lo etiqueten de aburrido o pesado,  como les suele ocurrir a las obras de los académicos, el escritor José Manuel Mora Fandos ha logrado lo que era imposible hasta el momento: conectar con la gente y hacer que se interese por temas ‘tan cercanos pero lejanos’. “Estamos muy necesitados de belleza en las palabras que nos dicen, y en el modo en que nos tratan”, manifiesta al ser consultado por la razón del éxito de su libro  Tan bella tan cerca (Ediciones de La Isla de Siltolá).
Sobre la vida que nos ha tocado vivir y los problemas que nos afectan a nivel individual y como habitantes de este complicado planeta azul, con esa sencillez, naturalidad y cercanía que forman parte de su modo de ser y estar expresa: “Creo que, en vez de evadirnos a mundos que no vendrán y estar en conflicto constante con la vida diaria, es muy sabio aceptar lo cotidiano, lo cercano, y ahí sacarle todo el potencial extraordinario que verdaderamente tiene. Cuando esto se entiende y se vive, uno consigue una serenidad y una alegría honda muy considerables”.
Conozcamos con mayor amplitud a este autor que también es doctor en Filología inglesa,  conferencista, y profesor de escritura personal. Pero, claro está, no podemos dejar de  mencionar y destacar su pasión por la música: ejecuta con maestría el saxo y el jazz forma parte de su día a día.

Se dieron todas las condiciones para que su alma artística conociera y desarrollara sus talentos, por tanto, puede expresarse de muchas formas, ¿en qué orden de importancia coloca la música, la pintura y la escritura dentro de sus afectos y preferencias?

Creo que todo obedece a un mismo impulso creativo, y en el fondo soy incapaz de decir que me identifico más con una de las tres artes. En la práctica, siempre hay alguna que va por delante. Ahora mismo la escritura es mi profesión, la música el complemento obligatorio diario; y el dibujo, creo que es lo que va un poco por detrás. Pero está en barbecho.

Casi siempre se dice que es imposible serlo todo, es decir, ser bueno o exitoso en los campos en que estamos implicados o pretendemos dominar, sin embargo, tenemos entendido que usted ejecuta el saxofón magistralmente, es inspirador en sus dibujos y conmovedor con sus ensayos, ¿cómo es el genio creador que habita dentro de José Manuel Mora Fandos?

Muchas gracias por los elogios, pero pienso que todo no es tan brillante como lo presenta —ya me gustaría—. No sabría definir lo que hay ahí dentro. Una inclinación a encontrar relaciones entre las cosas, ver posibilidades de novedad, de que aparezca algo nuevo.

La música forma parte de su vida
¿Hay que poseer algún componente sensorial adicional —o especial— para gustar del jazz  y comprenderlo?  ¿Qué le aporta este género musical que en sus inicios fue incomprendido por muchos  e incluso tratado despectivamente por cierta prensa, tal es el caso de un periodista del New York Times que se refirió a él como “el retorno de la música de los salvajes”?

A mí me hechizó cuando era pequeño. Me sorprendía el sentido de libertad, aparente facilidad, creatividad sobre la marcha, ritmo, compenetración de los músicos… esto lo he pensado mucho después, pero las percepciones estuvieron desde el inicio. No creo que haga falta nada especial para apreciarlo. Es un género musical, donde se pueden hacer las cosas mejor o peor. Y si es buen jazz, solo tienes que dejar que te diga cosas.

¿Puede ocurrir que la inspiración para escribir algún texto lo sorprenda ejecutando su instrumento musical  o quizá al momento de realizar el primer trazo sobre la cartulina?  ¿De qué fantástica manera  las  imágenes sonoras podrían vincularse a conceptos e ideas, y así dar génesis a nuevas creaciones?

En el momento de crear, sea en la escritura, el dibujo o la música, no percibo esas intercomunicaciones. Después sí. Realmente son medios expresivos muy diferentes entre sí en su aspecto material, y te exigen toda la concentración. Es como espectador, lector u oyente, cuando veo esas relaciones. Y ahí si se dan esos vínculos, e intuyes que una música determinada se hermana con un modo de escribir, por ejemplo. Y te pones a crear. Ocurre.

La estética es un tema que le apasiona, y no sólo a la hora de poner sus ideas por escrito, hacer música o visualizar lo que será otra imagen a plasmar en la hoja de bocetos, ¿cómo logramos que nuestra vida sea una bella obra de arte? O, ¿de qué elementos nos podríamos valer  para aprender a reconocer la belleza en nuestro entorno?

Hacer de la vida una bella obra de arte es el objetivo. Lo más difícil. Es relativamente fácil que moldeemos nuestra sensibilidad en una estética u otra, que la afinemos —que apreciemos más valores estéticos, que tienen que ver con el arte que entra en nuestras vidas a diario—; pero si queremos ir más allá, hasta la integridad, la totalidad de nuestra persona (inteligencia, voluntad, sentimientos, ética, relaciones con los demás), la tarea se vuelve muy compleja, pero apasionante y necesaria. Un mundo de personas de apariencia bella solo, es un mundo feo, invivible: porque necesitamos la belleza de la vida en su sentido completo, y la que construimos entre todos, con nuestros buenos/bellos actos. Releo a menudo un librito donde se habla y se desarrolla esta idea de hacer de la vida una obra de arte, en este sentido integral: La carta a los artistas, de Juan Pablo II.

Debido a que la estética no es sólo un concepto que se circunscribe al ámbito de  la moda, la cosmética o el culto al cuerpo o a la lucha por ser siempre joven, ¿en qué momento comenzamos a confundirlo todo?  Y, sobre todo, ¿por qué se la ha banalizado hasta convertirla en algo meramente superficial?

Comenzamos a confundirlo todo porque no hemos tenido una educación estética —en el sentido integral que explicaba antes—. Es verdad que la belleza comienza por lo sensible, pero no puede detenerse ahí. Cuántos ejemplos nos da la historia y la actualidad de personas con una sensibilidad desarrolladísima para la belleza inmediata sensorial, en todas las artes, pero incapaces para la belleza interior. Incluso capaces de atrocidades inmorales. Efectivamente, podemos poner un tapón y decir: de aquí no paso, no quiero conectar lo exterior con lo interior. Pero esto trae problemas no pequeños; y lo cierto es que todos anhelamos a esa vida bella completa. Lo externo sin lo externo, se queda sin sentido, y por eso se banaliza, e incluso acaba perdiendo el sentido de la armonía, la proporción… lo que siempre se ha llamado el buen gusto.


"La escritura puede ayudarnos a conocer mejor
lo que pensamos o sentimos", expresa

Aunque resulte cursi o masoquista a simple vista, más de uno concluye que incluso en medio del dolor podemos percibir belleza. También en un acto heroico o en la derrota. No necesariamente la estética tiene que ser o asumirse como intrínseco de la alegría o el disfrute, ¿estamos equivocados?

Es un tema profundo, pero que hay que abordar porque nos jugamos mucho si no le damos una buena contestación. Un modo de acercarse a la cuestión es partir de la vida personal en su sentido integral: un cuadro con luces y sombras, victorias y derrotas. Saber asumirlo todo no es poco arte, pero bajo un principio positivo, porque de otro modo, todo termina en tinieblas. El mal acaba ensombreciéndolo todo. Hace falta una paleta de colores claros, si vale esta metáfora, para ir pintando la vida —que son los más caros, pero sin los que no sale un buen cuadro—. El asunto del dolor es un misterio muy profundo, y no pocas personas —y no por masoquismo— han hablado de belleza en el dolor, que no del dolor. Personas de las que decimos: “Es una bellísima persona”. Curioso, ¿verdad? Las acciones buenas las entendemos como bellas. Un dolor asumido con serenidad nos aleja de la desesperación, puede evitar dolor a otros… y esto es muy bello.

Y ¿la fealdad o lo que consideramos feo existe realmente?

Mi evidencia personal —como para tantas otras personas— es que lo feo existe, y que cuando esto no se quiere reconocer, la fealdad aumenta; no se trata de una cuestión, simplemente, de pareceres. Pero, al mismo tiempo, es algo complejo. Por ejemplo, hay fealdad cuando la belleza que debería estar está ausente. Porque si pensamos que la belleza es algo tan importante y necesario para la vida, es lógico que su misma ausencia nos afecte en un sentido proporcionalmente negativo. En el campo del arte, con toda la experimentación que se hace, muchos artistas dejan a un lado la búsqueda de la belleza por principio: les interesan otros valores para la obra artística: expresividad, fuerza, denuncia… bueno, es una opción. Pero diría dos cosas: si ningún artista buscara la belleza directamente, la humanidad en conjunto perderíamos muchísimo; y esta opción legítima en el campo del arte, puede hacer daño cuando estamos en el ámbito de las relaciones humanas, en la convivencia. ¿Es soportable un trato personal donde alguien reclame su derecho a lo feo —en el modo de hablar, vestir, dirigirse a los demás, terminar de hacer las cosas que has de hacer para los demás…—?. Es muy fácil hablar del derecho estético a hacer lo que se quiera, como si se tratara de algo que haces tú solo en tu habitación; pero lo cierto es que vivimos en sociedad, y que tenemos vínculos y responsabilidades con respecto a los demás.

En su formación artística su madre jugó un rol fundamental-una pianista excepcional, por cierto-, sin embargo, usted no siguió estrictamente sus pasos, pues como ya sabemos, se decantó por el saxo, ¿qué le dijo cuando se dio cuenta que su hijo también albergaba interés por la literatura y el dibujo, y que estas nuevas ocupaciones echaban por tierra,  tal vez,  la esperanza  de que retornara al piano?  Le planteo dicha interrogante al conocer el prestigio de su madre como pianista, pues nos llegó la información de que existe un premio de piano que lleva su nombre: Amparo Fandos.

Muchas gracias por los elogios a mi madre. Como hijo, no voy a quitarles ni una coma. Con respecto a sus expectativas, nunca hubo ningún problema. Ha sido profesora de piano y desde pronto supo que un instrumento musical puede ser una bendición o una tortura para un alumno. El chico o la chica tiene que relacionarse por gusto y libertad con el instrumento; si no, vienen problemas, y la cosa acaba en abandono. A mí, como a mis hermanos, nos dejó en total libertad. De hecho, mi hermana es cantante, y mi hermano flautista: en casa de pianista, instrumento de viento. Pero luego el destino se ha vengado a su favor, y una sobrina mía está estudiando piano, y su abuelita está encantada de repasarle las lecciones.
Con respecto a la literatura y el dibujo, lo mismo. Siendo ella misma artista, creo que entendió enseguida la importancia de que cada uno siga su camino personal.

Es usted un hombre polifacético y posee la curiosidad de un niño, lo hemos comprobado al conocer las diversas actividades que ha realizado y realiza con sumo entusiasmo y entrega. Por ejemplo, hasta hace muy poco fue gestor cultural, profesor de español, y ahora oficia de conferencista y dicta talleres de lectura, escritura y apreciación estética. Comparta con los lectores sobre el tipo de alumnos que ha hallado en las clases y sobre cómo piensan  aplicar estos conocimientos en sus vidas. Y claro está, manifieste su experiencia como maestro.

Tengo vocación pedagógica, es decir, disfruto enseñando. Y, claro, disfruto más con los mejores alumnos. No los más capacitados, sino los que más se entregan al aprendizaje. Ver cómo el alumno avanza en su camino personal es una gran satisfacción. Tú solo le has ayudado, él o ella son los protagonistas de su propia formación. Últimamente me dedico a la enseñanza de la escritura. Mis talleres los enfoco a la “escritura personal”: no todo el mundo quiere escribir una novela, pero muchas personas sí querrían expresarse y comunicar mejor por escrito; elaborar sus textos personales: una crónica de un acontecimiento importante para sus vidas, un diario, unas reflexiones, unas descripciones líricas de personas queridas, o de paisajes o cosas bellas… La escritura puede ayudarnos a conocer mejor lo que pensamos o sentimos, y darlo a conocer, superar problemas de comunicación; porque a veces lo importante hay que pensarlo un poco, ordenarlo, buscar las palabras… no todo es espontaneidad, aunque esta sea importante. Mis alumnos quieren todo esto, quieren desarrollar un estilo personal de expresión, y por lo general son personas con experiencia vital, que alguna vez han lamentado no haber desarrollado estas capacidades que todos tenemos. Cuando el tiempo y la vida les ha dejado un hueco, se han apuntado al taller. Y la verdad es que son muy aplicados.


Revela que sus alumnos quieren desarrollar
un estilo personal de expresión
Foto: cortesía Fundación Universitas

¿La escritura así como la estética  pueden conducirnos a un real y permanente estado de armonía y equilibrio?  ¿Es correcto usarlos como métodos terapéuticos?

Mi experiencia es que sí son buenos medios para la mejora de la persona, pero tienen sus límites, claro. No sé nada de lectoterapia ni grafoterapia; pero sin llegar a esos ámbitos de la psicología, sí he comprobado que la lectura y la escritura ayudan a ganar capacidad de análisis, de reflexión, de expresión y comunicación, y nadie vamos sobrados de estas capacidades en nuestra sociedad. La escritura permite percibir mejor nuestro espacio interior, la intimidad, y nos ayuda a “amueblarla”, pero la escritura es solo el medio: para la mejora eficaz, hace falta contar con depósitos de sabiduría que vienen por la religión, la filosofía, la cultura, la comunidad o comunidades de diverso tipo a las que se pertenezca…
Igualmente, un crecimiento en la apreciación estética ayuda a ser más sensible, a percibir mejor, con matices, con hondura… pero sobre todo ayuda cuando estas ganancias las aplicamos más allá del ámbito del arte, en el de las relaciones humanas.

Su obra Tan bella y tan cerca  ha dado en la yema del gusto a lectores nada habituados a los ensayos, ni mucho menos,  al tema de la estética, ¿a qué atribuye este éxito? ¿Estamos tan necesitados de belleza en las palabras, en los conceptos y en la manera que nos dicen las cosas o nos tratan?

Para mí también es todavía un enigma. Escribí un ensayo que no quería ser académico, sino muy personal. Lo más gratificante es que, habiendo escrito algo de un modo muy natural para mí, por los contenidos y la forma, haya conectado con tanta gente. Me aventuro a dar una razón: he hablado de mis vivencias con la dimensión estética de la vida cotidiana, y hablar de vivencias personales de algo comunica mucho mejor que un discurso abstracto sobre lo mismo. También he de decir que pulí mucho la expresión. Pero como una necesidad natural. Cualquiera que tenga afición a algo —la cocina, la jardinería…—sabe que no se quedará contento hasta que lo termine bien, con creatividad y con trabajo.
Estamos muy necesitados de belleza en las palabras que nos dicen, y en el modo en que nos tratan. E igualmente cada uno de nosotros tenemos la obligación de tener esa misma actitud en nuestras palabras y acciones. Sería volver a hablar de lo feo; pero no deberíamos olvidar nunca que la posibilidad de lo feo la llevamos todos dentro, y que se escapa más de lo que nos gustaría, a menudo por dejadez, olvido o puro egocentrismo que hace que nos olvidemos del de al lado. Y la indiferencia es de lo más feo que hay.

¿De dónde sale el título de su libro y cómo debemos entenderlo? ¿Cuál es el mensaje detrás de las palabras?

Un amigo, Enrique Baltanás, profesor de literatura en la Universidad de Sevilla me lo brindó. Leyó el manuscrito, vio que aquello iba de belleza y vida cotidiana, y captó el valor de lo cercano como algo que enlazaba ambas realidades. En cuanto me lo sugirió no dudé ni un segundo.
No tenemos nada más cercano a nosotros que nuestra propia vida cotidiana. Y es bella. Es más, cualquier otra vida extraordinaria que anhelemos acaba produciendo conflictos: bien porque no la conseguiremos; bien porque, de conseguirla, la historia ha demostrado que no es capaz de acabar con lo que más nos preocupa, el dolor, la muerte… Creo que, en vez de evadirnos a mundos que no vendrán y estar en conflicto constante con la vida diaria, es muy sabio aceptar lo cotidiano, lo cercano, y ahí sacarle todo el potencial extraordinario que verdaderamente tiene. Cuando esto se entiende y se vive, uno consigue una serenidad y una alegría honda muy considerables.

¿Gustar de las palabras bien escogidas, adecuadamente ordenadas, precisas y que produzcan un agradable efecto en el lector o, en el que escucha, es ser ‘un exquisito’?

No, no es un asunto de exquisitez, sino de consideración hacia el lector. Todos valoramos que nos hagan un buen servicio profesional, que cuiden los detalles: en esa actuación hacia nosotros se refleja cómo nos consideran. Lo que sí habría que puntualizar es que puede haber un esteticismo narcisista, de modo que el que escribe esté sobre todo contemplándose a sí mismo, queriendo llamar la atención por llamar la atención. Pero, buscando una vía de naturalidad, creo que el escritor que respeta a sus lectores, que no los toma por inferiores, ni cree que son puros sujetos que se contentan con lo más sensorial, ese escritor cuida el lenguaje, y el lector se lo agradecerá.

Uno de sus dibujos
¿Algunas piensan que lo importante es que se entienda y punto? Y lo demás, no tiene importancia. ¿Estamos próximos a una destrucción del lenguaje? ¿Es que simplificarlo a su mínima expresión es su futuro?

Hay cosas que es imposible “entenderlas y punto”: por ejemplo en las relaciones interpersonales: ¿Alguien conoce a su mujer o a su marido o su hijo “y punto”? La persona es un misterio, y las cosas que más nos importan en la vida precisamente son las más difíciles de expresar “y punto”. Y en el respeto al misterio de la persona está buena parte de nuestra dignidad. Así que el lenguaje hace un servicio fundamental a la felicidad profunda de la persona, justamente ampliando sus fronteras de significado y de forma, intentando decir lo que es difícil de decir —pensemos en el lenguaje de San Juan de la Cruz, pero sin ir tan lejos, en el de cualquiera que pretenda expresar a la otra persona el amor que le tiene—. Prohibir una utilización delicada, matizada y rica del lenguaje es una violencia como la de prohibir a alguien que pueda expresar su intimidad.
El futuro del lenguaje no es su reducción a cuatro reglas que nos permitan nombrar lo inmediato ante nuestros ojos; sino su constante ampliación para ayudarnos a decir lo invisible.

¿Se atrevería a resumir en dos conceptos la esencia de su obra?

Qué difícil. Pero ahí va: la afirmación de la belleza de nuestras vidas, la posibilidad de que sean bellas, por encima de la propaganda de lo feo.

¿Qué expectativas tiene respecto a Tan bella y tan cerca?

Me gustaría que las ideas que allí aparecen llegaran a muchas personas, porque tanta gente necesita mensajes que les ayuden a afirmar la verdad y la belleza en sus vidas, a alejar la desesperación, a poder ver la vida en su conjunto, con un sentido dinámico; a poder decir que nada está perdido porque siempre hay posibilidad de nueva belleza que nos ayude a sanar lo que pudo quedar oscurecido. 
Si desean saber más del autor, su obra
o su talleres pueden pinchar los
siguientes enlaces:
http://millecturasunavida.blogspot.com.es/
http://siltola.blogspot.com.es/2011/09/jose-manuel-mora-fandos-tan-bella-tan.html
http://siltola.blogspot.com.es/2011/09/jose-manuel-mora-fandos-tan-bella-tan.html

4 comentarios:

  1. Enhorabuena por la magnífica entrevista a José Manuel Mora, con el que además coincidimos en un programa radiofónico no hace mucho, ¿lo recuerdas? Hay una hondura estética en tus entrevistas, eso ya lo sabía, pero quizá en esta ocasión lo he apreciado mucho más. Felicitar también, como no, a José Manuel, deseándole muchos éxitos y con suerte volver a coincidir para hablar de la belleza y de todo lo demás. Hoy me quedo con una frase (de las muchas interesantes) de José Manuel cuendo dice: "si ningún artista buscara la belleza directamente, la humanidad en conjunto perderíamos muchísimo...". Un saludo.

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    1. Muchas gracias, Ginés. A ver si coincidimos de nuevo en la radio, o donde quieras, con un café de por medio.

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    1. Jaja, muchas gracias Breo, tú si que eres grande. Un fuerte abrazo.

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