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martes, 22 de abril de 2014

Javier Urra: “Hay muy poca gente con talento”

Ha visto la cara menos amable de la vida a través de su trabajo y experimentado en carne propia vivencias personales duras, pero se mantiene optimista en cuanto a su fe en el ser humano y su capacidad para el perdón. Así es el doctor Javier Urra, quien dice no tener la receta mágica para curar todos los males, pero está dispuesto a enseñar mediante su obra Psicohigiene la manera de cuidar uno mismo y de los demás.

Su currículum es realmente admirable, y nos faltaría tiempo para hablar sobre él, sin embargo, quiero destacar cuatro aspectos fundamentales: su preocupación por la infancia, su trabajo por la salud mental-emocional, la educación y su amor por la ética, ¿sus conocimientos trasladados a los libros son parte de su experiencia en primera persona, es decir, de lo que vivió en su niñez o de sus días compartiendo con la gente? O quizá ¿es la suma de ambas?

Le preocupa la educación que se le
imparte a los niños en sus primeros
años
Me considero un tipo con mucha ilusión. La vida me ha permitido muchas cosas: hacer la mili por voluntad propia a los 18 años, ser padre muy joven; tengo un hijo de 35 años. Soy muy estudioso. He hecho tres carreras, dos doctorados, estoy haciendo el tercero. He sido defensor del menor, y prestado servicios en la fiscalía por 30 años. Aprovecho el tiempo. Por eso creo que puedo ayudar en algo a la sociedad, y decirle a la gente cómo podemos mejorar. No tengo la receta mágica, pero soy una persona equilibrada, optimista, con un alto grado de esperanza, teniendo en cuenta que he trabajado con violadores, asesinos, y que, incluso, he sufrido un infarto de miocardio y llevo tres stents (prótesis intravascular). No soy Alicia en el país de las maravillas. Conozco la parte dura de la vida, pero me gusta disfrutar y compartir mis experiencias. Aprecio el sabor del tomate, me gusta el sol de Valencia, viajar. Como tengo un gran niño interior disfruto, por ejemplo, conociendo Lima, me gusta ir al casco antiguo, recorrer sus calles, pero si voy allí, me gusta involucrarme con la gente…

O sea, ¿le gusta experimentar y aprender?

Lo que no voy a hacer es  como el norteamericano que va y acaba pidiendo hamburguesas. Me gusta probar los platos típicos, acudir a los espectáculos que ve la gente, hablar con los taxistas. A todo eso le sumo la lectura de un total 70 libros y  un poco de sentido común para escribir una obra. No genero nada novedoso, pero soy coherente. Lo que está allí, soy yo.  Dicho esto, tengo a mi madre con Alzheimer en una residencia, casi tres años, y he aprendido mucho de la gente ‘demenciada’. No entiende lo que le dices, pero sí siente cuando la tocas. Aprendo de todo lo que tengo a mi alcance.

¿Cuál es el hilo conductor entre estos temas, y por ende, al que pone más atención?

El hilo central se llama educación. Esta no se da solo en los primeros años de vida, sino antes de nacer. El niño no es el futuro. Nosotros somos lo que quedó de él.  Y me parece que todo lo que se invierta en esfuerzo, cariño, tiempo e ilusión  para educar a nuestros niños, será una mejora para la sociedad. 


Psicohigiene está escrito en un tono filosófico y casi poético, y no solo eso, roza más aún
Una de sus más importantes obras
lo 
literario cuando cierra cada capítulo con un poema. ¿Se considera un poeta?


¡No!  Absolutamente.  He hecho algunas cosas en verso, pero no es poesía. Es una forma de ‘desgrasar’ el libro, y decir algo en otro tono. Soy un tipo observador, y creí que los lectores recordarían mejor así, como cuando la gente viaja y rememora  en positivo, o  negativo. Eso puede ser escrito en verso o prosa. Me gusta la literatura, sí, sobre todo el lenguaje. A propósito, lo estamos perdiendo. Es gravísimo porque el cerebro del ser humano se desarrolla desde la palabra.

¿Estos poemas fueron escritos ex profeso  para el libro o los tenía por allí?

 Ha habido de todo.  Por ejemplo, si escribí sobre la maleta es porque me iba de viaje, surgió la idea y sentí que fluía, y en otros casos, simplemente los tenía y encajaban.

¿Le gustaría escribir un poemario?

Es que no me creo capaz…

Pero fue capaz de escribir esos versos y compartirlo con la gente en el libro…

Porque están metidos como en un sándwich, un poco ocultos. Creo que para el mundo de la poesía hay que tener una riqueza musical. Soy previsible, tópico, además, muy psicólogo.

O ¿tiene miedo a las críticas?

Poco, porque cuando me han criticado, lo he asumido. Más bien, tengo miedo al ridículo, sí, pero al mío.

Otro de sus libros que tuvo un
rotundo éxito
La manera en que nos criaron y educaron cuando niños marca la pauta de lo que seremos en el futuro, ¿cuánto podemos corregir de nosotros mismos en busca de una mejora?

En porcentaje, no lo sé.  Se calcula que igual tú naces con un color de ojos, una altura más o menos determinada, y casi hasta una esperanza de vida, el temperamento es el 50 por ciento, luego el carácter y personalidad podemos desarrollarlo. Es ese 50 por ciento es lo que puede moldear la educación. Los padres nos educan de acuerdo a lo que saben, y lo ridículo de nosotros es querer educar a nuestros hijos mejor de lo que hicieron ellos. Es un acto de soberbia. Yo creo que siempre podemos superarnos, muscular nuestra voluntad. Hacernos religiosos, austeros, empáticos, comprometidos, solidarios. Es una cuestión de actitud.


En estos tiempos en que se tiende a etiquetar a todas y a una cada una de las personas, ¿qué medidas debemos adoptar para que eso no nos afecte o condicione?

Yo creo que una buena forma es cumplir años. Cuantos más tienes, menos te importa lo que piensen los demás. Vas relativizando a medida que pasa el tiempo. Hay que dar importancia a la crítica dependiendo de donde venga.

Las mujeres están en ventaja a la hora de expresar emociones frente a los hombres, ¿de quémanera un varón podría superar estas limitaciones de su género?

Esa respuesta me la sé (risas).  Está en mi libro Mujer creciente, hombre menguante. El hombre tiene que empezar a educar a los niños pequeños en los colegios. En España no se da. Los varones heterosexuales tienen que ser enfermeros, los hay, pero en poco número. Es un campo donde se desenvuelven generalmente mujeres y homosexuales. El varón tiene que llegar a entender que la sensibilidad  y el cuidado es un terreno que también le pertenece. Por otro lado, al niño se le tendría enseñar un juego sencillo pero muy interesante: “el que no sabe lo que siente el otro, pierde”.

El autor insiste en la impotancia
de la educación
Se habla mucho de perdón, ¿cuánto tiempo se tarda en perdonar de verdad? ¿Ya es un avance, como algunos dicen, pronunciar “te perdono”?

Hay personas que no perdonan nunca, que son rencorosas, hay quienes no se perdonan, y las que no se dejarían perdonar. Hay un juego entre el perdón y el olvido. Es terapéuticamente muy bueno y esencial. Por otro lado, no se puede perdonar por otros. Irene Villa, víctima de ETA, me dijo siempre: “La justicia puede hacer justicia, perdonar solo la víctima. Estoy de acuerdo con ella.

Pero ¿es posible perdonar?

Sí, se puede perdonar. Desde un violador o hasta el que ha matado a tu hijo. Se hace necesario, pero es muy difícil. Es una ley de compensación. Perdonar es una capacidad del ser humano, como el reír o el llorar. Sin embargo, es complicado, cuesta.

¿Es cierto que el talento no abunda y por eso, hay que buscarlo? ¿A qué  se refiere exactamente cuando lo menciona y recomienda?

 A eso precisamente. Hay muy poca gente con talento. Se nace con él. Todos podemos tocar el piano, sin duda, y llegar a hacerlo bien practicando miles de horas.  Sin embargo, eso no nos va  conducir a convertirnos en Mozart. Los demás solo podemos aprender, defendernos y nada más.  Pero la gente se pone pesada, y quiere hacerlo todo.

La gente incursiona en todos los terrenos hoy en día. Se ha puesto de moda.

Lo penoso es que resultan malos en todo. Ahora mismo, todos publican libros, quieren ser escritores. Por ejemplo, las presentadoras. Algunas son buenas amigas mías, pero no por eso dejo de ser realista. Es triste, pues si lees sus libros, tienen la misma pluma. Eso es preocupante. ¿Se hacen famosos? Sí. Pero ¿son reconocidos? No  ¿Ganan dinero? Sí. ¿Para mí eso es importante? No.

Es un hombre que gusta disfrutar cada momento de su vida
A mucha gente no le gusta estar sola, se pone nerviosa, no sabe qué hacer, ¿a qué atribuimos estos tipos de actitudes o comportamientos?

A una angustia cerval profunda. La soledad te recuerda que esto tiene un fin.  Que tus seres queridos morirán antes que tú o viceversa.  Entonces, hay gente que huye, busca el ruido, que necesita una pantalla o unos cascos (auriculares).  Es importante estar solo. A mí me encanta viajar en coche y ver los distintos paisajes que se me van presentando en el camino.  Para eso desconecto los teléfonos y quito la radio.  Me sumerjo en la contemplación.  Me encanta hablar conmigo mismo, pensar. Llámale meditación u oración, pero es necesario aprender a disfrutar de nuestra propia compañía. Hay que convivir con nuestra soledad.

Somos distintos pese a que la sociedad nos quiera ver iguales, ¿cómo deberíamos manejar nuestra singularidad sin generar altercados con la que gente que discrepa de nosotros?

Siendo educados, diplomáticos, pidiendo perdón, dando las gracias, sonriendo, y al mismo tiempo,  siendo asertivos. Entiendo esto así: “No te quiero molestar, no lo tomes a mal, pero mi punto de vista es otro”.  Manifestarlo claramente, pero intentando agradar. Se puede ser duro en lo profundo, en las convicciones, pero delicado en las maneras. Aquí muchas veces son muy brutos en las formas, muy primarios, para luego no discrepar tanto. Saber ceder, ser flexible, es bueno.

El respeto es la regla de oro para nuestro trato con los demás, todavía se escucha decir y recomendar, sin embargo, en la práctica,  hoy más que nunca es desdeñada y dejada de lado.

En España la gente es a veces muy irrespetuosa, sin embargo, en Iberoamérica es distinto. Yo doy clases en Santiago de Chile y veo que los chicos son respetuosos: te abren la puerta, se esmeran en el trato, en la forma de presentarse a los demás. A lo mejor solo en lo protocolario, y luego te balean, no lo sé, pero observo esa diferencia. La ética es esencial, pero la estética es importante. Tenemos que poner atención en ello, y volver al respeto en todos los aspectos.

Con la autora de la nota
Hoy en día en que aparentemente estamos conectados con los demás a través de las redes sociales e intercambiamos información personal constante, y decimos con orgullo que tenemos miles de amigos en Facebook y Twitter ¿por qué somos incapaces de comunicarnos cara a cara?  Es fácil ser indiferentes, por ejemplo, con la familia.

No estoy de acuerdo contigo. Creo que la gente cuida mucho la comunicación cara a cara. La imagen que se muestra en los medios de comunicación no corresponde a la realidad. Nos pintan un panorama mucho peor de lo que es.

Vivimos en un síndrome de Amaro constante a nivel de programas rosa o los famosos reality shows, ¿hay algo que se está pudriendo en el ser humano?

No. El ser humano es muy voyerista, le gusta mucho el morbo, ver qué le pasa a los demás. Si bien a la gente le complace estar con su grupo, rodeado de sus iguales,  también  siente curiosidad  por otros que piensan y actúan distinto o  que hacen cosas extrañas. Por eso, cuando voy a las teles y veo a las personas que aparecen en estos programas,  sin maquillaje y fuera de plató (set),  me doy cuenta que representan un papel. No existen de verdad. Les dicen lo que tienen que hacer o decir por el pinganillo (audífono). No son reales. Son ficción.

¿Es todo una actuación, entonces?
 Sí, la vida no es lo que le pasa a esos ‘actores’ en la tele,  es otra: es la calle, son los lunes y los domingos. Los seres humanos quieren vivir  bien y rodeados de los suyos. Quieren ser felices. Pero no todo es fácil.  Y esto se complica cuando se ponen metas a veces inalcanzables, utópicas  Sería ideal vivir  en un estado de bienestar y de felicidad permanente, pero esa ya no sería la vida.



jueves, 17 de abril de 2014

Elsa Punset: “No eres lo que dices, eres lo que haces”

Pone el mundo en nuestras manos con un libro interactivo encaminado a mejorar nuestros hábitos mentales y sociales, y recalca con voz suave que “no es magia, es inteligencia social”. De esa manera presenta su obra El mundo en tus manos la destacada escritora y divulgadora científica  Elsa Punset, quien además nos asegura que para alcanzar la felicidad es necesario cerrar el abismo entre cómo pensamos y vivimos.

Tal parece que estuviéramos en este mundo solo para sufrir, ¿es posible una vida con alegría?

Tenemos una herencia de desconfianza hacia la alegría y la risa, porque venimos de un mundo donde el reto principal era sobrevivir con mucho esfuerzo. Nuestro cerebro está programado para eso, pero, por ejemplo si sonríes ahora, conseguirás una química que te hará sentir mejor contigo mismo. Por esa razón, tenemos que entrenarnos en la risa y la alegría. Hay que aprender a educar nuestra mente, tal como lo hicimos con nuestro cuerpo. Y ese aprendizaje no tiene por qué ser aburrido o complicado. Todos podemos hacerlo. Es posible desde el momento que reconocemos la situación y damos el primer paso.

Entonces, estamos condenados a reaprender si queremos cambiar, pues somos consecuencia de la crianza y educación que nos dieron nuestros padres, que hicieron lo mejor pudieron , pero casi siempre lo hicieron mal, ¿no es así?

Todo empieza por tomar conciencia, y lo vamos a lograr en la medida que estemos comprometidos a llevarlo acabo. Y aquí tenemos un reto pendiente, que es cerrar el abismo entre cómo pensamos y vivimos. Tú vida es tu obra, por lo que es vital unir el pensamiento con la acción, y al hacerlo se convierte en inteligencia emocional y social.  Recuerda  "no eres lo que dices, sino lo que haces".

La autora asegura que estamos diseñados
para empatizar con los demás
¿Por qué si el cerebro es tan plástico, como dice en su libro, es más difícil desaprender que aprender?

Nos cuesta cambiar por la sencilla razón de que ya has creado un camino físico, químico y eléctrico en él. Tanto si tienes que aprender o desaprender tienes que entrenar tu mente. No hay otra forma, y eso requiere constancia y paciencia.


Somos dependientes y necesitamos de los demás, nos guste o no, y pese a quien le pese, ¿no es así?

Desde que llegamos a este mundo, los seres humanos hemos intuido que depender del resto puede ser una fuente no solo de protección, sino de creatividad. En todos los aspectos, el impacto de los sentidos de las personas que nos rodean es ineludible.  Si bien, estamos dotados para inventar, crear y transformar de manera individual, todo esto se dispara cuando nos unimos para pensar colectivamente.

¿O sea que dependemos de los demás para bien o para mal?


Porque nuestra propia naturaleza nos conduce a ello, a relacionarnos con el resto del mundo. Todo lo que sentimos nos acerca y  relaciona con los demás. Es nuestra forma particular de comunicarnos, y conforma una gramática social que aprendemos a nombrar y gestionar por nuestra cuenta. La mayoría en este asunto vamos a ciegas, y solo lo comprendemos cuando nos interesamos por aprender a conocer al resto y a nosotros mismos a adrede. 


Estamos más conectados con todos a través de las redes sociales, y otros medios, pero nos sentimos solos, ¿qué nos hace falta?

Eso indica que necesitamos recuperar nuestras conexiones e intimidad con los demás. Significa que debemos centrarnos en nuestros vínculos sociales reales. No hay duda alguna de que Internet es una forma revolucionaria de compartir información y potenciar la colaboración entre personas. Tal como ocurre con los desastres naturales o conflictos armados. Pero esto no tiene por qué traducirse en una mejora en la calidad de las relaciones que se establecen a través de estas redes. Internet solo nos da una sensación de intimidad, que a la larga, nos resulta insuficiente. No estamos acostumbrados para sentirnos a distancia. Necesitamos el contacto físico: mirarnos, un abrazo, un beso. Para eso estamos diseñados.


¿Por qué es más fácil agredir a través de las redes sociales?

Estamos programados a empatizar con los demás y contagiarnos de sus emociones, de modo, que si atacas a alguien cara a cara, obviamente te vas a conmover por las reacciones que la persona exhiba o muestre. Por tanto, eso no va a suceder  si no la ves; eso no se va a dar si lo pones por escrito. No te verás afectado de su malestar, y es más, lograrás sentirte bien porque te brinda una sensación de poder.  La tendencia a ‘cosificar’ a los demás en las redes se potencia, e incluso en quienes serían incapaces de actuar de esa forma manera mirándole la cara a alguien.


Con la autora de la nota
¿De qué manera hallamos nuestro lugar en este mundo?

Lo hacemos integrándonos a un grupo con el cual nos identificamos. Luego lo comparamos con los demás, y siempre lo defenderemos aumentando sus cualidades y minimizando sus defectos. Esto ocurre porque nuestro cerebro está más inclinado hacia la supervivencia que hacia la justicia universal. Aquí, justamente nace el eterno problema de la tendencia humana a la discriminación. Es decir, al rechazo gratuito a los demás.

¿Cómo me defiendo de los demás?

Está claro que no estamos diseñados para dañar conscientemente a quienes vemos o consideramos inocentes, pero cuando nos conviene podemos llegar a auto convencernos que no lo son. Nuestras creencias morales están basadas en las emociones más que en la razón. Por eso, tenemos dificultades, por ejemplo, para explicar por qué estamos en contra de la homosexualidad.

¿A través de qué medios frenamos o controlamos nuestro lado oscuro?


Como ya dije somos una especie eminentemente social que necesita de los demás para sobrevivir, por lo que nos ha interesado desde siempre reprimir determinados instintos naturales para preservar nuestra supervivencia y éxito evolutivo. Por tanto, nuestra fuerza se halla en nuestra capacidad de colaboración. De allí que hayamos desarrollado fuertes emociones como la empatía, la capacidad de sentir remordimientos, celos y afectos por los demás.


¿Debemos ser más simpáticos que empático o viceversa?

Somos simpáticos cuando reconocemos las dificultades que experimenta el otro, pero somos empáticos cuando vamos más allá, y podemos ser capaces de entender esos sentimientos de manera profunda. Es decir, poniéndonos en su piel, o en sus zapatos.


Si desean saber más de la autora
o sus obras 
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martes, 15 de abril de 2014

Christian Gálvez: “Dentro de la literatura me consideran advenedizo”

Es un hombre que vive agradecido de sus fracasos porque le condujeron al éxito y que cree firmemente en el karma mas no en la buena suerte, ese es el presentador de televisión y escritor Christian Gálvez, quien incursiona en la novela histórica con su obra Matar a Leonardo da Vinci, donde nos descubre a otro Leonardo: el ser humano que fue capaz de superar sus limitaciones y hacerse a sí mismo.

Su vida está ligada al mundo del espectáculo, por tanto, ha desarrollado diversas actividades artísticas a lo largo de su trayectoria profesional, y valga decirlo con mucho éxito, e incluso ya había publicado otras obras,  ¿qué le conduce a escribir? ¿Este es el medio que le faltaba para completar su rol de comunicador?

Esta es mi primera novela histórica, pero ya es mi cuarto libro, el primero se debió a una apuesta con un compañero en la etapa en que estaba en el programa Caiga quien caiga. Apostamos a ver si éramos capaces de publicar un libro con todas nuestras anécdotas, de esas cosas que no salían por televisión. Como lo que sucedía en un reportaje de tres minutos, donde para ello tenías que rodar 14 horas y hacer un viaje de 15 mil kilómetros. Tuvimos mucho éxito, y en ese sentido ya me había picado la curiosidad y como defiendo siempre, la curiosidad es la primera cualidad de un genio, como es el caso de Leonardo da Vinci. A partir de ahí escribía por encargos. El último libro que publiqué fue Tienes talento, una obra sobre coaching y Leonardo. En ese momento, supe que tenía que escribir sobre él.  Me impuse la idea y es en este libro donde tuve libertad para todo. Fue la primera vez que escribí con verdadera pasión.

Asegura que el mejor  taller de
escritura es la lectura
¿Se preparó para ser escritor?

No tuve ninguna preparación. Yo creo que el mejor taller es la lectura. Y si tienes verdad y pasión para narrar una historia es más fácil. Pero tampoco me formé para salir en televisión. Yo estudié  magisterio. Son las cosas en las que me veo equiparado, y esto puede sonar a prepotencia, pero creo que la autoformación y la pasión son dos elementos fundamentales en la educación de cualquier persona. Y no me refiero solamente la reglada. Cuando tienes respeto por ti, respeto por las cosas que haces, y respeto por aquella persona que va a consumir el producto que vas a vender, ya tienes mucho camino avanzado

De una manera u otra, vuelve a la enseñanza, ¿no es así?

Ahora que estoy en Pasapalabra enseño como me hubiese gustado que me enseñaran. La cultura y el entretenimiento no son temas que debieran estar desligados, se puede disfrutar enseñando y aprendiendo.

Ahora aparece en escena  con una novela  sobre Leonardo da Vinci, ¿qué aspectos inéditos de su personalidad y de su vida, en general, nos revela sobre él?

Después de cinco años de investigación le quito la coraza de genio, que es una palabra que tiene una perspectiva de 500 años. Sus coetáneos nunca le vieron así. Nos han contado tantas cosas de Leonardo que por eso siempre digo que la mejor manera de conocer a alguien es leerlo y no leer sobre él. Eso pasa con Leonardo. Lo que lo hace brillante es, creo yo, sus fracasos. Conocemos sus obras maestras, sus éxitos, pero no se conoce al hombre de verdad. Leonardo era ilegítimo, iletrado, disléxico, bipolar, con déficit de atención, y a pesar de todo esto, fue una de las mentes más brillantes. Lo bonito de Leonardo es que fue un hombre que se hizo a sí mismo.


¿En qué momento nace su afición, o mejor sería decir, su pasión por Leonardo da Vinci?  ¿Cuál fue el hecho o situación que le motivó a investigar sobre él o entregar parte de su tiempo en su búsqueda?

Te diré que fue una situación muy especial. Se dio en Santa María de las Gracias (Milán). No tenía cupo para visitar al cenáculo, donde se halla La última cena, pero llegué a entrar gracias a un grupo de niños con Síndrome de Down. Fue una experiencia kármica.

Una apuesta lo condujo a escribir
¿Por qué dice eso?

Creo que todo lo que haces, bueno o malo, se ve recompensado.

¿De veras?

Absolutamente. No creo en la suerte pero sí en las buenas acciones.

 ¿Cuánto invierte en revisar bibliografía y en el trabajo de campo, por decirlo de alguna forma?

¡Mucho tiempo! He vivido a caballo entre Madrid y La Toscana. Cierta gente piensa que cuando me traslado es para pasarlo bien. Me voy a currar. Sobre todo para conocer los itinerarios que se describen de la Florencia del siglo XV. Para situarte es ese entonces, debes conocer la Florencia actual; tienes que estar allí y vivirlo.


¿Qué diferencias sustanciales ha encontrado entre preparar material para sus conferencias y recopilar información para su novela? ¿Es riguroso y exhaustivo en ambos casos? 

Hay una diferencia entre el ídolo y el referente. El ídolo no tiene fallos. Se supone que no los tiene, y si existen se los tapas. El referente tiene fallos  y, sin embargo, le admiras o le amas. Es una relación de pareja. Como cuando dices: “Te amo a pesar de ellos, y acepto estar contigo en este viaje que es la vida”. Yo quiero a Leonardo con sus fallos.

¿Cuánto tiempo ha invertido en investigar y redactar su novela? ¿En qué momento lo hacía teniendo en cuenta sus compromisos laborales en la televisión, con su productora, entre otras actividades?

Hay mucho de perseverancia, sacrificio y pasión. Hago lo que me encanta, y la gente lo podrá ver y respirar en cada página. Lógicamente tengo que dejar de lado algunas cosas. La televisión me demanda muchas horas. Mi mujer quiere que me ocupe de ella.  Leonardo me emplea ‘mogollón’ de tiempo. Tengo que sacrificar otras cosas. No recuerdo la última vez que salí a tomar unos tragos por la noche. Prefiero esto, no porque sea ‘cultureta’, sino porque generalmente escribo por las noches, y ya te digo, es algo que me apasiona.


Con Pasalabra ha hallado una forma
divertida de enseñar
Foto cortesía: 20 minutos
¿En su investigación hubo algún hecho o personaje que le impresionó descubrir?

He descubierto a través de la investigación que hay dos tipos de inteligencia cuando se trata de las grandes mentes de la historia de la humanidad. Están la inteligencia expansiva y la concentrada. Sus máximos exponentes son Leonardo y Miguel Ángel respectivamente. ¿Cual de ellas es la mejor?  Ninguna. Las dos son válidas. Mientras Miguel Ángel sabe de muchas cosas y se concentra en una, como cuando, por ejemplo, exalta la fortaleza en el David;  la inteligencia expansiva de Leonardo busca la sincronía de los elementos, por eso, estudiaba los movimientos de las olas para expresarlo en la forma y caída de los cabellos de sus personajes. Yo me decanto por la expansiva, aunque resalto la concentrada, porque es también una buena forma para alcanzar logros.  Ahí ves a Miguel Ángel.

¿Fue sencillo escribir la novela? ¿Cómo planteó su redacción?

A la hora de enfrentarte a un  referente y no a un ídolo  es, qué no voy a contar Creo que la mejor manera de expresar a mi Leonardo es mediante una novela. A través de un mundo ficticio inspirado en hechos reales.


¿Ha respetado el marco histórico? ¿Cuál ha sido el tratamiento que le ha dado? ¿Más ficción que realidad o viceversa? O quizá, ¿se ha permitido una serie de licencias?

Me he tomado alguna licencia en cuanto a que soy consumidor de literatura histórica. Entonces me gusta pensar que quienes consumen este tipo de obra son gente exigente y siempre busca aprender algo. Leonardo no es un personaje, es una persona que nació y murió en fechas precisas, por lo que no se puede forzar nada.

Una obra que le dio muchas
satisfacciones
En estos tiempos  que corren ¿cuál es valor que se le da al talento y la autoformación?

Desgraciadamente hace 500 años Leonardo fue también una victima de la fuga de cerebros. Vivió 67 años y a los 64 parte a Francia a la corte de Francisco I. Y allí es donde, por primera vez es tratado como un genio, como un gran maestro de la historia del arte. Hasta ese momento no lo habían tratado así. Como ves, tuvo que salir de su país para ser reconocido y ahora pasa lo mismo. La fuga de cerebros es una obligación y no una opción. Recuerdo en la época de estudiante cuando me decían mis padres “estudia una carrera porque tendrás el futuro asegurado”. Finalmente,  nos hemos dado cuenta que era una mentira;  no es una vergüenza, pero tener una carrera no te asegura absolutamente nada.

Poco o nada ha cambiado el pensamiento y la conducta humana, en otras palabras, la sociedad, ¿estamos muy lejos aún de mejorar en todo sentido?

Mucho. Hablemos de nuestro país, la multidisciplina no está aceptada. Nos hace falta el renacimiento de las ideas. Esa vieja manera de pensar de que un fotógrafo pueda pintar o que un presentador pueda escribir una novela, o que un exdeportista, que se ha retirado a los 33 años, pueda dedicarse a otra cosa. A esa edad no puede jubilarse ni él ni nadie. Estamos acostumbrados a aquello de que ‘tal persona hace eso  y no puede hacer otra cosa’. Yo creo que pasamos muchas horas criticando y limitando a los demás. Desperdiciamos ese tiempo y esa energía en otros por no pensar en nosotros mismos.

¿La gente ha criticado su incursión en la literatura?

Dentro de la literatura me consideran advenedizo, es decir, que saco provecho de mi situación. En todo caso si es así, me aprovecho de mi tiempo, de mi pasión. Y si alguien me puede echar en cara de que me estoy aprovechando de algo o de alguien,  ese es  Leonardo que en paz descanse. ¿Por qué no puedo escribir?  El que tiene la última palabra es el lector. Él será, al fin de cuentas,  quien me dirá si lo he respetado como tal. Porque como presentador de televisión, me aprueba  pulsando  un botón u otro. Sé que hay, y no te digo nombres, quienes han criticado a los escritores mediáticos.  Si estamos, ¿no será  porque el público es quien demanda este tipo de escritores? En cuanto a mí, si he llegado a publicar el cuarto  libro por algo será.

¿Sale a responder a estas críticas o pasa de ellas?
Con la autora de la nota


¿Quieres que te diga lo que en verdad siento? Me resbala absolutamente. Siempre digo que los profesionales de la literatura o no antes de  perder el tiempo criticando sin tomarse el mínimo esfuerzo de leer la novela, deberían estar pensando en la siguiente trama de su obra.

Según sus investigaciones, ¿cómo era Leonardo? ¿Dónde radicaba realmente su genialidad?

 Yo antes que genio, lo veo como un gran hombre. Destaco en él su observación, curiosidad, pasión y perseverancia. Nos han enseñado de Leonardo  solo sus éxitos y no sus fracasos. Él aprendió de los suyos. Por esa razón,  deberían enseñarnos el arte del fracaso. El arte del aprendizaje.


Pero duele mucho fracasar, Christian…

Porque nos han enseñado que fracasar es malo. Yo aprendí de él, cuando años atrás tuve que dejar la televisión, después de ganar premios,  y tener  eso que llaman éxito. De repente llegó un día en que nadie me llamó. Hasta ese entonces,  pensaba que tenía el futuro asegurado, y tuve que cambiar de vida. Nos tienen que enseñar los fracasos. No son malos. Tampoco el irse fuera. En los países nórdicos, y en otros tantos, el hecho de que salgas a trabajar al extranjero es sinónimo de éxito porque la gente da por hecho que vas a triunfar. Salen  en busca de sus sueños, luchan por ellos. Sin embargo, en España solo el 20 por ciento está dispuesto a irse. Lo contrario ocurre  en Estados Unidos donde un 80 por ciento de su gente se desplaza de costa a costa con tal de conseguir su sueño. Nos sacan muchos años de ventaja. Y únicamente  tienen 300
años de historia.  El fracaso es un camino inexorable hacia el éxito. Yo estoy orgulloso de todos mis fracasos, tanto a nivel televisivo como a nivel personal. Todas y cada una de mis relaciones sentimentales han sido un fracaso,  pero me han asegurado el éxito, si volviera a nacer repetiría todo de igual forma porque así es como conseguí  a mi mujer.

¿Considera que alguien como Leonardo da Vinci sería aceptado en este siglo?

Lo extraordinario es peligroso. Leonardo sería un incomprendido.

Si tuviera la oportunidad de viajar al pasado y hablar con Leonardo, ¿qué le preguntaría y qué le contaría sobre nuestro mundo?

De contarle nada. Le diría: ¡Lo conseguimos! Volamos. Tú fuiste el primero en hacerlo. Volaste con la imaginación.

¿Con qué sueña, Christian?

Yo vivo mis sueños.


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sábado, 12 de abril de 2014

Mercedes Abad: “Tengo un espíritu absolutamente competitivo”

Es una artista de la palabra, por eso, sabe qué decir y cómo hacerlo a la hora de narrar sus historias. Pero toda ella es expresión, desde la forma en que mira, mueve el cuerpo hasta el tono de su voz. Nos referimos a Mercedes Abad, una de las maestras del cuento, que ama la brevedad  y valora la amistad.
La autora catalana acaba de publicar su obra La niña gorda, basada en su propia experiencia, y que constituye un acto reivindicativo a sí misma, y a la vez, un homenaje a ciertas  personas que dejaron huella en su adolescencia.

Ha navegado con fluidez entre los relatos, las novelas, el teatro y  el ensayo ¿cuánto esfuerzo creativo le demanda cada uno de ellos?

Todo me demanda esfuerzo. Escribir un libro nunca me es nada fácil. Aunque debo decir que aparte del teatro, donde me expreso en catalán, me siento más cómoda en el cuento. Es un género intenso y tenso a la vez.  Me identifico con él, quizá porque soy una persona nerviosa. La novela no se halla dentro mis preferencias, porque  me cuesta mucho escribir las escenas de transición. Ya sé que tienen que darse para luego ir a otros momentos culminantes, pero me aburren.
Por eso,  nado como pez en el agua en el cuento. Me divierto mucho escribiéndolos. Algunos salen rápidamente, y otros cuestan tiempo y esfuerzo. Recuerdo que hubo uno que particularmente me costó bastante tiempo.

Con esta obra obtiene el Premio
La Sonrisa Vertical 
Obviamente se nota en sus escritos que trabaja mucho el lenguaje ¿recurre con frecuencia al diccionario o las palabras exactas afloran espontáneamente?

Las palabras fluyen porque están en mí. Es algo natural, y eso le debo a mi madre.  Ella es una gran narradora. De pequeños, a mi hermano y a mí nos contaba los cuentos extraordinariamente bien. Habla de una manera muy peculiar, su variedad expresiva es impresionante, y el otro día, me dijo que le gustaba como escribo. ¡Claro!, dije yo, porque se escucha a sí misma (risas).  Ella es la que nos ha inoculado el amor a las historias, a los libros, el amor a la palabra. Y si mi hermano se hubiese dedicado a escribir, lo haría igual o mejor que yo.

¿La consideran una de las maestras del cuento? ¿Cuál cree que ha sido su aporte?

Destaco el humor y  la ironía.  Creo que son mis sellos característicos.  Hay dos cosas que me escandalizan: la pomposidad y la solemnidad, y considero que el humor es el antídoto perfecto para combatirlos. En cuanto a los temas,  pienso que hay uno en particular que es la amistad. Siempre está presente, y como es de suponer,  también aparece en mi última obra. Susana Mur, la niña gorda, descubre la amistad. Hay varios tipos de amistad que aparecen en el libro. Es una radiografía sobre ella.

Por mucho tiempo, la caracterizó la brevedad ¿el cuento tiene más encanto que una novela por ser así?  ¿Cuál es la desventaja de la novela, a su parecer?

En el cuento no sobra ni falta nada. En un viaje en metro puedes leerlo de una sentada. Para un lector es fantástico leer algo de un tirón. Lo que no podemos hacer con una novela, pues veríamos interrumpida nuestra lectura en ese trayecto por llegar a nuestro destino, y no terminarlo. Y luego, tendríamos que  retroceder para ver en qué nos quedamos, lo que es necesario para continuar y volver al hilo de la trama.
Por otro lado, a muchas novelas que se han publicado últimamente les sobran capítulos. No sé porque ciertos autores se empeñan en estirar situaciones. Hay muchas historias que se podrían contar en menos páginas.

¿Cuándo sabes que una historia le corresponde ser convertida en novela o relato? ¿Qué
Sostiene que en el cuento no sobra
ni falta nada
condiciones deben cumplir para ser una u otra?

Yo creo que nunca lo sabes. Por ejemplo hace tiempo comencé a escribir una historia pensando que ahí había cuento, luego de darle vueltas vi que se perfilaba una novela y decidí cambiarla a novela, pero después de hacer otras versiones con la misma idea, resolví volver al inicio, es decir al cuento. Cuando lo tuve listo lo expuse ante mis consejeros, quienes dijeron para mi sorpresa: “Está bien este cuento, pero es una novela”. Como ves,  intuyes, sin embargo, se presentan en medio de situaciones difíciles de explicar.

¿Necesita un estado mental o emocional adecuado para su labor creativa?  Esto al margen del periodismo, donde se tiene que escribir sí o sí.

El periodismo es básico, hay una forma de hacer las cosas: cuando tienes que entregar, entregas, y punto. Todo es para ayer. No requiero de un estado emocional para sentarme a escribir. Antes necesitaba un lugar adecuado, practicaba ciertos rituales, pero ahora puedo escribir en cualquier sitio. Una vez mi padre me dijo: “Hija, escribes muy poco”, y pensé, “tiene razón”. Fue entonces que permití que me habilitara un despacho y horario de ingreso. “Tienes que venir a las nueve de la mañana a trabajar”, estableció. No llegaba a esa hora. Me aparecía entre las nueve y media y las diez. Recuerdo el primer día, me encontré con un espacio donde no había nada mío. Llegaba allí y no me quedaba más remedio que escribir. No había ningún elemento de entretenimiento.  Eso me obligaba a poner manos a la obra. Escribía un mínimo de cuatro horas diarias. Cuando estaba embarcada en algún proyecto especial, también me encerraba en esas cuatro paredes.

¿De qué manera se da su labor creativa? ¿Qué situaciones o emociones de la vida diaria la inspiran?

Me inspiran los temas cotidianos, por ejemplo,  cierta vez se cayó uno de los  puentes de una  localidad catalana,  no recuerdo el nombre en este momento. Para ser exacta existían dos puentes uno moderno, el que se vino abajo, y otro viejo que resistió el embate de la corriente. Dos hermanos que transitaban por el primero murieron y en ese momento nació el cuento, fue como si uno de ellos me hubiese narrado el suceso. Me puse a escribirlo de inmediato. Se empieza de cero, y siempre es distinto. Hay cuentos muy peleados y otros que salen sin esfuerzo. Las fuentes de inspiración pueden surgir de la noticia de un telediario, una frase que oyes, una historia que te cuentan. Salen cuando menos las esperas Solo hay que estar atentos.

Este libro la lleva a alzarse con el
Premio Vargas Llosa de relato
¿Escribe a diario o cuando las musas tocan a su puerta?

No, no puedo hacerlo. Me gustaría volver a la época en que podía escribir cuatro horas diarias, pero eso ya no es posible. Doy clases en la escuela del Ateneo de Barcelona, de modo que escribo cuando puedo.

¿Pero extraña esa rutina?

Ocurre. Hay días en que siento la necesidad de tomar notas y lo hago. Siempre llevo encima una libretita de notas y cuando me viene una idea, la escribo, y la guardo. Una  piensa que está en una edad, en que tal vez, se me pueden olvidar las cosas, pero felizmente no es así (risas).

Entonces saca el bolígrafo  y lo anota…
¡No escribo nunca con bolígrafos!  ¡Qué dices! Por favor. Con pluma o rotulador, estos últimos no son gran cosa pero ayudan.

¿Le da glamour escribir con pluma?

En cierta forma creo que sí (risas). La llevo en el otro bolso, y espero no perderla. Sería un drama.

¿De qué manera le ha ayudado el periodismo en su labor literaria?

El periodismo es la capacidad de circunscribir el hecho a un espacio. Un máximo de dos páginas, y eso es bueno. Aprendes a pensar muy bien, a suprimir lo accesorio. En ese aspecto la redacción periodística está ligada al cuento, no puedes entrar en detalles irrelevantes.  En ese sentido, la novela es más omnívora, admite más cosas.

¿Una versión puede hacerle sombra a un original?  E incluso desaparecerlo de un plumazo
"Solo Dios puede crear de la nada, y yo
no creo en él, asegura

Eso lo que decía Alfred  Hitchcock si una novela es buena para qué llevarla al cine. Si ya alcanzó una forma excelsa en literatura, no tiene sentido alguno.  En cambio si coges una novela mediocre y haces los méritos suficientes, es decir, trabajas con ella lo necesario,  podrías llegar a convertirla en un obra maestra. Es lo que han hecho muchos en el pasado. Ahí tienes el ejemplo de Shakespeare. Plagiaba ideas y desaparecía los originales. Los genios pueden hacerlo.


¿Por qué razones un plagio podría ser perdonado?  Si eso puede ser posible.


Si ahora me presentas un manuscrito, lo leo, me quedo fascinada y hay un par de ideas que me inspiran tengo el derecho a hacerlas mías porque ya el otro tuvo su oportunidad y fracasó. Es como los científicos que se apoyan en las investigaciones de otros y lo admiten. Las ideas no nacen por generación espontánea. Hay muchos ecos dentro de la literatura. A veces son inconscientes. En raras ocasiones, te das cuenta cuando lo estás escribiendo. Decir que todos estamos plagiando es demasiado, mejor es decir que nos inspiramos unos de otros. Además, solo Dios crea de la nada, y yo no creo en él.

Sobre su nueva obra La niña gorda, ¿qué representan realmente los personajes de las hermanas Bruch, Nush y la tabernera?  ¿Hay alguna metáfora escondida en cada una de ellas?

Me voy enfocar en uno de los personajes. Yo creo que Nush es la chica que todos quisiéramos ser. Es la proyección ideal de todo adolescente. Es mi ideal.  Está inspirada en tres personas que tomo como modelo real pero que en verdad es una ficción. Sí, hay una metáfora, y radica en el hecho de que la protagonista roba unos manuscritos. Yo era el patito feo rodeada de chicas lindas, brillantes y más prometedoras que yo. Es mi homenaje a ellas y una especie de reivindicación a mí misma, también.

Con la autora de la nota
Nos han hecho creer que los gorditos son felices, y usted rompe con ese mito con su personaje Susana Mur,  qué difícil resulta la vida sin amarse y aceptarse a uno mismo, ¿no le parece?


Es complicado ser feliz cuando no estamos satisfechos con nosotros mismos y cuando nos rechazan por ser así. Es casi imposible llegar a serlo, en verdad. Ocurre igual si somos feos o bajos de estatura. Hay que tener fortaleza para salir adelante cuando no nos aceptan. Es políticamente incorrecto lo que voy a decir, pero al final todos quisiéramos ser guapos, altos e inteligentes. Es un trabajo enorme aceptarse, y a veces no tenemos tiempo para completarlo, para hacer ese viaje y cambiarlo todo.

¿Fue gordita? ¿La imagen lo es todo en estos tiempos?

 Sí, yo fui gordita, y por eso, sé de lo que hablo. Y en cuanto a la imagen,  no puedes vivir sin tomarla en cuenta. Yo me convierto en mi mayor crítica. Tengo un espíritu absolutamente competitivo, y el resto no se queda atrás.  Los humanos siempre estamos en la búsqueda del placer y  luchamos por ser aceptados. Hay que saber equilibrarse. En mi caso, lo consigo por momentos, sin embargo, admito que la mayoría de veces no es así. Necesitamos ordenar, controlar pero como te digo, conmigo a veces es posible y otra no.

¿Estás en vías de superar sus miedos?

Mis miedos están ahí. Todavía recluidos en el armario. La vida es lucha. Mi tarea es mantener el equilibrio. 

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