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martes, 1 de diciembre de 2015

Félix Molina Colomer: "La poesía se encuentra hasta debajo de una piedra"

Amasa el pan como los versos. Su alma conjuga realidad y sentimiento. Nunca tuvo una vocación clara para nada, afirma, pero solo le bastó reconocerse como poeta para que su talento se esparciera como exquisito perfume. Esta es la historia Félix Molina Colomer, un hombre que no lo tuvo fácil en la vida, pero cuya fortaleza lo condujo a salir adelante pese a su corta edad y los embates del destino.
Comenzaste a trabajar en la tahona de tus padres a los 12 años, ¿ya en ese tiempo pensabas en la poesía o hacerte escritor? ¿Cuándo te das cuenta que la poesía ya estaba alojada en tu alma?
Ni lo pienso. Yo simplemente admiraba a mi padre, un luchador nato y un ejemplo para mí, y quería ayudar en casa. Cuando mis capacidades fueron suficientes las ofrecí a mi familia. Mi primer poema data de mis diez años, aún lo conservo. Es un poema a la Virgen que solía hacerse en mayo, el mío fue elegido para ser leído en la formación de entrada a clase. Pero solo fue un juego. Empiezo a escribir alrededor de los trece años por influjo de Bécquer y de alguna niña que conocí entonces…
En compañía de su esposa Pilar
Seguiste la senda de tu familia en el rubro de la panadería, ¿te viste obligado por las circunstancias o había cierta vocación en ti por esta labor?
Nunca tuve vocación por nada, o bien la tuve por todo. Mi curiosidad es inagotable. Pero es cierto que ayudar en casa me hacía sentir bien y que me lo agradecían. Mi padre me facilitó el estudio, pero me enseñó su oficio y lo hizo bien. “Por si las cosas pintan mal “, decía. Quiero añadir que hacer cosas con las manos y ver el producto de tu trabajo es muy gratificante.
Alternabas el trabajo con los estudios, ¿te quedaba tiempo para ti y poder explorar en tu creatividad poética?
El trabajo manual deja la mente bastante libre una vez lo dominas. Yo repasaba mis lecciones mentalmente mientras laboraba y, ciertamente, hacía mis introspecciones. El pensamiento funciona a varios niveles y eso es una ventaja. Algo así como pensar mientras trabajas y verte a ti mismo pensando, pero también ver a las demás personas que ven cómo te ves trabajando: una especie de matrioska que llegaba a fascinarme. Una fuente de sensaciones y de conceptos que iba asimilando; lo que considero que es crecer, en definitiva.
El hecho de trabajar desde pequeño te dio otra visión de la vida, ¿con qué soñabas en esos tiempos?
No he sido nunca un soñador. Los que trabajamos desde muy jóvenes solemos tener los pies en el suelo, nos damos cuenta pronto de muchas cosas. Pero es cierto que tampoco conocía mis límites y me sentía capaz de mucho; aunque como digo, siempre de objetivos alcanzables. La poesía ya me hacía vibrar, pero era algo íntimo, algo que me guardaba.
De arquero en su equipo de fútbol 
Eres licenciado en Ciencias Químicas y maestro pastelero, ¿cómo se entiende eso? ¿Tienen un denominador en común?  Y algo más, ¿dónde encaja la poesía en dichas actividades?
El denominador común soy yo, y mi propia historia lo explica. Trabajaba y estudiaba y faltando un año para recibirme de licenciado fallece mi padre en accidente de tráfico. Soy el mayor de la casa y me hago cargo del negocio familiar (que con el tiempo amplié) pero que detuvo mis estudios hasta que los retomé a la primera ocasión que tuve, con la idea de acabarlos, cosa que conseguí finalmente. Fue la época más dura de mi vida y suelo decir que me vacunó contra el desánimo. Como profesional seguí creciendo en mi trabajo, y creo dominar con soltura mi oficio de panadero y pastelero. Pienso que la sensibilidad no exime del trabajo serio y que la poesía se encuentra hasta debajo de una piedra: hay tan sólo que sentirla, verla venir, escribirla. También está en mi obrador.
Amas la música clásica, el jazz y las de corte populares, y aprendiste música a los 35 años, y no solo eso, fuiste saxofonista de la banda Nazaret por 10 años, ¿cuándo te decides a estudiar música y por qué escogiste el saxofón para manifestarte en este campo?
Siempre amé la música. Aún conservo en la memoria tonadas de mi infancia de las que nunca supe el nombre. Pero la actividad sobredimensionada y la falta de oportunidades postergaron mi educación musical, lo que siempre sentí como una carencia. Finalmente, una serie de felices coincidencias (una escuela musical próxima, disponer de un instrumento, el tiempo que pude exprimir…) me permitieron llenar esa laguna. El saxofón era una opción viable para mis condiciones, aparte de que su sonido me fascina: cálido, potente, rabioso, dulce…Toco el alto y el tenor, pero la música es absorbente y consume tiempo en exceso, requiere mucha dedicación. Es una novia celosa y puedes pasarlo mal.
¿Alguna vez compusiste una pieza musical o canción?
Fuera de los ejercicios habituales de solfeo no escribí ninguna pieza. Demasiada música acumulada en mi cabeza que me moría por tocar desde hacía tanto tiempo y que pasaba al pentagrama para que no se me perdiese.
Es un hombre que también necesita del silencio
Sé también que necesitas el silencio, ¿en qué situaciones lo buscas y para qué te hace falta?
Cualquier músico te dirá que el silencio también es música, que es un ritmo en sí mismo. El silencio permite escuchar lo inaudible en primera instancia: la brisa, los latidos, el vuelo de aves…y tu propia voz interior. Es una de las formas de la serenidad y en ese sentido es a veces imprescindible. Puedo trabajar con música o con ruido, pero pienso mejor con silencio.
Lees de todo un poco: ciencias, artes, cine, novela, ensayo, filosofía, historia y, por supuesto, poesía, ¿qué buscas en esas lecturas? ¿Cuál es el libro que más ha satisfecho tus expectativas?
Leo de todo mucho. El hambre de conocer me puede. Como científico, la Naturaleza y sus leyes; como ser sensible, toda manifestación artística llena esa necesidad; como ser social, quiero conocer mi origen, los trayectos, las posibilidades que se abren. Mi biblioteca es amplia y heterogénea, la comencé a los ocho años y actualmente es la pesadilla de la casa.
Ningún libro concreto llena este pozo sin fondo; pero el libro de los libros es, por muchas razones, el Quijote.
Has dicho que a ti no te falta tiempo sino sueño, ¿le quitas horas al descanso para aprovecharlas en las actividades que te agradan?
Hay cosas que deben hacerse, y ocupan unas doce horas si no se tiene hijos pequeños a cargo. Hay un tiempo de descanso y un tiempo de actividades libres que se reparten entre ambos las otras doce horas. Si lees, tocas un instrumento, haces deporte y alguna vida social, realmente descansas poco. Puras  matemáticas.
Tocando con sus compañeros de la banda 
Son muchos los autores de tu preferencia, pero ¿cuáles son los que te han acompañado siempre y por qué razones?
Eso es ponerme en un aprieto. Seré breve: Quevedo y Garcilaso, el equilibrio; Vallejo y Neruda, las tempestades; Juan Ramón y Aleixandre, la sensibilidad; Claudio Rodríguez y Pessoa, la visión, llena o vacía, del universo. También Camus, Nietzsche, V.A. Estellés, Ishiguro, Orwell, Gabo… son hitos insoslayables.
¿Qué haces con los libros luego de leerlos? ¿Van a formar parte de tu biblioteca o se los dejas a otros?
Sufro síndrome de Diógenes con respecto a los libros. Si alguno me gusta mucho, compro otro ejemplar y lo regalo, pero el que leo lo conservo. Y generalmente con anotaciones a lápiz.
Has confesado que veces un sólo libro, un sólo poema ya valen una vida, ¿te ha pasado? ¿Cuál es ese libro o poema?
Otro aprieto. Tabacaria de Pessoa, Don de la ebriedad de Claudio Rodriguez, El gatopardo de Lampedusa, Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, La conjura de los necios de J.K. Toole, Trilce de Vallejo, Extramuros de Jesús Fernández Santos, Comemos sombra de Aleixandre…Libros sobre los que vuelves y vuelves, poemas con una música incesante. Y esto es un reduccionismo: no he hablado de cuadros, de cine, de música ( ¡Ah! Bach, siempre Bach…y Stan Getz.
Con los compañeros de su equipo de rugby
¿Por qué escribes poesía y cómo te ves a ti mismo como poeta?
Lo sencillo es decir que me gusta, lo que es cierto. Que hay una necesidad de comunicarme, también. Que quiero dar forma, poseer con palabras mi sentimiento. Eternizar un momento. Escribo como quien escribe un diario o se confiesa a un amigo: me descarga. Pero además está esa alquimia de juntar palabras y obtener un sabor o un color nuevo, un sentido distinto, incluso una música no escuchada. Tal vez eso sea componer.
Soy poeta de la intimidad, escribo sobre mí mismo. Me desagrada pontificar desde los versos, me desagrada la impostación. El poema será mejor o peor pero necesita sinceridad, autenticidad, emoción. Después, el lector juzgará; lo eché a volar y ya no me pertenece.
¿En qué momento te sientes dispuesto a escribir? ¿Lo haces a mano o en el ordenador?
No soy disciplinado, pero sí muy receptivo. Eso implica que cualquier momento es el momento del poema. Siempre tengo a mano lápiz y papel: en mitad de la noche, durante un paseo, cuando la casa está a solas. Atrapo o me dejo atrapar por el instante, que trato de fijar en unas líneas. El verdadero trabajo es después: tachar palabras o versos enteros, romper papeles y renunciar o porfiar hasta hallar la forma deseada. Incluso entonces no está acabado, pero dejo que se escape vivo o lo mantengo en su jaula a la espera. Algún poema ha estado preso por años.
Jugaste fútbol y rugby hasta en siete temporadas, en varios equipos de la ciudad, ¿hay poesía o música  en estos deportes?  ¿Cómo se ve un artista o creador en medio de un ambiente tan competitivo?
Jugué fútbol once años y rugby, siete. Ambos son escuelas de la vida. Al ser deportes de equipo enseñan valores más allá del automejoramiento, sobre todo el rugby. Y sí, hay poesía en ellos: lírica y épica. Como en toda lucha, hay belleza y sacrificio; como en todo grupo, hay compañerismo y generosidad, acciones admirables y también execrables como en toda batalla. Al fin, es sucedáneo civilizado de la guerra y fuente de emoción. “Nada humano me es ajeno”. Lo deplorable es el artificio del espectáculo y lo mezquino del negocio, pero no tuve que sufrir ese nivel.
Posando junto a sus hijos Alexandre y
Azucena, también músicos
Afirmas que puedes ubicar  la mayoría de las constelaciones del Norte en una noche despejada y sin luna,  y que te hallas en capacidad de nombrar buena parte de las plantas y pájaros silvestres de nuestro entorno, ¿cómo se logra eso?  ¿Tiene que ver con tu capacidad de observación o tu comunión perfecta con la vida?
Cada rostro que conocemos tiene un nombre que nos lo acerca como ser humano y nos lleva al conocimiento mutuo. Deja de ser gente y pasa a ser persona. Con la Naturaleza es lo mismo. No hay pájaros: hay gorriones, golondrinas, jilgueros, estorninos…No hay plantas: hay grama , juncia, parietaria, robinia. Y en la noche clara está el lucero, Júpiter, Aldebarán, Sirio, Orión, las Pléyades…No es sólo conocimiento, es gratitud hacia lo creado y es riqueza que gozamos sin que pida a cambio más que un nombre y su música. Claro que hay que observar e indagar un poco, pero es fácil y hermoso hacerlo.
¿Qué ideas o sentimientos quisiste plasmar en tu primer poemario Nocturno y premeditado? ¿Estás satisfecho con el resultado?
Es un libro de autoconocimiento, de gran intimidad. Es un libro de amor y desamor que recorre el camino entre ambos extremos demorándose en cada estancia. Hay poemas de inmediatez como los hay de filigrana. Es un libro sincero, donde mis sombras y yo nos visitamos. Y sí, es un libro recomendable. En su aún corto recorrido me consta que ya ha tocado algunas almas.
Azucena de pequeña mostrando una de sus tortas
Ya has registrado un segundo poemario y el tercero vienes trabajándolo con mucha entrega y entusiasmo, ¿son similares a tu opera prima o has querido aportar algo nuevo en forma y contenido?
Hay novedades estilísticas y temáticas. Son libros más abiertos porque en definitiva se crece hacia arriba, pero sus lectores reconocerán mi tutela. Quiero decir con esto que avanzan sin ruptura, aunque tienen un color diferente: ahora sufro vista cansada…
¿Tu disposición anímica o creativa cuando vas a escribir poesía es la misma que cuando te entregabas a la elaboración de pan?
Permite que justo conteste tu pregunta con un poemita, El pan y la palabra, del segundo libro:

La luz desde el este
Engulle la noche,
Madrugadas de hada,
Trabajo y sudores
De plata.

Amaso mi masa,
Mi verso se escribe,
Fermenta y levanta
Y lento se cuece
En el alma.

Vaivén de bolígrafos,
Estira y afloja,
Heñido de pájaros,
Música son
De tahona.

Pan y papel,
Masa mansa,
Blancura, albura,
Llenando mi vida
De ola.

 …y sigo pensando que la poesía se encuentra donde la busques, no importa  tiempo ni lugar. Es una actitud.         
Si desean saber más del autor o su libro
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http://editorialcirculorojo.com/nocturno-y-premeditado
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