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lunes, 23 de diciembre de 2013

Montserrat Cano: “Escribir es siempre un acto de responsabilidad”

Escucharla nos obliga a detenernos y a abrir nuestros oídos. Lo que dice, sin quererlo, pone a trabajar nuestro cerebro. Su habla subyuga y sus ideas nos motivan a repasar nuestros conceptos. Sabe combinar bien los roles de emisor y receptor. Es una magnífica conversadora. ¿A quién nos estamos refiriendo?  Déjenos contarle que ese don o talento lo posee la escritora Montserrat Cano que definiéndose de muchas maneras, le faltó agregar que es sumamente reflexiva y sensible,  sino que lo digan sus palabras: “Tal vez la función de la literatura, de todo el arte en general, sea extraer lo más valioso del ser humano, creando algo mejor que nosotros mismos, algo que pueda representar la cultura esencial, la que no está en los libros ni en los museos, para llevarla precisamente a esos ámbitos, pero no con el afán de crear élites sino para ponerla a disposición de la humanidad”.
Lo invito a conocer a esta autora que por estos días presenta su obra “Moriscos, el linaje perdido” en España.

La autora nos insta a recordar el valor de las ideas
Cuánto daño continúan provocando los prejuicios a las sociedades y a los individuos. De hecho el ver al otro como una molestia, amenaza o atentado contra nuestra estabilidad e intereses es un mal que ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia humana. Y lo más triste es que estamos a años-luz de erradicarlos. Deberíamos estar avergonzados, ¿no le parece?

Depende   de cómo  nos veamos a nosotros mismos, me refiero a los seres humanos como especie. Por una parte, es cierto que estamos muy lejos de alcanzar niveles de  verdadera igualdad, de percibirnos como un todo en lugar de enfrentarnos por intereses que, generalmente, solo son de unos pocos. Pero por otra, hay que reconocer  que vamos avanzando, aunque sea despacio y con periodos de retroceso. Baste  como ejemplo el concepto de Derechos Humanos, algo muy reciente pero de lo que  ya ninguna sociedad puede prescindir a pesar de que se conculquen con demasiada frecuencia. Creo que es importante que recordemos la importancia de las ideas  porque, en realidad, son las que transforman el mundo. Una de las labores de los escritores, me parece, es precisamente divulgar aquellas que creemos  necesarias y justas. No todos consideramos valiosas las mismas pero tengo la impresión de que el arte –el auténtico- acostumbra a reflejar en la mayoría de los casos las formas de pensamiento más avanzadas de cada época, tal vez porque  algunas de sus características principales son la mirada crítica, la reflexión  y la representación estética del espíritu de cada espacio y cada tiempo. Creo  que la literatura, en concreto y en cualquiera de sus formas, sigue teniendo un papel muy importante en la difusión de las ideas más innovadoras. De modo que, para centrarme en su pregunta, sí, tenemos muchos motivos para sentirnos avergonzados –quienes escribimos y quienes no– pero también tenemos que enorgullecernos de lo que hemos creado y continuar en la brecha para mejorar el mundo, cada uno en la medida de nuestras posibilidades. Al final, las utopías dejan de serlo cuando las hacemos realidad.

Lo sucedido a los moriscos es tan solo una muestra de la forma tan cruel en que puede proceder una cultura o sociedad sobre otra. La expulsión o el destierro es una experiencia determinante en la vida de un individuo o una población, pues levantar cabeza en esas circunstancias es toda una hazaña o un acto de heroísmo.

Desgraciadamente, tenemos demasiados ejemplos de los que usted afirma, y algunos muy recientes. Si miramos nuestro mundo actual, nos encontramos con grandes migraciones debidas a conflictos bélicos o a situaciones de extrema necesidad que podrían ser evitadas fácilmente si nuestro sistema económico no fuese tan terriblemente injusto. Pensemos en los campos de refugiados de Darfur, de Tinduf o los más recientes debidos a la guerra en Siria, a las personas haitianas en la República Dominicana, a las afganas en Pakistan… Pensemos en un caso contrario: el del pueblo palestino, que aún reclama que se le reconozca un territorio. Todo esto no es inevitable, solo es conveniente para los intereses de algunos estados y de muchas grandes empresas de ámbito mundial que se enriquecen gracias a la miseria y el sufrimiento de millones de personas. Claro que es muy difícil salir adelante en tiempos de hambruna o de guerra o de invasión y, además, el heroísmo de quien lo consigue siempre –o casi siempre- será anónimo.

La mayoría poco o nada sabe acerca de los moriscos, cuéntenos un poco sobre
Con esta obra obtuvo el
Premio de poesía Dionisia
García
ellos y díganos qué de malo hicieron para que los echaran de la península. Por qué la visión que se tenía de ellos cambió vertiginosamente y pasaron, de la noche a la mañana, a ser unos indeseables e incluso, más que eso, una amenaza.

En  términos generales, yo diría que nadie hace nada tan malo como para merecer ser expulsado de la tierra en la que han vivido sus antepasados durante generaciones, la que han cultivado, de la que se han alimentado y en la que han dejado parte de sí mismos. Además, si se tratase de merecimientos, tal vez ningún pueblo tuviese derecho a nada pues, si echamos un vistazo a la historia, todos hemos sido alguna vez conquistadores por la fuerza o la superioridad técnica, todos nos hemos impuesto a alguien. Quienes decidieron la expulsión de los moriscos y quienes, durante muchos años, la forzaron a base de lo que hoy llamaríamos propaganda, tenían muchas razones –si bien hoy es difícil considerarlas válidas- pero la principal, la que estaba en el origen de todas las demás, era la idea, extendida en realidad en toda Europa, de que a un estado había de corresponder una sola religión, una sola raza, una sola lengua, una corona única… Explicar de dónde surgió esto requeriría varios tratados, fue un proceso largo y complejo en el que mucho tuvieron que ver la posición de la Iglesia Católica, que se veía amenazada por la Reforma, la creación de muchos estados europeos en la forma que hoy los conocemos o muy similar, el paso de monarquías feudales a otras cada vez más centralizadas… A los moriscos se les acusó de connivencia con el imperio turco o con los piratas berberiscos, y seguramente fue cierto en pequeña medida, desde luego sin peligro real para España, pero habría que preguntarse por qué no se hizo nada serio para hacerlos sentirse españoles en lugar de forzarlos a considerarse extraños en su propio país. 

Las religiones se ha erigido en administradoras de "la
otra vida", afirma
La iglesia como formadora de conciencia cumplió un papel protagónico en los hechos,  y en ese sentido, nos animamos preguntarle por qué después de tanto desastre, les seguimos haciendo caso.

El comportamiento de la Iglesia Católica ha sido vergonzoso durante siglos, no solo en relación con los moriscos sino con los judíos, con la población nativa de América, con los miembros de las iglesias reformadas y, en general, con todos aquellos que no reconocieran totalmente su poder o que lo cuestionaran en algún aspecto. Sin embargo, no me parece que el problema básico sea esta religión, pues casi todas han cometido barbaridades similares –y aún las cometen– cuando lo han considerado necesario, sino el pensamiento religioso en sí mismo, sea cual sea. Lo que algunas personas oponemos al pensamiento religioso es el pensamiento racional, no un principio de fe a otro principio de fe. ¿Por qué las religiones siguen siendo protagonistas en nuestras sociedades? Creo que porque se han erigido en administradoras de “la otra vida”, de esa esperanza que alivia el miedo humano más profundo, el de la desaparición. Solo ellas conocen lo que Dios quiere y cómo lo quiere, solo ellas saben cómo conseguir que alguien disfrute de todos los bienes o todos los males en la vida eterna, y para ello inventan rituales que no tienen ningún valor en sí mismos pero que sirven para adiestrar las voluntades, para incrustar en nuestras mentes hábitos de obediencia incluso en los ámbitos más íntimos y más naturales de nuestra vida, como el pensamiento o el sexo.

Tenemos entendido que demoró dos años en concebir el libro “Moriscos, el linaje
Sostiene que España tiene la enorme fortuna
de ser un pueblo mezclado y remezclado
perdido”, ¿con qué dificultades se halló en su trabajo teniendo en cuenta la escasa o nula literatura que al respecto dejaron los cronistas, por decirlo de alguna forma, del bando ‘perdedor’?

En realidad, lo que escasea es la literatura de ficción. Documentación hay mucha, así como estudios históricos desde diversas perspectivas. Cuando comencé a investigar, creí que me llevaría poco tiempo porque, después de todo, lo que pretendía escribir era una novela, no un ensayo ni un libro de historia. Pero, a medida que iba leyendo y que una cosa me llevaba a otra, me encontré con un material rico y abundante y, sobre todo, con una situación de enorme interés en sí misma y por sus muchas similitudes con hechos de nuestra época. Lo más curioso es que la mayoría de los escritos que he manejado fueron escritos por las personas que apoyaban o justificaban la expulsión y, no obstante, me han servido para entender la injusticia que se hizo con ellos, porque las justificaciones y argumentos que manejaban explican perfectamente su fanatismo y sus sinrazones.

Sabemos que lo que le preocupaba era contar la intrahistoria, y que en su afán de ser lo más meticulosa posible caía en la crónica, por lo que tenía que desechar lo hecho, y volver a comenzar, ¿cuánto de ficción y realidad existe en los personajes y los sucesos narrados en su libro?

En efecto, el mayor riesgo al que me enfrenté fue no caer en la crónica, es decir, no limitarme a los hechos históricos, que eran muchos e interesantísimos. En tanto que ficción, me interesaba más intentar describir el sufrimiento de las personas comunes, las que no deciden sino soportan, aquellas cuya voz no figura en ningún documento. Eso, como es natural, tuve que imaginarlo, es la parte novelesca del libro. Los hechos generales son historia. Y la manera en que trato esos hechos es ideológica, responde a mi opinión acerca de lo ocurrido. En cuanto a los personajes, excepto los protagonistas, sus familias y amigos, todos los demás son reales, extraídos de documentos de la época, si bien a algunos de estos últimos los he situado en algunas ocasiones en lugares o momentos que no les corresponden, haciendo uso del privilegio del novelista, que no está sometido a la realidad sino a la verosimilitud.

Otra de sus obras premiadas
Hay en su trabajo una especial intención de mostrar cómo vivió la gente común y corriente esos hechos, sobre todo en los niños protagonistas a los que se les cambió la existencia por completo.

En efecto. Las gentes comunes de todas las épocas –tal vez esto está cambiando muy deprisa gracias a las nuevas tecnologías de comunicación- no hemos tenido voz. Conocemos lo que pasaba en los palacios pero no en las cabañas. La ficción nos permite darles a esas personas un lugar en la historia, aunque no sea exacto porque tenemos que suponerlo, cosa que podemos hacer mirándonos a nosotros mismos o a nuestro pasado más reciente. En cuanto a los niños o a las generaciones más jóvenes, no siempre son los que más sufren pero sí los que, siguiendo el principio bíblico, pagan por los errores de sus padres. Y en muchas ocasiones, no por error ninguno, sino porque el daño que se inflige a los padres tiene consecuencias terribles para las generaciones posteriores. Se trata de una injusticia más.

¿Qué la motivó a asumir el reto de escribir este libro?  ¿Quizá la necesidad de reivindicar la imagen y el aporte de los moriscos a la cultura española? 

Fue la editorial, Carena Editors, la que al principio me sugirió escribir sobre el tema. La idea me apasionó desde el primer momento, en parte, en efecto, porque me parecía importante recordar unos hechos que en los libros de texto apenas ocupan unas líneas pero que habían afectado a miles de personas (unas trescientas mil según algunos autores, sin contar con la población de cristianos viejos que igualmente se vio empobrecida indirectamente por la expulsión, al menos en los primeros años). También me interesaba entender las razones que habían llevado a las personas e instituciones más preparadas intelectualmente de la época a justificar de manera aparentemente racional un acto que solo pueden entenderse desde una distorsión fanática de la realidad. Y, por último, pretendía una reflexión implícita acerca del papel de una población que ha dejado tanto en nuestra cultura, desde el lenguaje a la economía rural o a un cierto concepto de familia que aún se mantienen vivos.

En mi tierra hay dicho que reza “Quien no tiene de inga tiene de mandinga” para
Durante una de sus últimas presentaciones 
dejar en claro que todos tenemos de todos, que somos un crisol de razas, le pasa lo mismo a los españoles, ¿no lo cree así?

Creo que lo mejor que tenemos en España es, precisamente, que por aquí han pasado muchos pueblos y que los que hoy nos llamamos españoles somos fruto de todos ellos. ¿Alguien se atrevería a decir hoy en día que los españoles somos los celtíberos? ¿Dónde quedan entonces los cartagineses, griegos, romanos, los diversos pueblos germánicos, los celtas, los visigodos, los judíos, los árabes, norteafricanos e incluso bizantinos? ¿Y el mestizaje con pueblos americanos y con europeos del norte y del sur?
Tenemos la inmensa fortuna de ser un pueblo mezclado y remezclado. Uno de los más graves errores de nuestra historia ha sido, quizá, identificar el concepto de español con el de católico puesto que, racialmente, no ha sido posible hacer distinción alguna desde la edad media hasta nuestros días.

Usted es una mujer y una escritora con ideas muy bien sentadas en torno a su persona y su tarea literaria. Por ejemplo, manifiesta que “la escritura tiene una finalidad ajena al propio autor”, ¿qué quiere decir con eso? Explíquenos, por favor.

Me refiero a que un libro, una vez publicado, se convierte en un objeto que, por el mero hecho de existir, es capaz de tener consecuencias. Umberto Eco lo explica muy bien en El Péndulo de Foucault: Más importante que si lo que decimos es verdad o mentira, si nos atenemos a lo cierto o inventamos, es que lo dicho –lo escrito, es decir, lo que se transmite – pasa al ámbito de lo existente y como tal puede modificar la realidad. Por eso, escribir es siempre un acto de responsabilidad, pues nuestra opinión personal se convierte en un ente susceptible de general otras manifestaciones, en materia para elaborar otras ideas. Además de que el arte, y la literatura de manera muy especial, tienen dos peligrosas cualidades: la credibilidad y el principio de autoridad. Cuando abrimos un libro, automática y generosamente concedemos al autor un crédito que debería responder siempre a las expectativas de integridad y exigencia que ha despertado. Aunque no nos demos cuenta –o tal vez precisamente por eso– aprendemos mucho de la literatura, nos formamos leyendo (o viendo obras de teatro o películas, también materiales literarios). Creo que es necesario que, en tanto que lectores, seamos siempre exigentes con las obras, y como escritores, muchísimo más.

Afirma que el arte y la literatura poseen dos cualidades
peligrosas: la credibilidad y el principio de autoridad
En verdad considera que solo los lectores comparten ese afán por la búsqueda del conocimiento, la estética, el conocimiento, etc., ¿qué pasa, entonces, con el resto de la humanidad a la cual no le interesa ni leer los tebeos (historietas, comics)?  ¿No podrán jamás alcanzar un nivel de cultura aceptable?  Claro que en esto entra a tallar lo que entendemos por cultura, ¿está de acuerdo?

Como lectora compulsiva me gustaría decir que leer es imprescindible, pero la verdad es que no lo creo. Es importante, gratificante, maravilloso, necesario… Pero imprescindible, lo que se dice imprescindible para la supervivencia apenas son la alimentación, la habitación, la salud y la transmisión de los conocimientos que tengan relación directa con lo anterior. Como usted señala, hay millones de personas en el mundo que no leen y sería inaceptable considerarlas inferiores por ello. Sé que esto que voy a decir es muy discutible pero creo que se puede constatar que la cultura (la que se enseña en los libros y las universidades) nos hace más cultos pero no necesariamente más sensatos ni mejores personas en el sentido ético. Antes afirmé, por ejemplo, que la expulsión de los moriscos de España fue diseñada, organizada y llevada a cabo por las mentes más cultas de aquel tiempo; los responsables nazis del genocidio judío eran personas extremadamente bien formadas intelectualmente; las armas que hoy forman parte del arsenal mundial, capaces de causar daños inimaginables, han sido creadas por grandes científicos… Y es de suponer, que todos ellos lectores en gran medida. No obstante, creo que quienes escribimos –no me refiero, por supuesto, a productos estrictamente comerciales que tienen otra función– intentamos en la medida de nuestro talento mejorar nuestro entorno, al menos denunciando lo que consideramos perverso.  Tal vez la función de la literatura, de todo el arte en general, sea extraer lo más valioso del ser humano, creando algo mejor que nosotros mismos, algo que pueda representar la cultura esencial, la que no está en los libros ni en los museos, para llevarla precisamente a esos ámbitos, pero no con el afán de crear élites sino para ponerla a disposición de la humanidad.

Se considera una ciudadana del mundo, para algunos es complicado entender
Considera que el mundo es de todos y para
todos
eso, por el amor al terruño, el apego a las costumbres, en fin, nuestro sentido patriótico (nacionalista), ¿cómo define ese sentimiento alguien que se siente de todas partes?

Pertenezco a la parte de una generación que se educó en la creencia de que las fronteras son artificios interesados que habría que abolir, que el mundo es de todos y para todos y que a las personas nos unen muchas más cosas de las que nos separan. Mientras digo esto, escucho a nuestro ministro del Interior justificar la instalación de cuchillas en la verja de Melilla y a varios comentaristas decir que lo comprenden. ¿Qué estamos protegiendo? ¿Nuestro bienestar adquirido a costa de la pobreza de otros, a quienes, además, mostramos nuestra prosperidad al mismo tiempo que les negamos el acceso a ella? ¿Podemos considerarnos demócratas o siquiera decentes tratando a nuestro prójimo con esa crueldad? Quizá convenga recordar que nuestro lugar de nacimiento no es mérito nuestro sino una circunstancia totalmente aleatoria, una casualidad que condicionará nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestra forma de entender la existencia, nuestro acceso o no a todos los bienes imaginables, en definitiva, quienes seremos… pero que podría haber sido otra muy diferente. Partiendo de aquí, es fácil sentirse identificado en alguna medida con todos los lugares de mundo, todas las personas que los pueblan y las costumbres de cada una de ellas, que son importantes precisamente por ser diferentes y representar distintas maneras de interpretar la realidad. El contacto con hábitos variados nos enriquece y nos enseña a relativizar, a respetar lo ajeno y a entender que verdades absolutas hay muy pocas, apenas aquellas que se refieren a la supervivencia y a la dignidad. Desde el amor a lo propio es fácil amar lo ajeno. Apreciar solo lo que consideramos nuestro sería como querernos solo a nosotros mismos, cuando el auténtico amor va siempre dirigido al otro, al que está más allá de nuestra piel.

Ha viajado mucho y vivido en diversos lugares, actualmente reside en Lisboa, ¿allí echará raíces?  ¿Es su lugar ideal?

Tengo la fortuna de vivir por temporadas en Madrid, en una aldea de Portugal llamada Santa Catarina y en Vallehermoso, en La Gomera. En estos próximos tiempos estaré menos en Madrid, aunque lo considero mi verdadero hogar pues allí he pasado la mayor parte de mi vida. He nacido en Vilafranca del Penedés, en Barcelona, de modo que soy catalana y me gusta serlo, pero tengo raíces familiares en Teruel y en Almería. Vivo en Portugal porque es el país de mi compañero y porque me siento feliz aquí. Pero el lugar de mi elección, el que en este momento de mi vida siento más mío es Vallehermoso, en La Gomera, algo así como mi paraíso particular. Y, sin embargo, siento que podría estar a gusto en casi cualquier parte del mundo (exceptuando los lugares muy duros, claro, no soy tan valiente) porque todos los sitios que he visitado me han parecido interesantes. El mundo es grande y hermoso.

Junto a grandes amigos y colegas en el acto de presentación
su libro en Valencia 
Se define como una lectora compulsiva y escritora lenta, ¿de qué manera organiza sus dos grandes pasiones? 

Empecé a leer a los cuatro años y nunca he dejado de hacerlo. Les debo a los libros innumerables momentos de felicidad y, seguramente, ser como soy, para bien y para mal. Me atrevería a decir que soy casi un producto literario, porque de los libros he extraído la mayor parte de las cosas que he necesitado para enfrentarme a las circunstancias de mi vida. Actualmente tengo tiempo para leer y para escribir pero, en otros tiempos, cuando no lo he tenido, siempre he antepuesto la lectura a la escritura, tal vez porque sin ella me era imposible escribir después.

Una de sus amigas, la escritora Mila Villanueva, dijo de usted que es amante de la tertulia, que le encanta polemizar, que posee una gran memoria y que su sentido del humor es admirable. ¿Está de acuerdo con todo?

Mila fue muy generosa cuando dijo todo eso de mí. Es el problema de los amigos, que se fijan más en tus virtudes que en tus defectos. Bueno, no es un problema, es una suerte. Lo de que me encanta polemizar es cierto, soy una gran “discutidora” y tiendo a defender mis opiniones con pasión, a veces con demasiada, lo confieso. El sentido del humor lo aplico a mi vida sin ningún esfuerzo –a veces es la única manera de soportar ciertas cosas–pero no tengo la menor habilidad para incluirlo en mi escritura, y bien que me gustaría pero me siento dotada para ello. En cuanto a la memoria, he de reconocer que, en mi caso, es selectiva: solo me sirve para recordar cosas relacionadas con la literatura, el cine, los lugares que conozco, los amigos…En fin, las cosas que de verdad me interesan. Para otras, soy un desastre.

También agregó que es feminista, agnóstica y republicana...
 
Con la autora de la nota
Le faltó añadir marxista. Sí, soy todo eso y me siento orgullosa de serlo. No creo que sea mejor que ser justamente todo lo contrario pero me ha costado mucho trabajo construirme a mí misma de esta manera –porque no fui educada para nada de ello– y me gusta que, de algún modo, mi pensamiento se refleje en mis libros. Cuando escribo intento describir tanto mi posición como las demás que conozco pero, como es evidente, al final lo que prima es mi visión del mundo, mi interpretación de la realidad, basada en mi ideología. Y empleo esta palabra con la intención de reivindicarla. Creo que todos tenemos una ideología –unas ideas en función de las cuales actuamos–y que, quienes afirman no tenerla es porque han aceptado, tal vez sin darse cuenta, que lo ideológico es lo contrario al orden natural de las cosas y que ese orden es el del poder. No conozco a nadie que no tenga ideas y que, de uno u otro modo, incluso con las contradicciones inherentes a la naturaleza humana, no intente vivir de acuerdo con ellas. A menudo, lo difícil, en nuestro mundo y con la capacidad de alienación del sistema, es saber cuáles son verdaderamente las nuestras. La literatura debiera ser una herramienta para ayudar a saberlo, precisamente facilitando elementos de reflexión. No creo que sea importante estar de acuerdo con lo que se dice en un libro pero sí pensar en lo que expresa, para aceptarlo o negarlo.

¿Qué es lo último que piensa cuando se acuesta? Y al levantarse, ¿en quién o en qué posa primero sus pensamientos? 

La verdad es que suelo acostarme muy tarde y cansada, de modo que no pienso mucho antes de caer dormida, ya que suelo dormirme apenas he apoyado la cabeza en la almohada. Cuando me despierto suelo pensar en cómo estarán mis hijos (uno vive en Inglaterra y otro en Tailandia). Luego, depende: si estoy en Vallehermoso, subo a la terraza para disfrutar del magnífico paisaje que me rodea, y si estoy en Santa Catarina, calculo la cantidad de trabajo que tengo en el terrenito que rodea la casa para que algún día esté a mi gusto. En Madrid acostumbro a poner la radio o la televisión y enterarme de cómo va el mundo antes de empezar la jornada. En lo que estoy escribiendo suelo pensar el resto del día, mientras hago otras cosas y hasta que llega la noche y comienzo a trabajar.
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10 comentarios:

  1. Escribir sobre la gente común, la que de otra manera no tendría voz o memoria me merece admiración y respeto. Enhorabuena a Monserrat Cano y felicitarte por esta entrevista finianual, que pronto te podamos leer más y disfrutar como hasta ahora, Elga. Felices fiestas.

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  2. Me interesa esta autora, además veo que ha publicado con Cuadernos del Laberinto, una editorial con la que ahora estoy bastante vinculado a través de Silvia. Gracias Elga por acercarnos caracteres tan enriquecedores.
    Un beso,
    Ricardo

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  3. Monteserrat Cano es una de las mejores escritoras del panorama literario actual. Capaz de escribir bien en cualquier género, como ha demostrado con sus diferentes publicaciones, debería estar entre las más señaladas figuras literarias de nuestro país. Su obra y su capacidad literaria son excepcionales. Hay un solo punto en toda la entrevista en el que discrepo con ella - y ella sabe cual es, aunque, últimamente, estamos más cerca, incluso en este punto - pero toda la entrevista es una demostración de conocimiento y cultura. Eso, la cultura, es lo que la diferencia de otros escritores que son meros productos de marketing. Mi enhorabuena por su trabajo, por su modo de enfocar el oficio de escribir y por su modo de ser, tan necesario para empujar esta nave a la cual le cuesta mucho navegar hacia un mundo mejor y más solidario. Como decía Manuel Piña: "Si no hay viento, habrá que remar". Y ella lleva remando muchos años tanto en el terreno literario como en el personal. Es mi amiga hace tiempo... y yo solo puedo ser amigo de personas que merecen la pena como seres humanos. Curiosamente, casi todas escriben o son artistas. Y es que, en la vida, los leones van con los leones y las gacelas con las gacelas. A mí, además, no me gustan mucho los bichos. Sobre todo los que mandan e imponen sus normas de insectos a los que intentamos poner en la vida inteligencia y corazón. Desgraciadamente últimamente - y como se ve en la novela el tema no es privativo de ahora - las normas las imponen los escarabajos. Hay que ver qué poca conciencia humana tenemos - cuánta ignorancia y cuánto miedo - para que esto sea así. En fin, nos están derrotando en este final y comienzo de siglo en toda la línea... pero espero que no nos aniquilen, ni nos rindamos. Y, cuando desaparezcamos, como desaparecieron tantos que pusieron el alma en la mejora de la Humanidad, la llama se mantenga viva. Esa llama es la esperanza en la libertad y el verdadero progreso, fuera del oscurantismo. Prometeo la quiso robar y fue castigado. Pero no siempre van a tenerla los detentadores del poder más miserable, el económico - y sus cómplices políticos - el que no respeta al individuo, el que aplasta cualquier conato de convertir la vida en un paraje libre del dolor y la injusticia. Parte de culpa la tiene la naturaleza - poco propicia a acuerdos - pero otra parte la tiene la ambición y la falta de escrúpulos de tantos que no conocen más objetivo que mantener su estatus y aumentar su patrimonio hasta el lujo aunque otros se arrastren en la enfermedad, el hambre y la miseria.

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  4. Jesús de la Fuente5 de enero de 2014, 12:03

    Excelente entrevista. Sabe sacar reflexiones muy, muy interesantes a una autora de la que me siento orgulloso ser amigo desde hace montones de años, pero que cada vez que estoy con ella, la leo o la escucho aprendo infinidad de cosas nuevas. Ojalá pudiera decir eso de todos los seres humanos que me rodean.

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  5. Muchas gracias, Jesús de la Fuente. Saludos.

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  6. Interesantes reflexiones, Emilio Porta. Saludos.

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  7. Gracias por estar siempre ahí, Ginés Vera. Un abrazo.

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  8. Muy buena entrevista a una escritora de raza y genio como Montse Cano de quien me siento orgulloso y agradecido por haberme hecho el honor de presentar su libro "La Gomera y el arrebato" en San Sebastián, Gomera. Contesta con el coraz´´on , con "arrebato". Un saludo silbado que llegue de Vallehermoso a Santa Catarina, esperando que estos moriscos apalabrados lleguen a esta isla,

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  9. Muchas gracias, Hautakuperche. Saludos.

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