Cuando
no estaba cerca de su nieta hablaba con ella en su mente en la vigilia e
incluso en sueños para no perder tiempo. Era una forma de estar conectada a su
pequeña Sofía a la distancia, para no dejar de sentirla y seguir escuchando su
voz, pues no quería perderse ningún
momento de esa infancia que se va en un abrir y cerrar de ojos. Esas charlas
reales, junto a su pequeña en Miami, y las
que ella imaginaba en su casa de España,
la escritora Gilma Arévalo escribió un
libro de relatos titulado Hablando con
Sofía, un testimonio de su amor de abuela que vence distancias.
Ahora vives a caballo entre Barcelona
y Miami, porque necesitas el contacto de Sofía, tu nieta. Te resulta imposible
estar mucho tiempo lejos de ella. Justamente de ese ‘echar de menos’ nace tu nuevo libro, donde abandonas por un
instante la poesía para adentrarte en la narrativa. Complicado tener el corazón
repartido, ¿no es así, Gilma?
Quien
goza del privilegio de tener nietos, sabe lo que ellos llegan a significar para
sus abuelos. La vida, generosamente, me ha brindado dos preciosas nietas, que
aún son niñas. La pequeña aún no lee, pero la mayor sí, tanto en inglés como en
español y es una niña cuya madurez está por encima de la edad que tiene. Es cierto, este
libro surge de la añoranza, de ese sabor
agridulce -a veces más agrio que dulce- que puede llegar a tener la distancia; nace de la necesidad insoslayable de compartir con
ellas el tiempo, de disfrutar de esa niñez que pronto pasa y cuando ha marchado
tan solo queda en la memoria de quienes pudieron compartirla. Es verdad, la distancia a veces puede ser una cruel
hoguera calcinando los sueños.
En Miami, junto a su esposo Fernando y Sofía, la niña que inspiró su libro. |
Entiendo que al lado de Sofía se
acrecentó tu creatividad y haciendo acopio de historias que escuchaste de niña,
elaboraste otras para contarle a tu nieta, sin embargo lo que más cultivaste es
el diálogo con ella. Refieres que la niña es un alma vieja debido a su
sabiduría y te ha dejado más de una vez sumida en la perplejidad.
Sofía
es un alma vieja. Con ella puedo hablar casi de todo, y es que es una niña
quiere saberlo todo. Con Sofía puedo hablar de muchas cosas que no lo haría con
otra pequeña de su edad. Hace muchas preguntas y escucha las respuestas con verdadera
atención. Alternando con ella y con la más chiquita, surge el deseo de escribir
cuentos para niños. No sería nuevo para mí esta forma de escribir, pues ya tenía
terminado un libro en narrativa: “Entre ondinas y violines”, inédito aún; así
es como comienzo en diciembre del año pasado a crear cuentos infantiles que serán publicados cuando les llegue su oportunidad. Estos
cuentos varían abismalmente de los que escuché en mi niñez. Yo nací y crecí en
Morales, para entonces, pequeño pueblo de la provincia de San Martín (Selva Alta
o Rupa rupa) donde poquita cosa pasaba. No había entonces ni agua corriente ni
luz eléctrica. Los cuentos que escuché hasta que tuve seis años, hablaban de fantasmas:
Yaana-pumas (tigres del demonio), Yacu-runas (hombres del río), runa mulas
(mujer que es convertida en mula para expiar culpas), Chullachaqui (duende o
diablillo de la selva). Historias que, por cierto, no me atrevería a contar a mis
nietas y a ningún otro niño; pero, cada noche, ellas esperaban que les contara
un cuento antes de dormir y así es como me veo impulsada a usar la fantasía para
crear relatos infantiles.
Durante la presentación de su primera obra en Manresa (Cataluña) |
¿En qué momento decidiste escribir Hablando con Sofía? ¿Pensaste cada una
de las historias o fueron brotando espontáneamente?
Comencé
a escribir inmediatamente después del nacimiento de la más pequeña, hace cinco
años, acontecimiento que tuve la dicha de presenciar. Fue poco el tiempo que
compartimos entonces y partir no fue fácil.
Hablando con Sofía nace del lacerante dolor de la distancia. Sí, surge de los largos silencios, de los
muchísimos encuentros imaginarios que tuve con ella y su hermanita, reuniones
en las que juntas, cuidábamos de la más pequeña que comenzaba a crecer o
envueltas en largas pláticas, hacíamos un recorrido por los senderos que anduve
yo de niña, mientras le relataba mis experiencias infantiles. Hablando con Sofía es un intento
desesperado de aplacar los sollozos del alma, ante la dura ausencia de esos dos seres que son la
prolongación de mi existencia y ocupan un precioso lugar en mi vida y mis
afectos. Cada una de las historias son la consecuencia de espacios de
reflexión, que he querido compartir con ella y con cuanta persona pueda tener
acceso a este libro
Encontramos por doquier poesía en tu
narrativa tanto como emociones al contacto con la naturaleza y el paisaje del
cielo y sus habitantes, ¿evocaste tu selva para buscar inspiración?
Mi
selva camina conmigo, ella está impresa en mi ADN, nutre mis sentidos, me aprisiona con dulzura. Mi selva
es fuente inagotable de poesía, esta
fluye a borbotones de entre sus estrechos y sinuosos senderos, de cada semillita
que alegre se abre paso en el surco y se entrega a la vida, del seductor sonido
del viento acariciando sutil el frondoso follaje, de sus amaneceres serenamente
cálidos, de sus aquietados y lánguidos ocasos teñidos de melancolía, del silencio abrasador de las altas montañas que
diligentes vigilan todos los rincones. Yo, solo me entrego y percibo encantada
sus voces, sus gestos, sus miradas, sus a veces imperceptibles señales.
Uno de lo tantos recitales que participa. |
¿Sofía ya ha visto el libro? ¿Qué te ha dicho?
No,
no lo ha visto todavía. Sabe que este libro lleva su nombre y eso le produce
una profunda emoción. Ella espera ansiosa a tenerlo entre sus manos.
Debo decirte que Hablando con Sofía no es un libro infantil, al menos no a imitación
de los que estamos acostumbrados, ¿lo concebiste así o escapó de tus manos?
No,
no lo es. No tuvo nunca la intención de serlo. Está escrito en lenguaje
sencillo, hecho a la medida de Sofía. Está escrito para ella. Sé que cuando su
hermanita vaya creciendo, compartirá la lectura de los cortos relatos
contenidos en el mismo y le explicará el mensaje. No es un libro de cuentos. Es
un libro que, en sus pequeños relatos, nos conduce sutilmente a las mansiones
donde moran eufóricos, la gratitud, la armonía, la solidaridad, la autoestima, la
humildad, el amor a la humanidad y a nosotros mismos. Sí, es un libro que entretejiendo
una historia corta, se viste de valores e invita a la reflexión.
En esta publicación vemos la
participación de Fernando, tu esposo, en las ilustraciones. Ignorábamos que era
artista. ¿Lo animaste a involucrarse en el proyecto o fue iniciativa suya?
Él
siempre me dijo que en su juventud disfrutaba mucho dibujando. Recuerdo que en
múltiples oportunidades traté de animarle a retomar su afición; con muy poco
éxito, claro. Menuda fue mi alegría cuando estando fuera, me dijera un día: “He
comprado una mesa de dibujo y he decidido hacer yo las ilustraciones de tu
libro”. Inicialmente pensé que era una
de sus tantas bromas, pues tiene espíritu jocoso; fue entonces que me mostró la
mesa y ya había adquirido los materiales precisos para ponerse a trabajar. Celebro
que haya decidido reencontrarse con esta afición suya y cultivarla. Confieso
que me ha sorprendido gratamente ver la facilidad con que sus manos plasman las
imágenes y por supuesto, es gratificante trabajar juntos en pos de un mismo
objetivo.
El escritor peruano Jorge Varas presentó su libro en Barcelona |
Hablando
con Sofía a lo largo
de la vida de tu nieta tendrá varias lecturas, descubrirá nuevas cosas cada vez
que lo abra, ¿con qué lecciones te gustaría que se quedara de joven y de mayor?
Un
corazón agradecido es un corazón pleno de amor humilde. Me gustaría verla
ataviada de humildad, también me la imagino plena de autoestima, cálida, dulce.
¿De qué modo viviste la gestación de Hablando con Sofía respecto a tu primer
libro A la luz de la luna, aparte de que se trataba de poesía y que se publicó en
Perú?
Fue una experiencia interesante. No era la
primera vez que escribía en narrativa, como ya mencioné antes, pues además de Entre ondinas y violines también había escrito ya una crónica, inéditos
ambos; pero Hablando con Sofía es un
contenido diferente. Escribir desde la melancolía, desde la añoranza, a veces
desde el dolor y no plasmar esos sentimientos y, más bien dotar el contenido de
un sentido constructivo, gratificante, ataviarlo de luz, de ternura, ha sido realmente
un magnífico reto. Considero que la humanidad se merece lo mejor de nosotros
mismos, en especial de nuestra niñez.
¿Por qué está vez decidiste publicar
con tu nombre completo?
A
decir verdad, es ahora cuando tomo conciencia de haber usado mi nombre
completo, normalmente abrevio mi segundo nombre, tal vez porque se me hace largo cuando está
completo.
Su esposo Fernando ilustró Hablando con Sofía |
Te has organizado de tal manera para
que no falte tu amor y dedicación en ningún lado, y en medio de todo, también
tienes que hacerle hueco a tu labor literaria.
En estás idas y venidas
constantes, ¿cuándo tocaba escribir? ¿Qué espacios y horas están dedicados a tu
escritura?
Intento
no perder el contacto con nadie y de manera especial con mi familia y mis seres
queridos que pueden ser también mis amigos más cercanos. Busco además, que este contacto sea siempre
desde el amor y, aunque mi familia es numerosa, hay tiempo suficiente para
todo. Respecto a los horarios, no tengo ni he tenido nunca un horario fijo para
escribir. Tengo sí, espacios que los utilizo plenamente. Son aquellos que yo
llamo “mis espacios en solitario”, de los cuales disfruto a plenitud, claro. En
Estados Unidos, por ejemplo, tengo toda la mañana, mientras las niñas están en
el colegio y por las noches, pero también puedo escribir mientras vamos en el
coche, momento en que ellas ven vídeos infantiles. Aquí en casa, pueden fluir
ideas mientras voy organizando la casa y Fernando está en el trabajo, o cuando
vamos en moto (yo de paquete, claro), cuando voy a la frutería o salgo a
caminar. En estos momentos es cuando el blog de notas del móvil desarrolla su
función. En buena cuenta, para mí, cualquier momento puede ser bueno para
escribir. A veces de los espacios más
insólitos puede brotar un buen tema y surgir una poesía o una historia.
La escritora peruana le da mucha importancia a sus raíces |
Sé que para ti es muy importante la
familia, mantienes comunicación permanente con tu familia residente en la selva
peruana y consideras que tus descendientes deben saber de sus orígenes y
preservar la historia de sus ancestros. Esta es sin duda tarea de los abuelos,
si los hay, ¿estoy en lo cierto?
Sí,
la familia es muy importante para mí.
Desde siempre hice mi mejor esfuerzo para mantener comunicación con cada
uno de los que conforman la mía. Por fortuna y gracias a la tecnología, en
estos tiempos ya no existe ninguna justificación para no contactar con los
nuestros, por muy grande que sea la distancia que nos separa. La familia
representa nuestras raíces y es importante conocerlas. Efectivamente, los
abuelos llevan consigo la valiosa información de las experiencias vividas que
nos pueden aportar grandes enseñanzas. Ellos
pueden brindarnos la sabiduría que se logra andando el camino. Por medio de sus
narraciones, podemos volver al tiempo en que ellos crecían y hacernos un mapa
mental de lo que pudo haber sido su niñez, su adolescencia, su juventud y de
paso saber de nuestros antepasados.
Al respecto, tengo noticias de que
pasaste años buscando tus raíces, ¿qué
te condujo a efectuar tan amplia investigación e invertir tanto tiempo en ella?
¿Qué es lo que querías saber exactamente?
¿Hasta dónde llegó tu investigación?
Cuenta que le ha dedicado tiempo sobre sus antepasados de apellido Bartra |
Así
es, he trabajado el árbol genealógico de mi familia Bartra y no está concluido,
aún hay mucho por hacer. He logrado escribir hasta seis generaciones anteriores
a la mía. En San Martín, somos muchos y tengo mucha familia dispersa por el
mundo. Es verdad que muchas veces no tenemos
una idea clara de cómo es que somos parientes y yo quería saberlo. Es una de
las razones que me empujaron a realizar
esta búsqueda; la otra es el vacío afectivo latente en mí por la falta de los
abuelos maternos. Mi abuelita murió cuando mi madre era niña aún, ella y sus
hermanos crecieron con mi tía abuela. Mi
abuelito se casó y se trasladó a vivir a Lima. Yo solo he visto fotos de él y
me habría gustado tener tiempo para conversar, que me sentara en sus rodillas y
me contara sobre su niñez, que me hablara de los juegos infantiles que en su
tiempo se jugaba, que me dijera cómo lucía el pueblo entonces. Me habría
gustado saber cuáles eran sus sueños para cuando fuese mayor y muchas cosas
más.
Egresas del colegio de monjas de Tarapoto
(San Martín, Perú) no solo culminando satisfactoriamente tu educación secundaria
sino también con el grado de Contador mercantil a los 16 años, fue por esa
época que también comenzaste a dar a conocer tu vocación literaria, ¿recuerdas
tus primeros escritos? ¿Hubo alguien que alentó esa labor creativa?
La mitad de sus afectos se halla en Cataluña |
Ese
fue un momento muy importante para mí. Terminada la secundaria, me trasladé a Lima
para continuar estudiando. Allí viviría
con una de mis hermanas mayores que ya
tenía familia. Bajo su tutela - pues yo seguía siendo menor- es cuando puedo
dar rienda suelta al deseo incontenible de escribir. Recuerdo que al comienzo
pensaba llevar un diario y acabé escribiendo poesía. Gracias a ella, a su buen
carácter, a su apertura mental, es que pude finalmente zambullirme en la poesía
hasta convertirse esta en mi compañera de ruta. Mi hermana, de manera tácita es
quien me alienta a seguir escribiendo.
Mis primeras poesías hablan de amores y desamores y también de
añoranzas, sí, añoranza de la madre, de ese ser maravilloso que me enseñaría a
andar por los estrechos y polvorientos caminos de mi selva, de ese ser que dio
lo mejor de sí misma para llenar de alegría nuestras vidas; añoranza también
del extenso huerto familiar pleno de árboles frutales en el que pasaba buena
parte de mi tiempo libre; de las cristalinas aguas del entonces precioso río
Cumbaza, pasando siempre jocoso frente a nuestra morada, añoranza de mi gente y
su peculiar forma de ser.
Tus primeros poemas aparecieron en la
revista Amazonía (Loreto, Iquitos-Perú), ¿cómo viviste esta experiencia?
Piensa que ha escrito un obra que sus nietas leerán siempre |
Para
mí, escribir siempre fue una necesidad. Cuando comencé a hacerlo, no se me
ocurrió pensar en compartirlo con nadie, ni editarlo. Cuando se publicaron en
la revista Amazonía, trabajaba en Iquitos Había conocido a Ricardo (Ricardo
Virhuez, editor peruano), quien se preparaba para publicar un poemario, él me
introdujo en su grupo de amigos amantes del arte literario y con ellos, asistí
algunas veces a las citas en la plaza principal donde algunos recitaban,
mientras una guitarra nos deleitaba con sus
melodías. Un día Ricardo me dijo que quería leer mis poesías y se las pasé.
Tiempo después me trajo una revista y me instó a revisarla. Grande y
gratificante fue mi sorpresa cuando vi que una de mis poesías estaba publicada
junto al de otros poetas. Me pareció increíble y lo disfruté, como es lógico.
En Lima estudiaste Secretariado Ejecutivo
Bilingüe, desempeñándote luego como Asistente de Gerencia. Ya dominabas por ese
entonces el inglés y a este le sumas ahora el catalán, ¿nos darás pronto una
sorpresa publicando en dicha lengua?
Al
mudarme a Cataluña he incorporado el catalán a mi vida diaria y aunque es
verdad que puedo pasarme el día interactuando con un interlocutor catalán y yo
respondiendo en castellano, leo, hablo y escribo esta lengua y está entre mis
planes publicar a futuro tanto en catalán como en inglés.
El nacimiento de un río que le recordó a su amado Cumbaza |
Por estos días asimismo estás empeñada
en aprender el quechua, idioma de tus antepasados, ¿era algo que le debías a tu
gente?
Siento
un particular interés por aprender otros idiomas y se me da bien hacerlo,
partiendo de este hecho, creo que si puedo aprender una lengua extranjera, ¿por
qué no aprender también la de mis antepasados? El quechua o Runa simi (boca del
hombre) que es una de las lenguas oficiales de Perú, ha ejercido una fuerte
influencia en nuestros escritores indigenistas como José María Arguedas y el
mismo César Vallejo y es usado por más de doce millones de personas en América
del Sur. Por lo demás, al haber nacido y
crecido en la selva peruana, en mi hablar diario he usado muchas veces voces
aborígenes, algunas de ellas quechuas y lo descubro ahora mientras voy
aprendiendo esta lengua y eso me motiva más a estudiarla.
Ansías nutrirte de luz y alumbrar los espacios oscuros, pero no solo
en tu beneficio sino también para compartirlo con la humanidad, ¿dónde la
encuentras y de qué manera la entregas a los demás?
Luz,
luz es lo que tanta falta nos hace en
nuestro paso por la vida. Luz para ser capaces de levantarnos prestos luego de
una caída; luz para armarnos de paciencia y tolerancia ante aquellos que no
piensan como nosotros, luz para llenarnos del amor humilde que nos haga ver el
mundo como una unidad de la que somos parte. Hay muchas formas de bañarnos de
luz, algunos la encuentran en la religión, otros –los privilegiados- ya pueden
hacer gala de ella desde sus primeros años de vida. Yo he percibido luz en las
miradas, en las palabras, en los gestos, en el actuar de muchos preciosos seres
humanos que encontré en el camino. Finalmente encuentro luz en la metafísica.
Aún tengo mucho trabajo que hacer conmigo misma, sigo siendo una joya en bruto,
pero mi voluntad de pulirme es inquebrantable. Creo que la humanidad se merece
lo mejor de cada uno de nosotros; creo que ya hay demasiado dolor deambulando
en plazas, calles y parajes; creo que todos tenemos un infinito océano de
riqueza espiritual que podemos poner a disposición de los demás; creo también que
cada uno de nosotros en nuestro día a día tenemos muchos medios para volcarla
al mundo. Yo intento que mi poesía lleve mensajes de amor en todas sus formas.
Sé que se puede desde una postura dolorosa, elaborar un mensaje de perdón y entregárselo
al mundo.
Hace poco participó en un homenaje que se le tributó a César Vallejo en París |
Te interesan las lecturas cargadas de
espiritualidad y disfrutas del canto y las manualidades. ¿Puedes darle a estas
dos últimas el rango de actividades meditativas? ¿Qué te aportan de manera
efectiva?
Efectivamente,
mucho de lo que leo tiene un fuerte componente espiritual y, el canto es una de
mis pasiones aunque solo lo haga en casa. Hace mucho tiempo, cuando mi hijo era
pequeño, descubrí que cantando me aislaba del dolor, de las agonías; descubrí
que al cantar me envolvía en un invisible, cálido y mágico manto que me alejaba
de todo pensamiento triste. Cantar para mí fue mejor que tomar un antidepresivo.
Luego se convirtió en una forma de vida
y ahora siempre canto y como es normal, elijo canciones que me hablen de amor
en sus distintas formas.
Por
lo demás, Las manualidades son para mí una forma de salir de la rutina más
bien. Me gusta mucho modificar las cosas. Por decir algo: se me puede ocurrir
quitarle las mangas a una blusa y sustituirlas por mangas tejidas. Para hacer
esto necesito poner atención en el tamaño, la forma, el tono de lo que voy
usar. Por tanto, no es un espacio de relajación para mí, pero sí es un espacio
para crear. Soy una persona muy activa y por fortuna, tengo mucha armonía
interior, más, si un día necesitara relajarme, buscaría el abrazo de la naturaleza.
¿Te gusta relacionarte con la gente y
vibras con la naturaleza? ¿Qué te da el contacto humano que no un campo de
lavanda o un cielo estrellado y viceversa?
Cielos
estrellados he visto tanto en los plenilunios de mi añorada selva, arropada de
ese precioso pueblo que me vio crecer y he disfrutado incansablemente de cada
uno de ellos y se nutrieron mis sentidos y echaron alas mis sueños, bajo la
tibia y resplandeciente luz de las noches de luna que tanto ansío volver a
disfrutar. El contacto con la gente nutre
mis sentidos de otra manera, este es el espacio en que mi mundo interior se
prepara no solo para dar de mí lo mejor que puedo llevar conmigo, sino también para tomar lo bueno que
encuentro en mi interlocutor. Es el momento en que mis sentidos están
totalmente despiertos, ávidos de experiencias nuevas; es el tiempo de
observación también de la conducta humana que tanto me llama la atención. La naturaleza
y la humanidad tienen su particular
encanto. Hay tanta belleza, magia y misterio en ambas, que no es posible sustraerse a esta realidad y
pasar pretendiendo ignorarla. No he
tenido hasta hoy el privilegio de disfrutar del penetrante aroma de un campo de
lavanda, pero siendo esta parte de la naturaleza, seguro que ha de ser una
experiencia intensa y fascinante.
Si desean saber más de la autora pueden pinchar aquí: https://www.letrame.com/author-book/gilma-cidith-arevalo-bartra/ |