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domingo, 27 de diciembre de 2020

Miguel Romaguera: «Sin humanidad no hay poesía».

 


Desde muy joven solo quiso ser poeta, esa ilusión le animaba. Por esa razón Miguel Romaguera buscó refugió en sí mismo  y  trabajó en su poesía convencido de que llegaría a convertirse en el poeta que anhelaba ser. Y  lo consiguió.  

Hoy el respetado vate nos sorprende con la publicación de Póetica, un exquisito libro en el que efectúa una  honesta y lúcida reflexión crítica sobre  la esencia de la poesía y las razones de su existencia. En otras palabras, Romaguera intenta responderse (y responder) a las clásicas interrogantes ¿Qué es la poesía y para qué sirve? 

Tu vida fluye sobre el cauce de la poesía, le has dedicado tu tiempo y varios libros, ¿dónde la conociste?  ¿Cómo ha sido tu relación con ella?

Mi primera relación con la poesía se produjo siendo yo muy joven. Por circunstancias que no vienen al caso, mi madre me  incitó  a  la lectura desde niño. Así fue que empecé por familiarizarme con el mundo de los cuentos: Andersen, Grimm. . . Y un poco más  tarde conocí a los dioses y héroes griegos y romanos. Leía mucho  y disfrutaba con pasión de mis lecturas. Durante mi adolescencia ya leía a Platón, Herodoto, Shakespeare, Tolstoi y Balzac entre otros. Pero  con lo que más disfrutaba era con la poesía épica.

Has publicado seis libros de poesía, siendo el primero de ellos Síntesis, que en su tercera edición cambió de título a Semillas, ¿cómo era el poeta de aquel libro?  ¿Qué le animaba a publicar?  ¿Cuál fue la razón que te condujo a escoger otro nombre para tu obra?

Síntesis, su brillante opera prima
Mi primer libro, Síntesis, ha tenido muchas variaciones a lo largo de los años. Lleva dos ediciones y otra online, esta última con el título de Semillas (Síntesis). La razón por la que esta última lleva ese título es la siguiente: soy un buen lector de la poesía de Juan Ramón Jiménez y un día, leyendo uno de sus libros, me di cuenta de que una de sus partes llevaba como título Síntesis. Ya conocemos la afición del poeta de Moguer por la poesía breve. ¿Qué hacer entonces? En principio, lo más normal parecía cambiar el título pero, más recientemente, he decidido mantener el título original. De hecho, para el próximo año he pensado hacer otra reimpresión ya definitiva de ese libro que muchos, sobre todo los más jóvenes, no conocen, un libro que fue publicado por primera vez en 1977. Y lo que animó a publicarlo fue que la editorial me lo pidió porque querían un poeta joven y yo asentí.

El jardín de ida, tu tercer poemario, obtiene el Premio Ciudad de Valencia en 1984, ¿qué recuerdos tienes de ese logro? ¿Cuáles crees que son las ventajas y desventajas de un galardón literario?  En tu caso particular, ¿resultó un aliciente para tu creatividad o no registraste ninguna diferencia?

El Jardín de Ida fue Premio Ciudad de Valencia en 1984. Supuso una inflexión en mi poética y aprendí mucho de la poesía durante la escritura de esa obra. Prácticamente, es casi el único premio al que me he presentado. Además, tardé mucho hasta volver a publicar otro libro ya que me costó mucha reflexión y lecturas escribir otro libro que no desmereciera a ese. Los galardones literarios no hacen al poeta, pero sirven quizá para encauzarlo en su camino con más ilusión.

También publicaste Tierra y  cielo, un libro de reflexiones, ¿qué te motivó a escribirlo?  ¿Eres un tanto filósofo a la hora de observar la vida y sus eventos?  ¿Lo es también el poeta en cierto modo?

Este libro, más quizá que otros, busca indagar en la poesía  como método de conocimiento. Sí, me encanta la filosofía, sobre todo  la clásica, también la moderna. Claro, sobre todo en la filosofía clásica universal hay excelentes muestras de poemas filosóficos de gran envergadura y me siento influido por ellos como pensador y como poeta. Por otra parte, pero vinculado a la pregunta, escribí Tierra y cielo, hace ya muchos años, un conjunto de poemas proyectados a veces hacia una expresión orientalizante. No existe, en realidad, libro como  tal. Todos esos poemas  han ido a completar otros poemarios.

Declaras que tu obra poética se halla gobernada por el verso libre, sin embargo, El amor es su nombre,  es una rara avis  en tu bibliografía, ¿por qué decides escribirla de otra manera? ¿El tema, quizá, lo exigía?

La obra que se alzó con el Premio
Ciudad de Valencia 1984

Ciertamente es un libro atípico en mi trayectoria literaria. Repentinamente, escribí unos cuantos sonetos, inspirados tal vez por el tema. El resto de poemas me costaron mucho de escribir. Y, claro, yo no soy escritor de sonetos pero, paulatinamente, a lo largo del tiempo, uno de ellos hoy, otro al cabo de tres o cuatro meses, fui trabajando hasta que se completó el ciclo. Añadiría que, entretanto, estuve ocupado en la elaboración  de otros escritos.

En el libro Tan ignoto como relampagueante te expresas en prosa poética para dar a conocer tu cosmovisión y tu búsqueda de un lenguaje más expresivo,  ¿de qué está hecho ese tu mundo y cómo lo compatibilizas con el denominado real?  ¿Has conseguido ser más expresivo en tu lenguaje o continúas en su búsqueda?

Este libro también es un poco atípico en mi obra. Sus prosas, que no relatos, pero, aun teniendo componente poético, aunque no tanto comparado con otras prosas poéticas mías, me han servido para intentar desarrollar una escritura distante de mi poesía que, frecuentemente, es muy lírica. De modo que quién sabe si algún día, a partir de prosas como estas, me sentiré llevado a una visión de la realidad cuya cosmovisión sea más amplia que la de la armonía poética y síntesis de la poesía. Eso me haría feliz y me completaría como escritor. Lo real y lo irreal son elementos que tienen una función en  el pensamiento filosófico muy importante desde tiempos antiguos. La especulación sobre estos elementos es el punto de partida de muchos modos de pensamiento. Yo sigo en la búsqueda de la verdad.

Has efectuado un largo recorrido como poeta, ¿has sido siempre consciente de tus etapas y hasta dónde has querido llegar? 

He sido consciente de mis etapas casi a posteriori, es decir, después de un cierto tiempo, cuando he reflexionado sobre ello y de mi intento de hacer una obra que, como un divertimento para mí, fuera lo más fascinante posible, desde el punto de vista de mis distintas fases como ser humano. En cuanto a dónde he querido llegar, debo decir que no tengo demasiadas ambiciones. Mi ilusión, desde muy joven, ha sido la de ser un poeta simplemente, cultivar mi espíritu, vivir la poesía. Y armonizarme con ella. Las cuestiones relativas al éxito literario han sido secundarias para mí, aunque me siento feliz cuando otras personas sienten o piensan que estoy materializando bien mi sueño de ser poeta,  es decir, sentir la vida poéticamente.

Desde el inicio hasta ahora, ¿cuánto cambiaste como poeta y en tu poesía?  ¿Eres el poeta que quisiste ser?

Sí, soy el poeta que he querido ser. En cuanto a mis cambiantes etapas he de decir que no soy una mente que se influye a sí misma. He decidido, antes de seguir una línea uniforme temática y retóricamente, modificar mi visión de la realidad y ofrecer modos de acercamiento a mi literatura que mostrara, desde distintos puntos de vista, mi realidad y completara, a través de otras facetas, mi escritura.

También ejerciste la crítica literaria, ¿solías ser muy exigente con el material que te llegaba o, quizá, preferías buscarle el lado amable, aunque no te gustara?

El poeta no le da mucha importancia
a los premios literarios

Sí, me gusta mucho la crítica literaria pero es, sobre todo, desde hace unos cuantos años, cuando más interés me está suscitando. Tengo escribiendo al menos dos libros críticos, pero seguramente me llevará algún tiempo hasta que pueda completarlos. Entretanto, escribí ya hace años Claros de luz, un poemario muy lírico donde el objetivo era la búsqueda de la belleza en sí misma a través de lo puramente estético en el sentido de la sensibilidad. Imágenes, sugestivas metáforas, predominio del color y, por lo dicho, sujeto en muchas cosas a la poética imaginista. Por otra parte, he decir que he tenido que leer mucho hasta decidir cuáles eran los materiales más afines a mí.

Acabas de publicar Poética, una joya de obra que consiste en un análisis minucioso y exquisito  y,  al mismo tiempo, una  honesta y lúcida reflexión crítica sobre el ser de la poesía. Sin duda, la poesía te seduce no solo como creador sino como un insaciable investigador de  sus orígenes, desarrollo  y manifestaciones, ¿qué demandas internas has satisfecho escribiendo este libro? ¿Cuál fue el compromiso asumido de tu parte?

Podría llevar el título  de ¿Qué  es la poesía y para  qué sirve? Para mí esa pregunta que tanta gente se cuestiona, he querido, al modo  culto, responderla desde el ámbito de mis lecturas de crítica literaria y teoría de la literatura, favoritas, quizá un poco alejadas de la poética materialista.

Hay gran cantidad de poetas jóvenes que comparten sus escritos en las redes sociales y se abren encendidos debates en cuanto a la calidad de sus obras, ¿tienes alguna postura al respecto?

Confiesa ser el poeta en que quería
convertirse

Intento estar al día de lo que se hace, sobre todo en Valencia (España). Es natural querer saber lo más posible en lo relativo a la poesía más joven. Creo que hay mucha diversidad y que las polémicas que se suscitan en las redes sociales son muy interesantes. En cualquier caso, yo sigo las últimas producciones leyéndolos en formato de libro físico. Y me parece que hay elementos muy valiosos en unos poetas que, como siempre ha sido, van a la búsqueda de la novedad y, a veces, de la innovación, como hemos hecho todos.

¿En qué momento alguien se convierte en poeta?  ¿Hay requisitos para serlo? 

En realidad, y sin entrar en la cuestión de si el poeta nace o se hace, creo que hay algo inherente al ser humano que le lleva, desde edades muy tempranas, a elegir paulatinamente lo que desea hacer con su vida. Pues, claro, hay una consciencia más adulta y una especie de revelación íntima que te va definiendo. Obviamente, las sucesivas decisiones de los hombres los van condicionando en un sentido o en otro. El poeta no es un hombre superior a los demás, es quizá diferente por su amor al arte que, por otra parte y en mayor o menor medida, es consustancial a todo el mundo. Es el hecho de que en todo hombre o mujer yace una sensibilidad que lo impele hacia lo bello y eso está en todos, del mismo modo que todos participamos de los sentimientos y pensamientos del conjunto de los hombres. Sin humanidad no hay poesía.

¿Miguel Romaguera se desdobla para ser poeta? ¿Lo separas del ser humano?   

Miguel Romaguera, ciertamente, se desdobla al escribir. Creo, aunque no absolutamente, en la inspiración, aunque la disciplina y el trabajo de corrección y composición también son muy importantes. Pero lo básico y esencial es ese momento en el que entras en  una especie de trance o posesión en el que te dejas llevar por una fuerza que te incita a crear. La creación es un proceso difícil de definir pues intervienen en ella muchos factores tanto intelectuales como sensitivos, pero  las  grandes  obras tienen causas misteriosas en el sentido de estar escritas desde enigmáticas fuentes.

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