viernes, 22 de noviembre de 2019
sábado, 26 de octubre de 2019
Presentación de mi poemario 'El ecosistema de las hormigas' en Valencia
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España
jueves, 22 de agosto de 2019
'El ecosistema de las hormigas', mi nuevo poemario
¡Se publicó el pasado 2 de agosto!
Por ahora solo a la venta en la web de Lastura editorial:
viernes, 1 de febrero de 2019
Vicente Barberá: “La poesía para mí es un hobby”
Su nombre está ligado a los
buenos hacedores de la poesía en Valencia, a los que crean lírica clásica y mueven
cielo y tierra en la promoción de este género por doquier. Vicente Barberá
respira y transpira poesía, por esa razón sano o enfermo está mes a mes a la
batuta de Poetas en el Ateneo. Con su mejor sonrisa y dando lo mejor de
sí. Como es su costumbre. Acaba de culminar
su segundo gran empeño junto a Toni Alcolea (Olé libros) en el Ámbito Cultural
del Corte Inglés de Valencia: acercar la poesía japonesa a las masas. Sobre
esta siembra, el tiempo dictaminará.
Eres un hombre de una enorme sensibilidad poética, y no solo lo has
demostrado con tus libros de manera personal, sino difundiendo el trabajo de
otros a través de Poetas en el Ateneo. Tu compromiso es con la poesía misma,
así de claro y directo.
Durante uno de sus actos en el Ateneo Foto by Helena Calvillo |
Se comenta que lo mejor de la poesía valenciana se halla en el Aula de
poesía I del Ateneo Mercantil de Valencia. ¿Cómo se gestó este grupo? ¿Quién tomó la iniciativa?
El Aula I del Ateneo surgió por
iniciativa de Vicente Bosch y la aceptación por el grupo El Limonero de Homero.
El escrito fundacional tiene como data
10 de febrero de 2014. En un principio la coordiné yo y en la actualidad
lo hace Virgilio Fuero. Los miembros de El Limonero de Homero participamos
activamente. Se celebran dos sesiones cada mes y recitales diversos. Funciona
como aula. Vamos todos a aprender dejando fuera nuestros egos. Y es un lugar
magnífico para disfrutar de tan bello arte y mejorar nuestros conocimientos.
Los alumnos hemos de ser socios del Ateneo y su número está limitado en torno a
una veintena.
Hace más de 10 años dictas un curso de felicidad. ¿Es verdad que llegar a serlo requiere entrenamiento y esfuerzo?
¿Cuál es tu experiencia?
Con su compañeros de El Limonero de Homero Fotos y diseño by José Luis Castañer |
Te encanta salir de viaje a conocer mundo. ¿Es verdad que los
tomas como otra forma de terapia para ser feliz?
Siempre me ha gustado viajar,
aunque tú en estas cosas (y en otras) me ganas. Para mí es otro modo de
escaparse de la monotonía de la vida. Permite ampliar conocimientos,
relacionarse con otras culturas y comprender distintos modos de vivir. Es
aprender a convivir y a darse a los demás. Disfrutar de la belleza. Como todas
las cosas que se hacen con ilusión es también una buena terapia para ser feliz.
Considerado el mejor de sus trabajos poéticos |
Pese a todo, tus lectores y críticos manifiestan que tu mejor libro
hasta ahora es Después del amor. ¿Estás de acuerdo?
La verdad es que para mí son
todos los mejores por causas distintas. Este recoge una selección de poemas
escritos desde 2008. En la selección de su contenido han colaborado como
siempre mis amigos de El Limonero de Homero y en este caso Pedro J. de la Peña
que ha escrito el prólogo con mucha generosidad. Particularmente pienso que la
edición a cargo de Olé Libros (Toni Alcolea) es espectacular con una portada
troquelada. Es el número 1 de la colección Nigredo de dicha editorial en la que
van a aparecer poemas inéditos de autores con cierto recorrido y experiencia.
Tú que estás tan comprometido con la poesía, y vives por y para la
poesía, ¿tienes alguna meta u objetivo personal respecto a ella?
Uno de los instantes que más recuerda de su viaje a Japón |
Parece que por fin darás el gusto a tus lectores que quieren leerte en
narrativa. ¿Tu novela ya tiene fecha de publicación?
Cuando aceptó mi entrevista para Momentos |
Posees una visión clara de la vida. No eres una persona de quejas ni
lamentaciones. Contigo todo fluye, ¿no es así?
La vida es un corto periodo de
aprendizaje que tenemos que aprovechar.
Lamentarse no conduce a ningún sitio. Tenemos tiempo limitado para
disfrutar y el sufrimiento inútil no sirve para nada, pero no somos capaces de
percatarnos y seguimos dando vueltas a las cosas como a una peonza borracha.
Tenemos que dar sentido a nuestra vida. No creer en nada no conduce a nada y,
porque tiene mucho valor, la vida no la podemos dejar en manos de nadie, de
cualquier desaprensivo. El deseo de vivir prolonga la vida y hay que ser
optimistas. La confianza en sí mismo, la esperanza y la autoestima son factores
inestimables. Y todos los valores positivos nos ayudarán. Siempre que hablo de
estas cosas me vienen a la memoria las cuatro patas de una mesa budista: amor,
alegría compartida, compasión y ecuanimidad.
Si desean saber más del autor o su obra pueden pinchar los siguientes enlaces: http://vicentebarbera.blogspot.com/ http://pautasparaserfeliz.blogspot.com/ https://www.facebook.com/vicente.barbera https://olelibros.com/featured_item/vicente-barbera-albalat-2/ http://lastura.es/?page_id=2974 |
martes, 1 de enero de 2019
Tomás Valladolid Bueno: “Me apasiona la obra poética que sea clásica”
Tras más de
25 años comprometido con el pensamiento y otros 30 como profesor, el filósofo y
poeta Tomás Valladolid Bueno conserva sus pretensiones primigenias: no aspirar a mayor reconocimiento del recibido por
la obra modesta que dio, pero sí seguir dando lo mejor de sí. Esa fue su máxima desde que
inicio su romance con el conocimiento, la enseñanza y la poesía, de allí que
jamás buscó aliados o grupos que le facilitaran darse a conocer en el mundillo
literario y por ende, a alzarse con algún galardón que inflara su ego. «Yo no
juego, y lo digo en clave deportiva, en las ligas mayores, mi estatus es otro».
Cuando nos dicen que alguien es filósofo o que se dedica a la
filosofía, es imposible no traer a la mente la imagen de alguien absorto en sus
pensamientos, como la escultura de
El Pensador de Rodin
o la clásica foto de Vallejo apoyando su cabeza en su mentón, buscando,
quizá, explicarse el funcionamiento de este mundo y sus habitantes, ¿cómo se
gesta un filósofo o es que simplemente viene equipado para manifestarse y
punto? Cuéntanos sobre esa primera vez con la filosofía.
Vaya por delante este millón de gracias por tu ofrecimiento de
realizar esta entrevista. La culpa la tiene nuestro amigo Vicente
Torres. También deseo enviar un cordial saludo a los lectores que se dan cita
en este sitio de entrevistas. Y ya entrando a la respuesta, te comento que mi
primera vez con la filosofía, como una forma de saber extraño, ocurrió durante
mi temprana adolescencia un año antes de cursarla como asignatura. A un buen
amigo del internado, que estaba un curso por encima del mío, yo solía pedirle
que me dejara su manual de filosofía: hasta en el sobrio diseño editorial,
tenía un aspecto muy diferente a los demás libros de texto. Recuerdo que al
terminar las tareas de mis asignaturas, y en bastantes ocasiones también sin
haberlas acabado, dedicaba parte del tiempo del estudio de la tarde a leer
aquellos temas extraños en los que me sentía a gusto con su complicada forma de
exponer la complejidad del mundo y del ser humano. Desde aquellos anticipos, la
filosofía me ofrecía no solo un recogimiento reflexivo, sino un singular modo
de pararme a cuestionar, de volver a ponerme en marcha con la inquietud de los
interrogantes, de asomarme a la realidad con unos nuevos ojos. Puedo decir que
aquella primera vez sentí un fuerte y extraño vínculo entre la libertad y el
pensamiento.
La filosofía siempre me dio un recogimiento reflexivo |
Sostienes que eres filósofo a tiempo completo, ¿qué pasa por la cabeza
de alguien así? ¿Qué es exactamente un
filósofo? ¿Cómo piensa y actúa en la vida diaria?
En mi caso, llegar a la filosofía
y permanecer en ella como forma de vida riesgosa, no lo catalogué cual modo de
conseguir y sostener un modus vivendi profesional. El ejercicio de la filosofía
supone una actitud determinada que puede verse facilitada por ciertos factores
o circunstancias. Una persona con inquietud o con deseo de saber, que se
formula preguntas o cuestiona sobre las razones de ser, hacer o decir, no cabe
duda que está en una situación más óptima de tener una actitud propia del
pensar filosófico. Este apunta a ver qué hay –si es que lo hay- de
extraordinario o de subordinario en lo ordinario. A ello ayuda, y no poco, el
que otras personas estimulen un espíritu zetético, de indagación. Pero la
filosofía, de una manera u otra, siempre exige plantarse ante el mundo, los
seres humanos y sus instituciones. Y plantarse así: problematizando y poniendo
en crisis la estabilidad y la inercia teórica y práctica de la cultura. Por
eso, la filosofía, tomada no ya en serio, sino en su gravedad, es siempre una
forma arriesgada de pensamiento, una forma de pensamiento herético, iconoclasta
e irreverente. La filosofía lleva indeleble el sello del extrañamiento. Ahora
bien, esto también obliga a la veracidad y a no caer en esa impostura del «como
si» o del «a medias». La disposición filosófica afecta a la 'completud' del
sujeto y de su vida, es lo que quiero decir cuando hablo de a tiempo completo.
Adorno dejó la idea de que un enunciado verdadero es también asunto de una vida
verdadera. En este sentido, la pasión filosófica, el verse afectado por el
pathos de la verdad, el bien, la justicia, la libertad, la felicidad o la
belleza, no es algo que surja de una voluntad en positivo, como dice uno de los
tópicos más ñoños que hoy día anda en circulación: en el ánimo filosófico, el
«volo» no se da nunca sin el «nolo», no hay voluntad de verdad o de justicia o
de libertad si no hay rechazo de lo falso o de lo injusto o de la servidumbre
que se institucionalizan como ideologías, es decir, palabras, conceptos,
categorías, ideas o doctrinas al servicio del dominio de unos sobre otros.
Walter Benjamin escribió sobre el momento destructivo de la filosofía, esa
dimensión de esta que la vuelve peligrosa para las élites o las oligarquías
culturales y políticas.
La filosofía, como incesante
implosión cultural, es sentida como nociva incluso por muchos de los que dicen
amarla y no paran a la hora de pregonar su importancia. Hay mucho cinismo en la
declaración de amor a la filosofía que muchos pregonan: en verdad, la quieren
siempre «ancilla», o sea, sierva del supuesto saber de turno. Si la filosofía
tiene algo que ver con un tipo de «eros», de amor, es antes de nada con un amor
responsable y respondón. Esto ya nos advierte de que el pensar filosófico no es
ajeno a la alteridad. No hay verdadero amor al saber si no hay amor al otro y
un rechazo de la mentira. El yo pensante es más pensante en tanto que la verdad
no se ha desconectado del otro, de su semejante: la búsqueda de la verdad se
realiza a través de un logos compartido y compasivo. Por eso, si me pregunta
por cómo se refleja la filosofía en mi vida diaria o cómo se ha reflejado a lo
largo de mi vida vivida, no tengo más remedio que reconocerme como un filósofo
en grado de tentativa: casi nunca consiguiéndolo; y cuando lo consigues, no lo
haces todo lo bien que quieres o debes. La filosofía pone en cuestión toda mi
biografía y como memoria obliga a mirarme, y mirar hacia fuera, con rigor crítico, lo cual hace
que muchas veces no me gusten en absoluto bastantes de las cosas que veo.
Su primer libro acaba de cumplir 25 años de edición |
¿Desde siempre tuviste claro que te dedicarías a la filosofía? ¿No hubo, tal vez, otras carreras que
despertaran tu interés a la hora de escoger una profesión? ¿Tu familia no intervino para ayudarte en tu
decisión?
Lo de dedicarme a la docencia de
la Filosofía es algo que vino más tarde, pero sí que respondió a una invariable
intención de compartir con otros el incierto conocimiento que a uno le toca en
suerte. A mis dieciséis años me atraía mucho ser profesor de Educación Física.
Mis padres remaban en otra dirección, ellos me aconsejaron estudiar la carrera
de Medicina o de Derecho, según la modalidad de bachillerato por la que optase.
Pero mira por dónde, antes de comenzar el último curso preuniversitario, me
asaltó -creo que no puedo decirlo con otra palabra- la idea de ser sacerdote.
De modo que al terminar los estudios de secundaria, y tras la prueba de acceso
a la Universidad, decidí que eso era lo que intentaría hacer. Casi todos mis
amigos se matricularon en la Facultad de Medicina o en alguna otra de ciencias,
y yo ingresé en el Seminario Diocesano de Jaén, donde recibí formación
teológica durante dos cursos y medio. Luego salí del Seminario para trasladarme
a Granada y continuar los estudios por mi cuenta en la Facultad de Teología de
los jesuitas y realizar a la vez la carrera de Filosofía en la Universidad
pública. Aquellos fueron unos años muy enriquecedores de vida universitaria y
de colaboración social y pastoral en la parroquia de un barrio periférico y
marginal de la ciudad.
Fuiste miembro del grupo de investigación «La Filosofía después del
Holocausto» dirigido por el profesor e investigador Reyes Mate en el Instituto
de Filosofía-CCH/CSIC, ¿a qué se dedicaba con exactitud esta agrupación y cuál
es tu papel dentro de ella?
El creador del grupo, y director
durante muchos años hasta su jubilación, fue
el profesor investigador y filósofo Reyes Mate, a quien tuve la fortuna
de conocer por medio de Esteban Molina, gran amigo ya fallecido y al que hemos
homenajeado recientemente en su ciudad natal de Úbeda. Para ambos solo tengo
agradecidas palabras de inmenso afecto y admiración. La actividad del seminario
de investigación se desarrolló en varias fases a lo largo de un par de décadas,
y su orientación de trabajo entroncaba con la línea del pensamiento crítico. El
impulso básico, inspirador por decirlo así, fue el de pensar nuestro presente
desde lo impensado, o sea, a partir de Auschwitz como el acontecimiento que da
que pensar: la filosofía no dejaba de ser búsqueda de la verdad, pero esta nada
tenía que ver con la tarea de una razón idealista. El seminario tuvo el sello
de una razón anamnética, es decir, de una memoria histórico-crítica que,
informada por las bases de una ética compasiva, abordaba el problema político
de la justicia desde el culpable olvido de la injusticia en que habían
incurrido las principales corrientes de pensamiento en Occidente. Por otro
lado, el seminario siempre se destacó por ampliar la orientación iberoamericana
de su filosofía. Si se privilegiaba una alteridad olvidada para sentar las
bases de un nuevo pensamiento crítico, esto no podía hacerse de espaldas a la
realidad y al pensamiento latinoamericano. En ese contexto, mi función era la
propia de quien es miembro de un grupo de trabajo de investigación filosófica o
social: estudio coordinado de las cuestiones programadas, participación en la
sesiones de exposición y debate internos, así como en los encuentros o
simposios organizados con dicho fin, además de colaborar con la aportación de
trabajos para las publicaciones colectivas que se iban editando. Lo que yo pude
aportar al grupo fue modesto comparado con los trabajos de los miembros más
relevantes del seminario. Mi gratitud a todos ellos y, en especial, a su
director es total.
Su participación en publicaciones colectivas |
Sus libros reflejan su postura sobre la realidad actual de las sociedades |
Tus reflexiones y tareas de investigación figuran en algunos libros
propios o en coautoría, además de en colaboraciones en revistas, ¿en qué
momento te animas a escribir? ¿Qué ideas querías desarrollar? ¿Adónde apuntabas
con tus obras y artículos?
A finales de los años ochenta
decidí ponerme manos a la escritura de un libro, breve en extensión, donde su
forma y su contenido reflejasen cuáles eran mis preocupaciones filosóficas y
los problemas que en mi opinión tenían mayor relevancia. El título de ese texto
creo que era bastante elocuente como indicador de apertura y búsqueda:
«Historias de la otra razón». Acaban de cumplirse veinticinco años de su
edición. La conciencia de aquella liminar escritura era la conciencia de un
logos lacerado, amputado o desgarrado. Y la reconstrucción sin término del
mismo apuntaba a una idea de amor como categoría sociopolítica. Proponer un
constante redescubrimiento y una renovada refundación de la democracia eran el
trasfondo y el trasunto práctico de aquella exposición filosófica. Y así sigue
siéndolo hoy en mi uso público de la escritura. Ambicioso programa, pero una
muy modesta ejecución del mismo.
Tu temática en la actualidad es bastante clara. Sabemos que Tomás
Valladolid Bueno aborda sus trabajos con un fondo de pensamiento
judeocristiano, y le preocupan sobremanera las víctimas, la justicia, la memoria
política y la democracia. Eres coautor del libro Filosofía y ciudadanía (2008)
dirigido al estudiantado de bachillerato, ¿cómo hablar y en qué tono cuando el
tema a tratar es sobre ciudadanía teniendo en cuenta que España es un país con
una variedad de identidades que no han
podido vincularse con un sentimiento de patria en común? Lo estamos viendo,
muchos no se reconocen como españoles y hasta anhelan irse y ser realmente
libres. ¿Vivimos realmente en una democracia?
¿Qué le hace pensar a cierto sector de la política que no es así? ¿Podrá
contar España alguna vez con una memoria histórica en común, con la que estén
de acuerdo todos?
Sí, esos son básicamente los
temas a los que me lanzo en abordaje desde un pensamiento al que la oficialidad
imperante está escasamente dispuesta a concederle carta de navegación. Entiendo
que hay tradiciones olvidadas en las que pueden descubrirse verdaderas vetas de
ilustración que podrían servir de apoyo para seguir avanzando en el
indeterminado o incierto proceso de democratizar nuestras vidas en común. Ahora
bien, profundizar o radicalizar nuestro sistema democrático no significa que
este no sea realmente democrático solo porque no lo sea en plenitud. Es verdad
que se precisan cambios, y en algunos asuntos de gran alcance: reformas que
afectan a la igualdad social y económica, a las leyes electorales, a las formas
de participación, deliberación y decisión, a la organización territorial, a
órganos de control democrático independientes, al sistema de justicia e,
incluso, si me apura, a la forma de la jefatura del Estado.
Su aporte a los estudiantes de bachillerato |
Ahora bien, quienes dicen querer
irse para ser libres, lo que pretenden hacer, desde el propio poder autonómico,
es la constitución de fronteras para cercar una nuevo espacio estatal donde el
monopolio de la violencia les permita conquistar la hegemonía plena de su
cosmovisión nacionalista. Su distinción maniquea y excluyente entre amigos y
enemigos tomaría cuerpo jurídico, político y policial de modo rápido en el
interior del cercado que delimitaría la nueva nación-estado. Además, están ahí
sus ínfulas expansionistas al considerar otras comunidades autónomas unos
territorios de su área nacional y que, por el momento, solo las inventarían por
la llamada lengua propia y vehicular. Ante esto, por lo que hace al resto del
Estado español que fuese quedando, hay que preguntarse: ¿Alguien piensa
seriamente que, de lograrse esas secesiónes, el nuevo Estado guardaría una
relación amistosa con un Estado del que quieren desgajarse porque lo ven
opresor, autoritario y antidemocrático? Incluso, de darse el caso y aún si el
nuevo Estado continuase siendo miembro de la Unión Europea, ¿no sería lógico
que, por evaluarlo así, denunciasen la naturaleza no democrática de ese resto
del Estado español y, por tanto, exigiesen su expulsión de la Unión Europea?
Con solo plantear estas futuribles ficciones de la lógica perversa de esos
nacionalismos supremacistas, nos damos cuenta del endemoniado «colorín
colorado» que es el cuento procesal que no paran de contar. ¡Y con qué ceguera
se consiente la servidumbre diciendo abrazar la libertad!
Según lo entiendo, las corrientes
cosmopolitas o globalizadoras -en consonancia con la libertad de los individuos
integrados en comunidades y grupos concretos- son motores que habrían de
dinamizar nuestras democracias. La igualdad entre las mujeres y los varones,
así como los flujos migratorios y de refugiados con las causas y efectos que
conllevan, por ejemplo, están ahí como desafíos no solo para la práctica
política, sino para un pensamiento de lo político. No pocas de las
transformaciones habrían de hacerse con la mirada puesta en la construcción de
una Europa más sólida e integradora hacia dentro, a la vez que menos excluyente
hacia el exterior. Esto, como es fácil comprender, supondría cambios de diversos
órdenes que no serían aceptados, en ningún caso, por las diversas fuerzas
nacionalistas o populistas que están más por la creación de nuevos Estados que
por la federación de los existentes, o sea, que buscan alcanzar una soberanía
estatal por caminos de secesión y reacción que nada tienen que ver con la
integración o ampliación de la soberanía por senderos de una Europa federal y
solidaria.
Y si esto es así por lo que
respecta al espacio y al presente, qué decir de lo que afecta al tiempo pasado:
la instrumentalización ideológica y la percepción sectaria de la historia no
son el mejor campo donde de una vez podamos institucionalizar social y
políticamente la sentida exhortación de Manuel Azaña: paz, piedad y perdón.
¿Memoria histórica común? En las condiciones actuales, en las que prima lo
identitario y populista, ¡hasta en mucha parte de la izquierda!, para lo más
que da la memoria partidista es para un denominador común electoralista, que
viene a ser como el «como si» de lo común. ¿Qué si no, por ejemplo, está
sucediendo desde años con la memoria sobre el terrorismo de ETA o la guerra
civil española?
Un eterno estudioso de la poesía |
Además de tus minuciosas investigaciones, hay un género al que le has
dedicado entrega y mucha ilusión: la poesía. Desde hace mucho venías
compartiendo tus creaciones en el blog «Carmina». Justamente una selección de
dichas publicaciones dio origen a Luna, baja y trágame. Se dice que con este poemario “se puede
llorar, cantar, reír, evocar, y, ver a los humanos, vernos”. A modo de promesa
o advertencia, como se la quiera tomar, Luna,
baja y trágame viene con este
mensaje editorial: “El que quiera con este libro puede aprender a ser Justo, si
tiene memoria y entendimiento”. ¿Es eso cierto? Cuéntanos, ¿cómo surgió la idea
de reunir parte de estos poemas en un libro?
El motivo fue corresponder a la
amable invitación de unos amigos para que publicase en su colección editorial
una selección de algunos poemas que había escrito hacía tiempo y que yo no
estimaba tan loables como para sacarlos a la luz. No obstante, me avine y
acepté por amistad en unas circunstancias muy especiales. Ese fue el motivo
inicial. Les propuse que en el libro aparecieran publicados tres poemas de mi
hijo mayor Tomás a modo de unos oteros poéticos desde los que otear el
transcurrir del sentido de mis versos. De ese modo, trataba de encontrarme con
él a través de la escritura y de reconocer en la suya una importante brújula.
Ahí estaba una de las dos metáforas básicas del libreto. Por lo demás, el
título corresponde al nombre de un cuento popular donde un pobre leñador, harto
de su fatal destino y de sufrir los avatares de una vida de sufrimiento, exhala
una exhortación que es tan débil en esperanza como en convencimiento. El título
ya indica que en aquellos poemas tan dispares había una plegaria de fondo, pero
una plegaria que no respondía a una evasión trascendente para escapar de la
Tierra, puesto que a quien se solicita rescate es a un satélite, la Luna, que
tiene su origen o vínculo irremediable con la propia Tierra. De algún modo, la idea
que late es la posibilidad de un retorno ante la imposible huida más allá de la
inmanencia: retornar permaneciendo en el amor. Ahora bien, la verdad es que
nunca pensé en editar un libro de poemas: yo había escrito aquellos versos,
como los que he ido escribiendo después, para superar el estancamiento
comprensivo en el que a veces me sumen los conceptos; y, viceversa, para
clarificar con ideas la nebulosa emocional de mi espíritu. En una línea
unamuniana, necesito que los conceptos tengan la emoción de las palabras y que
estas no anden extraviadas sin ideas. Ahora bien, la elección de una sentencia
latina como epígrafe inicial del libro fue bastante expresiva de un irónico
escepticismo poético y filosófico: «tal vez un día podamos reírnos incluso de esto».
Y fue aún más irónico y más escéptico por cuanto la presentación del libro no
estuvo muy alejada del fallecimiento del pintor y también amigo que había
diseñado el rostro lunar de la portada.
Otro de sus importantes libros |
Eres autor del artículo “La estructura práctica de la creación
literaria (Consideraciones filosóficas sobre poesía y democracia)”, ¿cómo
debemos entender esto último? ¿Quizá se refiere a que la poesía no se encuentra
al alcance de todos?
No, no me referí ahí al problema
de la intensión y de la extensión elitista de la poesía. En ese texto, intenté
profundizar en la idea de una estructura destructiva-creadora de la poesía y de
su proceder «democrático» en el sentido de que la poesía, ha renunciado a toda
clase de apriorismo ontológico o lingüístico, pues no toma ninguna cosa ni
ninguna palabra que de antemano posean por sí mismas un natural rango estético
sobre otras, se impulsa creativamente en la desplanificación y la desviación.
El concepto de destrucción me resultó más acorde con el carácter creativo de la
escritura poética que el concepto de producción. Para hacer más inteligible el
mensaje, este fue el final que di a aquel artículo: «En este cuadro comprensivo
la acción del creador encuentra su imagen en el acto que consiste en tomar con
nuestras manos una flor y retorcerla levemente para después dejarla caer en un
fértil desmoronamiento que genera una mosaica desorganización sobre un sucio
suelo, salvo que preñada de sentido.» Las ideas que expuse allí tienen que ver
con eso que he comentado en una respuesta anterior sobre lo que para mí es el
sentido riesgoso o peligroso del pensamiento filosófico.
¿Te gusta la poesía actual? ¿Te has topado con un poemario donde no
encuentras por ningún lado?
Me apasiona la poesía que es
siempre actual, o sea, la obra poética que sea clásica, bien porque siendo
actual hoy muy bien pudo haber sido actual en un tiempo pasado, o porque
habiendo sido actual en tiempos pretéritos es también actual en nuestro
presente. Es claro, por tanto, que no hablo de un gusto por las modas. La poesía
clásica se renueva sin cesar en formas de belleza lírica tratando de dar cobijo
a los problemas sempiternos que determinan la condición humana. Soy muy
considerado a la hora de valorar todo el esfuerzo creativo. Pero evidentemente
no todo lo que uno lee le satisface por
igual ni en grado sumo. Pero sí que me encuentro hoy con creaciones de obras
poéticas que no se acomodan ni se
reclinan ante el canon de la futilidad amparada por una tupida telaraña de
premios. En todas esas obras clásicas mi espíritu muerde un anzuelo de
salvación: no impide moverme por el cauce de la vida humana y, a la vez, me saca de sus bravías
aguas para advertirme de un ahogo del que nunca, ni totalmente, pueden librarse
los seres humanos. Para mí, al igual que la sociedad lo era para Merlau-Ponty,
una poesía vale tanto como el trato que en ella se da al ser humano.
Afirma que vivimos una época en que se da por acabado algo apenas nace |
¿El intelecto y la emoción están divididos en Tomas Valladolid Bueno?
¿Dónde podemos hallar al verdadero: en sus textos filosóficos o en sus poemas?
¿En qué registro eres más tú? ¿La poesía y filosofía comparten el mismo
espacio? ¿Encuentras la inspiración para escribir en lugares similares?
Sobre esto que me preguntas
ahora, algo he dicho ya al hablar de la razón de ser de Luna, baja y trágame. La alteridad, el
extrañamiento en medio de la semejanza, no solo lo son respecto del mundo y de
los otros, sino también respecto de uno o nosotros mismos. En este sentido, no
tanto mi intelecto como mi emoción están encontrados entre sí, sino que cada
uno de ellos los hallo escindidos en sí mismos, demediados, por utilizar un
término del título de una novela de Italo Calvino. Ahora bien, precisamente la
filosofía y la poesía son para mí especiales modos para hacerme cargo, para
responsabilizarse en cuanto sujeto fracturado, intentado recrear -sin descanso
ni finiquito- la imposible unidad de uno mismo fuera de la tensión que somos. Y
no marco jerarquía entre filosofía y poesía a la hora de ir haciéndome uno en
mi inevitable escisión. Ni tampoco hago corresponder, en exclusiva, a la
filosofía con el intelecto y a la poesía con la emoción. El cruce o el
entreverado de géneros no es deslindable más que mirando la diferente expresión
formal de una escritura y otra. El espíritu donde se encuentra el intelecto y
la emoción es el mismo, un espíritu que no termina nunca de hacerse y que, para
más dificultad, también ignora. Me permito mostrar esto que quiero decir
reproduciendo aquí algo que escribí, de manera provisional, en una de las
entradas de mi blog «In Fieri 59». La elijo porque, desde el título hasta el
propio poema, estoy procurando entretejer poéticamente algunas ideas
filosóficas, teológicas y jurídicas. Mi intención era ampliar la comprensión
del sentido al que apuntan la palabra y el concepto de «diferendo». La entrada incluía,
como apoyo semántico, esta frase introductoria: «Lo que cuentan, por ahí, que
dijo Sócrates a los falsos profetas y Jesús a los sofistas». El dispositivo
anacrónico no es mero recurso formal. Más allá de que el resultado poético sea
un logro o un fracaso, independiente de que haya mucha, poca o ninguna calidad
poética, ahí está manifiesta mi intención de pensar poéticamente una sociedad
conformada por sujetos sajados en lo individual y lo social, desamparados por
una cultura de liberación que se construye, irónicamente, con un lenguaje ajeno
al lenguaje de las víctimas. Este es el poema:
DIFERENDO
Y te acercas tan ufano
para hablarme del paso de los días
sin tú haber aprendido aún
que todo hoy es el mañana del ayer
¡y el ayer de todo mañana!
Y tú vienes tan altivo
a predicarme el amor por la verdad
sin que hayas sabido nunca tú
que con la verdad te mueres
que por la verdad nos matan.
Y te echas junto a mí
en este lecho de mi muerte fría
para susurrarme un falso sueño eterno
sin tú comprender lo absoluto
de la interminable pesadilla del tiempo.
Afirmas que la masa madre, de donde han salido todas tus obras, se
mantiene intacta, y que de ella saldrá, en breve, un nuevo libro. Tocará el
tema de la amistad. ¿Tienes muchos amigos? Los que están en las redes sociales
se jactan de tener miles. ¿Los tuyos son
de carne y hueso o son virtuales? ¿Cómo experimentar la amistad en estos
tiempos?
En el ejercicio de su pensamiento crítico |
Durante su alocución en un acto cultural reciente |
Tras veinticinco años de ardua labor, ¿comienzas a sentirte reconocido
o consideras que todavía eres un escritor inédito para el gran público?
Bien, no todo lo que «el gran
público» reconoce posee la excelencia que se le supone, ni todo lo que tiene
excelencia objetiva es reconocido por él. En mi caso, ni hay excelencia ni creo
que la ausencia de reconocimiento a ese nivel sea inmerecida. Yo no juego, y lo
digo en clave deportiva, en las ligas mayores, mi estatus es otro. Bien es
verdad que tuve la fortuna moral de ser miembro de un magnífico grupo de
estudio y de pensamiento, lo cual me ha permitido gozar de la confianza de
alguna importante editorial, pero
siempre soy muy consciente que de mis trabajos son más de un orden
complementario. Por tanto, cualquier reconocimiento que uno tenga ha de ser
acorde a lo modesto de mi labor. En consecuencia, no aspiro en ningún momento a
un reconocimiento mayor de lo que uno ha dado y da de sí, lo cual no creo que
haya alcanzado nunca un nivel de «gran público». Por otro lado, tampoco he
buscado nunca hacerme socio de clubes o ser miembro de esos cenáculos que
facilitan las circunstancias favorables para tener el beneficio de una
consideración que, como vengo diciendo, sé muy bien que tampoco merezco
disfrutar. Uno sabe, además, que ni la escritura filosófica ni la poética son
del tipo de creaciones culturales que, en líneas generales, interesen mucho a
la gran mayoría de la gente, ni siquiera hoy, cuando las condiciones educativas
y de comunicación cultural parecen muy favorables para que cualquier modalidad
creativa llegue a la mayor parte de las personas. De alguna forma, parece que
ciertas formas de cultura –por el momento- permanecerán enmaridadas, en cierta
manera, con lo que Juan Ramón Jiménez llamó «la amplia minoría». Bastantes
filósofos y poetas pueden tener reconocimiento público, pero el reconocimiento
del gran público está reservado para muy pocos. Claro que en esto no se
distinguen mucho de los físicos, los matemáticos, los biólogos, los
economistas, etc. En fin, nos llevaría a adentrarnos en la naturaleza de la
cultura de masas mediada por la función de los «mass media» en el contexto de
la no siempre libre y global economía de mercado. Algo a lo que ya me he
referido anteriormente. En todo caso, quiero señalar que la distribución del
reconocimiento, como forma del reparto de lo sensible, por decirlo con palabras
de Jacques Rancière, tiene múltiples y contradictorias lógicas, y muchas de
ellas son muy lacerantes. De todos modos, pienso que lo importante de la
cultura en general, o de la ciencia en particular, no es la satisfacción del ego
de sus agentes, sino el tipo de políticas del saber como bien común, propio de
sujetos entregados en cuerpo y alma a una constante y crítica ilustración con
la mira puesta en unir la verdad con la libertad. Es decir, una labor a tiempo
completo.
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