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lunes, 25 de marzo de 2024

Maricarmen López Olivares: «El arte consuela mucho»

 



Maricarmen López Olivares es una creadora que se ha mantenido consecuente y firme con su vocación y amor profundo por el arte. Desde que contestó a ese persistente llamado que la empujaba a plasmar el bullir de su mundo interior mediante líneas y colores inició un camino que la condujo a aprender, a viajar y a soñar con imágenes posibles. Sin pérdida de tiempo y prestando oído a su corazón, se propuso explorar otros terrenos de expresión creativa, lo que le permitió incursionar con voz propia en los ámbitos de la dramaturgia y la literatura misma.

López Olivares posee una historia de vida y artística que les invitamos a conocer, porque de ella no solo podemos contar que ha ganado premios y reconocimientos, que es copista del Museo del Prado o que hoy nos presenta Specchio, su segunda novela, un tanto autobiográfica, sino que es una mujer que ha convertido sus vicisitudes personales en un arte de sanación.

¿En qué momento una diplomada en Magisterio se ve involucrada en el mundo del arte y la literatura? ¿Todo ocurrió de golpe o qué fue primero?

El arte fue primero, estaba en mí desde mi infancia. De hecho hice Magisterio sin ganas ni ilusión, yo quería estudiar Bellas Artes en Valencia. Finalmente, me quedé en Castellón para estar más tiempo en casa, pues mi madre tenía la salud delicada. A pesar de eso, disfruté mucho la carrera y nunca me arrepentí, porque estudiar me encantaba. Llegué a presentarme dos veces a las oposiciones, aún sin tenerlo nada claro. No las saqué y entré en la Bolsa de Preescolar. Trabajé en colegios de la provincia de Castellón de forma intermitente durante pocos años.

Sé que tu vida creativa se desarrolla casi al íntegro en el arte pictórico, sin embargo, también te expresas a través de la escritura desde hace mucho tiempo, ¿qué  te condujo a incursionar en la literatura?

Precisamente fue en Magisterio, durante la carrera, donde sentí mi inclinación hacia la literatura. En una de aquellas narraciones que hacíamos en la clase de literatura fue donde di vida a unas pinzas de tender la ropa: una escena en un terrao de una vivienda donde las prendas y las pinzas dialogaban sobre las injusticias sociales. Toda la clase me aplaudió tras leerlo y la profesora me dijo que tenía madera para escribir. Me dieron un empuje, pero la pintura era más  que la escritura y aplacé años el asunto de escribir. También quise tocar el piano y hace siete años que estoy en una escuela de baile, aprendiendo claqué (una sublimación de aquel deseo de ser pianista). Creo que siempre hay tiempo para desarrollar estas pasiones.  

La pintura ha sido tu mejor apoyo y el medio para volcar las manifestaciones de tu alma en diversas etapas de tu existencia, ¿el arte sabe cómo reconfortarte o ayudarte a sanar?

López revela que, en sus inicios, pintar era un imperativo constante

La pintura ha sido mi gran vehículo en la vida, con mi familia dentro. Pintar era un sí o sí. O pintaba o no existía, y en ese vehículo, a veces inestable, incómodo y poco confortable (la parte confortable la ponía mi familia) sentía que estaba en un éxtasis constante, como una bendición de la vida o una misión divina, y una sanación, a pesar de sentir la presión de la autoexigencia. Pintar era casi enfermizo en mis inicios, obsesivo. Mis pensamientos y emociones se veían sometidos por esa clase de binomios constantes: placer/dolor, satisfacción/conflicto…Con el tiempo me he liberado, he ido soltando las riendas de la autoexigencia. 

Has revelado que te consideras una autodidacta, sin embargo, realizaste estudios en Madrid y Florencia. A la larga,  ¿es necesaria una formación, aunque un espíritu libre resida en el creador?

Sí, con los años quise formarme más, ampliar mis conocimientos con profesores muy especializados. Yo había recibido clases en Castellón de forma muy esporádica. Habían pasado más de veinte años desde que empecé a pintar y ya había expuesto dentro y fuera de España y era el momento. Aceptaron mi solicitud en un curso de verano impartido por Antonio López García, el maestro realista manchego. Pero el retrato me pedía más, de ahí que fuera a estudiar otro verano, muy posteriormente, a una escuela de Florencia donde enseñan una técnica específica de retrato, el método Sight size.

Creo que dibujar de forma innata, sentir esa llamada, como a mí me ocurrió desde niña, es una suerte inmensa en la vida, porque te obliga a esforzarte y superarte. Tienes un plan en la vida.

Una buena base de dibujo es importante, pero el color es muy libre, tiene su propio discurso y el pintor ha de saberlo recibir, empatizar con él, dejarse guiar por sus vibraciones. A partir de ahí, y con la ayuda de la voluntad, podemos lograr mucho.

Se puede ser autodidacta y funcionar muy bien sin haber recibido clases. Pero yo siempre animo a la gente a que se forme, aunque sea de forma puntual.

Se puede decir que lograste éxito en tu carrera: ganaste un premio importante en 2021 y ejerces de copista en el Museo del Prado. ¿Qué te aporta esta última faceta?

Suma diez años de copista en el Museo del Prado 

Entrar en el museo del Prado ha sido un regalo impagable y la recompensa a tanta lucha, en un momento de mi vida donde ya había dejado de lado las inseguridades artísticas y el temor a no evolucionar o estancarme. Suelo pasar diez horas diarias de deleite constante en el Museo del Prado de lunes a jueves.

Copiar en el Museo del Prado me aporta vida. Empleo el método Sight Size, que es un método donde se trabaja memorizando. Supone un reto grande, rodeada de gente, pero casi ni me percato de que me observan, ni siento que estoy rodeada literalmente por ellos, por la concentración, pero cuando me hacen preguntas les doy conversación. A veces he escuchado que copiar es fácil, que no tienes que crear, que solo has de reproducir lo que tienes delante. Ya llevo diez años como copista y puedo corroborar la dificultad que supone: copiar exige llevar al límite tu imaginación y tu capacidad para inventar, resolver los problemas que te plantea el lienzo, sea un trabajo libre o una copia.  

Como artista estás involucrada en exposiciones, performances y escenografías teatrales, y tu obra pictórica se ha visto en Nueva York, California, Londres, entre otros. ¿Qué se te viene a la mente cuando echas la vista para atrás y te das cuenta que sumas 40 años de trabajo?

Una alegría inexplicable, y casi que puedo decir que hay mucho de supervivencia, aunque suene a exageración. Cuando echo la vista atrás siento cierta nostalgia de mis comienzos, de aquel frenesí tan salvaje, muy inocente, pero sometedor. Pero los pintores pasamos etapas y he evolucionado progresivamente hacia estadios más relajados y dóciles en mi vida actual sintiendo que he aprendido, que no ha sido en vano.

Y siento que era más fácil tirar la toalla. No lo hice. Estoy satisfecha y orgullosa de mis recorridos y esfuerzos, y lidiando con la salud, la crianza de mis hijas.

La artista afirma que está orgullosa de su recorrido y logros

Y de haber antepuesto la economía, posiblemente habría abandonado. De la pintura se vive intermitentemente, se invierte mucho dinero y a veces es lo comido por lo servido. Nunca pensé en el dinero como un fin y eso me ha dado cancha para seguir adelante sin abandonar mi vocación, como tener un as en la manga que me ayudara.

En tu faceta de escritora no sólo has incursionado en la narrativa, si no en la dramaturgia, pero, sin variar, tocando el tema del arte. ¿Cuál es tu reto incluyéndolo en el contenido de tus obras literarias?

Escribir sobre arte implica seguir ligada a esta materia, no desconectar de algo que te apasiona, que conoces y controlas un poco más que otras temáticas. Y supone, y esto es lo que más me gusta, seguir en la búsqueda, en la indagación, estudiando mejor a los artistas, y hasta puedo incluirlos en el relato sin cambiar su biografía. Me resulta muy estimulante alternar personajes de ficción con personajes reales, una combinación difícil donde has de saber ponerte límites, ser absolutamente respetuosa con ellos.

A la vez, hago un homenaje a artistas de la antigüedad y también contemporáneos. El truco está, espero lograrlo, en no cansar al lector, incluir tramas atrayentes, generar ritmos que no hagan abandonar la lectura. En La Hilandera de los Canales había viajes y en Specchio también hay muchas más localizaciones. Pero en esta segunda novela son viajes en el tiempo con cierto humor, y yo soy la protagonista, es un planteamiento muy diferente.  

Tengo entendido que ya tuviste la oportunidad de llevar a escena tu primera obra teatral, y que, ahora te encuentras dándole los toques finales a la segunda que estrenarás, en breve. Cuéntame.

En 2013 pude representar La Dignidad se sirve a las cinco, tres años después de mi cáncer gástrico. Fue una representación a beneficio de la Asociación contra el cáncer, yo estaba en proceso de recuperación, adaptándome a un nuevo aparato digestivo. La vida me dio esa oportunidad de verla representada en un teatro muy querido por mí, el teatro Principal de Castellón.

Escribo  comedias, con tramas rocambolescas y absurdas, pero no es un teatro del absurdo puro difícil de entender. Me inspiro fuera de España, en Londres o New York. Entre otros, Óscar Wilde, con ese humor tan fino y una ironía tan inteligente, es un gran referente en este terreno complejo del teatro. 

Y como denominador común aparece algún animal en las tramas, por los que siento debilidad, y algún científico.

La llamada de la vocación,
 una de sus obras reconocidas

La segunda obra se llama Sal del Himalaya. Espero poder representarla en el 2025, estoy en conversaciones con un grupo muy querido de Castellón. Durante la pandemia se paralizó todo y la obra (ya teníamos grupo y muchas lecturas a cuestas) fue sufriendo contratiempos.

El teatro está muy arraigado en mí. Mi madre hizo teatro en su juventud. Era cantante de copla, hizo Zarzuela en los años 40, por teatros de los pueblos de alrededor de Las Navas (mi pueblo), en Jaén. Y mi hija mayor, Mary Porcar, es cantante y actriz de teatro musical. Ha heredado de su abuela la música y el teatro. Mi otra hija, Laura, se dedica al Cine de Animación. Y su marido se dedica a los Efectos Especiales. Viven en Canadá desde hace seis años. Hay muchas llamaradas artísticas en mi casa.

Tu primera novela se tituló La hilandera de los canales, y también abordó el tema del arte. Se trata de una novela que se ambienta en el siglo XVII, en los Países Bajos, ¿no es así?

Sí. La hilandera de los Canales ha sido una novela especial. Tenía que ambientarse en Holanda e Italia, me lo debía a mí misma. Mi admiración hacia la Pintura flamenca y manierista ha sido un gran estímulo en mi pintura, como un talismán o una brújula. Son mis raíces, aunque en mis inicios me sentía cubista y me sigo sintiendo.

La Hilandera es un homenaje a los artistas flamencos e italianos a través de una  historia de amor entre una esclava china y un pintor de Leyden. Es un novela de gratitud a la vida y a la amistad.

Disfruté mucho escribiéndola, me permitió seguir conectada con mi mundo, los pintores, las escuelas (la guilda de S. Lucas, de los Países Bajos y los talleres italianos). Un homenaje coral a mucha gente. Miguel Ángel tiene su capítulo y Van Eyck, pero también menciono a gente de la ciencia, a Galileo o a Mercator, el cartógrafo.

Y casualmente, no estaba en mi idea inicial, la obra tiene erotismo, por lo que fue catalogada como una novela histórica y erótica.

¿Se puede decir que Specchio es la novela  que te ha permitido contar tu parte de tu biografía, tu trabajo profesional y a la vez enlazarla con una trama llena de ficción donde el arte peligra y la protagonista ( o sea tú) te alzas como heroína?

El camino de la pintura, otra de sus obras

Es un reencuentro con mi infancia y adolescencia, en clave de humor. Es una metáfora de mi vida en realidad, que de heroína tengo poco, pero sí salí airosa de situaciones duras y las afronté bien, con tesón y humildad y muchas dosis de humor.

La novela está dedicada a mi madre y a la casa donde nací, La Casilla, y a los grandes maestros de la Ciencia Ficción.

Specchio es una obra de fantasía, se podría decir que juvenil, por la regresión a mi infancia y adolescencia, periodos donde comencé a dibujar y a pintar. Pero, por encima de todo, y con todo, es un viaje interior, de aceptación. Hay varias Maricarmen: la adulta que copia en el Museo del Prado y descubre que ha viajado en el tiempo y que trabaja a las órdenes de un ser malvado. Es muy divertido tener que huir de este personaje para que no te mate.

Las situaciones disparatadas, imposibles (ficticias) se van alternando con pasajes de mi vida y personajes reales. Algunos amigos de mi juventud van a ser importantes, tienen su protagonismo en la novela, al igual que algunos familiares muy próximos. 

Specchio es un canto a la vocación y a la voluntad, a mi entrega por la pintura, a mis sacrificios y renuncias, y a la emoción y pasión sentidas pintando. Y una oda a la vida y a la muerte, a la pérdida de un ser querido, y a los momentos duros de la vida.

Su opera prima

Specchio es el portal que te permite viajar en el tiempo para conocer la historia del arte y sus representantes, pero, además,  es el espejo que te muestra cómo eres por dentro y por fuera, ¿qué has visto ese reflejo con tus ojos físicos y del alma en ti?

Escribir Specchio ha sido un revulsivo, una reconciliación con mis momentos duros de la vida, pintando, y los personales. Ha sido liberador, pero no se trataba de solucionar aquí traumas, porque los que hubiese ya estaban solucionados en este periodo de mi vida.

La novela está a medio camino entre lo serio y lo irrisorio, entre la comedia y la tragedia, Escribirlo ha supuesto un divertimento por encima de todo, y una indagación histórica.

Has declarado que tu intención con Specchio ha sido divertirte contando, con grandes dosis de humor, aspectos de tu persona y de tu vida, ¿es sencillo  exponerse  tal cual y reírse de uno mismo?

Para mí ha sido sencillo exponer mis flaquezas y torpezas, no me cuesta por mi sentido del humor. Hay una retranca tragicómica, en esta novela, como la vida en sí de cualquier persona, pero es una novela de aventuras con lo que eso representa: muchas localizaciones, escenarios muy variopintos, situaciones jocosas, personajes atractivos... Sin esa dosis de humor, incluso hablando de la muerte, no sería yo. Pero el tono de Specchio es dócil, amable, desenfadado e ingenuo. Era el momento de escribirlo, sin sentir complejos de ningún tipo. 

Tu espíritu creador no para, y me parece que te encuentras preparando con sumo cuidado un poemario. ¿Hay fecha de publicación?

La poesía la he llevado conmigo siempre de un modo clandestino, como solo para mí. Pero hace unos años entré a formar parte de unas tertulias. Ahí me animaron a escribir con asiduidad y a dar visibilizar a mis textos. Empecé a leer mis poemas en voz alta y en público.

Considera que la vida es más llevadera con el arte

A diferencia de la novela o el teatro, en mis poemas no hay rastro de humor, todo lo contrario. Hay tragedia, muerte, desesperación… puede que me dejaran muy impresionada los autores ingleses del siglo diecinueve y nuestros grandes poetas: García Lorca, Machado…

El tema amoroso no me inspira mucho en sí mismo, siento la llamada poética del amor hacia la naturaleza, hacia un amor muy elevado, espiritual y metafísico, no centrado en personas concretas.   

¿La vida es más digerible si nos rodeamos de arte y literatura, María del Carmen?

Sin duda. No concibo la vida de otra manera. Creo que todas las contrariedades que uno pueda tener, de salud o circunstancias personales difíciles y dolorosas, son más llevaderas si tienes el amparo del arte, su compañía y su calor constante. El arte consuela mucho. Yo siempre he considerado el arte como un aliado contra todo lo malo de la vida y contra lo triste o empobrecedor. Y si no puedo trabajar, oír jazz ya me restablece de cualquier tristeza.

Leonardo decía: “El Arte es una cosa mental”.  


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