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jueves, 4 de junio de 2015

Jorge Eduardo Benavides: “De alguna forma vivir en España es volver”

Partió rumbo a España a finales de los ochenta con la idea de convertirse en escritor y lo ha conseguido de una manera rotunda. Hoy por hoy Jorge  Eduardo Benavides es uno de los escritores peruanos con mayor prestigio y cuyo trabajo es sinónimo de máxima calidad.Y no solo eso, obtiene premios un sí y otro también y puede permitirse el lujo de vivir de la literatura. Su éxito es producto del trabajo constante y férrea disciplina. Así se lo planteó desde el comienzo y ahora puede decir que valió la pena.  Una prueba de ello es su más reciente galardón, el  XXV Premio Torrente Ballester por su obra El enigma del convento.
Por lo que veo, tu vocación no estaba en el Derecho, ¿cómo  fue tu tránsito hacia la literatura? ¿En qué momento viste claro que ese y no otro sería tu camino?
A mitad de mi carrera de Derecho entendí que lo que realmente me interesaba por sobre todas las cosas, era escribir, hacer literatura. De manera que acabé mi carrera y me vine a España para buscarme un camino como escritor.
Se ha forjado una brillante carrera  con
mucho trabajo y disciplina
¿Qué le ha aportado el periodismo a tu carrera literaria? ¿Los escritores forjados en esta cantera o que han pasado por una redacción  de prensa  tienen mayores ventajas que lo otros?
No, no creo que tengan mayores ventajas, salvo que sean escritores de crónicas y reportajes, en cuyo caso su profesión se alimenta de la literatura y viceversa.  En el caso de haber sido un “plumilla”, un redactor o editor, salvo excepciones, esto resulta más bien un peligro: uno se vuelve tópico, escribe a toda prisa y termina por valorar más la inmediatez.
¿En qué momento incursionas en los talleres de literatura? ¿También pasaste por uno de ellos?  ¿Para quién o quiénes son recomendables?
Llevo talleres de literatura desde fines de los años ochenta. Los empecé en Lima, en el Museo de Arte de allí y después los llevé en Tenerife y en Madrid. Y en realidad, por todo el mundo, tanto para universidades como para diversas instituciones. Los talleres indudablemente sirven para alguien que quiere dedicarse a escribir. Escribir es un oficio no una profesión: no se enseñan en la universidad, pero se debe aprender el oficio. Leyendo, escribiendo y analizando los textos que uno lee. No son imprescindibles, pero sí son útiles. Nadie se suele preguntar si los talleres son necesarios para los pintores, por ejemplo.
¿Todos los que llegan a un taller literario están en condiciones de convertirse en escritores? Cuando se presenta uno que no reúne las condiciones necesarias, ¿eres capaz de disuadirlo  de sus pretensiones?
El único que está en condiciones de convertirse en escritor es quien está dispuesto a organizar toda su vida en torno al hecho de escribir. Sin desalientos y sin desfallecimientos.  Ahora bien, al taller llega gente con más “talento” que otros. Pero sobre todo destacan las personas que trabajan su talento. Porque el talento se trabaja. Y ellos y ellas sí están publicando. Vanessa Montfort, por ejemplo, que pasó un buen tiempo en mi taller y ahora publica con bastante éxito.
Ofreces servicio de asesoría para novelistas, que denominas coaching, ¿en qué consiste?
El servicio de coaching es más o menos el trabajo que haría un editor: corrige, orienta, reorganiza y revisa el trabajo de un novelista. Y es a lo que más me dedico ahora mismo.
La novela que le aconsejaron no
publicar 
Tu producción literaria está marcada por los acontecimientos acaecidos en tu país en  los  años ochenta, época de crisis económicas y violencia terrorista, ¿se podría decir que tu obra es hija de tus circunstancias externas? ¿Cómo maneja un escritor su historia cuando ha sido testigo o, quizá, protagonista de ella?
Todos los escritores somos producto de nuestras vivencias, querámoslo o no. Pero nuestras vivencias también son nuestras lecturas, nuestra época y las experiencias personales. A mí, como a otros escritores, me tocó vivir ese momento concreto, de manera que sí, se puede decir que mi literatura es producto de todo ello. Sobre todo porque fueron momentos muy especiales, dolorosos y difíciles de sortear.
¿Todavía hay mucho que decir sobre lo ocurrido en esa década? ¿Existe un compromiso de tu parte para seguir indagando en ella?
Supongo que sí, que hay todavía mucho que decir sobre esa época violenta, terrible y desoladora que vivimos en el país, y corresponderá a otros escritores contarla, literaturizarla, darle un soplo estético a ese cuestionamiento ético. Por mi parte no tengo más interés literario en la época. Otra cosa es mi interés como ciudadano.
 ¿Cómo interpretas o evalúas tu quehacer literario en la actualidad? ¿Sobre qué ejes se mueven tus demandas literarias? 
En realidad, es algo que no lo sé a ciencia cierta. Después de mis novelas políticas y peruanas, escribí un novela en forma de diario, otra novela de viajes y de amor, y finalmente estoy dedicado a una segunda novela de corte histórico a la que me he visto lastrado por El enigma del convento, fascinado por esa época de la historia española que es el romanticismo. Pero no sé qué escribiré después.
Uno de tus referentes es Julio Cortázar y se compara tu técnica narrativa con la del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, ¿eso quiere decir que cuidas más la forma dejando en segunda instancia el fondo? ¿Cuál es tu metodología de trabajo?
Es bastante sencillo. Para contar bien un fondo, una historia, hay que conocer el oficio y sus recovecos. Y eso se consigue trabajando con toda la disciplina posible. Yo suelo escribir en la biblioteca nacional desde que vivo en Madrid. Por las mañanas, siempre que los viajes me dejan hacerlo. Y si mi instalo más de una semana en alguna ciudad, busco la biblioteca para continuar con mi rutina. Nada más.
Recorriendo Tokio junto a Mario Vargas Llosa 
Tu carrera ha ido viento en popa desde el comienzo, fuiste reconocido en tu país casi de inmediato, ¿de qué manera planteaste tu trabajo literario?  ¿Cuáles fueron tus herramientas o estrategias para alcanzar tus metas?
Como te digo, para mí escribir es mi vocación, mi trabajo, mi oficio. Y procuro que todo lo que hago en la vida pivote en torno a tener tiempo para leer y escribir. Siempre me plantee el trabajo literario de esta manera: sabiendo que demanda mucho esfuerzo, mucha disciplina y mucha perseverancia. Saber que siempre puedes hacerlo mejor.
Aquí, en España, te está yendo también estupendamente, has conseguido muchos galardones, entre ellos, el más recientes es  el  XXV Premio Torrente Ballester por tu obra El enigma del convento, ¿a qué se compromete un autor cuando obtiene una victoria en su campo?  ¿Son mayores las exigencias en calidad? ¿Comienza a competir consigo por la excelencia?
La competencia con uno mismo, ya digo, es la misma de siempre. Soy más exigente ahora, pero no por los premios o el reconocimiento, sino porque son más viejo y conozco mejor mis debilidades, mis fallos a la hora de componer una historia, mis pifias. Y eso me hace más cuidadoso con todo.
La crítica española y de otras partes,  ha destacado tu talento y la calidad de tus obras, ¿cuán pendiente estás de lo que dicen de ti?  ¿Te preocupa que en algún momento no les guste algo que publiques?
Claro que me aflige si lo que escribo no gusta. Pero también sabemos hace mucho ya, que nunca le vas a gustar a todo el mundo. Ni mucho menos. Pero nunca he permitido que eso sea lo que oriente mi trabajo literario. Mira, escribí Un millón de soles, la tercera novela de mi trilogía política, advertido por muchos amigos, por mi agente, por mi propia editora, de que otra novela política peruana podía no interesar en el mercado español –que es al fin y al cabo en donde me muevo-. Y así fue. Pero yo quería escribirla, tenía necesidad de contar esa parte. De manera que a estas alturas no me condiciona nada que no sea escribir la historia que yo quiero escribir. Y si no funciona… pues no funciona. Nunca olvido que el que apuesta por necesidad pierde por obligación.
En compañía del notable escritor chileno
 Jorge Edwards
Tus historias siempre tienen que ver con tu país, y aunque no lo parezca, El enigma del convento, también, ¿qué te hace volver a  él?  ¿Existe un vínculo difícil de romper?
Supongo que algo de eso hay, aunque no lo he pensado mucho. Estoy en España la mitad de mi vida, pero sigo sintiéndome peruano y naturalmente es difícil romper con ciertos temas, con ciertos aspectos que nos dan vueltas en la cabeza y que forman parte de nuestra manera más arraigada de estar en el mundo.
Muchos peruanos que viven fuera  e,  incluso  los que residen en el país, mantiene una relación amor-odio con su tierra, ¿te pasa lo mismo? ¿Piensas alguna vez volver a vivir en Perú? 
La verdad que no encuentro ninguna otra relación sincera que no sea de amor-odio con el país de origen. En todo caso, inevitable. Y no sé si volveré a vivir en el Perú alguna vez. 
¿Cómo es la vida de un escritor inmigrante en España? ¿Todavía te sientes extranjero?  ¿A veces ser de fuera puede constituir una ventaja?
No, de ninguna manera me siento extranjero en España. Este también es mi país, ya te digo que llevo la mitad de mi vida asentado en este lugar. Aquí tuve oportunidades, amigos, posibilidades, aquí me han tratado y me tratan bien, formo parte activa de esta sociedad y me siento muy bien de mi parte “española”.  Te contaré además que vivo en la parte antigua de Madrid y he descubierto la casa de donde salió en 1618 mi antepasado. Y vivo al lado… de alguna forma vivir en España es volver.
 Tengo entendido que la mayoría de  escritores que salen del Perú rumbo a España con la idea de triunfo y reconocimiento, al llegar a Madrid recurren a ti en busca de consejo o ayuda, ¿qué es lo primero que les dices? ¿Son pocos los que consiguen sus objetivos? ¿Cuántos retornan desilusionados?
Les digo básicamente lo mismo: que es un camino difícil y que hay que  perseverar, ser disciplinado y trabajar mucho. Algunos retornan sí, pero otros no, y consiguen sus metas, como Sergio Galarza, Raúl Tola o José Luis Torres.
Junto a Raúl Tola, uno de los escritores peruanos jóvenes con
mayor proyección internacional
Foto: cortesía Daniel Mordszinski
Has llegado a convertirte, sin duda alguna, en unos de los exponentes más importantes de la narrativa peruana, ¿cómo adviertes la situación de los escritores en tu tierra? ¿Hay figuras nuevas de exportación? ¿Te atreves a dar nombres? 
La verdad, y me da pena decirlo, no conozco lo suficiente la literatura peruana actual. O no la conozco como me gustaría. Pero sí, creo que además de los tres mencionados, todos jóvenes menores de cuarenta, está Marco García Falcón, Jennifer Thorndike, Francisco Ángeles, Carlos Yushimito y Jeremías Gamboa. Muy buenos todos ellos.
Y ¿qué me dices de la literatura femenina en tu país? ¿Qué noticias recibes de lo que se está haciendo actualmente allá?
La que más me gusta es Jennifer Thorndike, sin duda alguna. Creo que siempre hemos tenido buenas poetas y narradoras, como Giovanna Pollarolo y Mariela Dreyfus, como Leyla Bartet y Carmen Ollé. Y sé que me falta leer a otras más jóvenes.
¿Cuán importante es la literatura peruana en el presente a nivel internacional?
Creo que hace ya unos años que pasa por un excelente momento con muchos nombres indiscutibles en la escena internacional como Alonso Cueto, Fernando Iwasaki y Santiago Roncagliolo, escritores todos ellos más que solventes y con una obra sólida, ampliamente conocida.
¿Te sientes satisfecho con lo que has conseguido hasta el momento? ¿Cuáles son tus metas a corto y mediano plazo?
Sí, me siento muy bien porque puedo dedicarme básicamente a lo que más me gusta, que es escribir. Vivo en una ciudad estupenda, que es Madrid, y todos mis trabajos tienen que ver con la literatura: conferencias, talleres, charlas. Mis metas son muy de aquí: escribir la próxima novela. Después ya se verá.

 
Si desean sabe más del autor o su obra
pueden pinchar
el siguiente enlace:
http://jorgeeduardobenavides.com/

2 comentarios:

  1. Excelente entrevista a este escritor que a base de entrega exclusiva a su oficio escribe novelas que por su calidad realzan las letras peruanas. Los premios que consigue lo demuestran.
    Felicitaciones para Jorge Benavides.
    Y también para ti Elga por acercarnos más a este notable compatriota con quien, de algún modo, compartimos el oficio de escribir.

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    1. Muchas gracias, Jorge. Me animan tus comentarios. Un abrazo.

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