Su vida está marcada por dos
grandes escenarios naturales: la montaña y el mar. Ambos le han permitido conocerse y conocer al
ser humano en profundidad. Imposible escoger entre los dos, pues ellos han
forjado lo que hoy en día es como persona y escritor. Esta es la esencia de Francisco Morales,
presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios, Vocal de
Literatura del Ateneo de Málaga y presidente de la Asociación Internacional
Humanismo Solidario. Sin embargo el
autor es eso y mucho más. Les invito a conocerle. Disfruten de la lectura.
Teniendo en cuenta que tus abuelos llevaron en la sangre condiciones para el arte y la poesía quizá
era inevitable que siguieras sus pasos en alguna de estas manifestaciones, pero ¿en qué momento sientes el llamado de la
literatura? ¿Hubo una revelación temprana o se fue dando de a pocos?
En torno a los quince años.
España entonces era triste y la literatura era un refugio para no perecer. La
biblioteca pública de Granada junto al río Genil que bajaba de Sierra Nevada
fue entonces el lugar más maravilloso del mundo. Allí me podía olvidar de una
triste realidad que había fuera de los anaqueles.
A Ricardo Bellveser,
vicepresidente del Consell Valencià de Cultura, tu colega y amigo, le cuesta
admitir que posees una licenciatura en Derecho y ejerciste dicha carrera, ¿qué
ocurrió al momento de escoger tus
estudios universitarios? ¿Por qué no
consideraste la Literatura?
Cuando no imaginaba todo el camino que iba a recorrer como escritor |
Primero llego a la Literatura. De
hecho mi primera licenciatura es de Filología Hispánica. Luego al mundo del
Derecho. Ambos mundos se complementan y se enriquecen. El Derecho es vida,
también la Literatura.
Diste inicio a tu prolífica trayectoria literaria escribiendo teatro,
una decisión poco común, teniendo en cuenta que la mayoría da sus primeros
pasos en la poesía o la narrativa, ¿qué te atrajo de este género y por qué te
pareció más interesante que el resto?
La realidad era entonces tan
esperpéntica que su deformación me llevó al teatro. Una deformación en la que
siempre creí. Pero habría que preguntarse qué entendemos por deformación. La
deformación es parte de la realidad y forma conciencia en su seno. El teatro es
un ejercicio vital que la realidad deformada me obligaba a mostrar. Sin
embargo, casi al unísono también surgió la poesía. De hecho frecuentaba la vega
de Granada, los lugares lorquianos. Algo que fue mi alimento durante la
adolescencia.
Según sé, viviste poco en el lugar en que naciste porque tu familia
tuvo que trasladarse a la ciudad, en este cambio los niños de esta no te recibieron bien, tus
maestros tampoco, y en general el sistema escolar te cortaba las alas, esto es
algo que te marcó mucho tanto en lo personal como en tu obra, y pese al tiempo
transcurrido lo evocas con frecuencia, ¿no es así?
La ausencia de libertad es el mayor
crimen. Durante la infancia y la adolescencia estábamos dominados por
criminales. Y esto marca una época. Un ser humano que no puede expresarse ni
hablar no es un ser humano. Es un despojo. Pero también tuve grandes maestros.
Recuerdo a don Gaspar de la Chica Casinello, con el que durante los veranos, ya
en la adolescencia, traducía a Tito Livio, Horacio, Catulo y Virgilio.
Otra constante en tu obra es la presencia de la dupla: montaña y mar, ¿qué
te aportan estos escenarios naturales? ¿De qué manera los haces tuyos? ¿Cuál es
la enseñanza que te dejaron?
Siempre han estado en mi vida y
en mi obra. Mi lugar de nacimiento en la montaña, pero unos meses después fue
el mar. Así ha sido casi siempre en mi vida. Ambos tan distintos pero ambos tan
entrañables. Me gustan las grandes montañas (las montañas que son majestuosas e
imponentes) y el mar en su soledad y fortaleza. Ambos están en mis obras
dándose la mano porque están antes en mí y en mi vida. Ambos me han permitido
conocer al ser humano en profundidad, seres humanos montaraces o seres humanos
aventureros. Imaginación y aventura de la mano.
Jugando con su hermano Antonio |
Tu biografía cuenta que fuiste un alumno mediocre en Bachillerato
elemental, pero cambió cuando ingresaste al Seminario Menor para cursar el
Bachillerato Superior, ¿qué ocurrió? ¿Hubo un hecho especial que te motivara a
interesaste por los estudios? ¿Tal vez
un maestro?
Aunque el ingreso para
Bachillerato Elemental con nueve años, los primeros años no fueron muy buenos
(aunque aprobaba) porque fue el momento en que nos trasladamos del campo a la
ciudad y hube de iniciar los estudios como alumno libre. Esta adaptación llevó
años. Tampoco mis compañías se daban mucho a los estudios estudiantiles sino al
juego (fútbol sobre todo) y la diversión. En el Bachillerato Superior todo
cambió. El revulsivo fue uno de los famosos test que por entonces hacían a los
alumnos. El comentario del psicólogo fue que no hacía todo lo que debía, a
pesar de que aquel año obtuve cinco sobresalientes de ocho calificaciones. Al
año siguiente convertí las ocho calificaciones en ocho sobresalientes y me
eligieron el alumno más brillante del Seminario Menor de Granada. El resultado
fue muy bueno. De los tres años y veinticuatro asignaturas obtuve dieciocho
sobresalientes y seis notables. El último año de ese Bachillerato lo realicé en
el Instituto Padre Manjón, donde se hallaba la élite de los alumnos de Granada.
Entonces me di cuenta de que podía. Me di cuenta de que trabajando se puede
conseguir lo que se quiera. Y, desde entonces, no he parado nunca. Disciplina,
método y perseverancia.
Hacia el año 1973 tuviste una crisis religiosa, abandonaste por
completo tu tarea de monaguillo, y te volcaste en la lectura y no había mejor
lugar que hacerlo en la Biblioteca Pública del Salón. También por esa época
entablaste amistad con un librero y pasabas largas horas charlando con él. ¿Qué motivó que tu fe se quebrara? ¿Tu cura para ese vacío espiritual fue la literatura? ¿Volviste
a reconciliarte con tus creencias?
Una obra donde se refleja su amor por la montaña y el mar |
Me di cuenta de la existencia de
la hipocresía y la mentira en aquellos curas en los que más había confiado.
Perdí totalmente la fe. La razón, al menos mi razón, me llevó a perderla porque
la iglesia acabó identificándose con la falta de libertad y aquello que
queríamos combatir. Sí, fue entonces cuando comencé a crear una pequeña
biblioteca. Con lo poco que me daban los fines de semana, me guardaba algún
dinero e iba a un librero que había en la calle Elvira de Granada. Con él
pasaba horas muertas porque era un lector empedernido y yo quería saber. Yo era
una persona curiosa. La curiosidad me llevó a la literatura. La literatura fue
un modo de refugio, un modo de conocer otros mundos menos tristes que aquel.
Desde el inicio sabía que en literatura nadie me iba a engañar porque de
entrada ya se sabía que todo era mentira. Y acepté aquella hermosa mentira que
encerraba las verdades más absolutas.
¿Se podría decir que Gaspar de la Chica Casinello, tu profesor de Latín, preparó los cimientos de
tu escritura literaria? ¿Cómo recuerdas esa
época a su lado?
Es una de las personas más
entrañables que he conocido nunca. Llegó a inculcarme el amor por el latín,
pero también el amor por la amistad. Fue, sin ninguna duda, el mejor profesor
que tuve, pero sobre todo porque fue una persona magnífica. Y, al cabo de los
años, no me explico qué vio en mí para tratarme con tanto afecto. De él aprendí
valores, aprendí ética, aprendí a ser persona. Además, también aprendí de él
que es maravilloso ser humilde en el conocimiento. Era un profundo intelectual
humilde. Llegó a ser un buen arqueólogo y profesor de la universidad de Granada
y todos sus compañeros, cuando se jubiló, le prepararon un grueso volumen de
homenaje. Me di cuenta entonces de que ese era el camino.
Con 17 años ingresas a la universidad y tu panorama cambia por
completo: hallas una atmósfera de efervescencia política y no eres ajeno a
ella, aquí se da forma a tus convicciones ideológicas, ¿no es así?
Revela que en la universidad dio forma a sus convicciones políticas |
Efectivamente. Por entonces yo
era un cóctel molotov. Una persona de gran vitalidad y fortaleza. Allí entré en
contacto con personas muy ideologizadas del PCE, la Liga, el MCE, la CNT… Desde
luego el PSOE no existía en la universidad. Se consideraba un partido burgués.
Fue el momento en que pensé en los demás, en que yo era un ser privilegiado por
tener acceso a la universidad. Esto me llevó a participar en asociaciones que
ayudaban a personas en exclusión. Comencé a darle clase a una chica que estaba
en silla de ruedas en casa y deprimida y a personas que habían salido de
correccionales y querían obtener el certificado de Estudios Primarios. Allí
aprendí que podía ser útil a otros y tenía una sensación muy placentera en ese
trabajo. Después quise conocer el mundo y con diecinueve años me fui a trabajar
los veranos a Francia con un grupo de gitanos con los que trabé mucha amistad.
Fue otro mundo.
Un acontecimiento importante en tu vida fue viajar a Francia a trabajar
en la vendimia. Lo hiciste más por conocimiento que por necesidad económica,
¿qué te impactó de esa experiencia para que hasta hoy la lleves tan presente?
La primera vez que me fui a
Francia tenía diecinueve años y mi padre se quedó con las lágrimas en los ojos.
España entonces no daba mucha seguridad y temía que pudiera cerrarse la
frontera por alguna guerra civil (los hombres de la posguerra estaban
traumatizados) y quedarme en Francia. Había mucho miedo todavía en el país. Tan
solo hacía dos años que Franco había muerto y nadie daba un duro por Adolfo
Suárez y menos por el rey. Todos temíamos una nueva dictadura o una nueva
guerra civil. Aquellos viajes supusieron para mí una extraordinaria experiencia
porque conocí otra realidad, otro país, otro mundo, otra forma de pensar. Yo me
sentía afrancesado. De hecho durante muchos años mi única obsesión era irme a
vivir a Francia, la cuna de la libertad. Yo, como tantos intelectuales del
siglo XVIII y comienzos del XIX, me sentía profundamente afrancesado. Y Francia
era un modelo a seguir. Allí también descubrí el amor y el erotismo. En España
no existía el sexo.
En 1981 publicas tu primera obra Veinte
poemas andaluces, ¿cómo era el Francisco de esa época? ¿Todavía te
reconoces en ese libro?
Su primera obra |
Durante el periodo universitario
escribía sin cesar. De hecho tengo varios libros inéditos de entonces. Incluso
hasta la memoria de licenciatura sobre la narrativa de Francisco Umbral de 1965
a 1980 está inédita. Pero yo quería ser poeta y publicar. Vi que Celaya había
acabado de publicar una obra en una editorial de Bilbao y allí envié mi obra.
Entonces la poesía española vivía bajo el influjo del culturalismo de los
Novísimos, pero a mí esta literatura no me acababa de convencer porque no tenía ideología, no tenía sangre,
no tenía solidaridad, no tenía humanidad, aunque tuviera mucho juego, mucha
cultura y mucha sabiduría estética. No era mi estética ni mi pensamiento. Pero
era consciente de que no se podía escribir como en los años 50, tampoco se
podía escribir en 1979 o 1980 como Celaya o Blas de Otero. Se me planteaba un
problema estético importante: aunar el compromiso y la estética. Yo había estado en Francia y había visto
trabajar a la gente de sol a sol, irse de sus casas para ganar una miseria…,
había sido profesor (un jovencísimo profesor) de personas excluidas socialmente
y esto no me pasaba inadvertido, y también estaba mi formación religiosa
juvenil. Yo me daba cuenta de que había que cambiar las cosas y la literatura
no podía permanecer ajena a aquello. Pero no era la época de la literatura
panfletaria. Así que me llamó la atención César Vallejo (del que leí toda su
obra) y también Miguel Hernández, a quien Joan Manuel Serrat había dado a
conocer con su famoso disco negro. Fueron entonces mis guías. Al cabo de los
años, pienso que el Humanismo Solidario ya estaba allí. Lázaro Carreter (que
sería director de la RAE, entonces era catedrático de la universidad de
Salamanca, si no recuerdo mal) saludó el libro como una obra cuyo “lenguaje
transformaba la cólera en léxico y sintaxis de enorme energía”, y el
catedrático Francisco Ynduráin decía que mi lírica tenía una proyección
metafísica. Después Enrique Villagrasa hizo elogios de ella.
También en la década de los 80 decides cambiar de residencia y te trasladas a
Barcelona, allí te relacionas con intelectuales de la zona y publicas tu
segunda obra de título Basura del corazón,
en el que abordas el tema de las urbes
influenciada por la Generación Beat americana, cuéntanos sobre tus
motivaciones en ese entonces.
Su segunda obra |
Efectivamente, la gran ciudad es
el centro de la nueva poética. Granada era una ciudad de provincias, siempre lo
fue y lo sigue siendo, una ciudad cainita en la que siempre hay dos bandos que
se fusilan entre sí. Barcelona era Europa, era otro mundo, otro modo de ser y
estar en él. Pero un mundo también lleno de desigualdades y peligroso donde la
miseria es más relevante. Y en España en 1981 había mucho paro y mucha miseria.
De hecho ese año que me marcho a Barcelona no solo hubo el golpe de Tejero sino
varios más. España era una bomba de relojería. Por entonces yo leía mucho a la
generación beat: Ginsberg, Kerouac, Burroughs… y, sobre todo al depravado Bukowski,
cuya literatura provocadora me encantaba. Y al hilo de ellos y ese nuevo mundo
que inauguraba escribí mi segundo libro que fue publicado por José Jurado
Morales, un gran intelectual a reivindicar, premio Vasconcelos y Premio Ciudad
de Barcelona. Un gran intelectual y, sobre todo, una gran persona.
Desde 1992 hasta la fecha, volcaste toda tu atención en tu tarea de
escritor y una serie de proyectos de índole literaria y cultural, además ejerces de docente, asumes la Asociación
Andaluza de Escritores y Críticos y recibes una serie de reconocimientos,
¿luego de tu experiencia con la política partidarista de tus años mozos
llegaste a la conclusión que la mejor manera de ayudar a la humanidad es a
través de los libros y cultura?
Efectivamente, la política me
defraudó totalmente. Aunque la política es el único instrumento para cambiar la
realidad. Téngase muy en cuenta esto. Me formé intelectualmente con la
realización de la licenciatura en Derecho, pero me di cuenta de que la política
no era lo mío. Fui secretario de la Federación Progresista, incluida dentro de
Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía, participé en mítines con Julio
Anguita y dirigentes de entonces, admiré a Ramón Tamames (entonces el
intelectual más brillante del país aunque después caería en una derechización
obscena) y mi camino fue para intentar cambiar la realidad. Pero la realidad no
la cambia nadie. Los cambios siempre son imperceptibles y a largo tiempo:
algunos pasos adelante y otros atrás. Me di cuenta de que no servía para ser
político porque no podía decir de la noche a la mañana blanco y negro, aunque
me gustaban los mítines y siempre me gustó el público: me sentía a gusto
delante de muchas personas: era como si me encendiera. Tampoco soy suficientemente
hipócrita. Tengo la hipocresía justa, mediana, como la mayoría, pero no la de
un político, ni su cinismo.
Eres presidente de la Asociación Internacional Humanismo Solidario
(AIHS), ¿con qué metas u objetivos se gestó y cuál es la evaluación que haces de
ella hasta el momento?
La conceptualización de esta corriente de pensamiento,
literaria y artística, concreta sus propuestas tomando como base las
raíces histórico-ideológicas de las que se nutre y bebe, consolidadas en estos
pilares:
Primero. El eje vertebral del pensamiento del Humanismo solidario es la
necesidad de reivindicar la unidad
profunda de la humanidad, en contra de la fragmentación (individualismo,
autonomía, nacionalismo, aislamiento, etc.) y del dogmatismo (totalitarismo,
intolerancia, fanatismo, etc.) imperante en la actualidad.
En plena lectura durante un acto literario |
Segundo. No es que no exista una ideología determinada, es
que por encima de las ideologías impera una idea central y definitiva: la idea de fraternidad.
Y tercero, Humanismo
solidario es una reivindicación
del compromiso, al haberse producido una desalentadora huida y hasta
renuencia de buena parte de los intelectuales sobre el deber del compromiso;
compromiso con la palabra y con la vida (que debe de incluir, siempre, a los
otros), que no significa militancia ni instrumentalización de índole alguna,
sino vinculación y resistencia.
El creador ha sido históricamente un referente social.
Eclipsarlo supone fracturar el tejido vertebrador de las sociedades e
interceptar el progreso. No olvidemos que todo creador, utilizando la forma de
expresión que le ha sido conferida (científica, plástica, musical o literaria),
se compromete a valerse de su obra para explicar el mundo. Humanismo solidario reivindica el
compromiso del creador con la sociedad y con la historia, que viene a ser compromiso con la palabra y con la vida,
desde la resistencia y la vinculación, como actos de responsabilidad por el
"otro", aceptando que ética y estética conforman la cara y la cruz de
una misma moneda. El arte, en esta coyuntura crítica, exige una irrecusable
toma de conciencia que propone como afán de su creación y pensamiento al ser
humano bajo el sentido de unidad profunda de la humanidad.
¿Cómo asumes pertenecer a la
Generación de la Transición? ¿Cuál fue tu papel en ese tiempo?
Soy un hijo de la Transición.
Viví la dictadura de modo consciente, los cambios que se produjeron en nuestro
país, la llegada de la democracia, el conocimiento de Europa… En ese tiempo yo
participé desde posturas de izquierda en la realización de los cambios muy modestamente
porque modesta era la representación entonces de Izquierda Unida, pero mi
pensamiento siempre estuvo ahí, porque considero que desde este ámbito se
podían ir produciendo cambios sociales.
"Me he dado cuenta que toda la vida he estado defendiendo las mismas ideas", revela |
Defines tu poesía como humanista, ¿en qué difiere de la que cultivaste
en tiempos pasados?
Al cabo del tiempo, me voy dando
cuenta de que siempre he estado defendiendo las mismas ideas, solo que ahora
están más sistematizadas y antes nacían al hilo de los acontecimientos y la
miseria en la que vivía el país. El ser humano como centro, en su dolor y en su
alegría, en su memoria y en su pasión amorosa.
Estás en plena lucha por
introducir la poesía de escritores contemporáneos en las escuelas e institutos
de Andalucía e incluso se aprobó una norma para que se pusiera en marcha, pero los
encargados no lo hacen alegando falta de recursos, es un panorama que se repite
en toda España, ¿no es así?
El gran problema de la cultura en
este país es que los políticos la subestiman y ponen al frente de los
departamentos a personas a los que le interesa un carajo. Son personas que
aguantan el temporal de los intelectuales, los pintores… pero su interés es
nulo. Por otra parte está la clara insuficiencia de recursos que dedican a
ella. Irónicamente me decía en una ocasión un consejero de Cultura: Francisco,
¿sabes el presupuesto que tengo para mi departamento? Lo que vale construir un
puente. A veces, sin embargo, con un poco de imaginación y pocos recursos se
podrían hacer muchas cosas, pero es necesario que el “encargado de turno” se lo
crea. Ni se lo cree ni se le espera.
Has hablado de un replanteamiento de la poesía social, ¿de qué manera
hacerlo sin caer en lo panfletario o
parecer vinculado a la izquierda, sea caviar o subversiva?
Junto a los poetas Vicente Barberá y Ricardo Bellveser, tras el homenaje que le tributó Poetas en el Ateneo (Valencia) |
Debe ejercerse desde una perspectiva en
la que cambie el sujeto. Un“sujeto atrofiado” que nace para el pensamiento
único y la alienación racionalista, adoctrinado. Durante esta centuria hay
escritores que han abordado esta soledad del ser humano ante el medio hostil y
ofrecen respuestas que permiten crear instrumentos para la comunicación y el
conocimiento (nunca términos excluyentes) de la misma de modo que el camino
resulte más llevadero. El lirismo ahora debe ocuparse de encontrar cabida para
el sujeto y la colectividad, el sueño y las cotidianidades. Articular,
consensuar sus infinitivos susceptibles de identificar esa poesía orientada en
sintetizar las contradicciones, en reencontrar el gusto por la emoción y
también por la expresión, en mostrar su inquietud más cercana a lo ajeno que a
lo propio, lo unidimensional, nacido a partir de los fenómenos globalizadores. El
sentimiento del poeta no es un estado de ánimo personal sino colectivo. El
placer o el dolor que posee ante su visión del mundo y la realidad que hay en
su entorno el poeta lo posee tanto en cuanto forma parte de una comunidad, de
una sociedad, de una humanidad: es un sentimiento NUESTRO y de ahí que es
necesario dar respuestas que tengan una consideración sociocultural, literaria,
estética, ética, pedagógica y antropológica, como diría Foucault (2009). Se
necesita, en definitiva, «una reconquista
del ser».
Has evidenciado tu admiración por César Vallejo, ¿sigue siendo el poeta
humanista por excelencia? Resulta contemporáneo pese a que este tiempo no es el
suyo aunque parezcan similares, ¿compartes esta impresión?César Vallejo aunó la
recuperación de la vanguardia y el lenguaje con Trilce, pero sobre todo recuperó para la literatura al ser humano
con Poemas Humanos y España, aparte de mí este cáliz. Vallejo
sigue siendo un poeta moderno. Un referente para las nuevas generaciones.
Si desean saber más sobre el autor o su obra pueden pinchar los siguiente enlaces: http://www.moraleslomas.com/index.php?id=927 http://www.humanismosolidario.com/index.php?id=1433 http://www.criticosliterariosandaluces.es/index.php?id=inicio |