Alicia Muñoz Alabau es una
escritora emocional desde la raíz hasta la punta de su hoja más tierna. A ella podemos
acercarnos para abrirle muestro corazón porque sabemos que no solo va a llorar
con nosotros sino que también nos ayudará a levantarnos y alentará a
seguir. Si así es la autora, su
literatura no podía ser distinta. Sus historias siempre están protagonizadas
por mujeres fuertes, nutricias y provistas de un alto sentido de tolerancia y
compresión. Por eso De dolientes y duelos es un libro de relatos que aborda la
denominada literatura de duelo con otro talante y no duda en encararnos a dramas tan humanos,
donde nos reconocemos todos. La autora
vuelve a habitar otros seres y vidas, poniéndose en la piel y sentimientos de
gente que padece pérdidas no solo físicas sino emocionales, esas que a veces no
se hallan incluidas en la categoría de decesos como tal porque la muerte ocurre
dentro de nuestra alma a partir de la
ruptura, la separación o el abandono.
Cuando la pérdida, la ausencia o la muerte nos deja abatidos en cuerpo
y alma, sin saber qué hacer o pensar, ¿solo nos queda la literatura para buscar
identificación con el padecimiento de otros (que no solo nos pasa a nosotros),
o quizá si tenemos un poco de facilidad para expresarnos plasmar por escrito lo
que nos pasa por dentro? ¿Nos hace sentirnos acompañados en este tipo de
emociones la llamada literatura del duelo?
Creo que la literatura ayuda, sin
duda. En mi caso siempre ha funcionado como terapia y los momentos importantes
de mi vida han quedado de una u otra forma plasmados por escrito. Necesito
vaciarme de esa manera, poner en palabras lo que siento y tratar de interpretarlo.
Y también es reconfortante encontrar todas esas emociones confusas y convulsas
contadas por otros, de esa forma conseguimos no sentirnos tan solos y además
sabemos que lo que nos ocurre no es tan inusual. En situaciones extremadamente
duras, necesitamos sentirnos acompañados
y como a veces despreciamos la presencia física porque estamos demasiado
atormentados, una lectura puede ser una buena opción.
La novela que le trajo grandes alegrías |
De dolientes y duelos tu más
reciente obra consistente en 17 relatos que abarcan toda una complejidad de
situaciones relativas a estas emociones
y sentimientos que nos embargan ( y estamos expuestos) a lo largo de nuestra
existencia, ¿qué te condujo a escribir
sobre este amplio tema? Supongo que
algunos te miraron con sorpresa ante tu decisión de escribir algo así, teniendo
en cuenta que a un amplio sector le resulta morboso este tema o simplemente pasa
o huye de él.
En realidad no fue algo
consciente el hecho de escribir sobre el duelo, no fue algo que me propuse
expresamente. Escribo bastante, a temporadas prácticamente a diario, no porque
tenga una intención determinada, o un objetivo, no siempre para publicar. Escribo
porque lo necesito, como una pulsión vital que me ayuda a tomar aire y seguir
adelante. De ese modo, me encontré con que, fruto de una serie de duelos
acumulados, tenía toda una serie de relatos que tocaban, de una u otra forma,
el mismo tema. Pensé que tenían la consistencia suficiente como para explorar
en esa línea y me decidí a continuar incorporando historias más ficticias o
basadas en experiencias no ya personales, pero sí cercanas. Creo que no
deberíamos huir de lo que nos resulta desagradable o mirar simplemente hacia
otro lado. Conviene tener algún tipo de preparación en este sentido, aunque
resulte sin duda muy difícil. Hay que tener en cuenta que todos estamos
expuestos a situaciones de pérdida dolorosa, que todos en algún momento
habremos de hacer frente a estas situaciones.
¿Ves realmente tu obra como un ejemplo de literatura de duelo? ¿Estás
de acuerdo con la clasificación o la
consideras dentro de otro contexto o género?
Hasta ahora, no sabía que podía
hablarse de una 'literatura de duelo'. De características similares sólo había
leído La ridícula idea de no volver a
verte, de Rosa Montero y me encantó, pero porque me encanta la autora y
porque soy muy sensible a la literatura que habla de emociones. Creo que es eso
en realidad lo que intento, plasmar emociones, por muy intensas, difíciles,
intrincadas o inconvenientes que sean. Mis textos surgen de lo más profundo,
arrastran sentimientos e intentan producir empatía, que los lectores puedan
reconocerse en ellos.
Durante la presentación de su libro en el Museo de la Ciudad de Valencia |
Si la muerte física se tiende a ocultar o se aborda de puntillas, ¿qué
pasa con la de índole emocional? ¿Cuando
muere un amor o renunciamos a él, o vemos culminar una etapa por decisión
propia o ajena? ¿Cómo tratamos o abordamos esas pérdidas que no se ven?
Ese es otro de los temas que me
resultaba interesante explorar. Los duelos se asocian, normalmente, a la muerte
física, pero hay otras muchas situaciones que producen un proceso de duelo y
que a veces se entienden menos. Se ve normal el duelo ante la muerte porque es
un acontecimiento extraordinario, único y último ante el que todo el mundo se
conmueve y todos te comprenden. Sin embargo una pérdida emocional es, en
ocasiones, más difícil de digerir, ya que la persona no ha desaparecido (aunque
lo haya hecho de tu vida) y también se vive como un fracaso difícil de asumir y
de reconocer.
La gente vive la pérdida y el dolor de diferente manera, a unos se les
acaba el mundo, otros, se quedan
paralizados, y hay quienes se desconectan, ¿cómo ha sido tu experiencia escribiendo
en primera, segunda y tercera persona? ¿Has podido mantener a raya tus emociones
mientras estabas creando?
En absoluto se mantienen a raya
las emociones escribiendo sobre estos temas. Me he puesto en la piel de cada
uno de los personajes, con mayor o menor distancia, pero siempre intentando
homenajearlos, en el sentido de dar un sentido a su sufrimiento, de darle un
valor o un reconocimiento, de decirles “tranquilo, es normal lo que te está
sucediendo, tienes derecho a estar así de mal”. Es lo que a mí me gustaba
escuchar en los peores momentos, es lo que más me ha ayudado. Quería ponerme
del lado de los que sufren y darles la mano, sufrir con ellos.
Es una autora dotada de una enorme sensibilidad |
¿Por qué los seres tendemos a buscar vivir algo, por ejemplo, un amor a
sabiendas que las circunstancias no están de nuestro lado o en el peor de los
casos, vamos a salir perdiendo? Lo digo por tu relato Julio en Santiago, donde su protagonista es consciente del final y
que vivirá por siempre con la sensación de que dejó ir algo importante sin
luchar.
Porque a veces sentimos la
necesidad de vivir simplemente el momento. Es difícil hacerlo, pero creo que
nos libera. No importa lo que venga después. La experiencia de la pérdida nos
pone en contacto con la finitud, cobramos conciencia de lo efímero que es todo
y entonces puede que queramos vivir el presente, saborear un amor, por ejemplo,
aun bajo la perspectiva de lo no duradero y abandonarnos así al disfrute de lo
fugaz. Es un cambio de enfoque que puede sufrir el que acaba de atravesar un
duelo. Ese tipo de cosas que nos puede hacer madurar o, de alguna manera, nos
enriquecen.
Lo más triste de alguien que sobrevive a un ser querido es no haberle
podido decir todo lo que quería por miedo, vergüenza o falta de valentía (desde
confesiones amorosas, secretos, rencores, odios, etc.). De eso y más trata tu
relato Para una amiga, ¿tiene que ver
con una experiencia personal?
Para una amiga, parte, efectivamente de una experiencia personal y
reflexiona sobre todas esas cosas que se quedan por decir, flotando para siempre en el universo paralelo
de las cosas nunca dichas. Es por eso que pienso que deberíamos tener una mejor
preparación ante esas situaciones en las que nos habremos de enfrentar a la
muerte de un ser querido. Deberíamos estar más serenos y lúcidos, deberíamos
decir todo lo que queremos decir, dar todos los besos y abrazos que nos
apetezca, aprovechar de verdad los últimos momentos. En vez de eso,
disimulamos, actuamos como si nada ocurriera, hablamos de trivialidades,
intentamos hacer ver que todo eso va a ser pasajero y que pronto volveremos a
nuestras vidas de siempre, queremos esquivar lo que inevitablemente llegará y
nos alcanzará provocando una hecatombe que nos pilla siempre desprevenidos.
Sostiene que la mujer posee más ventaja a la hora afrontar el dolor |
Otro de tus relatos conmovedores es Querido
papá, realizado de manera epistolar, donde la protagonista mantiene
comunicación con su padre fallecido. Ella no acepta que él ya no esté más a su
lado, y su resistencia al nuevo estado de las cosas casi rompe con su cordura y
ligazón con la realidad. Un hecho que se
da muy a menudo en la realidad, ¿no es así?
La negación es una de las fases
del proceso de duelo y hay quienes se quedan anclados en ella desarrollando
patologías cercanas a la locura. Es una muestra de lo complicado que resulta
asumir una pérdida y de cuántas vivencias diferentes podemos encontrar en torno
a esta circunstancia. La soledad también
aparece como un ingrediente más que puede agudizar la devastación que produce
el duelo. Eso es especialmente cierto en el caso de los ancianos. La falta de
compañía y de actividades cotidianas, además de la vivencia de esos duelos que,
inevitablemente la vida les ha traído, pueden hacer que esas últimas etapas de
la vida sean especialmente dolorosas.
La soledad es un doloroso drama que padece un gran número de ancianos
hoy en día, apartados de los nuevos grupos familiares que conforman sus hijos o
nietos, se refugian en sus recuerdos, malviven
sus días con hambre de afecto, y esperan resignados su final, tránsito
que en cierta forma es una agonía progresiva, desesperadamente lenta. Lo
retratas con excelencia en tu relato Pena
sobre pena.
En cuanto a la cuestión de las
vivencias de los duelos por parte de hombres y mujeres, no pretendo sentar
cátedra, simplemente hablo desde la experiencia, desde la observación y desde
lo que he encontrado a mi alrededor. Creo que las mujeres son emocionalmente
más hábiles y en ese sentido cuentan con una ventaja a la hora de superar los
duelos. Sin embargo, como también somos más sensibles, estos se viven con más
intensidad y pueden contener momentos más álgidos. Si la mujer es madre, hay
una fuerza añadida, porque sabe que tiene que sobreponerse por sus hijos,
porque tiene una responsabilidad con ellos. Además contamos con la ayuda
fundamental de otras mujeres. Sabemos comunicarnos y sabemos apoyarnos. Todo
ello conforma una red que nos protege de las caídas y nos ayuda a levantarnos
antes. Creo que los temas de la maternidad y el cuidado, asociados
tradicionalmente a las mujeres, resultan claves también a la hora de abordar
los duelos.
Sumergiéndose en su mundo creación |
La mujer es la protagonista por excelencia de De dolientes y duelos, ¿soporta mejor las pérdidas? ¿Se halla más
preparada para el sufrimiento como sostienen algunos con cierta ironía? ¿De
dónde emerge esa fuerza para secar sus lágrimas, tomar aliento y levantarse?
En cuanto a la cuestión de las
vivencias de los duelos por parte de hombres y mujeres, no pretendo sentar
cátedra, simplemente hablo desde la experiencia, desde la observación y desde
lo que he encontrado a mi alrededor. Creo que las mujeres son emocionalmente
más hábiles y en ese sentido cuentan con una ventaja a la hora de superar los
duelos. Sin embargo, como también somos más sensibles, estos se viven con más
intensidad y pueden contener momentos más álgidos. Si la mujer es madre, hay
una fuerza añadida, porque sabe que tiene que sobreponerse por sus hijos,
porque tiene una responsabilidad con ellos. Además contamos con la ayuda
fundamental de otras mujeres. Sabemos comunicarnos y sabemos apoyarnos. Todo
ello conforma una red que nos protege de las caídas y nos ayuda a levantarnos
antes. Creo que los temas de la maternidad y el cuidado, asociados
tradicionalmente a las mujeres, resultan claves también a la hora de abordar
los duelos.
¿Y los hombres? ¿Enmudecen y se encierran cuando el dolor y el
sufrimiento los supera? ¿Les cuesta sacar lecciones y sobreponerse?
Los hombres, ante la soledad que
conlleva una pérdida, suelen quedarse más desorientados. Quizá son
emocionalmente más dependientes y además más pudorosos a la hora de contar cómo
se sienten.
Es honesta al decir que los duelos no desparecen nunca |
¿Superamos realmente un duelo? ¿Nos llegamos a adaptar a esas
ausencias? ¿Es posible quedarnos en ese proceso y nunca recuperarnos aunque
sigamos con la rutina de siempre?
La superación de un duelo es
siempre relativa. Creo que se quedan trabados en nuestra piel, en nuestro
corazón, en la manera en la que veremos la vida a partir de ese momento. Todos
conocemos personas a las que describen sus duelos. Es frecuente escuchar: “es
que se le murió un hijo a tal edad”, “su padre falleció siendo él muy joven”,
“se divorció después de veinticinco años de casada”…, como explicación a por
qué esa persona es de tal o cual forma o se comporta de tal o cual manera. Los
duelos forman parte de nuestras vidas, nos modelan y es importante cómo los
encaramos o asimilamos. En realidad, desaparecer, creo que no desaparecen
nunca.
“El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, dijo Buda
alguna vez, ¿estás de acuerdo? ¿Podemos
elegir no sufrir, no pasar por un experiencia de ese tipo?
No elegimos sufrir, es un peaje
que hemos de pagar, que se nos impone como algo consustancial al proceso vital
mismo. Tal vez nos ayude a madurar, a fortalecernos , pero sólo tal vez. Es
complejo, porque a algunas personas acaba debilitándolas para siempre. Ojalá
nunca tuviéramos que vivirlo.
¿Cuál es la dicha o la ventaja de vivir una existencia corta y mortal?
Se lo pregunto a alguien que ha vivido muchas existencias no exentas de dolor y
sufrimiento en su libro De dolientes y
duelos.
Todos nos quejamos alguna vez de
lo que nos ha tocado vivir. A veces, cuando me he quejado, he escuchado decir
que, si no hubiera vivido todo lo que he vivido, no sería la persona que soy
ahora y lo cierto es que creo que sí ha mejorado mi calidad humana. Las
pérdidas nos hacen conscientes de lo verdaderamente importante, nos vuelven más
humildes y tolerantes, más empáticos. Te das cuenta de lo que puede ocurrir en
cualquier momento, de que nadie es realmente imprescindible y de lo absurdo que
resulta preocuparnos por las nimiedades que conforman los problemas cotidianos.
Optas por vivir más intensamente, por disfrutar de las pequeñas cosas. Tal vez
esa sea la ventaja.
Si desean saber más de la autora o su obra pueden pinchar el siguiente enlace: https://www.facebook.com/PonerseAlas/ |