Desde niño ha atendido a su necesidad de volar. Primero lo hizo a través
de su imaginación, luego con la ayuda de sus lecturas, más tarde con la
escritura. Quiso ser piloto de avión, pero le ganó el periodismo. Sin embargo
fueron los viajes físicos como reportero los que le devolvieron a su esencia
fundamental: la de expresarse mediante la poesía.
Elid Rafael Brindis es un periodista y poeta mexicano que reside en
Perú no solo enamorado de Carmen, una destacada editora hija de esa tierra,
sino del melancólico cielo limeño, del cual distingue cuarenta y ocho
tonalidades de gris. Y pensar que cada vez que retorno a la capital peruana en
invierno y miro hacia arriba, solo veo ese tristísimo color panza de burro
de siempre
Leer es un acto que se gestó en tu más
tierna infancia y sé que en la escuela te fascinaba sumergirte en la lectura de
los clásicos griegos adaptados para niños, ¿qué recuerdas de esos primeros años de
descubrimiento? ¿Quién te introdujo en el mundo de la lectura y los libros?Hizo realidad su sueño de ser poeta fuera de México |
En
realidad fueron tres las fuentes de inducción: la primera fue mi madre.
Recuerdo que mientras hacía sus quehaceres me contaba pequeñas historias, algunos
mitos que, en su infancia, también solían contarle los abuelos; estos mitos
empezaron a despertar mi mundo lúdico, sobre todo por la forma en que me los
narraba y yo, prácticamente, los vivía. La segunda fuente fue mi padre, quien
casi todas las noches, después de las duras jornadas laborales se daba tiempo
para leernos, a mis hermanos y a mí, algunas páginas de los pocos libros que
tenía en casa, antes de dormir; y la tercera fuente fue mi maestra, que nos leía
cuentos infantiles y mientras los contaba afloraba mi curiosidad, porque no se
parecían a las historias de mi madre ni a los textos que leía mi padre; pero todo
hacía volar mi imaginación. Todas esas experiencias escuchadas se combinaban en
mi mente y me hacían viajar a mundos fantásticos, que me dejaban absorto,
embelesado. Por cierto, aparte de todo eso, otro de los gratos recuerdos que
conservo e intento que no lo borre el tiempo es que, cuando ingresé a la
escuela, al final del primer día ya le estaba ayudando a la profesora a enseñar
a algunos de mis compañeros a escribir las vocales, que yo había aprendido con avidez desde el inicio
de la clase.
Por
esa época también fue que comenzaste a escribir tus primeros poemas, los cuales
eran alusivos a la patria, a la bandera, a los héroes, entre otros, para
las actuaciones de los lunes. Sin embargo no los leías tú, sino tus compañeros.
Es curioso que el amor que te motivara a escribir en verso no fuera el inspirado
por una chica, como casi siempre ocurre.
Elid junto a la destacada poeta Rosina Valcárcel, su gran amiga |
Sería
en el segundo o tercer año de primaria. Todos los lunes, durante los homenajes
a la bandera, casi siempre declamaban los mismos compañeros y repetían los
mismos poemas. Entonces ya había aprendido a leer más o menos bien, y en los
libros que nos daba la Secretaría de Educación venían algunas lecturas breves y
poemas sencillos; estos me sirvieron de modelo para intentar escribir mis
propios poemas, casi por imitación. No fue fácil, pero esta influencia empezó a
marcar también mis primeras rimas… obviamente, con miedo a no hacerlo bien
porque, además, empezaba a tener noción de la métrica, mas no sabía cómo se
aplicaba. Desde luego, yo escribía poemas patrios porque la educación infantil
se basaba más en el civismo y en las normas morales que excluían a la mujer.
Además, no podía inspirarme en ninguna chica debido a que era un niño muy
tímido, y a esa edad, en ese tiempo, era un tabú y por lo cual, los padres
castigaban.
Tu alma de poeta no se nutrió al
íntegro leyendo, sino más bien del contacto pleno y total con la naturaleza que
te rodeaba en aquellos años, ¿no es así, Elid?
Tras recibir el título de hijo adoptivo en la tierra de Vallejo |
Efectivamente,
la naturaleza es la sabia conductora de mis letras. En Chiapas hay dos
estaciones muy marcadas: la seca y la de lluvias. En la estación seca tenía elementos
para inspirarme, como el polvo de los caminos, los árboles sin hojas, los
cerros amarillentos, el sol cayendo a plomo, la tranquilidad que se sentía
cuando las aves del campo dormitaban por efecto del calor, y muchos etcéteras. En
la estación de lluvias estaban a mi alcance la propia lluvia, los rayos, las
tormentas, los arroyos boyantes, la vida vegetal reverdeciendo, la siembra de
los campos; las aves, las abejas; en fin, haría falta más espacio para
describir poéticamente todo lo que se puede contemplar de la naturaleza en cada
una de estas estaciones. En verdad, todo eso es poesía y, por eso, Chiapas, mi
tierra, siempre está presente en mis poemas; incluso, describo una mínima parte
de mi niñez en el poema «El
Chiapas de mi infancia»,
en el que las estrellas de la madrugada también son parte elemental de la
inspiración, porque se siente mucha nostalgia cuando caminas a la luz de las
estrellas en un campo abierto, sin ruidos más que el de los grillos cortejando
a sus parejas.
La poesía te dio alas y te dejaste
llevar por ella de manera natural y espontánea, ¿cuándo te viste como poeta y
cómo decidiste conducir tu vocación?
Antes de su participación en Punta del Este (Uruguay) |
Para mí la verdadera poeta es la naturaleza. Yo, aún no me veo como
poeta, sino como un intérprete de todas esas manifestaciones, a las que ahora
incluyo el aspecto social, que es otro fenómeno, y de todo lo cual ya se ha
dicho mucho pero aún queda muchísimo más por escribir; admito que no la
conduzco, sino que ella me lleva a través de los momentos de inspiración,
porque no puedo decir: «hoy
voy a escribir sobre esto»
cuando, en realidad, la inspiración me marca otra cosa; pienso que conducirla
sería tanto como escribir por encargo. Recuerdo que fue en la secundaria cuando
realmente empecé a escribir poemas más profundos en versos libres, porque todo
lo anterior que escribí, lo hice en rima; creo que fue ahí cuando ya me vi como
poeta, y, además, empecé a escribir historias, cuentos breves, como «El árbol de cacahuates» (el cacahuate o maní es
una almendra que se produce bajo tierra, no en árboles); en fin, pero el «yo
poético» ya hablada de mí, porque la adolescencia es bastante complicada y con
eso ya podía exorcizar mis demonios. Además, fueron apareciendo los primeros
versos de amor, ahora sí, inspirados en alguna chica que llamara mi atención.
Luego fuiste detrás de otra tus
pasiones: los aviones. ¿A qué parte de tu alma querías complacer aprendiendo a
pilotar este tipo de naves?
Junto a Carmen, la mujer de su vida |
¡Ah, los
aviones! Si bien el escribir es una forma de volar, tenía la curiosidad de
saber cómo se veía el mundo desde arriba. Quizá quería liberarme de la prisión
de la timidez y experimentar la sensación de libertad, porque una parte del
vuelo te lo da el campo abierto a través de la imaginación y la otra te la da la
realidad física, y esa era la que quería experimentar; pero me llegó esa
oportunidad cuando estudié turismo, lo que me dio acceso a participar en
eventos y convenciones, para lo cual viajaba como representante de una agencia
de viajes; o volaba en aviones pequeños a los centros turísticos como guía de
visitantes, y veía desde arriba la selva chiapaneca como una inmensa alfombra
verde; en pocas palabras, esto cambió realmente mi visión, pues empecé a
conocer mi propio estado, es decir, Chiapas, lo que me llevó a admirar las
otras caras de un mismo pueblo, a palpar directamente el contraste entre los
que tienen poder adquisitivo y los que carecen de todo. A esta realidad social
es a la que me refería al inicio.
Dices que la aeronavegación es la
responsable de tu incursión en el periodismo. ¿Cómo así?
Conocer el
Chiapas profundo, las naciones indígenas, la pobreza, provocó que, por
circunstancias del destino, mi vida diera un giro inesperado y, como no pude
ser piloto, mi otra pasión, la de leer y escribir, me abrió las puertas del
periodismo, por lo que opté por apartarme del turismo y estudiar periodismo. De
alguna manera, el periodismo también es como volar porque, aparte de que tienes
que ir ahí donde se produce la noticia, uno viaja imaginariamente al lugar
donde se generan los hechos, los recrea, trata de vivirlos y a partir de ahí
debes escribir para los demás lo que está sucediendo en tal o cual lugar; o
también tenía la oportunidad de escribir sobre temas culturales y en eso dejas
volar tu imaginación.
Le entregaste más de 20 años de tu
vida al diario Expreso Chiapas, donde ejerciste los cargos de
editor y subdirector, ¿qué aprendiste del oficio y de tu país durante ese
tiempo?
Acompañado de la poeta Ana María Intili y el editor Germán Atoche |
En simultáneo por ese entonces, tenías
a tu cargo la supervisión de todos los textos académicos de la Universidad
Autónoma de Chiapas. Según entiendo se trataba de una actividad que disfrutabas
mucho, ¿lo confirmas, Elid?
Fuiste asesor congresal en la Cámara de Diputados al
Congreso del Estado de Chiapas
en la década de los noventa, ¿cómo viviste esa experiencia? ¿Pudiste ver de
cerca la podredumbre de algunos políticos? ¿La cosa ha empeorado en los últimos
tiempos?
Confiesa que siempre tiene tiempo para todo |
Eres un todoterreno, además de
desarrollarte como escritor, editorialista, articulista, analista político,
crítico literario y ensayista en entidades afiliadas al Consejo Estatal para
las Culturas y las Artes de Chiapas (Coneculta), también escribes reportajes e
investigaciones para revistas de corte científico y cultural, ¿de qué manera
concilias tu vida familiar con todas estas actividades? ¿Hay tiempo solo para Elid?
Definitivamente, hay tiempo para todo. Por
fortuna, uno aprende a priorizar las cosas: relaciones, situaciones… y siempre
queda tiempo. Gracias a la magia de la tecnología puedes diversificar tus
actividades, por ejemplo, encajar las actividades para las revistas de corte
científico o cultural y, aunque a veces no se consiga, siempre surge la magia,
porque la información y la experiencia están ahí y solo tienes que procesarlas
para lograr esa combinación perfecta. Al fin que la vida, por sí misma, es una
magia diaria que empieza al amanecer y continúa al empezar a soñar.
Hace casi una década dejaste una rica y exitosa vida profesional en
Chiapas para viajar a Lima en busca de la realización de un sueño. ¿Quieres
compartir esa historia?
Le ha costado hacerse un lugar en el medio literario peruano |
En Lima has sabido echar raíces y
desarrollarte en el plano laboral con éxito. Eres editor del Fondo Editorial de
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, corrector de textos del Fondo
Editorial del Congreso de la República, Ministerio de Defensa del Perú y del
Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ¿cómo se hace para empezar de cero en un país
distinto al tuyo? ¿Los comienzos siempre son complicados como se suele escuchar
a menudo?
Departiendo con el prestigioso crítico literario Ricardo González Vigil |
En el aspecto literario también has
conseguido importantes reconocimientos y lauros. Uno de ellos es hacerte
acreedor del Trilce de Oro en 2013.
Luego, en mayo de 2017 fuiste nombrado
Hijo Adoptivo de Santiago de Chuco recibiendo tal distinción de parte de la
Municipalidad Provincial de Santiago de Chuco durante el XVIII Encuentro
Internacional Itinerante Capulí, Vallejo y su Tierra. Todo un privilegio
tratándose de la tierra de César Vallejo, sin duda alguna, Elid.
En un alto del Encuentro de Escritores en Punta del Este (Uruguay) |
En
2016 y 2017 participaste en el Encuentro Internacional de Poetas y Narradores
de las Dos Orillas y Congreso Americano de Literatura en Punta del Este (Uruguay),
en los cuales cosechaste excelentes críticas a tu trabajo literario, ¿es esta
la mejor época de Elid como poeta?
Con su amiga la poeta y promotora cultural Ruth Hurtado |
En Lima publicaste Poemas del autoexilio, tu primer libro de poemas, y lo presentaste en julio de 2017, en el marco
de la feria del libro de dicho país, donde México fue el país invitado de honor.
Resultó un rotundo éxito: lleno total de la sala, gente que quedó afuera y
ejemplares agotados. ¿Qué has hecho para ganarte el aprecio de los lectores?
Quedé sorprendido con el éxito inesperado de mi
primer poemario y sí, fue sala llena y tuve la oportunidad de que me invitara
la embajada de México en Perú, a través de la Secretaría de Cultural federal, a
una segunda presentación en el pabellón, con gran éxito, donde se vendió casi
el sesenta por ciento de la producción. Creo que uno de los factores más
importantes fue la presencia de los amigos, quienes, además, me ayudaron en la
difusión de la presentación. Tengo la dicha de contar con muchas amistades, y,
por otro lado, considero que otra característica es que mis poemas encajan en
la vida cotidiana, son de fácil lectura y prácticos de entender. Creo que el
factor sentimental también es un valor importante en la amistad y, por si fuera
poco, está el hecho de que México y Perú sean países hermanos; este valor, que
considero histórico, nos ayuda como latinos a identificarnos. Por cierto, a manera
de anécdota de la presentación en el pabellón de México, al final se acercó una
española y pidió los últimos tres libros que quedaban para llevarlos a su
tierra; entonces le dije que me permitiera quitar las marcas que había puesto
en las páginas seleccionadas y me respondió: «No; los quiero tal como están,
porque eso le da más valor al libro». Eso me conmovió y le entregué, junto con
un gran abrazo, los tres últimos libros que quedaban sobre la mesa.
Participando en un recital poético en Lima |
La historia de
mi amistad con la poeta y el pintor es un poco larga, pero se abrevia porque la
familia Valcárcel Carnero (su papá Gustavo, su mamá Violeta, ella y sus tres hermanos)
vivió el exilio en México en la década de los cincuenta. Cuando llegué a Lima,
mi primer contacto fue con Marcel Valcárcel, ya que, como investigador de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, hizo algunos trabajos para la
Universidad Autónoma de Chiapas. Y fue a través de Marcel que conocí a Rosina,
y, por ella, a su esposo Carlos Ostolaza. La amistad surgió desde el primer
momento, por afinidad. Con el tiempo fuimos organizando reuniones para hablar
sobre México y Perú, y desde entonces ella me incentivaba a que publicara; sin
embargo, tuve que esperar varios años antes de tomar la decisión. Decidí
hacerlo en el 2017 porque el país invitado a la Feria Internacional del Libro
de Lima era México, y tanto Rosina como Carlos coincidieron en que era el
momento de hacerlo. Cuando le di a leer a Rosina mis poemas le pedí que escribiera
el prólogo y aceptó gustosa. Coincidentemente, Carlos Ostolaza estaba organizando
una exposición de su pintura en La Casona de San Marcos; él llevaba unas
pinturas y dije «Esta pintura está bien para la portada de mi poemario, porque
se parece mucho a los parachicos (personajes tradicionales de Chiapa de Corzo,
que danzan durante la fiesta de enero) de Chiapas» y me dijo: «Te la regalo»,
así, sin más. Entonces, fue el universo el que conspiró para que el 2017 fuera
el año de nacimiento de mi primer poemario. Como verás, todo encajó perfectamente.
La nostalgia por su tierra está presente |
Estás preparando la salida de Poemas del autoexilio II, ¿qué pretendes
compartir en esta segunda parte? ¿Habrá
alguna sorpresa?
La segunda parte, por llamarla de alguna manera, todavía
está en proyecto, estoy preparando las bases para su construcción. De hecho,
hay un poema muy breve que, de ser posible, le dará nombre al libro: periplo; o
sea, todo el recorrido poético que me ha tocado vivir en Perú, parte de Uruguay
y, sobre todo, México. Una de las gratas sorpresas es que quien prologará el
libro es… bueno, ya contaré en su momento el porqué, pues primero debo afianzar
la base para que pueda colocar la estructura.
Dices que tu segundo amor es el Perú,
el primero Carmen, sin embargo, te has enamorado sin remedio del cielo limeño,
¿no temes ser un limeño más sometido al influjo de su tristeza?
Hace un momento
hablé de vértices: Carmen es, precisamente, el vértice, el pilar fundamental y
fundacional de lo que soy en Perú, y, por supuesto, ella es parte del cielo
limeño que le da color a las cuarenta y ocho tonalidades de gris de este cielo:
el verde de los jardines, el ocre del desierto cercano, el mar, las alas del
cóndor, la nieve andina, el motivo principal de mis vuelos imaginarios…
Entonces, no hay temor porque, de esta manera, el influjo no es solo de
tristeza, que también tiene su lugar en la poesía, conjuntamente con la
nostalgia, que es algo que me atrajo, en contraste con el cielo de Chiapas, siempre
soleado. Déjame decirte un secreto: me gusta ese influjo, me inspira, pero
sobre todo, me seduce. Al final, esa tristeza es pasajera, se disipa con los
primeros rayos del sol de verano y se transforma en espectaculares atardeceres.
Lima, para mí, es, sobre todo, un privilegio por su inspiración profunda,
absoluta: es volar junto a Carmen.
Si desean saber más del autor o su obra pueden pinchar los siguientes enlaces: https://www.facebook.com/elid.brindis http://www.cuartopoder.mx/poemas-del-autoexilio-de-elid-rafael-brindis-228834.html http://terraignea.blogspot.com/2013/02/soledad-elid-rafael-brindis-gomez.html |