Su vocación literaria se gestó a
fuerza de leer. A los 17 comenzó a
escribir y a punto de cumplir los 18 obtenía su primer premio literario. Suele escribir a mano pues afirma que existen
virus maléficos con la poesía. Y
considera que la inspiración es trabajo y más trabajo, y lo hace hasta que el
poema parezca sencillo y natural. Eso y
más piensa Juan María Calles, un poeta que está convencido de que “La creación
poética necesita tiempo y reposo, y buenas lecturas”. Les invito conocerlo.
A los 17 años confirmaste que tu vocación era la correcta, pero ya
antes sabías que lo tuyo era la poesía. Ocurre que muchos se sienten así, sin
embargo, los demás, el resto de colegas
o la crítica no lo ve así, ¿qué hacemos en estos casos? ¿Cómo manejamos esta
contradicción? ¿A quién le hacemos caso?
Uno de sus lugares favoritos: la casa donde se gestó El Platero y yo |
Creo que la confirmación de mi
vocación poética vino de la mano de la obtención del Premio Adonais en 1986 con
Silencio Celeste y la consiguiente
publicación del poemario en la colección de la Editorial Rialp. Yo tenía 23
años y era mi primer libro publicado. Sin embargo leía compulsivamente y
escribía poemas desde mucho tiempo antes. Poeta no es el que escribe poemas
únicamente, es el autor que los publica y los da a conocer a través de sus
libros. El poeta es un personaje público, sometido a la crítica y a la
recepción de los lectores. La cuestión de la calidad poética es una cuestión
que afecta al criterio de los lectores y de la sociedad literaria en general. Y
también le corresponderá a la posteridad decidir qué libros y qué autores
prefiere seguir leyendo… Un ejemplo contradictorio: Garcilaso de la Vega es uno
de los más grandes poetas de nuestra historia literaria y, sin embargo, no
publicó sus poemas en vida, aunque es evidente que estos circulaban entre los
lectores de la época, y que era conocido como poeta entre los literatos de su
tiempo.
Antes del alzarte con tu primer reconocimiento, ya te asumías como
poeta, y ponías empeño en tu trabajo
creativo y te preparabas: escribías, leías, y buscabas una oportunidad para dar
a conocer tu trabajo, ¿cuándo detectas tu predisposición para la poesía? ¿La tuviste desde siempre o afloró de pronto?
Mi vocación literaria fue
aflorando a medida que leía y leía, cada vez más poesía, pero también mucha
novela y teatro. Y fue para mí un descubrimiento la poesía de la Generación del
27, la poesía de Antonio Machado y Juan Ramón, los poemas de Pablo Neruda… Mis
primeros poemas fueron apenas imitaciones de los poemas que amaba de estos
grandes poetas. Y poco a poco fue creciendo mi abanico de poetas conocidos,
leídos, devorados… y comencé a trabajar en eso que los entendidos llaman el
“taller del poeta”. Tendría en torno a los 17 años cuando comencé a escribir.
Eres un escritor que busca ciertas condiciones para entregarse para su
trabajo creativo: cierto momento del día,
un recinto determinado e incluso herramientas poco comunes en estos
tiempos, ¿cuéntanos sobre esos
rituales sagrados o hábitos adquiridos o heredados?
Gusta de escribir con pluma sobre papel |
Son hábitos adquiridos, que se
han ido modificando según mis posibilidades laborales. La música me ayuda a
concentrarme en el trabajo y me aísla de los ruidos molestos exteriores.
Prefiero trabajar por la mañana temprano, y dedicar la tarde y la noche a la
lectura. Y tengo mis cuadernos preferidos, muchas veces especialmente elegidos
por el tacto y la rugosidad del papel, comprados en viajes… y me gusta escribir
con pluma sobre papel. Utilizo también mucho el lápiz. Voy coleccionando
lápices de diferentes lugares. Y, por supuesto, tengo varias plumas y una de
ellas “preferida”. Sólo cuando tengo una
versión definitiva (o casi definitiva) del poema lo paso al ordenador. Me gusta escribir ante un ventanal, con buena
luz si es posible. Son algunas de las condiciones del “Taller” del poeta…
aunque también he escrito poemas en otros lugares, como el tren, un bar o en
una sala de espera.
Ya nos has dicho que escribes en cuadernos y con pluma, ¿cuántos de estos usas para un poema o
conjunto de poemas? ¿Te has llegado a
confundir entre ‘los originales y los borradores’?
Suelo trabajar con dos cuadernos,
así trabajo siempre con original y copia, con un doble borrador ordenado por
días. Trabajando así es imposible confundir originales y borradores.
¿No te sería más fácil escribir y hacer correcciones en el ordenador?
¿Dónde radica tu desconfianza?
El ordenador se me ha estropeado
varias veces y no me fío… se suele perder mucha información. Hay “virus”
maléficos para la poesía…
Destacas la verdad y la belleza en tu labor creativa y en la de otros,
e imagino que esto también se halla presente en cómo has encaminado tu vida, esa dupla es difícil que vaya de la
mano en la actualidad y es probable que antes tampoco, ¿viste tambalear estas
condiciones en algún momento durante el proceso de redacción? ¿Alguna
vez se produjo un divorcio
irremediable entre estas y tuviste que aceptar?
No se fía del ordenador. Se le ha estropeado muchas veces. |
Verdad y
belleza, como decía John Keats. Y nos lo enseñaron también grandes poetas como
como Machado o Juan Ramón, o el mismo W. H. Auden, que me parece otro excelente
poeta. Es una forma de vivir y de entender la literatura. No podría entender mi
labor poética sin esas dos columnas vertebrales. No podemos abordar nuestra
poética particular sin tener en cuenta las tensiones estéticas en la poesía
desde el Romanticismo, y en las poéticas del siglo XX. La ideología poética
romántica es un fulgor musical, ya detectable en el verso de Espronceda o en la
prosa de Schopenhauer, que culmina en la poesía de Paul Verlaine y en Rubén
Darío. La poesía “es” el lenguaje que ofrece la facultad de traducir de
forma directa y sensible ese “fondo oscuro del alma”, sin mediación racional.
Decía Novalis en su Enrique de
Ofterdingen que “El poeta es acero puro: tan sensible como un frágil
hilo de cristal y, a la vez, tan duro como un sílex”.
La historia
de la poesía europea desde el romanticismo simboliza algo dramáticamente
antipoético: nuestra propia sociedad, lo que podríamos denominar como “la
paradoja del ciudadano”. Por un lado, las leyes públicas se justifican en el
argumento poético, íntimo, de ser la expresión de los intereses privados; por
otro, la buena marcha de la sociedad necesita realmente dominar algo más que la
suma de esas verdades interiores. La suerte de los poetas malditos (que
prefigura Hölderlin, y que ejemplifican Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé),
heredera de las ruinas románticas, simboliza la propiedad de esa violencia, la
historia de ese sujeto trascendental que quiere ubicarse en la realidad y se
encuentra rodeado de palabras imposibles, de referencias a un paraíso siempre
perdido. La poesía contemporánea, desde este punto de vista, surge del lado de
la pérdida y de la negación.
Nunca ha experimentado un divorcio entre verdad y belleza, asegura |
La historia
de la poesía española del siglo XX está recorrida de las huellas y las ruinas
de estas posiciones y de las tensiones consiguientes. Tras el modelo de obra y
artista romántico, nuestra vanguardia se resuelve de manera inconclusa por el
zarpazo terrible de la guerra civil. Escindida por la barbarie de la muerte y
del exilio, la poesía española de los años cuarenta y cincuenta fue una sombra
triste que no encontró su voz ni su espacio. A principios de los años treinta, en la
literatura española, el romanticismo sigue siendo ya no un movimiento o una
escuela, sino una categoría estética que es leída como un aparente proceso de
rehumanización. Nuestros poetas, sea en
el exilio, sea en la península, hubieron de construir una tradición desde la
nada, y de esa apostilla artificial adolece buena parte de nuestra literatura
en los años posteriores a la guerra civil.
Por mi parte,
no he experimentado ningún divorcio entre verdad y belleza, de hecho creo que
todos los grandes poemas participan de estos dos principios éticos y estéticos.
Siempre intento que estén presentes en mis poemas.
Trabajas mucho tus poemas, les dedicas tiempo y esfuerzo, ¿hubo algún
poema que salió de un tirón y no mereció correcciones porque nació perfecto? ¿Suele darse con frecuencia o todos
experimentan cambios? También hay
poemas a los que mandas a reposo sin la certeza de ver la luz porque quizá sean
exterminados, ¿no es así?
Es muy crítico con lo que escribe y envía mucho material a la papelera |
Algún poema nació casi perfecto,
pero cada vez me cuesta más perfilar y terminar un poema. También es cierto que
cada día tengo menos prisa y menos urgencia por escribir o publicar.
Hay un poema que habla de los malos poemas del gran vate Juan Gonzalo
Rose que dice así: «No los destruyas. No los eches al pozo de los cielos. Tal
vez ellos retornen después que la belleza se haya ido», ¿cuándo sabes que lo que tienes entre manos
no sirve, y por tanto, no merece dedicarle
tu atención y trabajo porque nació imperfecto? ¿En esos casos en qué aspectos o
detalles detectas que no hay forma de sacarlo adelante por más correcciones ni
aun volviéndolo a escribir tomando en cuenta ciertos versos?
La creación poética necesita tiempo
y reposo, y buenas lecturas. Confío en el criterio de buenos amigos lectores
que siempre me han orientado respecto a la calidad de los poemas o la
composición de los libros. Soy muy crítico con lo que escribo y envío mucho
material a la papelera. Me gusta dejar reposar los poemas un tiempo y volver a
leerlos meses después para ver si siguen funcionando. No me empeño en seguir
adelante con los poemas que no funcionan. Un poema es una pequeña obra de arte
perfecta en la que todo debe funcionar: la musicalidad, el verso, la
materialidad de la palabra, la disposición espacial, el tratamiento del tema….
Si algo falla, falla todo el poema. No podemos permitirnos desperdiciar algo
tan fantástico como la página.
Dice que un poema es siempre una invitación a la aventura de lo desconocido |
En tu poesía hay conceptos que se han mantenido a lo largo de tu
producción literaria, tales como los viajes, y los que hemos visto antes, como
la verdad y la belleza, ¿entiendes tu trabajo literario como un periplo
permanente? ¿Con idas y vueltas? ¿Se
plantean también los viajes sin retorno o los que nunca hicimos?
He intentado escribir poesía con
dedicación y esfuerzo, con entrega y voluntad de perdurabilidad; y
probablemente mis poemas están plagados de responsabilidades, sin perder de
vista su más íntima e irrenunciable libertad: la responsabilidad del trabajador
–del artesano- con la palabra y la obra artística; la responsabilidad del
escritor con la historia y la literatura; la responsabilidad del autor –del
hombre de letras- con sus contemporáneos y el tiempo histórico que le tocó vivir,
con la responsabilidad de luchar por un futuro mejor. Y –con todo- el poema es
siempre una insignia de libertad, una invitación al viaje y a la aventura de lo
desconocido, porque todo poema es un proceso inacabable de comunicación y
conocimiento, frente a cualquier concepción del mundo mezquina y
autocomplaciente.
¿Dónde hallas inspiración? ¿Crees en las musas? ¿Te has visto, alguna vez, mirando el papel
en blanco?
Está convencido que seguirá existiendo la poesía como voz de la otredad |
La inspiración es trabajo y
trabajo y trabajo. Creo en las musas que trabajan en el taller del poeta. Por
supuesto, miro el papel en blanco y emborrono papel una vez y otra. Trabajo y
trabajo y trabajo para que el poema parezca sencillo y natural.
¿Cuál es el sentimiento que con más frecuencia impera en ti
cuando estás escribiendo? ¿Hay
más condiciones o predisposición,
como alegan algunos de tus
colegas, cuando tienes el alma herida o rota?
Procuro combinar razón y
sentimiento, y no dejarme llevar por el sentimentalismo. Creo en los vínculos
sociales y en la responsabilidad de la literatura, como Pablo Neruda apuntaba,
“la letra no es sólo belleza, sino vida”. Por eso, escribir un poema es decir
un mundo, con toda su dolorosa complejidad. En su conjunto, entiendo que mi
poesía encierra una visión crítica y comprometida con un mundo y una sociedad
que amo profundamente. Entre la trascendencia prometida y la realidad, el
poeta, el hombre, el político, el padre de familia, el compañero, el amigo… son
una y la misma persona, que brega a sotavento un mismo sueño: “una sociedad más
justa en un país más libre”.
Más allá del silencio y del
hermetismo, que a veces apenas intentan ocultar la falta de talento, la lectura
de la poesía nos proporciona el diálogo y la voz del pasado hecho canto en el
presente, nos proporcionan una comunidad de experiencia que, sin duda,
fortalece nuestro espíritu. Walter Benjamín, esa conciencia iluminada de los
desgarros y de la barbarie de la modernidad percibió una parte del problema: “La
publicidad es la astucia que permite al sueño imponerse a la industria”. Él
dio legitimidad a su dictado de que “sólo sobre un muerto no tiene potestad
nadie”. La huella del romanticismo en la poesía contemporánea es una sombra
alargada... Conviene pensar como Benjamín ante los consejos de Adorno de
marchar a América, conscientes de que todavía hay en Europa posiciones que
defender. El lector puede entender que no hablamos de un espacio ni de una
situación de privilegio o de poder, sino de una herencia y un legado que
fundamentalmente son documentos de cultura, y que nos ligan a una tradición de
racionalidad.
Se alegra de que en Valencia la poesía goce de buena salud |
Seguirá existiendo el poema como
voz de la otredad, como conjunto polifónico y dialógico de voces que confluyen
en el texto, y cuya melodía es responsabilidad del lector. Porque el tiempo del
poema es el tiempo de la historia. Dormir, soñar....cantar, porque la poesía
desde el romanticismo nos llama poderosamente a despertar del sueño adormecedor
de la muerte y a vivir con intensidad, para que siga existiendo ese asombro de
que las cosas por las que vivimos sean posibles en este tiempo. La poesía sigue
cantando con voz propia el imposible retorno del ser a la casa natal. Y la voz
de la poesía tiene la misma legitimidad que el murmullo de la historia o el
gesto del arte moderno: lo que está por venir será, sin duda, de todos. El
poeta desde la Modernidad tiene el alma definitivamente rota, y sabe que su
misión es la de seguir cantando, ahormar verdad y belleza en el poema.
Hubo un tiempo que paraste de publicar obligado por las circunstancias
laborales, sin embargo, trabajaste mucho y conseguiste material de buena
calidad, prueba de ello, son los premios que conseguiste durante dos años
consecutivos al alejarte de tus responsabilidades de aquel entonces, ¿qué han
significado para ti los galardones y reconocimientos obtenidos? ¿Puede ser un poeta realmente bueno sin tener
ninguno en su haber?
Durante su presentación en la librería Ramón Llul de Valencia |
Los premios literarios son una
ventana abierta al mundo, son una oportunidad más para llegar mejor a los
lectores y publicar más o menos regularmente. Puede haber grandes poetas que no
hayan ganado un solo premio, por supuesto.
¿Qué poetas te han marcado y a los que recurres una y otra vez? ¿Cómo ves la poesía de los poetas jóvenes
contemporáneos valencianos, españoles, en general, e incluyendo los latinoamericanos?
Buena parte de la poesía española
e hispanoamericana del siglo XX: Cernuda, Neruda, Borges, Vallejo, Octavio Paz,
Nicolás Guillén, Benedetti, Raúl Zurita, Gabriela Mistral, Jaime García Terres,
José Emilio Pacheco, Torres Bodet, Gorostiza… Machado, Juan Ramón, todo el 27,
la generación del 50 y los poetas del exilio republicano español. También el
romanticismo inglés, alemán, francés, los poetas malditos como Baudelaire,
Mallarmé, Rimbaud, Verlaine… Y los anglosajones como Auden, Eliot, Wallace
Stevens… pero también Pessoa, Yorgos Seferis, Rilke… entre otros muchos.
Creo que hay muy buena poesía
entre los jóvenes poetas latinoamericanos. También en Valencia la poesía goza
de muy buena salud, desde Francisco Brines hasta la tremenda actividad de
revistas como “21 versos” que muestran el pulso poético de la ciudad.
A este respecto, ¿qué figuras destacas de la nueva hornada de poetas
mujeres en España y qué te impresiona o valoras de sus producciones?
En plena lectura poética |
Hay muy buenas poetas mujeres,
que ya no necesitan reivindicar su calidad literaria desde el género. Desde
Gloria Fuertes hasta poetisas como Clara Janés, Cristina Peri Rossi, Ana
Rossetti, Aurora Luque, Concha García, Dulce Chacón, Amalia Bautista, Blanca
Andreu, Olvido García Valdés, Lola Velasco, Esperanza López Parada, Ada Salas,
María José Flores… tantas y tantas que esta lista sería injusta. Creo que en
muchos casos escriben una poesía fresca y tremendamente original, con una voz
diferenciada y personal que me resulta sorprendente, con una sensibilidad muy
especial.
Has dicho que puede existir poesía buena sin contenido pero nunca sin
ritmo, sin sonoridad, ¿lo confirmas?
Yo creo que un buen poema debe
tener verdad y belleza, contenido y musicalidad deben ir de la mano. Si no,
algo falla.
¿La buena poesía es aquella entendida por todos o la que conmueve a
pesar de que no entendamos ‘ni papa’, como dicen en mi tierra?
La buena poesía es aquella que ha
sabido leer los conflictos de la modernidad y nos invita/empuja a ir más lejos.
La buena poesía es Pessoa y sus heterónimos, es Rilke, es Paul Celan, es Rene
Char, es Kavafis, y un poema de Leonard Cohen, y una canción de Bob Dylan…
Proliferan los poetas, como suelo decir ‘levantas una piedra y hallas
un poeta”, sin embargo, no se consume poesía, ¿por qué y para qué escribes poesía?
Escribo poesía porque sigo
creyendo que el arte y la literatura pueden ser espacios de libertad donde se
encuentren la verdad y la belleza. Compromiso con el hombre que va conmigo, con
los tiempos que me ha tocado vivir y diálogo con ese club de los poetas muertos
que nos sigue ofreciendo su voz y su legado a través de los siglos.
Para mí el poema es un espacio
dialógico de encuentro en medio de una conflictiva travesía. La poesía es un
viaje, un viaje como espacio de reflexión y de vivencia, como aventura poética
y vital en la que el poeta camina y se construye como personaje junto al
lector. Poemas como calles estrechas o como ciudades sumergidas. Travesías
que son vida y que dicen un mundo.
El viaje como forma de conocimiento, y como
forma de abordar y entender la poesía. El poeta como caminante, como paseante,
como observador de nubes o titiritero, como mendigo, como viajero. El viaje
dentro de lo cotidiano para encontrarse con lo maravilloso. El viaje hacia el
interior de nosotros mismos, hacia los parajes salvajes del alma, adonde se
fundan el ser y la palabra.Viajes de ida y vuelta. Viajes sin regreso. Viajes a
todas y a ninguna parte.
Somos, también, esa huella.
Si desean saber más del autor o su obra pueden pinchar los siguientes enlaces: https://ca.wikipedia.org/wiki/Juan_Mar%C3%ADa_Calles_Moreno |