Desde pequeño lo tuvo claro: no quería seguir los pasos de su padre odontólogo,
carrera que ya se iba convirtiendo en
una constante en su familia. Pese a que no sabía qué hacer con su vida
profesional, aceptó la propuesta de su padre que le orientaba hacia el
periodismo. Le gustaba escribir, pero vaciló varias veces, e incluso estuvo a
punto de abandonar sus estudios. Le detuvo la idea -que ahora considera
desfasada- de que sin preparación universitaria no llegaría a nada. Esta es la
historia muy resumida de Hemil García Linares, periodista, escritor, profesor
de español en la George Washington
University y fundador del Festival del libro hispano de Virginia.
Optó por estudiar periodismo para huir de la odontología |
Pese a que estudiaste periodismo
luego la literatura tiró más de ti y abarcó casi todo tu tiempo, ¿qué ocurrió
contigo a la hora de escoger profesión? ¿Y dónde fue a parar tu carrera de
periodista?
Cuando
yo tenía dieciocho no sabía qué hacer. Mi padre era un exitoso dentista, mi
hermano le seguía los pasos. De algo estaba seguro: yo no quería ser dentista. Mi
padre soñaba con tener una clínica junto a sus dos hijos dentistas. Cuando supo
que no quería ser dentista me dijo: "Te gusta escribir, ¿por qué no estudias
periodismo?"
Sin mucha
convicción postulé para librarme de la presión de estudiar odontología. Tras
ingresar a una facultad de periodismo, me emocioné en los primeros ciclos, pero
no podía escribir de manera literaria con la libertad que quería. Quise dejar
la carrera, pero sabía que no era una buena opción. Aun rebelde como era
apreciaba los libros y entendía que sin una carrera y conocimiento siempre
sería más difícil hacerse un lugar. Esta no es una verdad absoluta, pero es un
hecho válido en el contexto en el que vivo. En mi época no existían programas
universitarios de escritura como ahora. Tampoco me veía desempeñándome en ese
campo. ¡Qué irónico es el destino! Ahora
ejerzo de profesor de español e imparto
de cursos de literatura.
De niño quisiste ser futbolista, luego
roquero, e incluso formaste una banda de ese género a tus 16 años,
sin embargo, por ahí germinaba, quizá sin tú saberlo, la idea de crear
historias, ¿eras el que escribía las letras de las canciones que luego
tocaban o fuiste el típico niño de los cuadernos con relatos?
Con esta obra inicia su andadura literaria |
Siempre
me gustó el proceso creativo y pensar contracorriente: formé una banda de rock
en 1987 en un barrio salsero como Surquillo. Me gustaba Héctor Lavoe como a la
mayoría de mis amigos, pero mis ídolos latinos eran Charly García y Alex Lora.
Me gustaba Queen, Motley Crue, ACDC y The Doors. Escribía las letras y era el ‘gritante’
oficial de la banda. Mayormente hacíamos covers
de bandas en inglés: U2, The Cure, Guns and Roses. Tuve la fortuna de
aprender inglés a muy temprana edad: a los diez u once, creo.
También
escribía relatos. Mi padre nos dejaba tarea (a mi hermano y a mí) sobre algún
paseo: describir que hicimos, cómo era el lugar, etc. Yo me subía a un árbol,
me metía al río para luego tener algo más épico que contar. Más de una vez me metí
en problemas en los paseos del colegio por algunas temeridades. Siempre he sido
muy temerario. Mejor dicho fui temerario.
Por lo que entiendo, la tuya es una
literatura que pertenece a la denominada del exilio, ¿te
gusta esta forma de nombrar el trabajo literario de los escritores que
escriben fuera de su país? ¿Crees que es la correcta o la que
corresponde? Aunque la mayoría de los autores en la actualidad salen de
sus tierras por voluntad propia, sin imposición alguna de nadie, tan solo en
busca de mejores condiciones para su labor o del éxito.
No
creo que el nombre sea correcto o incorrecto y más que gustarme es mi manera de
sentir la literatura. No veo posible un retorno a mi patria, porque ya no es la
que yo dejé. Yo era joven, soltero, estaba acostumbrado al caos y la bulla de
Lima. Hoy estoy acostumbrado a la calma de la ciudad donde vivo, sus calles
limpias, el tráfico ordenado y también una vida sosegada y a veces monótona. La
última fiesta que tuve (de amanecida como suele hacerse en Lima) fue el año
nuevo del 2000.
Te
comento que en 1776 salen de México a California un grupo de españoles en los
que había un Linares (mi apellido materno) y durante el viaje uno de ellos
escribe en un diario y usa la palabra exilio. Esto lo leí en el libro California Hispano-Mexicana del escritor
e intelectual madrileño Víctor Fuentes. Asociamos el exilio con el destierro
político y la imposibilidad de retorno por una inminente amenaza de muerte. Aunque
nadie nos pone un gatillo en la cabeza para emigrar, la desesperación lleva al
ser humano a dejarlo todo. ¿Has visto a los miles de hermanos hondureños
cruzando México intentando llegar a Estados Unidos? ¿Quién los desterró? ¿Sufren
persecución política? Nadie los expulsó ni son perseguidos políticos, pero hay
un sistema de opresión, una democracia endeble y corrupta que los deja sin
opciones. Uso la palabra exilio en un sentido metafórico porque los inmigrantes
salen del país por el temor a morir al no tener un trabajo para subsistir y
quizás no volverán por la misma razón. En la gran mayoría de los casos los que
emigran no regresan (no regresamos) al país de origen.
Novela auspiciada por la embajada de España |
En
países como Perú a los cuarenta años nadie te quiere contratar (los anuncios de
trabajo especifican edad, sexo y en mi época hasta pedían foto para ver el
color de tu piel). En los 80 y 90 se fueron del Perú miles de peruanos tanto
que ahora cada vez que juega la selección peruana en Estados Unidos, Suecia o España,
siempre parece local.
A los
veintiocho años yo trabajaba en un banco, tenía dos profesiones, hablaba inglés
y usaba computadora, pero mi salario era el mismo. Un día te preguntas si
realmente quieres vivir así toda tu vida viendo el mismo cielo, el mismo techo,
en la casa de tus padres porque no puedes comprarte un departamento y porque así
son las tradiciones y el status quo. En
Perú, muchas personas viven con sus padres hasta que se casan. Conozco amigos
de cuarenta años y familiares de la misma edad que hasta ahora viven con sus padres.
A los veinte años y a veces antes, en Estados Unidos los jóvenes se mantienen y
rentan su primer departamento (piso).
Yo
nunca he sido una persona tradicional. Siempre me he rebelado a todo, desde muy
pequeño he cuestionado a mis maestros cuando algo no me parecía correcto. Quería
escribir mi propia historia, ser escritor. Me fui el 3 de febrero de 2000. Me
dije: si me voy tiene que ser muy lejos y empezaré mi vida de nuevo. Y así fue.
Hay una
manera sutil de forzar a mucha gente a salir. Ahora menos gente emigra porque
la economía de Perú ha mejorado y porque es difícil establecerse en el
extranjero con las restricciones inmigratorias. Luego de emigrar a Estados
Unidos, en apenas tres años mi esposa y yo logramos adquirir una casa. No es
que eso represente la felicidad total o el paraíso, pero me pregunté: ¿por qué
en Estados Unidos me siento más valorado? ¿Por qué hay más oportunidades y
estabilidad? Mis empleadores en Estados
Unidos valoraban que era bilingüe, que era comunicador y tenía conocimientos de
finanzas, veía gente de diferentes razas en el trabajo, nadie hacia comentarios
sobre el color de las personas ni su apariencia física o el vestir, algo que en
mi país era tema para hacer “bromas”.
Empezaste
tu andadura con el libro de relatos Cuentos del norte,
historias del sur, ¿cuándo te decides a
publicar? ¿Te lo pensaste mucho? ¿Qué temas abordaste en esta
obra?
Su primera experiencia como antólogo |
El
2009 me animé a publicar y, sí, lo pensé muchísimo: diez años, creo. En 1995 dejé
de escribir hasta el 2005 en que retomé la literatura. Me tomó cinco años establecerme
en Estados Unidos y encontrarme poco a poco, explorar hacia adentro y
convencerme de que quería ser escritor. Fue un proceso largo y penoso porque en
Perú había pasado penurias escribiendo y ahora tenía estabilidad económica. No
quería mirar atrás.
El
2010 la catedrática española Natalia Gómez Linares de Grand Valley State
University me invitó a presentar mi libro y me animó a hacer una maestría.
Cuentos del norte, historias del sur habla del país que deje y del país
que me recibió, pero a través de múltiples historias. La mayoría de las
historias son muy melancólicas, no hay muchas historias felices; predominan la
búsqueda, lucha, aculturación, el exilio, racismo, recuerdo y un intento por dejar
todo atrás. Los personajes son anónimos en el sentido que representan lo que es
cada inmigrante: un punto invisible en las gigantescas ciudades, carreteras,
edificios y los suburbios de Estados Unidos.
En 2011 aparece la novela Sesenta días para abandonar el país, ¿qué querías contar en esta
historia? ¿Tu fuente de inspiración sigue hallándose en la tierra de tus
orígenes?
Sesenta días es una novela que auspició la embajada de España en
Washington DC. Narra los últimos Sesenta
días de un periodista peruano sin suerte que se siente alienado y extranjero en
su propio país (no creas que yo soy, sabes que los escritores somos mentirosos) y un día decide irse a los Estados
Unidos. Llega al país que parece ser el paraíso, pero su arribo coincide con el
atentado del 11 de setiembre a las Torres Gemelas y el Pentágono; el American Dream se vuelve una pesadilla:
leyes de inmigración, brotes de racismo, restricciones en las licencias de
conducir, en las posibilidades de poder obtener un permiso de trabajo,
desconfianza en las calles contra los inmigrantes.
En esta novela me centro en Perú haciendo una cuenta regresiva.
Cada día que pasa el personaje-narrador siente que le queda menos tiempo en
su país y se angustia. No quiere irse, pero está harto de todo: de escribir
gratis, de escribir para otros a cambio de un pago modesto de trabajar en un
banco en el que no avizora ningún futuro (te repito que ese personaje no soy
yo).
Luego publicaste Aquiles en los Andes (2015), ¿qué objetivos perseguías con esta
obra? ¿Escribes los libros que te gustaría leer, tal como postulan algunos
de tus colegas escritores?
El autor manifiesta que las antologías demandan gran parte de su tiempo |
Con Aquiles en los andes
intenté escribir pensando en el Perú, pues es el primer libro en el cual no
hablo de historias de inmigrantes en Estados Unidos. La novela transcurre en Lima y en Ayacucho.
El libro habla del feroz enfrentamiento entre el Ejército Peruano y Sendero
luminoso, un grupo terrorista que causó mucho daño en Perú. Está narrado con múltiples voces, es decir de
manera polifónica. Por lo general muchas historias se narran desde las voces de
los vencedores y los vencidos. Esta novela corta se narra por medio de las
voces de las víctimas (campesinos) e incluso de aquellos que creen tener el
control de las situaciones pero que son víctimas de un sistema más grande que
ellos: el poder político.
Los libros que escribo no son los que me gustaría leer. No suelo
leer mis libros ni valorarlos yo mismo. Una vez que los publico, de manera muy
esporádica, les doy una ojeada-hojeada.
Creo honestamente no padecer del exacerbado egocentrismo que he percibido en el
mundillo literario el cual evito si es posible. Escribo lo que me sale de las
entrañas. Mis historias tienen un aura escatológica.
También has participado en las
antologías Raíces latinas y Exiliados, ¿qué te aportó hacerlo?
¿Notaste una eficaz difusión de tu nombre y obra a través de este
medio? Lo digo por la cantidad de gente que participa en este tipo de
publicaciones.
Raíces latinas se llevaron
mucho de mi tiempo. Dejé de escribir un par de meses para seleccionar autores.
No es tan fácil pues tienes que escribir, responder, esperar y lidiar con doce
autores. Si bien es un aporte a la cultura, en muchos casos un editor hace un
trabajo silencioso no remunerado y a veces hasta poco valorado.
Aprendí a editar y a hacer una antología, pero es una labor
titánica que te aleja de tus actividades individuales como escritor y las
laborales también. El hecho de que
participe una cantidad de gente no siempre significa que el libro tendrá más
difusión. Los autores se involucran en diferente medida con un proyecto,
algunos difunden el libro, otros a veces no responden ni a los mensajes para
saber si recibieron el libro una vez publicado.
No puedo medir de manera cuantitativa si mi nombre se difunde de
manera eficaz. Hago muy pocas entrevistas. Con gusto accedo a una entrevista
como el caso tuyo cuando me contactan, pero por lo general no busco entrevistas
que es algo que ocurre mucho, es decir sobre exponerse, como si la labor de un
escritor fuera ser entrevistado.
A veces ocurren situaciones que llaman mi atención. En abril cuando
hicimos el Festival hispano del libro me llamaron de España para hacer una
entrevista. Me sorprendió que el festival tuviera repercusión en un medio del
otro lado del charco.
Hace un día me escribió desde Lima un escritor peruano a quien no tenía
el gusto de conocer para decirme que cuando ponía en Google escritores latinos
en Estados Unidos mi nombre salía primero; luego salen Daniel Alarcón, escritor
peruano de renombre y Edmundo Paz Soldán,
escritor boliviano muy conocido también. Me sorprendió bastante porque incluso
cuando hago festivales nunca me hago entrevistar sino que hablo en nombre de
los autores; sé que hay gente que paga para tener un Search Engine Optimization (esto me lo explico un amigo) para que
su nombre aparezca en Google, pero yo no tengo ni idea de cómo se hace, no
tengo el interés y seguro ni el dinero para hacerlo.
¿Es ardua la lucha de un escritor
latinoamericano en Estados Unidos por conseguir que su obra se publique y
difunda? ¿De qué manera has planteado tu carrera? ¿Tu labor es individual
o das pasos con gente que te avala y apoya?
Se deja la piel en la organización del Festival del libro hispano de Virginia |
Todos
los que escribimos en español en un país donde existe resistencia para aceptar
el idioma y la cultura siempre estamos aislados. Aunque hay festivales latinos
del libro (he creado uno el 2017) no son masivos, hay muchos factores y uno de
ellos es que el público es muy disperso. Hay centroamericanos y sudamericanos
que no hablan español (hablan lenguas autóctonas), el ritmo de vida al galope
con a veces veinticinco minutos para almorzar dos y hasta tres trabajos,
grandes distancias manejando, muchos llegan casa a desplomarse en la cama para
levantarse al día siguiente. Muchas personas que antes leían hoy ya no leen.
Aun así, hay festivales de libro y editoriales que intentan impulsar proyectos
en español. La distancia entre un estado y otro hace que existen cientos de
escritores que ni se conocen.
Existe
mucho individualismo también, quizás porque el escritor se aísla para crear. Me
ha ocurrido, y sé que no soy el único, que he organizado eventos en los cuales varios
escritores se han conocido y luego a su vez han organizado lecturas a los
cuales no he sido invitado ni por cortesía. Sé de un escritor que invitó a otro
para hacer unos proyectos juntos y luego el autor invitado hizo el proyecto en
otro lugar por su cuenta sin invitar al gestor de la idea.
Escribir
es hermoso, pero el proceso de hacerlo es doloroso y los círculos literarios
son a veces tóxicos. Recordemos sino las peleas literarias eternas Vargas
Llosa-Gabo o Cortázar-Arguedas.
Hoy
no me planteo tantas cosas como antes y me centro más en crear. Nuestra labor es muy individual
y aislada, pero tengo algunos amigos escritores en Estados Unidos, Perú y otros
países donde me han tratado muy bien como en España, particularmente en Bilbao.
Nos apoyamos en lo que podemos. También el taller de narrativa que dirijo es un
apoyo pues me da fortaleza porque los estudiantes son escritores (algunas con
mucha madurez intelectual) y es un lugar en el que veo unión entre los autores
y eso me reconforta.
Eres un apasionado de nuestro idioma,
obtuviste una maestría en español en la universidad George Mason, y
desde ese instante no has parado de enseñar con entusiasmo en varias casas
de estudio. Así puedo citar la George Washington University, Georgetown University e
incluso en la universidad que te formó. También dictas clases de
español en la escuela secundaria Falls Church en el condado de
Fairfax, ¿hay un claro interés por aprender el español entre tus
alumnos? ¿Están más interesados quienes tienen raíces latinas, los
que han perdido la fluidez-porque llegaron pequeños, o los americanos de pura cepa por
decirlo de algún modo?
El autor dando una conferencia en la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) |
El fenómeno del español es muy curioso. Cuando enseñé español en
George Washington que es una de las universidades más prestigiosas de Estados
Unidos, los cursos eran de español avanzado y los estudiantes eran en mayoría
de Estados Unidos u otros países. Había un latino o dos. Me dije: “Ellos van a
ser los futuros líderes del país”. Existen muchos jóvenes hispanos que por diversos
motivos no hablan el idioma. Muchas veces por casos de discriminación y racismo
sus padres han decidido no enseñarles español Es lo mismo que ocurrió en el
contexto peruano con los hijos de inmigrantes que hablaban quechua; al llegar a
la Lima de la sierra no les enseñaron el quechua a sus hijos.
Otro problema es que por desconocimiento se creía erróneamente que
un niño bilingüe podía confundirse con dos idiomas entonces el criterio era el
siguiente: que aprenda inglés primero y luego español. Ya a los diez años el
idioma les resulta más difícil aprenderlo y su idioma nativo en el inglés. He
visto casos increíbles como educador: una madre que no habla inglés, el hijo
mayor que habla inglés y español y el hijo menor que solo habla inglés. La
madre no puede revisar las tareas del hijo y tiene que esperar que el hijo
mayor este en casa para conversar con el hijo menor sobre temas relacionados
con la escuela.
Participando en unas lecturas en el Ilustre Colegio de Abogados de Vizcaya |
Siento interés en mis alumnos y tanto en la universidad como en la
escuela necesitas tener créditos en idiomas para graduarte. Tengo clases
diversas. Una de las clases que más me fascina en secundaria es Heritage speakers (Hablantes de herencia). Todos los alumnos son hispanos nacidos en
Estados Unidos o que llegaron a esta tierra de niños y por ello desean mejorar
el español. Tienen que tener un conocimiento mínimo del idioma: hablarlo y
escribirlo a nivel básico. Hay cinco niveles. Los alumnos de secundaria pueden
graduarse hablando y escribiendo un español de muy buen nivel, todo un logro
para ellos que le puede asegurar un buen futuro profesional en Estados Unidos
en donde la remuneración es mayor si eres bilingüe.
Al respecto, y no me baso en lo que
nos llega a través de la noticias, me consta que
muchos latinoamericanos se niegan a hablar en español una vez que
arriban a Estados Unidos para no ser discriminados, mientras otros solo lo usan
en su entorno familiar, sin embargo, también soy testigo de que muchas
bibliotecas reciben de buen agrado la donación de literatura en español por
resultar escasas en sus estanterías, ¿qué me puedes contar al
respecto, Hemil, teniendo cuenta que resides allá y que tu
campo de investigación es la literatura en español y la inmigración
hispana en los Estados Unidos
No es una negación arbitraria basada en una simple rabieta “no
quiero porque no me da la gana”. La situación es demasiado compleja. Intento
explicarlo aquí como pedagogo. Existen en sociolingüística un término que se
llama Hidden language (el lenguaje
escondido) es decir el idioma que se habla en casa y no en la calle. Existen estudiantes, hijos de bolivianos y guatemaltecos cuyos
padres no hablan español ni inglés. Entonces cuando los padres van a la escuela
los profesores no pueden hablar con ellos. Toda comunicación es por medio de
los hijos por medio de la lengua nativa: quechua o maya-quiche. Vuelvo a traer el ejemplo del quechua que es un idioma que he
escuchado en mi casa, pero que lamentablemente no hablo. Mis padres, cada vez
que querían que no me enterase de algo -sobre todo si me había portado mal (que ocurría siempre)-, hablaban quechua entre ellos. Entonces lo que ocurre es lo siguiente, el
niño asocia que solo se habla esa lengua para situaciones secretas y/o
negativas, y al ver que hay un idioma dominante (el inglés en Estados Unidos y
el español en Lima) percibe que un idioma es superior al otro, que es aceptado
socialmente. Por tanto se niega a hablar el idioma que solo se usa a escondidas.
Anuncio de uno de sus talleres de escritura en Arlington (Virginia) |
Debes haber visto en vídeos de gente a la que le han gritado
violentamente por hablar español. Mucha gente se ofende si hablas en español y
hasta creen que estás hablando de ellos. Existe mucha paranoia sobre todo ahora
con la cuestión política y también mucha ignorancia. Se piensa que el español
es nuevo en los Estados Unidos, pero se habló en Florida con la expedición de
Cabeza de Vaca entre 1528-1536 y desde marzo de 1776 en California antes que
Estados Unidos fuera independiente en Julio del mismo año.
Hay otro factor antagónico: muchos padres (no generalizo) se
resignan a no aprender el inglés a veces porque ya sienten que por edad no
pueden, por falta de tiempo, por falta de dinero. Las iglesias ofrecen cursos
de inglés gratis y los condados (Ayuntamientos) a precios muy módicos. Sin
embargo, muchas personas deciden no estudiar porque ya tienen un trabajo fijo,
aunque no sea una labor profesional (una que requiera estudios, un título, y que en lo general ofrece mejores beneficios y pago), pero les dicen a sus hijos: “¡Aprende
español, tienes que aprender el español!”. Les exigen a sus hijos que hablen
dicho idioma a veces a gritos. ¿Qué crees que pasa por la mente de un niño de
doce años que es el intérprete de sus padres en el banco, en las tiendas, etc.?
Lo he visto como maestro, periodista y escritor: “Señor, yo no
puedo aprender inglés porque ya soy viejo y medio bruto”. “Me molesta que mis padres no quieran
aprender inglés”. “Me dicen que aprenda español, que es bien fácil, y yo digo es
más fácil hablar inglés, que aprendan también, pero me responden: '¡Cállate, no
seas malcriado!'”.
Las bibliotecas ahora tienen más libros en español. Es la presión
de una cultura etnocentrista anglohablante, la que no deja que el español surja.
Se tiene el temor infundado de que si se habla otro idioma se pierde la
identidad. Mi hija nació en Estados Unidos y le he enseñado a amar a su país como
yo aprendí a amar el mío. Por eso, en casa, somos binacionales, biculturales,
bilingües. Hablamos español e inglés, según la situación.
Has fundado y ocupas la
dirección del Festival del libro hispano de Virginia. Si no me
equivoco se viene su tercera edición. Llevarlo a cabo te costó
sangre, sudor y lágrimas, ¿no es así, Hemil?
Junto al Dr. Víctor Fuentes, experto en literatura e inmigración en los Estados Unidos |
Efectivamente.
Incluso me afectó un poco en lo económico porque no contábamos con una institución
detrás nuestro. Por suerte siempre tenemos auspiciadores como Ars Communis Editorial,
Brooks, Designs, Walls of Books, Punto Final Writers. Siempre me había
preguntado por qué no había un festival o una feria del libro español. Fue así como
un grupo de escritores nos juntamos y logramos hacerlo. Nos apoyaron muchos locales bilingües e incluso algunos autores colaboraron pegando carteles. También ocurrieron situaciones
adversas: vino gente a las reuniones previas al evento, pero luego no
participaron, entusiastas voluntarios que luego desaparecieron, autores que a último
momento no pudieron venir por motivos personales y laborales. Igual lo pasamos
muy bien. A los festivales han venidos autores de muchos estados entre ellos
Eugenia Muñoz Molano, Fernando Olszanski. Juanita Goergen, Carolina Herrera,
Fermina Ponce, por citar algunos. Trajimos al escritor Alberto Chimal (tuvimos
el apoyo del Instituto Cultural Mexicano) y nos visitó Aurora Vélez, autora vasca
radicada en Francia.
Ver
padres con sus hijos, estudiantes o que venga alguien a decirte: “Gracias por
hacer este festival”. “Es la primera vez que voy a una feria del libro en
español”. Fue muy gratificante. Lo cierto
es que sin los autores, los auspiciadores, voluntarios y el público no hay
festival posible
También eres artífice y
coordinador del primer taller de narrativa en español en Virginia,
pero colaboras en la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE),
estás dedicado en cuerpo y alma al español y su literatura, ¿le auguras un buen
futuro a nuestro idioma en Estados Unidos hable como se hable y pese al impacto
de las nuevas tecnologías en el lenguaje?
Sus amadas clases de español en la George Mason University |
Crear
el taller era un sueño que a la vez buscaba llenar también la ausencia de talleres en
español en Virginia. Te comenté antes que el 2005 quise crear uno, pero no
había un grupo de alumnos suficiente como para armar algo así. Tener que hacer
un taller en inglés, escribir en inglés y traducirlo luego al castellano como
me tocó a mí, es un proceso muy largo y
tedioso. Ahora que he logrado juntar un grupo de escritores, el mérito radica también
en el esfuerzo de los autores que invierten tiempo y dinero en desplazarse
hasta el festival.
Sé que, si estás en casa, te pasas
horas reclasificando y ordenando tu biblioteca, y si sales, te encanta
recorrer librerías y ver si hay libros antiguos y comprarlos, ¿cuál es la obra
más valiosa que has hallado en tus recorridos a la caza de tesoros?
He
encontrado libros usados y en excelente estado (los libros usados se venden
mucho aquí) de Goethe, Maupassant, Kafka publicados en 1930 y 1940 a tres
dólares.
Una
vez en Madrid por el barrio de las
letras, un señor me vendió un libro muy antiguo por tres euros. Un ejemplar de
1920 con art decco, dibujos a carboncillo en sus páginas.
¿Es verdad que lees dos libros al
mismo tiempo y hasta veces tres? ¿Cómo haces para no confundir las tramas o los
personajes?
El día que le entregó su tesis al escritor Mario Vargas Llosa |
Es
cierto. Soy muy compulsivo y me gusta comprar libros de dos en dos al menos.
Entonces cuando abro un libro, me preparo un café o tomo una cerveza, y luego de
leer diez páginas me pregunto cómo estará el otro libro. Entonces no aguanto más
y lo abro solo para el prólogo y de pronto me engancho con el libro y no queda
otra que ‘marcar’ el primer libro. Me ha ocurrido cuando he comprado tres
libros. Cuando leo, pongo tres libros al
frente y empiezo diez páginas con el primer libro y así.
A
veces creo que confundo tramas y personajes, de pronto Arturo Belano de Los detectives salvajes puede
convertirse en Andrés Hurtado de El árbol
de la ciencia o tal vez Toru Watanabe de Norwegian Wood.
Es
complicado leer así, pero todos funcionamos diferente y yo funciono así. Por
ejemplo, ahora mismo que estoy haciendo dos cursos de maestría, yo hago mi
tarea mientras voy viendo/escuchando un partido de fútbol, mi esposa está al
lado, mi hija me habla o me pide ayuda, y alguien me envía un mensaje por wasap
desde Perú.
Hace
una semana compré la última novela de Murakami Killing Commendatore y me enganché, pero tres días después salió el
último libro del científico Stephen Hawking y lo compré. Cuando lo abrí este sábado, no paré hasta
leer cincuenta y cinco páginas.
Coincidiste con Mario Vargas Llosa dos
veces, y que en la segunda ocasión que se vieron, le obsequiaste una copia de
tu tesis sobre su novela La tía Julia y el escribidor,
cuéntame cómo transcurrió ese momento de tanta significación para ti.
Algunos de los escritores que participaron en la primera edición de su festival |
Fue
una casualidad grata, pero casualidad. Fui a ver a Vargas Llosa a Washington D. C. , a la Biblioteca del Congreso en el 2016, cuando le declararon leyenda viva de
la literatura. Discúlpame que haga un hincapié aquí, pues mientras en Perú
autores que no han logrado ni la décima de lo que ha logrado Vargas Llosa, dicen
que el Nobel peruano ya no puede escribir. En el extranjero aprecian más a
Vargas Llosa que sus compatriotas.
Al
final hubo una conferencia de prensa. Solo admitían periodistas. Yo estaba
parado al lado de una escalera con mi identificación de la universidad, mi bolso
mensajero y un libro en la mano.
La
conferencia de prensa iba a ser en una sala, y para llegar a ella se tenía que
subir por la escalera donde yo estaba parado. Entonces alguien me dice: "¿Prensa?
¿Ya está listo para la entrevista?". Detrás de mí había tres o cuatro periodistas más. Aunque soy periodista de
profesión, pero ya no ejerzo, sin embargo, aprendí que un periodista siempre debe estar listo para
la noticia. Así que dije: “Listo”. Saqué mi cuaderno para escribir y mi celular.
En la conferencia de prensa le pregunte a Vargas Llosa sobre las elecciones del
2016 (que ganó Humala a Keiko Fujimori). Cuando se retiraba quise saludarlo y
él traspuso una puerta. Antes de que se cerrara, logré pasar. Cuando la puerta se cerró, me di con la sorpresa: estaba en una sala con Vargas Llosa y dos personas
más. Pude conversar con él por espacio
de cinco o quizás tres minutos. Le di una copia de mi tesis. Firmó el original
de esta. Luego desapareció por otra puerta. Pensé que me había imaginado
todo, pero tengo la tesis firmada y una foto a su lado; y sé que él tiene
mi libro en sus manos. Sé que ocurrió.
Promesa cumplida a su hija: visitar Macchu Picchu |
Algo que te arruga el corazón es que
conoces casi todo el territorio de Estados Unidos, sin embargo, muy poco de tu
natal Perú, le suele pasar a muchos no solo a tus compatriotas,
pero ¿qué impide que alguien que ame tanto a su tierra no pueda
recorrer al completo su geografía?
Estados
Unidos es inmenso. Tiene cincuenta estados, y quizás es más grande en extensión
que Argentina, Chile y Perú juntos. Pero he viajado al menos por diez estados. Muchos de esos recorridos los hice por carretera.
En
1990 la economía del Perú no era la mejor (en los 80 tuvimos hiperinflación) y
viajar no era una práctica común para el promedio de gente como lo es hoy. La
gente joven de mi época no tenía trabajo. En el Perú no había cadenas, franquicias
ni malls
como hoy. No existía la oferta de paquetes turísticos que ofrece hoy.
Recuerdo
que muchos compañeros de estudios llevaban pasteles, sándwichs de pollo o ropa
para vender en la universidad. Los que tenían auto dejaban a sus amigos
cobrando una cantidad mínima para ayudarse con la gasolina.
Hoy
veo en redes sociales que amigos míos y familiares ponen en Facebook: "Estoy en
Macchu Picchu". "Estoy en un resort en la playa, en Orlando, en Madrid". E incluso "En Rusia viendo el mundial". Mucha de la gente que viaja hoy tiene más
opciones. Si les preguntas si hace quince años hubieran podido viajar, pues la respuesta
quizás sería no. En ese sentido me alegra que mi país haya mejorado, pero no es la tierra en la cual viví y dejé.
Ahora
viajo a Lima una vez al año para ver a la familia y y de paso hacer alguna
lectura o un taller de cuento. En esos
doce o quince días, el tiempo es tan limitado que a veces a duras penas puedo salir
de la ciudad. Pero en 2017, mi esposa y yo llevamos a nuestra hija Miranda a conocer Macchu
Picchu. Fue un sueño para ella contemplar la ciudadela de los incas, apreciar montañas, ver llamas y cargar carneros bebés. Mi familia es del Cuzco. Siempre le dije
a mi hija: “Nosotros tenemos raíces incas y un día iremos a la tierra de tus
abuelos para que veas nuestra historia”. Ese viaje fue uno de los más hermosos
que he tenido con mi familia.
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