Todo sobre mi actividad literaria como escritora, periodista y promotora cultural en la Revista digital y club de lectura La ardilla literaria ( https://laardillaliteraria.com/)

domingo, 27 de diciembre de 2020

Miguel Romaguera: «Sin humanidad no hay poesía».

 


Desde muy joven solo quiso ser poeta, esa ilusión le animaba. Por esa razón Miguel Romaguera buscó refugió en sí mismo  y  trabajó en su poesía convencido de que llegaría a convertirse en el poeta que anhelaba ser. Y  lo consiguió.  

Hoy el respetado vate nos sorprende con la publicación de Póetica, un exquisito libro en el que efectúa una  honesta y lúcida reflexión crítica sobre  la esencia de la poesía y las razones de su existencia. En otras palabras, Romaguera intenta responderse (y responder) a las clásicas interrogantes ¿Qué es la poesía y para qué sirve? 

Tu vida fluye sobre el cauce de la poesía, le has dedicado tu tiempo y varios libros, ¿dónde la conociste?  ¿Cómo ha sido tu relación con ella?

Mi primera relación con la poesía se produjo siendo yo muy joven. Por circunstancias que no vienen al caso, mi madre me  incitó  a  la lectura desde niño. Así fue que empecé por familiarizarme con el mundo de los cuentos: Andersen, Grimm. . . Y un poco más  tarde conocí a los dioses y héroes griegos y romanos. Leía mucho  y disfrutaba con pasión de mis lecturas. Durante mi adolescencia ya leía a Platón, Herodoto, Shakespeare, Tolstoi y Balzac entre otros. Pero  con lo que más disfrutaba era con la poesía épica.

Has publicado seis libros de poesía, siendo el primero de ellos Síntesis, que en su tercera edición cambió de título a Semillas, ¿cómo era el poeta de aquel libro?  ¿Qué le animaba a publicar?  ¿Cuál fue la razón que te condujo a escoger otro nombre para tu obra?

Síntesis, su brillante opera prima
Mi primer libro, Síntesis, ha tenido muchas variaciones a lo largo de los años. Lleva dos ediciones y otra online, esta última con el título de Semillas (Síntesis). La razón por la que esta última lleva ese título es la siguiente: soy un buen lector de la poesía de Juan Ramón Jiménez y un día, leyendo uno de sus libros, me di cuenta de que una de sus partes llevaba como título Síntesis. Ya conocemos la afición del poeta de Moguer por la poesía breve. ¿Qué hacer entonces? En principio, lo más normal parecía cambiar el título pero, más recientemente, he decidido mantener el título original. De hecho, para el próximo año he pensado hacer otra reimpresión ya definitiva de ese libro que muchos, sobre todo los más jóvenes, no conocen, un libro que fue publicado por primera vez en 1977. Y lo que animó a publicarlo fue que la editorial me lo pidió porque querían un poeta joven y yo asentí.

El jardín de ida, tu tercer poemario, obtiene el Premio Ciudad de Valencia en 1984, ¿qué recuerdos tienes de ese logro? ¿Cuáles crees que son las ventajas y desventajas de un galardón literario?  En tu caso particular, ¿resultó un aliciente para tu creatividad o no registraste ninguna diferencia?

El Jardín de Ida fue Premio Ciudad de Valencia en 1984. Supuso una inflexión en mi poética y aprendí mucho de la poesía durante la escritura de esa obra. Prácticamente, es casi el único premio al que me he presentado. Además, tardé mucho hasta volver a publicar otro libro ya que me costó mucha reflexión y lecturas escribir otro libro que no desmereciera a ese. Los galardones literarios no hacen al poeta, pero sirven quizá para encauzarlo en su camino con más ilusión.

También publicaste Tierra y  cielo, un libro de reflexiones, ¿qué te motivó a escribirlo?  ¿Eres un tanto filósofo a la hora de observar la vida y sus eventos?  ¿Lo es también el poeta en cierto modo?

Este libro, más quizá que otros, busca indagar en la poesía  como método de conocimiento. Sí, me encanta la filosofía, sobre todo  la clásica, también la moderna. Claro, sobre todo en la filosofía clásica universal hay excelentes muestras de poemas filosóficos de gran envergadura y me siento influido por ellos como pensador y como poeta. Por otra parte, pero vinculado a la pregunta, escribí Tierra y cielo, hace ya muchos años, un conjunto de poemas proyectados a veces hacia una expresión orientalizante. No existe, en realidad, libro como  tal. Todos esos poemas  han ido a completar otros poemarios.

Declaras que tu obra poética se halla gobernada por el verso libre, sin embargo, El amor es su nombre,  es una rara avis  en tu bibliografía, ¿por qué decides escribirla de otra manera? ¿El tema, quizá, lo exigía?

La obra que se alzó con el Premio
Ciudad de Valencia 1984

Ciertamente es un libro atípico en mi trayectoria literaria. Repentinamente, escribí unos cuantos sonetos, inspirados tal vez por el tema. El resto de poemas me costaron mucho de escribir. Y, claro, yo no soy escritor de sonetos pero, paulatinamente, a lo largo del tiempo, uno de ellos hoy, otro al cabo de tres o cuatro meses, fui trabajando hasta que se completó el ciclo. Añadiría que, entretanto, estuve ocupado en la elaboración  de otros escritos.

En el libro Tan ignoto como relampagueante te expresas en prosa poética para dar a conocer tu cosmovisión y tu búsqueda de un lenguaje más expresivo,  ¿de qué está hecho ese tu mundo y cómo lo compatibilizas con el denominado real?  ¿Has conseguido ser más expresivo en tu lenguaje o continúas en su búsqueda?

Este libro también es un poco atípico en mi obra. Sus prosas, que no relatos, pero, aun teniendo componente poético, aunque no tanto comparado con otras prosas poéticas mías, me han servido para intentar desarrollar una escritura distante de mi poesía que, frecuentemente, es muy lírica. De modo que quién sabe si algún día, a partir de prosas como estas, me sentiré llevado a una visión de la realidad cuya cosmovisión sea más amplia que la de la armonía poética y síntesis de la poesía. Eso me haría feliz y me completaría como escritor. Lo real y lo irreal son elementos que tienen una función en  el pensamiento filosófico muy importante desde tiempos antiguos. La especulación sobre estos elementos es el punto de partida de muchos modos de pensamiento. Yo sigo en la búsqueda de la verdad.

Has efectuado un largo recorrido como poeta, ¿has sido siempre consciente de tus etapas y hasta dónde has querido llegar? 

He sido consciente de mis etapas casi a posteriori, es decir, después de un cierto tiempo, cuando he reflexionado sobre ello y de mi intento de hacer una obra que, como un divertimento para mí, fuera lo más fascinante posible, desde el punto de vista de mis distintas fases como ser humano. En cuanto a dónde he querido llegar, debo decir que no tengo demasiadas ambiciones. Mi ilusión, desde muy joven, ha sido la de ser un poeta simplemente, cultivar mi espíritu, vivir la poesía. Y armonizarme con ella. Las cuestiones relativas al éxito literario han sido secundarias para mí, aunque me siento feliz cuando otras personas sienten o piensan que estoy materializando bien mi sueño de ser poeta,  es decir, sentir la vida poéticamente.

Desde el inicio hasta ahora, ¿cuánto cambiaste como poeta y en tu poesía?  ¿Eres el poeta que quisiste ser?

Sí, soy el poeta que he querido ser. En cuanto a mis cambiantes etapas he de decir que no soy una mente que se influye a sí misma. He decidido, antes de seguir una línea uniforme temática y retóricamente, modificar mi visión de la realidad y ofrecer modos de acercamiento a mi literatura que mostrara, desde distintos puntos de vista, mi realidad y completara, a través de otras facetas, mi escritura.

También ejerciste la crítica literaria, ¿solías ser muy exigente con el material que te llegaba o, quizá, preferías buscarle el lado amable, aunque no te gustara?

El poeta no le da mucha importancia
a los premios literarios

Sí, me gusta mucho la crítica literaria pero es, sobre todo, desde hace unos cuantos años, cuando más interés me está suscitando. Tengo escribiendo al menos dos libros críticos, pero seguramente me llevará algún tiempo hasta que pueda completarlos. Entretanto, escribí ya hace años Claros de luz, un poemario muy lírico donde el objetivo era la búsqueda de la belleza en sí misma a través de lo puramente estético en el sentido de la sensibilidad. Imágenes, sugestivas metáforas, predominio del color y, por lo dicho, sujeto en muchas cosas a la poética imaginista. Por otra parte, he decir que he tenido que leer mucho hasta decidir cuáles eran los materiales más afines a mí.

Acabas de publicar Poética, una joya de obra que consiste en un análisis minucioso y exquisito  y,  al mismo tiempo, una  honesta y lúcida reflexión crítica sobre el ser de la poesía. Sin duda, la poesía te seduce no solo como creador sino como un insaciable investigador de  sus orígenes, desarrollo  y manifestaciones, ¿qué demandas internas has satisfecho escribiendo este libro? ¿Cuál fue el compromiso asumido de tu parte?

Podría llevar el título  de ¿Qué  es la poesía y para  qué sirve? Para mí esa pregunta que tanta gente se cuestiona, he querido, al modo  culto, responderla desde el ámbito de mis lecturas de crítica literaria y teoría de la literatura, favoritas, quizá un poco alejadas de la poética materialista.

Hay gran cantidad de poetas jóvenes que comparten sus escritos en las redes sociales y se abren encendidos debates en cuanto a la calidad de sus obras, ¿tienes alguna postura al respecto?

Confiesa ser el poeta en que quería
convertirse

Intento estar al día de lo que se hace, sobre todo en Valencia (España). Es natural querer saber lo más posible en lo relativo a la poesía más joven. Creo que hay mucha diversidad y que las polémicas que se suscitan en las redes sociales son muy interesantes. En cualquier caso, yo sigo las últimas producciones leyéndolos en formato de libro físico. Y me parece que hay elementos muy valiosos en unos poetas que, como siempre ha sido, van a la búsqueda de la novedad y, a veces, de la innovación, como hemos hecho todos.

¿En qué momento alguien se convierte en poeta?  ¿Hay requisitos para serlo? 

En realidad, y sin entrar en la cuestión de si el poeta nace o se hace, creo que hay algo inherente al ser humano que le lleva, desde edades muy tempranas, a elegir paulatinamente lo que desea hacer con su vida. Pues, claro, hay una consciencia más adulta y una especie de revelación íntima que te va definiendo. Obviamente, las sucesivas decisiones de los hombres los van condicionando en un sentido o en otro. El poeta no es un hombre superior a los demás, es quizá diferente por su amor al arte que, por otra parte y en mayor o menor medida, es consustancial a todo el mundo. Es el hecho de que en todo hombre o mujer yace una sensibilidad que lo impele hacia lo bello y eso está en todos, del mismo modo que todos participamos de los sentimientos y pensamientos del conjunto de los hombres. Sin humanidad no hay poesía.

¿Miguel Romaguera se desdobla para ser poeta? ¿Lo separas del ser humano?   

Miguel Romaguera, ciertamente, se desdobla al escribir. Creo, aunque no absolutamente, en la inspiración, aunque la disciplina y el trabajo de corrección y composición también son muy importantes. Pero lo básico y esencial es ese momento en el que entras en  una especie de trance o posesión en el que te dejas llevar por una fuerza que te incita a crear. La creación es un proceso difícil de definir pues intervienen en ella muchos factores tanto intelectuales como sensitivos, pero  las  grandes  obras tienen causas misteriosas en el sentido de estar escritas desde enigmáticas fuentes.

Si desean saber más 
del autor o su obra 
pueden pinchar
los siguientes enlaces:


sábado, 21 de noviembre de 2020

José Vicente Bayarri: «Me gusta pensar aunque no escriba»

La exigencia de sus estudios lo condujeron aislarse y en esa soledad obligada halló compañía en los libros.  Leía sin parar. Sin orientación u consejo. Solo guiado por su intuición adolescente. La poesía enamoró, desde el primer instante, a José Vicente Bayarri, y la incorporó a su ser y a sus expresiones artísticas. Por esa razón no concibe la pintura exenta de un lenguaje poético. Es un creador que expresa lirismo en su labor pictórica, de ida y de vuelta como pintor y poeta, en un diálogo abierto que se nutre y retroalimenta por igual.

Por estos días, el autor se prepara para anunciar la publicación de su libro 56 poemas del amor consumado, la segunda entrega de su trilogía poética que se inició con la obra titulada 32 poemas del amor breve (Olé Libros).

De una u otra forma desde siempre has estado vinculado  a la poesía, y se observa con nitidez en tu labor pictórica y todo lo que la rodea, ¿existe una diferencia sustancial entre el poeta presente en tus pinturas y el que escribe poemas?  

La identidad del poeta pintor y del poeta escritor es la misma, en esencia y en sustancia es la misma pero la imagen que proporciona es absolutamente diferente. Medios de expresión diferentes, metodologías diferentes, resultados diferentes.

Como pintor, poseo una trayectoria larga, la poesía está en mi pintura primero de una manera inconsciente, después de una forma conceptual, y más tarde formando parte de mi poética plástica con absoluta voluntariedad y consciencia, sobre todo en la inversión de planos y objetivos entre lo representado y su representante.

El autor durante la presentación de su primer poemario

Has dicho que conociste a tu ‘familia literal’, entre ellos filósofos y literatos, mientras cursabas el bachillerato, ¿cómo se efectuó ese primer encuentro y qué huella dejaron en tu alma?

Remontándonos a los primeros recuerdos me contemplo como estudiante de aquel Bachillerato de 6 cursos, que iniciábamos a los 10-11años, una formación decimonónica, académica y disciplinada.

Recuerdo que eran estudios de gran exigencia, al menos para mí. Debía aprobar el curso y sacar una media superior a 7 para obtener una beca que nos permitía continuar. Los profesores no te regalaban nada pero, aun sin medios, observaban gran dedicación y entusiasmo en la transmisión de sus materias.

Desde casa, estaba absolutamente concienciado para el sacrificio, ello suponía muchas horas de estudio, reducir las relaciones con los amigos e iniciar una etapa de progresivo aislamiento del entorno.

Soy consciente que en otros compañeros de clase la situación era diferente y sin embargo eran tan o más brillantes que yo en los estudios.

El aislamiento que en principio fue un imperativo del estudio, más tarde se convirtió en una actitud vocacional. En los libros encontré mentes privilegiadas que tenían algo que decir, sus palabras y pensamientos eran el escaparate a través del cual no sólo veía el mundo sino que hacía, experimentaba mundo, viajaba en el espacio y en el tiempo, pensaba, leía, leía, leía. El mundo estaba en los libros y disfrutaba pensando en la grandeza de aquellas mentes que me dejaban lo mejor de su vida en papel impreso.

No disponía de un gran criterio selectivo de lecturas, pero sí sé que me entusiasmaba casi todo. Me impresionó sobremanera cuando Ulises le responde a Polifemo que se llamaba “Nadie”. En el suceso encontré marcado para siempre y para la historia una de las raíces de lo que yo denomino el nihilismo ontológico. Cuando lo recuerdo hoy, aún me emociona y, cuando lo descontextualizo, me pregunto ¿de qué forma ha marcado mi existencia?

Creo que a los 13-14 años comencé a escribir poesía. Mala, mala, mala, posteriormente mejoró un poquito y en 6º de Bachillerato gané el primer premio de poesía del Instituto Benlliure. Algunos compañeros empezaron a llamarme “el poeta de la clase” pero esto no siempre me sonaba bien.

Su primer libro pictórico con aroma poético 

En 2003, por vez primera,  publicas  un libro acompañado de poemas titulado Caras y más-caras de Laura, ¿qué te animó a expresarte también a través de poemas? ¿Era la aparición casi formal del poeta?

Tengo que indicar primero que en la década de los 80, con dos licenciaturas en B.B.A.A. (Bellas Artes) unas oposiciones ganadas como profesor de Dibujo en Institutos de Bachillerato y conseguidos algunos primeros premios en certámenes y bienales de Pintura a nivel Nacional, es la década en la que tomo decisiones determinantes en mi trayectoria como pintor. El trabajo me llevó a estudiar y replantearme la historia de la pintura y su relación con el lenguaje plástico, los istmos de las vanguardias históricas y el alcance de sus propuestas, estudiar su lenguaje en profundidad y sus manifiestos y, cuando en la década de los 90 abrumado por la dispersión de propuestas vuelvo sobre mi individualidad, repliego mi ego, y me digo “basta ya”. A partir de entonces empieza a surgir la poesía en la pintura y como pintura, y la pintura empiezo a ser “yo”, y tomo conciencia de ese hecho.

En mi catálogo de pintura de la exposición “Flores de la Modernidad nostálgica” aparecen 10 poemas conceptuales, Poemas-manifiesto. 1998.

En 1999, en el catálogo de la exposición “Flores de perfil esquivo” aparece bajo del título “pinturas y palabras” Los 10 poemas no son tan conceptuales como los del catálogo anterior y, aunque acompañen a las pinturas, tienen un grado mayor de autonomía estética y de dicción.

En 2003, aparece mi primer libro de pintura Caras y más-caras de  Laura. Mis pinturas en la bisagra de la Modernidad/Posmodernidad. Versa sobre tres momentos de mi pintura, posee unas colaboraciones teóricas por parte del Catedrático de Estética y posterior presidente de la Real Academia de B.B.A.A. de san Carlos D. Román de la Calle, así como del pintor D. Joaquín Michavila y 17 poemas propios de un capitulo denominado Sueños. Fue presentado en la Galería de Arte CC22 “Claudio Coello 22” de Madrid, pero no supuso la aparición formal de ningún poeta. Creo.

Tres años después aparece  el libro 20 pinturas de amor y una flor desesperada con poemas de Pablo Neruda y tres de tu autoría, ¿buscaste inspiración en el vate chileno para pintar y escribir  o fue al revés?

Aquí el original de uno de sus poemas

El 2004 fue el centenario del nacimiento de Pablo Neruda. Un domingo, estaba en Granada y, en el kiosco, el periódico El País iniciaba una colección de literatura con Los 20 Poemas de amor y una canción desesperada.

A la sazón, yo estaba pintando y pensando en ¿qué sucedía con la individualidad cuando se tropezaba con el amor? ¿Qué pasa a partir de ese momento con las dos individualidades que se aman?

El poemario de Pablo  Neruda entraba de lleno en esa misma temática y, además, poseía el mar de fondo, de ahí decidí acompañar sus poemas con mis pinturas.

Los tres poemas míos incluidos son de corte Nerudiano, muy afectados por su influencia.

Hay dos cosas a destacar, por primera vez este poemario, uno de los más famosos del mundo, lleva una obra pictórica desarrollada alrededor de su temática  (no son ilustraciones), y el libro con una edición única de mil ejemplares numerados y firmados a mano por el autor se plantea como si fuera un objeto artístico.

En 2018 publicas  32 poemas del amor breve (Olé Libros), poemario que abre tu trilogía, ¿el número de poemas posee algún significado? ¿Tu tema favorito es el amor para escribir poesía?

Sí, el tres es el de la trilogía, y el dos son los dos libros que faltan para completarla. El uno, no está porque supuestamente seria el libro publicado.

El amor en la historia de la poesía no es un monotema, abarca también su contrario, el desamor, y es enamoramiento. Y el amor muchas veces no es amor, es deseo, es pasión, es querer, es compañía, es soledad, es ausencia, es un péndulo oscilante, es una actitud, es un tiempo, etc.

El amor así, en toda su amplitud, es el tema en el que estoy inmerso.

Al amor se llega de rebote, en el origen está el tema de la identidad, de la conciencia de que existes, pero esa existencia está sometida al paso del tiempo, existencia entre pautas y sobre las pautas. Luego a la identidad le sobreviene un arrebato, el enamoramiento, el “no ser sin el otro”, la autonegación como identidad porque tu alma no está en ti, está poseída.

Pero estamos viviendo la Modernidad en la Posmodernidad, todas las cosas presentan fecha de caducidad en el envase, los intereses mutan velozmente. ¿Qué es la fugacidad del color sino una ausencia de lustre de los valores?

Estamos atrapados en una encrucijada, en un laberinto del que no tenemos muy claro cómo salir. Solo cuando el pensamiento tiene una visión panorámica y cenital empieza a sopesar realmente su situación porque sabe determinar con coordenadas el lugar donde se encuentra cultural y socialmente.

El enamoramiento es un cataclismo, un maravilloso y necesario cataclismo y el enamoramiento llevado al unísono entre dos personas es el paraíso, lo más próximo al paraíso. Y de vez en cuando se alcanza, se toca la utopía.

En breve saldrá a la luz la segunda entrega de tu trilogía, ¿qué vamos a hallar en el libro?  ¿Es cierto  que esta saga abarca las fases del amor? ¿Esta, quizá, sea la del apogeo amoroso?

El poeta valenciano dando detalles sobre su libro 

Sí, la vida amorosa, incluso en su desvivirse es, ante todo, vida.  Y la vida, la existencia, se desenvuelve con multitud de facetas que son arrastradas a las fases amorosas, esos aspectos, aun en segundo plano, operan sobre la vida amorosa, forman parte de su maleta, y crean vicisitudes, cuando no, confrontaciones y disparidades.

Tal es el tránsito hacia el apogeo amoroso, para mí no es llegar a la cumbre, sino transitar en la cumbre, discurrir en ella, consumarse, consumirse en la cúspide o, al menos en el altiplano. Por ahí andarían los poemas de la segunda entrega.

Hace muy poco declaraste que “El paso del tiempo, como factor determinante, va marcando las pautas”, ¿de qué manera lo has vivido en tu labor artística y literaria?

El paso del tiempo es el que nos hace superar la infancia, el que nos lleva a la pubertad, el que nos hace alcanzar la madurez y el que, irremediablemente, nos arrastra al declive.

En la historia del arte, para mí, existe una obra que expresa de forma magistral el paso del tiempo, lo que sucede es que no lo hace de forma explícita, es el tema de Las tres Gracias. Tema desarrollado por bastantes pintores y escultores.

Concebir los tres libros de poemas sobre el amor como una trilogía es como una especie de homenaje al “paso del tiempo” contenido en Las tres Gracias.

Manifiestas que ahora las pinturas acompañan a los poemas, ¿cómo se dio este cambio de papeles? ¿Fue algo que ocurrió espontáneamente o hubo una decisión expresa?

“Los poemas ocurren cuando ocurren y se escriben cuando se dejan" como decía el poeta José Hierro, pero una vez escritos, corregidos, sentados, etc. el autor decide orden y clasificación.

Cuando los poemarios estuvieron hechos, elegí unas pinturas para que acompañaran a los poemas, quería hacer presente la estética de la pintura con la poesía, razón por la cual se incluyen ojos en la parte superior de cada poema con caracteres de imprenta y se acompaña con el poema manuscrito. Es decir, pensar el libro como pequeña obra de arte,

Sin embargo yo no hablaría de cambio de papeles sino que la faceta de escritor del pintor va ganando peso y autonomía. Si desde hace más de 30 años mi  pintura tiene deudas con la poesía, el crecimiento de aquella está también mediatizado por aquella. Pintura y poesía discurren en paralelo, con conexiones pero con expresiones y decires autónomos.

Convertiste el lenguaje plástico pictórico también en poético, ¿cómo lo logras? Y, ¿qué haces para que el otro, el lector, lo perciba?

Bayarri afirma que estamos en una 
encrucijada en este instante

Cuando se habla de poética en pintura nos estamos refiriendo a la actitud, al posicionamiento del pintor respecto a su propio quehacer.

Para mí, es impensable pintura sin poética. Incluso en el todo vale, todo no vale. En poesía me pasa lo mismo, todo no me vale.

El lector de una pintura no tiene por qué ser el mismo que el lector de un poema. Su lectura no acciona los mismos mecanismos perceptivos, en algunos casos pueden complementarse. Pueden tener buen maridaje como la danza y la música pero la calidad va por separado. 

Sé que te aferras a un  principio que denominas ‘ecología del pensamiento’, ¿en qué consiste? ¿Cómo llegaste a él? ¿De qué manera se halla en tu trabajo poético?

En estos tiempos la ecología debe presidir toda acción humana y a nivel planetario, de nada nos sirve reciclar  mil toneladas de basura y ensuciar el planeta con cien mil toneladas de contaminantes o arrasar las zonas verdes del planeta.

La intoxicación llega a las noticias a los mass media, no podemos poner parches, nuestro pensamiento tiene que ser global, tiene que operar en una dirección y no en su contra.

Es imposible sobrevivir a la implosión a la que está sometido el ser humano si no es capaz de abstraerse y situarse en un plano superior que le dé la perspectiva adecuada de lo que le sucede, de lo contrario está a merced de multitud de mininoticias y relatos que lo marean, lo tergiversan y lo rebasan.

Se llega a la ecología del pensamiento cuando uno toma conciencia de los múltiples planos en los que está siendo acosado. Los filósofos actuales diagnostican pero no resuelven.

La ecología del pensamiento es lo que me permite poseer una visión personal del mundo y de la existencia, colectiva e individual. Es lo que me permite moverme en la axiología de una ética razonable, y de ello se benefician indirectamente y, en pequeños detalles, mis actividades plásticas y escritas.

Primero fue, como ya hemos visto, la poesía en tus pinturas, pero ¿cómo crees que se percibe y siente tus poemas de forma individual, al margen de sus compañeras?

No lo sé, es pronto para saberlo, cuando la trilogía esté publicada, quizás tenga alguna referencia más valiosa.

No tengo objetivos ambiciosos, me gustaría que mi poesía alcanzara a alguien y me dijera que el libro ha estado algún tiempo en su mesilla de noche o que determinados versos los ha leído más de una vez. Quizá eso ya sea muy ambicioso. Solo las personas que leen pueden ser influenciables. Mis pinturas y mis poemas no tratan de crear más problemas, ya tenemos suficientes.

¿Es posible aislar al poeta del pintor?

Bayarri afirma que es imposible la pintura
sin poética 

Yo pienso que sí puedo aislarlos. Los demás, difícilmente, so pena de solapar a uno  o al otro. Por otra parte es un absurdo tratar de conocer a alguien en su totalidad.

¿Suele hacer José Vicente Bayarri autocrítica de sus poemas?

Por supuesto, la crítica tiene que formar parte del proceso de elaboración, y cuando se vuelve a leer un poema, pasados unos días, debes acudir con un cedazo más fino. No me gusta la brutalidad. En ninguno de sus órdenes.

¿A qué dedica su tiempo José Vicente Bayarri cuando no está en su taller de pintura o escribiendo?

Me gustaría decir que a mi casa y a mi familia en primer lugar, pero ahí soy muy deficiente.

Me gusta dibujar con carboncillo y con grafito, cosas pequeñas.

Me gusta leer a poetas que me tocan las emociones y me gusta expresárselo. Con algunos/as tengo conexión directa y llegan a ser mis amigos como Magda Villa, Greta Solís, Mar Bravo, Teresa Espasa, Blanca Villanueva, Blas Muñoz, etc. Otros también lo son, pero no saben que existo como Rafael Soler, Julio Llamazares, Dulce María Loynaz, etc. Son como mi segunda familia.

Me gusta el ajedrez, escuchar música, la de Montserrat Caballé, María  Callas, Lucía Pop, Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus y más.

Me gusta estudiar chino y hacer caligrafía china, y viajar a China, y no entenderles, y observar cómo se esfuerzan por entenderme.

Y me gusta pasear solo, y pensar, me gusta pensar aunque no escriba.

Y me gusta pensar que pienso porque tengo manos.


Si desean saber más del poeta y artista plástico
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https://www.facebook.com/jose.v.bayarri
https://olelibros.com/autores/artistas-plasticos,coleccion-imaginal,poesia/vicente-bayarry-de-la-paz/





miércoles, 11 de noviembre de 2020

Lluïsa Lladó: «Vivo con el yugo de la poesía»


Lluïsa Lladó es poeta a tiempo completo. Es parte de su carne y su oxígeno. Ella es la poesía. Sin personaje ni actuación.  Y a la hora de escribir lo hace por instinto. Conducida por fuerzas que la poseen y la someten sin descanso.  Lladó declara que no es consciente de su escritura, y que ese proceso se asemeja al papel de una médium que transcribe un mensaje de crucial importancia.

La poeta acaba de publicar La complejidad de Electra (Ediciones Torremozas), un poemario que le permitió liberarse de sus miedos. 

Las razones para escribir La complejidad de Electa fueron muchas, pero quizá las más importantes fueron tu necesidad de dejar patente el bullir de  tus sentimientos contradictorios  y exponer también todo lo que pasaba (o pasa) por el alma de una mujer que se educó dentro de una sociedad machista, ¿de qué manera conjugaste estas ideas para darle equilibrio al poemario?

Escribo movida por el instinto, no existen mesuras ni argumentos o ideas previas, se rompe la tierra y surge el manantial de la palabra, más que una necesidad prefiero definir que ha sido el testimonio en una búsqueda de hermandad.

En tu libro buscas perdonarte y perdonar tus miedos, los enfrentas, le hablas cara a cara, ¿logras una liberación plena?

Sí, la liberación se ha cumplido.

 ¿Te costó mucho hacerlo?

No, porque poseo una edad en que los fantasmas vivos dan más miedo que los fantasmas muertos.

Sostiene que con su libro se ha liberado


¿Hubo esfuerzo y lágrimas?

Lloro con facilidad, así que mi esfuerzo consiste en mantenerme íntegra y con la cabeza fría e imparcial.

En tu libro también yace la aspiración de la empatía, que la gente vea en tus poemas que es posible hablar abiertamente de nuestros dolores, amistarse con ellos y propiciar una sanación. ¿Crees en los fines terapéuticos de la poesía?

La poesía sana, repara, cuida…Se ha comprobado en hospitales que es aconsejable y necesaria para pacientes de patologías concretas (ansiedad, depresión, demencia…).

Elga,  recomiendo este estudio a tus lectores https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4792261

¿La complejidad de Electra  es la obra donde dejas patente tu compromiso social respecto a la no violencia contra la mujer? Denuncias los hechos, pero también pides a través de tus poemas que nadie quede indiferente, ¿no es así?

Siempre ha habido un compromiso social en todos mis libros. Pedir exactamente no es mi meta primordial, mi intención es testimoniar los hechos comunes de personas que recibieron una educación concreta en el contexto histórico de este país que ha dejado muchos estereotipos y que luego en plena transición se vieron abocadas a improvisar ética y moralmente.

A diferencia de tus anteriores trabajos poéticos, en este libro usas versos cortos y los finales abiertos, ¿por qué?  Considero que un verso corto supone más dificultad, y fue un reto y un ejercicio estilístico, ¿Cuál es la intención?

 La intención es la de crear cierta tensión lectora y estimular la imaginación.

Has recurrido al cine y a la epístola, ¿te inspiras viendo películas? Quise en este libro referenciar películas ficticias de ambientes decadentes con atmósferas densas y personajes arrastrados por sus pasiones, ¿Eres de las pocas personas que todavía escriben cartas a mano y las envían?

Me gustan las cartas, ojalá tuviera más tiempo para escribirlas. Es un sano ejercicio que deberíamos practicar; la tecnología las ha sentenciado.

La autora afirma que la poesía cura, repara y cuida 

Según entiendo ignoras en qué momento de tu creación poética te encuentras, ¿nunca te preocupó averiguarlo? Considero que falta tanto camino por recorrer que ni lo  planteo. Eso no significa que viva despreocupada de mi evolución. ¿Nunca hubo una necesidad  introspectiva sobre ello?
La verdad, desde este prisma no he tenido la necesidad; meditar en ser buena persona y la búsqueda de estabilidad supera la faceta creativa.

Manifiestas que no  ha habido un cambio en cuanto a cómo vives o sientes la poesía, pero ¿en qué ocasiones  se halla más presente? Siempre, mi mente no puedo disociar el ente poético del universal, está tan interiorizada que es indivisible, ¿Cuándo la escribes o experimentas? En ambas acciones.

Vivo con el yugo de la poesía, todo me atrapa, me somatiza, a veces es exhausto convivir con esta particularidad. Yo no tengo un traje de poeta que me pongo y desvisto, soy un supermercado de submundos las 24 horas del día.

¿Es cierto que cuando escribes poesía no eres consciente de su escritura? Efectivamente, ¿Quieres decir que se convierte en un acto mágico o milagro? Cuéntame.

 Sí, es algo similar a la labor de una médium que siente el dictado de la taquigrafía de los cinco (o seis) sentidos y lo transcribe en el ordenador o en libretas, para compartir públicamente sin pudor en las redes sociales.

¿La Electra del título de tu libro es la que conocemos o te refieres a otra?

Es un compendio de muchas personalidades, tiene un matiz mitológico, rasgos de la psicología de Jung y de la protagonista rebelde de una obra teatral de Galdós. Hasta me la imagino con una estética de Marvel porque Electra es un personaje masculino y femenino con el perfil de un antihéroe.

¿A qué aspira Lluïsa Lladó como poeta en este momento de su vida?

A seguir aprendiendo.

¿Y cómo mujer y ser humano?

 A seguir luchando.

Si desean saber más de la autora o su obra
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martes, 27 de octubre de 2020

Oswaldo Estrada: «La literatura me abrió las puertas a otros mundos»

 

 


Oswaldo Estrada es hijo de la intuición y la creatividad, conoce la sabiduría del tiempo y fluye con él. La literatura se presentó -dice- por casualidad, pero era parte de su destino, y ahora está aquí entregado a lo que vino a hacer: crear historias mediante su escritura.  La vida cada día le confirma esa misión, y la suya es una tarea que asume con completa libertad y en silencio, sin prisas ni forzando a la inspiración, porque sus musas detestan la rutina y huyen de los horarios preestablecidos. «No hay que apurar la creación. Sale cuando tiene que salir. Cuando estás verdaderamente listo para lanzarte al ruedo», afirma contundente el premiado escritor.

Quizá ese sea el secreto de su éxito, solo basta ver los tres premios a los que se ha hecho acreedor en lo que va del presente año: el Primer Premio de Testimonio de la Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en Tufts 2020 (Boston) por su obra Las locas ilusiones y otros relatos de migración, y dos International Latino Book Awards, en las categorías Mejor Antología Colectiva por Incurables (Primer puesto), y Mejor Libro de relatos (Segundo puesto) por Luces de emergencia. Sin duda este 2020 le ha favorecido. 

Te enamoraste de la escritura y la literatura por completo durante tus estudios universitarios y han formado un equipo al que le va desde siempre muy bien, ¿qué me puedes decir de este amor que se ha ido asentando a través de los tiempos?

Llegué a la literatura de casualidad, Elga. Yo fui a la universidad pensando que estudiaría química, biología, algo que me preparara para una carrera en medicina. Todo el mundo se ríe cuando cuento esto (porque no me imaginan como médico… y la verdad yo tampoco me veo con una bata blanca), pero es la verdad. La literatura me abrió las puertas a otros mundos y cuando comencé a tomar clases de literatura latinoamericana me sentí en casa otra vez, en mi lengua, en mi entorno, aun estando a miles de kilómetros de Lima. Recuerdo mucho esos primeros momentos de descubrimiento literario. Me sentaba en el sofá, en la cama, en el suelo y leía por horas con un gusto enorme, cosa que nunca me había pasado con las clases de ciencias en la universidad.

Afirma que llegó a la literatura por casualidad

Cuando terminé la carrera no dudé ni un segundo en seguir con una maestría en literatura, con un doctorado y seguí por ese camino. Aunque yo había escrito algunos relatos y sobre todo muchos poemas (seguramente muy malos), escribí mi primer cuento a los veintidós años, mi primer año en el posgrado. Felizmente, no lo publiqué porque era un remedo de todo lo que había leído hasta entonces. Pero guardé la idea original y años después, cuando me sentí dueño de una voz propia, salió a la luz. En aquellos años también escribí relatos en inglés, poemas en inglés que se publicaron en algunas revistas locales. Parte de mi dilema era no saber en qué lengua escribir. Hasta que entendí que escribir en español era volver a casa, una especie de reencuentro conmigo mismo.

Al terminar el doctorado, e incluso antes (para conseguir trabajo), me dediqué en cuerpo y alma a la investigación académica. Porque eso era lo que me iba a dar de comer. Sabía que mis artículos y mis libros me asegurarían la permanencia laboral, y es lo que más deseamos los que nos movemos en este medio. Que quede claro que no lo hacía ni lo hago como un trabajo, como una obligación. Puedo decir con total honestidad que me gusta investigar, pasar horas y horas leyendo, escribiendo, para producir un artículo de crítica literaria, cultural.

Nunca dejé la escritura creativa. La gente que me conoce sabe que he aprovechado todas las oportunidades posibles para compartir con otros amigos escritores mis textos de ficción, para pulirlos, tomando en cuenta sus comentarios, sus observaciones. En todos esos años de intensa producción crítico-literaria publiqué un manojo de cuentos que a lo mejor nadie leyó y seguí trabajando en silencio, volviendo a mis textos una y otra vez, tratando de encontrar mi voz, la forma de narrar algo. Muchos de los cuentos que han salido a la luz los últimos dos, tres años los escribí hace diez o quince. O escribí el comienzo, el final, parte de un diálogo que quedó en mi cajón hasta nuevo aviso. Yo creo mucho en eso. No hay que apurar la creación. Sale cuando tiene que salir. Cuando estás verdaderamente listo para lanzarte al ruedo. Si una idea es buena te va a perseguir este mes y el mes entrante. El próximo año. Lo difícil, claro, es darle la forma, encontrar el tono apropiado, pero una vez que oyes la voz narrativa del cuento, ya no hay marcha atrás. Y tienes que dejar lo que estás haciendo y ponerte a escribir donde sea. En el autobús, de camino al trabajo, en el salón de clase, en la cocina. No creo en el cuarto propio ni en el espacio perfecto. Nunca lo he tenido. No sé lo que es eso.

Pocos saben que las mieles del éxito no son nuevas para ti, pues  como alumno y maestro universitario recibiste una serie de reconocimientos y galardones. ¿Esas victorias te pillaron por sorpresa tanto como tus dos  International  Latino Book Awards 2020?

Declara nunca dejó de lado
su trabajo creativo 
 

Siempre es una sorpresa recibir un premio. En mi carrera como docente universitario he recibido, como dices, varias distinciones, desde mis años en el posgrado. Como maestro, como profesor, siempre trato de dar lo mejor a mis estudiantes. Pero hay miles y miles igual que yo, en la misma situación. Así que recibir un premio a nivel institucional, una nominación por mi trabajo como mentor de nuevas generaciones, siempre es un regalo invaluable. Llevarte los aplausos en una ceremonia de premiación donde dicen cosas bonitas de ti, saber que te han elegido por algo especial de tu persona, por tu dedicación y entrega es lo máximo. Lo aprecio muchísimo. Y en definitiva es un gran aliciente para seguir trabajando con la misma entrega, el mismo tesón.  

Eres de origen peruano, residiste hasta los 14 años en Perú y tus raíces permanecen  firmes, ¿cómo hiciste para no dejarte absorber por la cultura predominante y por el medio en que te desenvuelves?

Los inmigrantes ya no somos los mismos que dejamos la casa, el hogar, el país de origen. Aunque quieras seguir siendo peruano, mexicano, cubano, la cultura dominante te absorbe con su lengua y sus costumbres, con sus comidas, sus medios culturales, sus tradiciones, etc. Es lo normal. En mi casa, sin embargo, nunca dejamos de hablar español ni de ver la televisión en español ni de juntarnos con otros inmigrantes como nosotros. Por supuesto que en la secundaria y en la universidad tuve amigos de este mundo, de este lugar, y viví gran parte de mi vida en inglés, a un nivel íntimo, personal, pero mi español, mi peruanidad, mi latinoamericanidad siempre estuvo ahí, presente, dispuesta a presentarse en cualquier momento.

¿Es verdad que tuviste que reaprender el español? ¿Constituye una continua lucha su práctica?

La obra que le ha dado grandes 
satisfacciones

No. Yo no tuve que reaprender el español porque nunca lo perdí, ni dejé de usarlo. Lo que sí te puedo decir es que tenía alguna que otra falta ortográfica porque salí del Perú a los catorce años y dejé de usar el español formalmente por varios años. No es lo mismo escribir cartas a tu familia que escribir un trabajo académico para entregárselo a tu profesor. Esto es algo que nos pasa a muchos hispanohablantes en los Estados Unidos, más cuando la misión principal es aprender el inglés. En la universidad me pasaba que al escribir algo, un trabajo académico o un texto de creación, recordaba alguna expresión coloquial, algún dicho, pero no del todo, no en su totalidad, y entonces tenía que preguntarle a mi madre o a mi abuela sobre esa palabra, sobre esa expresión y su uso, que por supuesto no estaba en ningún diccionario. Todo esto, claro, antes de que existiera internet. Ni hablar ni escribir en español constituyen una lucha para mí. Todo lo contrario. Es lo más natural del mundo. Solo cuando hablo y escribo en español me siento en mi salsa. Y mira que el inglés lo hablo y escribo desde la adolescencia. Pero no es lo mismo. La lengua madre tiene un lugar privilegiado. Y nuestro español es tan rico en modismos, dobles sentidos, expresiones coloquiales, regionales, que no tiene comparación con el inglés (aunque seguramente un angloparlante diría lo mismo del inglés, precisamente, porque es su lengua dominante).

Aceptas tu condición de inmigrante y, como muchos en tu condición,  vives con el corazón dividido, repartido entre dos tierras, sin embargo has sabido canalizar esa nostalgia perenne en tus trabajos de investigación y en la ficción de tus libros, ¿cuándo te decidiste a hacerlo y cuál fue la respuesta a esas iniciativas?

No creo que haya decidido escribir conscientemente sobre los inmigrantes, sobre la nostalgia que siente el inmigrante en tierra extraña, sobre su perenne otredad. Creo más bien que esos temas me han buscado a mí porque yo he vivido y sigo viviendo todos los días de mi vida la experiencia del inmigrante en los Estados Unidos. Hablo inglés. Nací en este país (aunque viví en el Perú desde los cuatro meses de nacido). Tengo una vida aquí. Y sin embargo, en demasiadas ocasiones algo me recuerda mi no pertenencia, mi extranjería. Esa palabra que jamás podré pronunciar en inglés, aunque lleve aquí tantos años, mi forma de ver el mundo, que es también la de mucha gente que pasado por experiencias similares. Creo que soy más auténtico como escritor cuando dejo que estos temas deambulen libremente por mi escritura, sin que yo tenga una agenda específica, sin que me lo haya propuesto desde que empiezo a escribir la primera línea.

Me preguntas por la respuesta a estos temas presentes en mi escritura. Lo único que te puedo decir es que me conmueve profundamente leer alguno de mis textos en una clase, en un salón universitario, en una presentación, ya sea en una librería o en un bar, o como hacemos ahora, por Zoom, y que alguien del público se acerque a mí, o comente delante de todos, que se siente muy identificado con lo que acabo de leer. Porque él o ella conoce a alguien que ha pasado por esto. Hace unos días un estudiante universitario en México trataba de comentar, frente a sus compañeros, el efecto que había tenido en él leer un cuento mío —hablaba del cuento Assisted Living— y no podía hablar sin emocionarse. Te juro que ese es el mejor premio que puede tener uno como escritor. Que lo que tú escribes llegue al corazón de alguien.   

Se puede decir que este 2020 ha sido tu año, pues también tu libro Las locas ilusiones y otros relatos de migración (Axiara, 2020) ganó el Primer Premio de Testimonio de la Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en Tufts 2020 (Boston), ¿consideras que tu fuerte son los relatos? ¿Qué te aporta este género?

El libro que dio inicio a su año 
de éxitos 

Digamos que me siento muy a gusto con el género del cuento, aunque haya incursionado en otros géneros. Siempre es un reto mayor tratar de escribir un cuento de pocas páginas. Pero me gusta trabajar dentro de esos parámetros, tratar de contar en breve espacio una historia mayor, con unas cuantas pinceladas que te dejen pensando mucho después de haber concluido la lectura. A Las locas ilusiones le tengo mucho cariño porque reúno ahí varios cuentos y un relato testimonial. Todos los textos de este libro tienen que ver con la experiencia de los inmigrantes en los Estados Unidos. Hablan niños, hombres, mujeres, adolescentes sobre lo que es trabajar aquí, vivir indocumentado, estar siempre con un pie aquí y otro allá, vivir entre el arraigo y el desarraigo permanente. Parece fácil escribir un cuento. Escribir unas cuantas páginas y ya. Pero en realidad hay tanto bagaje que debe sostener la armazón del cuento, desde la primera línea hasta el final. Si tú comienzas a leer un cuento y no te gusta, lo dejas sin pensarlo dos segundos. No merece tu tiempo. Con la novela tendemos a ser más pacientes, le damos al autor una segunda oportunidad. Lees las primeras páginas y no te enganchas, pero sigues leyendo esperando que de pronto te sorprenda.

Como autor y editor te has preocupado mucho por el tema de la mujer, lo has trabajado, y el fruto de ese empeño en contribuir a su visibilidad son las obras Ser mujer y estar presente. Disidencias de género en la literatura mexicana contemporánea (UNAM, 2014) y Troubled Memories: Iconic Mexican Women and the Traps of Representation (SUNY, 2018), ¿el problema de la violencia de género es más profundo y preocupante en nuestros pueblos que en otras latitudes (incluido Estados Unidos) o esa diferencia no existe?

El problema de la violencia de género existe en todas partes, incluso aquí en los Estados Unidos, donde supuestamente una mujer tiene mayores recursos para denunciar lo que le pasa en casa, la desigualdad, el maltrato físico, psicológico. La colonialidad de nuestros países agrava la situación. Porque es todo un sistema, toda una sociedad la que permite este tipo de violencia. ¿Cuántos feminicidios no han sucedido en México en los últimos años? Miles y miles de mujeres han sido asesinadas. Por no haber hecho la comida a tiempo. Por maquillarse. Por darle celos al novio, al marido. ¿Y qué hacen las autoridades? Absolutamente nada. Estamos hablando de una violencia sistémica, que viene desde arriba. Que pone a la mujer en segundo plano, aunque vivamos en el siglo XXI, independientemente de los muchos avances que ha logrado el feminismo. Pongo a México como ejemplo, pero podemos hablar del resto de América Latina. Piensa en las miles de mujeres violentadas en el Perú de los ochenta y noventa. En las violaciones, los atropellos impunes. La mujer siempre lleva las de perder en sociedades tan machistas como las nuestras, aunque tengamos mujeres presidentas, congresistas, escritoras, abogadas, profesionales de todo tipo. 

¿Consideras que realmente hay intenciones firmes por parte de investigadores, críticos literarios y escritores, en general, de darle a la mujer el lugar que le corresponde dentro la literatura y en los libros? ¿Por qué crees que, de una u otra manera, es tratada con condescendencia?

Su labor literaria es libre y espontánea 

Creo que desde hace tiempo muchas investigadoras, críticas literarias y escritoras  buscan de una y otra forma darle a la mujer escritora el lugar que le corresponde en el mundo de las letras. Pocos, sin embargo, son los hombres que siguen este ejemplo. Si tú ves las encuestas, si lees entrevistas, si ves programas de televisión, podcasts, en muy pocas ocasiones los críticos y escritores recomiendan a alguna mujer escritora. En las antologías literarias, casi siempre ganan en número los hombres. Y todavía, valga el recordatorio, existe la literatura a secas (escrita por hombres) y la literatura escrita por mujeres. Es una situación injusta. Esto está cambiado pero muy lentamente. Así es como opera la violencia de género. En el ninguneo de una mujer escritora. En la necesidad de crear un premio para ella que raras veces tiene los mismos beneficios que el premio que reciben los escritores. Esto no quiere decir que no tengamos grandes escritoras reconocidas, renombradas, importantes, dentro y fuera de América Latina. Pero ten por seguro que le ha costado más llegar a la cima. Que en el camino ha encontrado mayores trabas que sus compañeros de oficio. 

También eres  autor de un libro para niños, El secreto de los trenes (UAM, 2018), basado en El guardagujas de Juan José Arreola, ¿qué retos asumiste escribiéndolo?

Juan José Arreola es uno de los grandes de nuestra literatura latinoamericana y El guardagujas es un cuento complejo, maravilloso, de muchas capas. No fue nada fácil escribir una versión para jóvenes lectores de un clásico. El reto mayor para mí fue retener la esencia de Arreola en una narrativa que fuera más accesible para los niños. Así que leí y releí varias veces el texto original para crear un mundo parecido, con sus pautas, sus modismos, pero escrito desde mi perspectiva, con mis palabras, mi forma fragmentada de escribir, mis quiebres abruptos para crear una pausa.

Una docena de libros de crítica literaria y cultural avalan tu carrera, amas lo que haces, pero en adelante vas a privilegiar tu creación, contar tus historias, el alma te lo pide, ¿no es así?

El libro que obtuvo el primer puesto
en la categoría Mejor Antología Colectiva
en los International Latino Book 
Awards 2020
Soy el tipo de persona que necesita hacer varias cosas a la vez. Si te acercaras a mi escritorio en este momento verías a un costado una ruma de libros que necesito para un trabajo pendiente. Al otro lado, tengo unos cuantos más para terminar la introducción de un volumen crítico. Escribo a mano las ideas que se me ocurren para el próximo cuento y sigo, sigo escribiendo en la computadora, lo que podría ser mi nuevo libro de creación. Sí, Elga, tú lo has dicho mejor que yo. Siento que el cuerpo me lo pide. Que ya no puedo dejar a un lado mi creación. Y estoy feliz haciéndolo, corrigiendo mis oraciones, inventando esta situación, o borrando esto y aquello para terminar con un producto más pulido, mejor.  

Sé que te apasiona enseñar, y piensas que no podrías desempeñar otra actividad distinta, ¿qué es lo que aporta impartir clase y el contacto con tus alumnos?

La escritura es muy solitaria. Tú lo sabes. Y si bien me encanta pasar horas y horas tratando de producir algo, enseñar, estar con los estudiantes, discutir nuestras inquietudes, me llena de vida. Te puedo decir con toda honestidad que en el salón de clases me siento como si estuviera en casa. Hay gente que adopta una actitud distinta a la hora de enseñar. Yo sigo siendo el mismo. Me equivoco, meto la pata. Digo alguna tontería. Los hago reír. Comparto cosas personales con mis estudiantes, de mi vida, de mi familia, de mis propios miedos e inseguridades con la escritura. Yo creo que sólo así, mostrándote totalmente humano, siendo tú, puedes llegar al corazón de los estudiantes universitarios. Sobre todo ahora que podrían estar viendo una serie de Netflix, escuchando un podcast, viendo una película, entretenidos con un videojuego, mandándose un mensaje de texto. Mi labor es mostrarles que la literatura puede ser maravillosa, que estudiar mi cultura tiene un valor único, que aunque el mundo sea un caos de injusticia, discriminación, desigualdad y violencia, hay que hacer todo lo posible por que sea un poco mejor.

¿Qué has sacado en limpio o de lección al alzarte con dos premios International  Latino Book?  ¿Tuviste algún pálpito mientras los escribías?

Hay que dar lo mejor de uno en todo momento. Uno no escribe pensando que va a ganar un premio. No lo creo. Pero sí debes escribir, o me lo digo a mí mismo, con alma, corazón y vida. Pienso en ese famoso vals nuestro, pero sobre todo en que escribir por escribir no tiene ningún sentido. Hay que ponerle mucho esfuerzo a la escritura. Tratar de contar algo que sólo tú podrías contar. Porque en el momento en que publicas algo, ese texto deja de ser tuyo y se va por ahí a conquistar a otras y otros.

¿Es verdad que te gusta cantar, que lo haces todo el tiempo, y no puedes evitar lanzarte con alguna canción en las reuniones familiares? ¿Por qué prefieres los boleros y rancheras?

El destacado escritor con la autora de la entrevista 

Me gusta cantar, sí. Yo siempre digo que en un mundo ideal me hubiera gustado ser cantante. Pero soy asmático. Y ya podrás imaginar lo que eso significa. No siempre tengo los pulmones para poder cantar. No sólo me gustan los boleros y las rancheras, también los tangos, las cumbias, los valses. Creo que con la música me pasa lo mismo que con la escritura. En las letras de esas canciones me hallo, me encuentro. En esas declaraciones de amor hiperbólicas, tan típicas de los latinoamericanos, en el sentimiento trágico de los boleros, en el dramatismo de un tango. Para mí son lo máximo. Y mi debilidad son los valses peruanos. Los escuché mucho de niño en casa de mis abuelos y siempre me acompañan, con su tonadita pegajosa. Y los huaynos, los festejos que ahora le enseño a mi hija de cinco años. Cantarlos, supongo, es un modo de volver a casa.

Tengo entendido que te encanta cocinar.  Dicen que te salen muy bien los platos criollos peruanos y has aprendido mucho de gastronomía española porque estás casado con una valenciana, ¿qué es lo que te pide la familia o los amigos cuando te ven en la cocina? ¿Cuáles son tus platos estrella?

¡Qué bien enterada estás! Me encanta cocinar. No me pidas que barra ni que trapee ni que quite el polvo de la casa porque te inventaré cualquier excusa para no hacerlo. Pero cocinar me divierte, tanto como cantar diría yo. De mi suegra aprendí a hacer muchos platos españoles que he incorporado a la carta familiar, pero más preparo cebiches, tiraditos, causas limeñas. De vez en cuando un lomo saltado, una carapulcra. Hasta hago tamales envueltos en hojas de plátano y humitas. Empanadas de carne, de pollo. Y papas rellenas, papas a la huancaína, un buen seco. ¿Qué quieres que te prepare?

Has dicho que tu filosofía es hacer el bien y que sabes distinguir la mala vibra de la gente y los grupos humanos, ¿abunda esa energía tóxica en el medio literario?

Yo creo que en todas partes uno puede sentir eso que dices, energía negativa, tóxica. Pero no hay que dejar que eso te afecte. En el medio literario también existe esto, pero es tonto. ¿De qué te sirve compararte con esta persona o esta otra, pensar que tú mereces más que él o ella? Lo mejor es seguir trabajando, como hormiguita, haciendo lo tuyo, apostar por tu propia literatura. A veces, en el camino uno encuentra a un grupo de interlocutores, amigos, compañeros de oficio con los que compartes un poco de creación y de vida. Eso es muy bonito y hay que cuidarlo. Pero si sientes que esta persona a tu lado, un escritor, un compañero de trabajo, no te valora, simplemente mira para otro lado. Invéntate otra ruta. Y no te amargues.

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