Me dijeron con justa razón que
entrevistar al escritor Juan Ramón Barat no tenía pierde, y que iba a aprender…
y claro que lo hice, y mucho. Hemos
charlado de todo un poco, y con esa sencillez y honestidad que lo caracteriza,
como dicen en mi tierra, se ha despachado a gusto dando sus puntos de vista
sobre temas tan disímiles como el futuro de la poesía, su complicado rol de
docente, dónde radica la belleza y hasta la seducción de la cocina.
Les invito a conocerlo, y si ya le
conocen, pues aprendamos juntos un poquito más de este magnífico autor que acaba de
alzarse con el premio Hache 2014 por su novela Deja en
paz a los muertos.
¿De dónde viene su predisposición a la escritura? ¿Estuvo con usted
siempre o se dieron las condiciones para que fuese así?
Desde niño aprendió a amar la naturaleza en estado puro |
Fue mi madre la que, sin ella
saberlo, sembró para siempre en mi alma el amor por la literatura. Nunca
olvidaré aquellas tardes junto al brasero, detrás de la puerta con cristales,
mientras caía la lluvia sobre la plaza donde creció mi infancia. Vivíamos en
una casa campesina y pobre de un pueblo de la huerta. Nos envolvía un olor de
naranjas y de hierba recién cortada, de paja seca y estiércol de vacas. Mi
madre cosía y yo escuchaba embelesado aquella tierna voz suya que me narraba
lejanísimas e inolvidables historias de hadas, duendes, brujas y príncipes
encantados que jamás han dejado de circular por mi corazón.
Mi madre, además, fue mi primera
maestra. En el pueblo campesino donde vivíamos no había escuela de párvulos. Mi
madre se ofreció para recoger a todos los niños de tres, cuatro, cinco años, a
quienes enseñaba catecismo, canciones, juegos, narraciones…
Luego fui a la escuela unitaria
del pueblo con un maestro nacional. Allí nos juntábamos niños de seis a diez
años. Me encantaba el olor de los pupitres, la tiza, la pizarra, los estuches,
los lápices… Pero sobre todos esos olores, destacaba el de los libros. Para mí,
los libros tenían un olor fascinante. Y también me apasionaban las
ilustraciones, los colores, los dibujos…
Yo creo que mi amor a los libros
comenzó a gestarse con la lectura de tebeos y el ambiente de aquella escuela
unitaria de la infancia rural. Más tarde, empecé a escribir versos en mi
adolescencia, para ligar con las chavalas del instituto, pero con los años
descubrí que las palabras me servían también para expresar todo lo que sentía,
pensaba o deseaba.
¿Qué tanto aporta la vida rural al alma sensible de un escritor? ¿Cuán
diferente sería su trabajo literario si no hubiese nacido y crecido rodeado por
la naturaleza?
Yo nací en una aldea de la huerta
valenciana. Vivía entre labriegos, aperos de labranza, vacas, olores de
establo… Desde que tengo uso de razón, iba a la huerta con mis padres, a
trabajar. Cultivábamos patatas, cebollas, todo tipo de hortalizas, y aquel
ambiente iba moldeando mi alma. Gente pobre, años de miseria. Frío y lluvia en
invierno. Verdor intenso en primavera. Veranos interminables. Sin darme cuenta,
crecí enamorado de aquella vida campesina. Aprendí a amar la naturaleza en
estado puro, a ver germinar las semillas, crecer las plantas, florecer los
frutos. Aprendí a amar el ciclo de las estaciones en los árboles, las flores,
la vegetación y los animales. Creo que en ese sentido, me parezco un poco a
Miguel Hernández. Sin toda esa formación, yo no sería el mismo, seguro.
Una de sus importantes obras poéticas |
¿Se puede decir que es más poeta que narrador? ¿En qué momento es más
uno que lo otro?
Yo empecé con la poesía. Me
gustaban los poemas de Juan Ramón Jiménez, Machado, Bécquer… que leía en los
libros de texto. Luego llegaron Hernández, García Lorca y Neruda. Luego, otros.
En mi adolescencia conocí los poemas de estos poetas, cantados por Serrat, por
Víctor Jara, por Jarcha, por Alberto Cortez… y me enamoré perdidamente de la
poesía. Reconozco que el poeta que me deslumbró definitivamente fue Miguel
Hernández y yo tenía unos 20 años. Aquello fue un latigazo eléctrico. “De
sangre en sangre vengo / como el mar de ola en ola, / de color de amapola el
alma tengo / y llego de amapola en amapola / a dar en la cornada de mi sino”.
Empecé a publicar en la Universidad , unos
versos. Luego, mi primer libro con 28 años. Y después, silencio hasta los 40
años, en que empecé a ganar premios de poesía: Torrevieja, Ateneo Jovellanos,
Leonor de Soria, etc. Eran años buenos, años de frenesí poético; todo lo que
tocaba lo convertía en materia lírica. Después me pasé al teatro y a la novela,
porque también eran géneros que me habían atraído desde siempre. Fue difícil
dar el paso, ya que cada género tiene sus reglas y su estética. Pero con
trabajo e ilusión todo se consigue. Ahora mismo no sé qué soy: poeta,
dramaturgo o narrador. Todo me gusta.
¿Cuándo sabe que es el momento de darle protagonismo a la poesía o a la
narración? ¿A través de qué ideas o emociones se guía?
Es difícil decidir el formato a
priori. Normalmente, trabajo con cierta disciplina. Tengo un archivo enorme en
el que guardo carpetas con ideas: ideas para desarrollar en novelas, en teatro,
en verso… Cuando decido empezar un proyecto, elijo el formato (verso, teatro,
prosa) y me marco plazos de trabajo. Luego, voy como una máquina. Creo que el
escritor debe ser disciplinado y serio en su trabajo. Todos los días, de cara
al papel en blanco. Como un oficinista. Si decido escribir una novela, por
ejemplo, me digo que tengo que escribir un número determinado de páginas por
día. Pongamos, tres páginas. Así que al cabo del mes he de tener escritas 90
páginas. Al cabo de dos meses, 180 páginas. Luego habrá que corregir, por
supuesto. Y en la corrección me tiro dos meses más. Si decido escribir un libro
de poesía, hago más o menos lo mismo. Me planteo escribir todos los días un par
de poemas. Al cabo del mes, debo haber reunido 60 poemas. Por descontado, hay
que revisar y trabajar esos poemas.
La gente suele creer que el
escritor debe escribir sólo cuando está inspirado. Craso error. El escritor
debe escribir a todas horas. Es su trabajo. Lo que sucede es que hay días que
está más inspirado que otros. Pero eso se subsana con técnica, oficio, esfuerzo
y, sobre todo, ganas de hacer las cosas bien.
Las ideas y emociones surgen
solas, a medida que uno va escribiendo. Dicho de otro modo, cuando uno se pone
a escribir, tira mano de lo que hay en su cabeza, en su alma, en su interior.
Tira mano de sus emociones, de sus tristezas y alegrías, de sus fobias y sus
esperanzas. Ese mundo interior sale antes o después. Sólo hay que empezar a
tirar del hilo.
Sus libros forman una crónica de sus existencia, asegura |
¿Cómo ha sido su evolución literaria? ¿Qué queda del escritor de sus
primeros libros?
Por fortuna, empecé a escribir a
los 40 años. Ya he dicho que publiqué algo en la Universidad , unos
versos, y un primer libro de poesía con 28 años, del que no queda casi
constancia. Pero mi obra real comienza ya en la madurez, así que no me
arrepiento de nada. Antes de empezar a publicar en serio, había escrito y
tirado a la basura kilos y kilos de poemas y de narraciones. Lo único que queda
de aquel joven soñador de mi adolescencia es el espíritu, la mirada inocente,
la ilusión, la misma perplejidad para contemplar el mundo.
Hay algunos escritores que no les gusta leer sus libros después de
publicados, ¿usted vuelve a ellos en algún momento?
A mí me encanta releer mis
libros. Es como releer mi propia historia. Cada libro encierra un tiempo de mi
vida, inolvidable. Así que cuando releo uno de mis libros, vuelvo a la época en
la que experimenté esas sensaciones. Es maravilloso. De alguna manera, los
libros forman como una crónica de mi existencia. En ellos quedan reflejados
todos mis sentimientos, lo que fui, lo que quise ser, lo que soñé, lo que perdí
para siempre.
¿Cómo avizora el futuro de la poesía?
¿Seguirá gustando solo a unos pocos?
Siempre han sido malos tiempos
para la lírica. En la época de Horacio, en la de Garcilaso, en la de Bécquer,
en la de Machado… La gente que lee poesía es muy poca, pero forma una cadena
que jamás se perderá. La poesía es la primera manifestación artística del ser
humano. Es tan primitiva como el respirar. Con la poesía, nuestros antepasados
más primarios cantaban, celebraban, rezaban, se emocionaban… Hoy en día, cuando
sucede algo importante (un atentado, una muerte, una despedida, un reencuentro,
una onomástica…) los seres humanos recurren a los versos.
Bécquer decía que la poesía es
“espíritu sin nombre, / indefinible esencia”. Es decir, jurisdicción del alma.
Misterio puro. Tal vez esa vibración interior que todo hombre experimenta
cuando se sabe solo frente a la belleza. O frente a sí mismo.
Pero, seguramente, hay más.
Antonio Machado nos trataba de convencer de que la poesía es “palabra en el
tiempo”. Palabra que perdura en la conciencia viva de los hombres, que
atraviesa la tupida red de la memoria colectiva y permanece.
Lo que parece claro es que la
creación poética es una actividad inherente al ser humano, pues está presente
en cualquier cultura y civilización. Tal vez, precisamente, porque es
indefinible y misteriosa, y parece poseer los secretos resortes de la magia, la
palabra poética tiene talante de oración, de sortilegio o de conjuro. De alguna
forma penetra en el territorio de lo inmaterial, de lo sagrado y queda
emparentada con la eternidad.
No. Definitivamente, la poesía
jamás morirá.
Le encanta releer sus libros |
¿Hay algún componente literario en el trabajo de campo y la práctica
del fútbol? ¿Puede haber belleza, arte y poesía en nuestras labores cotidianas
o aficiones?
Por supuesto que puede haber
belleza y arte en todo lo que nos rodea. En la huerta, en el deporte, en un
coche, en un perro… La belleza y el arte están en todas partes. Yo lo tengo
clarísimo. He escrito poemas a un melón, a una cebolla, a una gallina, a un
balón, etc. ¿Por qué no? ¿Cuál es el límite que separa lo bello de lo no bello?
Tengamos en cuenta que estamos hablando de abstracciones. Lo que para uno es
belleza tal vez no lo sea para otro. A mí me gusta la música de Mozart. Otro
puede odiarla. Alguien dice que le encanta contemplar un campo de amapolas. A
otro le puede emocionar ver un campo de patatas. ¿Qué diferencia hay entre
Mozart y Bruce Springsteen? ¿Qué diferencia hay entre un campo de amapolas y un
campo de patatas? ¿Por qué es poética una luciérnaga y no una lombriz? Todo es
subjetivo. Además, lo artístico y bello en una época puede no serlo en otra. Ya
sabemos que los patrones cambian. En la moda, en el cine, en la música, en
pintura, en gastronomía…
Dicho lo cual, a mí me parece que
es tan bella una rosa como una alcachofa. Y tan emocionante y artístico (o tan
aburrido) puede ser El lago de los cisnes
como un partido de fútbol.
¿Cómo afronta sus labores de docente? ¿Es cierto que la gente joven hoy
en día es renuente a aprender, a dejarse guiar?
¿Cuánta sensibilidad para el arte o literatura detecta en ellos?
Mis labores como docente las
afronto como puedo. O sea, no muy bien. Es cierto que comencé a ejercer la
docencia por vocación. Siempre me ha gustado enseñar literatura y gramática. Y
ha habido años buenos. Generaciones de jóvenes estupendos, con ganas de
aprender. Pero los años cambian. Y nosotros, también. A medida que pasan los
años, percibo un deterioro progresivo en la educación, en los modales, en los
comportamientos de los jóvenes. La educación en España está tocando fondo. Ya
no se puede caer más bajo. En las aulas españolas hay cientos de alumnos
analfabetos funcionales. Niños de 14 y 15 años que leen silabeando, tropezando
con las letras y las comas, que no entienden lo que leen. Que no saben sumar y
restar. Y hay muchos chicos así. ¿Qué está pasando? Miremos el informe PISA.
Somos los últimos.
Además, por si fuera poco, cada
vez hay menos modales. Muchos chicos no tienen nociones de civismo. No respetan
nada. No valoran nada. Algunos son violentos. No hay interés real por el
conocimiento, por el saber, por adquirir cultura. La sabiduría es una milonga.
Los medios de comunicación, la sociedad, el entorno, no paran de dar el mismo
mensaje: no hace falta esfuerzo ni estudio para labrarse un porvenir: la
cultura no sirve para nada.
La mayoría de los jóvenes
estudiantes no leen un libro aunque los amenacen con la horca. Así las cosas,
¿cómo puede uno tener ilusión por la enseñanza?
En clave de humor, digo a menudo
que muchos jóvenes de hoy pueden aplicarse la famosa frase que decía: “La
sabiduría me persigue, pero yo corro más que ella”.
Ve arte y belleza en muchos aspectos de la vida |
Usted que es amante de los escritores clásicos greco-latinos y
españoles, y retorna a ellos una y otra vez, ¿cómo ve la literatura actual
hispanoamericana? ¿Hay escritores nuevos
que perdurarán o son muchos los que pasaran
al olvido?
Creo que los clásicos son
fundamentales y hay que regresar a ellos permanentemente. No se puede ser
escritor sin haber leído a Cervantes, a Shakespeare, a Virgilio, a Garcilaso, a
Unamuno, a Tolstoi… La literatura hispanoamericana está llena de nombres
inolvidables. Citar algunos sería menospreciar a otros. Pero, a pesar de eso,
hay autores ya clásicos: García Márquez, Rulfo, Carpentier, Rubén Darío,
Neruda, Borges… Hay cientos de escritores nuevos, buenísimos, que se
convertirán en clásicos, sin duda. La literatura hispanoamericana es un árbol
que está dando frutos continuamente, frutos muy jugosos. Hoy en día, como
siempre. Y permítanme que no diga nombres actuales porque son muchos y muy
buenos, y no me gusta dejar a nadie en el tintero.
¿Qué opina de los best sellers
y los escritores mediáticos? ¿Hay calidad o simplemente son producto del
momento?
Los best sellers y los escritores mediáticos son producto del momento. Estoy
convencido de que si José Mourinho publicara un libro de sonetos se hincharía a
vender ejemplares. Es evidente. Las editoriales, en líneas generales, sólo van
a ganar pasta. Y cada vez les interesa menos la buena literatura. Siento ser
duro, pero es así. Es un poco vergonzoso que el libro de Belén Esteban sea uno
de los más vendidos. Para empezar, estoy seguro de que no lo ha escrito ella.
Y, además, no creo que esa señora tenga nada interesante que contar. Ni
siquiera sabe expresarse. ¿Es lo que pide el pueblo? ¿Las editoriales le dan al
pueblo lo que el pueblo reclama? Pues démosle carnaza, para que muerda. No
estoy de acuerdo en absoluto. El pueblo lee y valora lo que le dan. Pero igual
que le dan lo de Belén Esteban le podía dar algo con mayor calidad. Hay cientos
de escritores buenísimos y desconocidos, llamando a las puertas de las
editoriales, y recibiendo portazos en las narices, sonrisas despectivas y
frases como “Vuelva usted mañana”.
También digo que hay best sellers que están bien escritos y
que son literatura agradable de leer. ¿Se puede, pues, combinar calidad y
cantidad? Creo que sí. La literatura también puede servir para pasar un buen
rato, pero hay que saber hacerlo. Y los buenos escritores existen. Hay libros
que leen millones de personas, es decir, best sellers, y que son buenas novelas. Por ejemplo, Los pilares de la tierra.
El autor sostiene que el escritor debe escribir a todas horas |
En medio de esta avalancha de escritores y libros que tienen bien
montada su campaña de publicidad, ¿qué oportunidades de dar a conocer su
trabajo observa en el escritor que se ha autopublicado o pertenece a una
editorial pequeña, y carece o tiene muy pocas herramientas de promoción o
difusión?
Vivimos tiempos malos para la
literatura. Las pequeñas y medianas editoriales están siendo absorbidas por los
grandes grupos. Ahora mismo, todo está en manos de dos monstruos: Planeta y
Randolph House Mondadori. Ahí dentro están Alfaguara, Anagrama, Tusquets, etc.
Imagínese el lector en qué oligopolio nos estamos metiendo. Estos dos monstruos
editoriales van a hacer lo que les dé la gana. Ocupan las librerías, las
grandes superficies, los Carrefour, las FNAC, el Corte Inglés, las Ferias del
Libro, etc. ¿Lo van entendiendo?
¿Qué les va a quedar a las
pequeñas editoriales o a los libros autopublicados? Prácticamente nada. Migajas
del pastel. Hambre y miseria. Hay libros estupendos que jamás estarán en los
expositores de la Casa
del Libro o del Corte Inglés. En cambio, hay bazofias, a montones, en pilas
interminables, de autores y novelas mediocres y mal escritas, con el sello de
Planeta, ocupando estanterías enteras…
Esto lo vemos, por ejemplo, en
los premios. ¿Qué ingenuo se cree que los premios Planeta, Nadal, Herralde,
Primavera, Loewe… son justos y legales? No se lo cree ni el que asó la manteca.
Está todo podrido. Y el pueblo tragando…
En su caso, ¿cómo distribuye su tiempo para participar en talleres, tertulias, conferencias, presentaciones, cursos,
congresos, recitales, lecturas, etc.? ¿Estas actividades forman parte de su
trabajo literario como tal, o lo hace porque le place? ¿Qué pensamientos
o emociones despiertan en usted cuando aprecia alguna puesta en escena de sus
obras?
El tiempo es oro. Esta frase es
una de mis favoritas. Trato de aprovechar al máximo mi tiempo. Me levanto
pronto, madrugo, me pongo a escribir. Durante el día no pierdo tiempo en nada.
La tele la veo lo mínimo, las noticias mientras como o ceno. El resto del
tiempo, leer o escribir, estar con la familia… Compaginar talleres, tertulias,
charlas en centros escolares y acto de creación es llevadero, lo hago con mucho
gusto. Voy allá donde me llaman. Suelo ir a muchos institutos y colegios, donde
leen mis libros, pero eso me carga las pilas. Ver cientos de niños y jóvenes
que admiran lo que haces y valoran tus historias es maravilloso.
Cuando veo que alguien pone en
escena una obra teatral mía me siento como en una nube. Muy feliz. Sobre todo,
cuando son los niños. Eso me anima a seguir trabajando, con más ilusión.
Trata de aprovechar su tiempo al máximo. |
¿La música es una buena acompañante a la hora de escribir? A usted que
le gusta la de tipo clásico, ¿quizá le ayuda a tomar contacto sus ideas y emociones?
Me gusta la música clásica, sí.
Mucho. Entre mis favoritos están Mozart, Bach y Puccini. También me gustan el
jazz, las bandas sonoras de cine, la música suave y melódica ambiental…
Cualquier música no estridente me suele servir para relajarme y ambientarme. Lo
que sucede es que a mi mujer le molesta trabajar con música, así que tengo que
moderarme. De todos modos, cuando estoy componiendo algo (novela, poesía…)
prefiero el silencio. Sólo en el silencio se oye uno a sí mismo.
Otra de sus aficiones es la cocina, ¿quién le enseñó a cocinar y cuáles
son sus especialidades? ¿La cocina es
magia o poesía?
La cocina es una de mis
aficiones, sí. Me encanta experimentar. He aprendido de mucha gente. Mi madre,
mi abuela, mi hermana, mi mujer, mi suegra… No me importa inventar sobre la marcha.
Creo que en general los hombres somos muy poco imaginativos. Comemos siempre lo
mismo.
Para mí, la cocina es un mundo de
sorpresas, algo así como un bosque donde puede pasar cualquier cosa. No tengo
problemas en combinar los alimentos más diversos. Por ejemplo, me encantan las
ensaladas con frutas, membrillo, atún, nueces, lechuga, tomates, huevos,
salmón, queso, mermelada… Todo junto… Está genial.
Como he viajado bastante, me he
dado cuenta de que todos tenemos prejuicios. Por ejemplo, en Valencia solo se
comen la naranja cruda en el postre. Pues ya la pongo en la ensalada, la
combino con la cebolla, la hago con cerdo, con pollo, con conejo, con salmón…
El dulce y el salado no son sabores contrarios, sino complementarios. Si nos
gusta el melón con jamón o el pato a la
naranja, ¿por qué no nos puede gustar la berenjena con chocolate, o el
pollo con manzana, o el arroz con ciruelas? Yo aseguro desde aquí que todo eso
está estupendo… No hay más que probar.
Y visto así, es evidente que la
cocina es lo mismo que la poesía. Todo vale. Todo es posible. Hay que
experimentar. Hay que usar la imaginación. Un buen cocinero no ha de tener
prejuicios. Ha de ser creativo. Como un buen poeta.
Manifiesta que en la poesía todo es posible |
Usted es un escritor que ha sido galardonado un sinnúmero de veces,
¿cómo asume estas distinciones? ¿Cuál es
el mensaje de un premio?
Los premios literarios, cuando
son justos y legales, son un estímulo para el escritor. Es mi caso. Puedo jurar
solemnemente que todos mis premios son limpios. Lo digo porque estamos en un
país de ‘chorizos’ (ladrones) y también
en los premios hay a veces mucha corrupción, aunque esto se da normalmente en
los premios gordos (Planeta, Nadal, Loewe…). Los premios de segunda fila suelen
ser limpios. Como decía, ganar un premio al que se presentan muchas personas de
diferentes países supone un aliciente impresionante. Te sientes feliz. Sabes
que estás en el buen camino. Sabes que lo que escribes está bien. Te carga las
pilas. Crees en tu trabajo. Pienso que estos premios son fundamentales. Además,
vienen bien para descubrir a muchos escritores buenos que de otra manera no
sabrían cómo publicar sus obras. Muchos escritores –es mi caso- hemos empezado
a publicar gracias a premios.
Acaba de conseguir el Premio Hache 2014 por su novela Deja en paz a los muertos, y tenemos
entendido que el premio ha sido otorgado por mil 700 jóvenes lectores, cuyas
edades oscilan entre los 12 y los 14 años, esto nos señala cuánta sintonía
existe entre los jóvenes y usted, ¿a qué atribuye este éxito? ¿Le sorprendió este reconocimiento?
Un éxito como el Premio Hache
siempre es motivo de regocijo. Claro que sorprende un premio así. Son los
propios lectores los que dicen: “Tu libro es el mejor”. Ahí sí que no hay
ninguna trampa. Es lo más limpio del mundo. He ganado con el 63 por ciento de
los votos. Ahí es nada. Me siento como un niño con zapatitos nuevos. Ahora
mismo tengo energía para escribir dos años sin parar…
¿Ser poeta es una misión o un destino?
Es la pregunta más difícil y más
hermosa que me han hecho jamás. Tengo que pensarlo. Creo que ser poeta es un
destino. Uno nace con una predisposición: para la música, para la pintura, para
criar abejas, para hacer zapatos, para arreglar tuberías… Cada uno debe
averiguar cuáles son sus aptitudes. Creo que ser poeta es un destino muy hermoso.
Lo creo porque la palabra escrita permanece y el poeta deja constancia de lo
que realmente interesa al ser humano: el mundo de los sueños, de las emociones,
de los pensamientos. Lo que transmitimos de padres a hijos. De generación en
generación.
Bardos, aedos, rapsodas,
juglares, trovadores, cantautores. Los poetas suelen caminar extraviados en
este mundo frívolo y mezquino donde todo es verdad y todo es mentira, bordean
el bullicio y la barbarie, y el norte que persiguen es siempre la luz. Escriben
versos para evitar la soledad, para burlar todos los días la locura de vivir en
el vacío de la historia y perpetuar el pensamiento y la emoción más allá de su
efímera existencia.
Seguramente, nada hay más
profundo ni más hermoso para el hombre.
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