“Perdido el suelo natal, sólo cabía hundir los pies en la tierra blanda de la lengua, en esa patria invisible y despegada del suelo que es la nostalgia”, nos comenta Laura Giordani, poeta argentina, al recordar el momento en que no tuvo más remedio que partir al exilio sin más ropaje que su nostalgia y la necesidad de expresión a través de la escritura.
Ha pasado mucho tiempo, y pese a que ha retornado en varias oportunidades a su tierra, adolece de ese mal que afecta a todo inmigrante: no sentirse de aquí ni de allá; la sensación de estar incompleta, o como bien dice Laura: “precariamente plantada”.
Esta mujer es apasionada y extremadamente honesta consigo misma y en lo que expresa. Les invito a conocerla y, por supuesto, a descubrir a la poeta y su obra.
Tenemos entendido que su madre tuvo mucho que ver en su acercamiento a la literatura, cuéntenos al respecto.
Mi madre es profesora de literatura. Durante mi infancia y adolescencia, en casa se respiraba una atmósfera cargada de poesía, música, teatro, inquietudes políticas... De su mano conocí autores como Nicolás Guillén, Pablo Neruda, María Elena Walsh, Miguel Hernández... También estaban presentes los libros de esas colecciones sobrias y maravillosas de Losada, Austral y aquellos long-plays rayados de sonar una y otra vez. Allí estaba la mano de mi mamá, su deseo de llevar la vida un poco más allá de los rituales domésticos.
Tiene estudios en psicología, ¿de qué manera le ha servido este conocimiento a la hora de escribir?
No creo que mis estudios, inacabados por otra parte, de psicología hayan supuesto un conocimiento extra a la hora de escribir. Más bien, es en la tierra de lo desconocido donde la escritura poética hunde sus raíces, aquello que sólo podemos entrever y por tanto balbucear. Cerquita de ese enigma que se desplaza cuando creemos haber conquistado algún saber, algún control, respira la poesía que me interesa. Poesía de la incertidumbre frente a las certezas de los sistemas que reducen al ser humano a objeto de estudio. Por ello abandoné una facultad atravesada por el enfoque cognitivo-conductual; me sentí expulsada de alguna manera.
En sus inicios también hizo relatos, pero ¿cuándo o por qué razón se decanta sólo por la poesía?
No fue una decisión puntual, sino una decantación hacia un modo de expresión que cada vez me iba resultando más próximo y desafiante. Desafío en el sentido de que, a diferencia de otros géneros, al escribir un poema no puedes controlar qué terminarás escribiendo. Quien no tolere esa incertidumbre creadora y sea incapaz de soltar las riendas -dejarse decir-, difícilmente podrá permanecer en la orografía inestable de la poesía.
Sabemos que pertenece a una familia de exiliados, ¿cómo influye tal hecho en una jovencita que, en ese entonces, ya comenzaba a hacer sus pinitos en la literatura?
En la antigüedad a los condenados a muerte se le ofrecía una alternativa a la cicuta: el exilio. Y esta segunda vía no suponía ningún atajo compasivo sino una trampa: los poderes de entonces conocían bien el tipo de sufrimiento (equivalente a la muerte) que implicaba migrar, tener que reinventarse lejos de cualquier referencia afectiva. Nuestro exilio (y el de tantos otros durante las dictaduras feroces de los años 70 en Latinoamérica) nos marcó definitivamente. Perdido el suelo natal, sólo cabía hundir los pies en la tierra blanda de la lengua, en esa patria invisible y despegada del suelo que es la nostalgia. Supongo que la escritura me ayudaba a encarnar, a apaciguar la diáspora, sujetarla al papel y sobre todo, como una artística coartada para llorar a solas.
Nunca dejó del todo tu país, pese a que ha vivido la mitad de su vida aquí, ¿cómo se puede estar sin estar al mismo tiempo? Y no lo digo porque aún conserva su acento, ni porque ha vivido en alternancias entre España y Argentina. Explíquenos.
Además del dolor inicial del desgajamiento, una de las secuelas del exilio es quedar partido, literalmente. Ese es el estado de fantasmagoría o escisión vital que compartimos quienes migramos. Nunca dejé del todo mi país y desde la vuelta de la democracia regresé varias veces (la última para quedarme 10 años) pero allí también llevaba a España con nostalgia sobre los hombros: la luz de Valencia, los afectos tejidos aquí, una mochila dulce y dolorosa que hace vivir con la impresión de estar siempre de paso, precariamente plantado.
En cuanto a su poesía, ¿qué podemos encontrar en ella? Es decir, ¿cuál es su sello personal? ¿Qué elementos cree la distinguen del resto de poetas de su generación?
El afán de distinción es precisamente el cáncer de muchos artistas e intelectuales hoy en día: buscamos singularizarnos, tener una marca propia (se habla incluso de una “marca España”, por ejemplo) y perdemos de vista la tremenda masificación que nos tritura aunque nos creamos individuos singulares. “Una muchedumbre de seres excepcionales” al decir de Witold Gombrowitz en su “Contra los poetas”. No sé cuáles son esas marcas que me distinguirían; no puedo ni quiero verlas. Es prematuro y no creo que fuese saludable escribir desde allí: serán otros –si así sucediese- y, sobre todo, el tiempo quien dará perspectiva para rescatar la singularidad de un aporte.
¿Encuentra diferencias entre la poesía latinoamericana y la española?
Puede que existan algunos aportes singulares. Pero creo que es imposible hablar de “poesía española” o “poesía latinoamericana” como un conglomerado. Latinoamérica engloba a más de veinte países, entre ellos países de habla portuguesa como Brasil o Haití y su francés criollo, o las innumerables lenguas originarias... En este sentido, uno de los aportes de la poesía que se escribe en esos países podría ser su riqueza de texturas gracias al mestizaje. Por otro lado, cuando hablamos de “poesía española” ¿a qué nos referimos? ¿Qué tiene que ver la poesía de Antonio Gamoneda u Olvido García Valdés con la poesía de la experiencia o las estéticas del “realismo sucio”, por ejemplo?
A su entender ¿existe una poesía femenina y una masculina?
No lo creo. Es comprensible que luego de tanto tiempo de postergación exista una discriminación positiva y resarcitoria a través de convocatorias de concursos de poesía sólo para mujeres, antologías femeninas, etc. Pero no creo en esa distinción: cuando leo a Paul Celán o a Alejandra Pizarnik, por ejemplo, percibo un temblor poético similar que desborda ampliamente la cuestión de género.
¿Cuántas obras tiene publicadas hasta el momento?
Muchas menos de las que he escrito. Concretamente, he publicado el libro Materia Oscura en la editorial Baile del Sol, una plaquette llamada Celebración del brote y poemas en varias antologías y revistas.
¿Sus musas la visitan con frecuencia? ¿En qué momento la hallan disponible?
Más que de musas me gusta hablar de fantasmas o espectros: en el umbral del poema algo ha pasado, varía la temperatura, el latido cardíaco y nos ha cambiado sin darnos cuenta como quien es traspasado por un fantasma (con ese estremecimiento y esa urgencia que necesitan ser dichas).
¿Le resulta fácil hallar espacios para la promoción y difusión de sus trabajos?
Los espacios van apareciendo solos: trato de poner mi poesía a disposición de los otros, de acompañar movimientos sociales que desborden el interés en la propia “carrera” (hay algo chocante en este término, como si existiese una largada, una competición con otros y la promesa de algún trofeo al final), salir de las misas literarias y sus rituales de mesa, botellita de agua y ese grupito de personas mayoritariamente del gremio y su escucha endogámica e iniciada. Hay muchos más espacios afuera y mucho más interés del que creemos.
Plaquette "Celebración del brote" |
¿Laura Giordani tiene alguna misión como poeta?
Transcribo un fragmento de una poética que igual puede responder –aunque parcialmente- esta pregunta:
Buscar esa palabra que pueda mirar de frente la belleza, lo que hay de celebratorio en la existencia para no quedar ensimismada en esa luz; palabra que no de la espalda al dolor del mundo sino que se agache, se abisme y tiemble. Hacer visible lo invisibilizado. Y no se trata solamente de esos grandes males que asolan a la humanidad; son también los pequeños holocaustos cotidianos, las omisiones repetidas, lo minúsculo dañado por nuestro paso (la materia misma del planeta está sufriendo), nuestras violencias diarias.
Socavarse en esas orillas donde el mundo tiembla y se
desploma, dejar que la palabra también se derrumbe
y emerja el balbuceo.
Llegar al poema como a una tierra minada de peligros, sabiendo
que el imán de los talones por la detonación hará estallar
el significado.
En estos tiempos que corren ¿todavía hay un lugar para la poesía?
En estos tiempos que corren podríamos preguntarnos: ¿todavía hay un lugar para la vida? ¿Hay lugar para algo que no sea mercado y mercancía? Si la respuesta es negativa, tampoco habrá lugar para la música, la solidaridad, el amor...
Creo que la poesía es más necesaria que nunca y esta prescripción surge del pésimo diagnóstico de un mundo en el que no quieren dejar espacio más que para el consumo y la muerte. Poesía para ganar espacio al tiempo secuestrado, al tiempo alienado que nos tienden quienes expolian y vejan la belleza del mundo. Poesía para quebrar el simulacro.
La autora los invita a visitar su blog: http://lauragiordani.blogspot.com/ |
Su poemario está a la venta en:
Librería Primado en Valencia.
Librería Asociativa Traficantes de sueños de Madrid.
Librerías La Central en Barcelona.
Librerías La Fuga en Sevilla
Por internet:
http://www.bailedelsol.org/editables/colecciones_include.php?sec=colecciones/colecciones_poesia_2.php#so124
Librería Asociativa Traficantes de sueños de Madrid.
Librerías La Central en Barcelona.
Librerías La Fuga en Sevilla
Por internet:
http://www.bailedelsol.org/editables/colecciones_include.php?sec=colecciones/colecciones_poesia_2.php#so124
La poesía nos vuelve del revés
ResponderEliminarlo de fuera adentro
y lo de dentro afuera.
Y ya desconocemos el límite.
Te doy toda la razón. Muchos cariños, Elga.
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