Antonio Arbeloa posee
una mente inquieta. En constante creación. Las historias se le presentan y
sucumbe a ellas sin remedio. Y esta pasada época de cuarentena le ha resultado prolífica,
pues ya tiene entre manos una rica producción literaria. Unas ya se encuentran listas
para publicar, y otras tantas que, en
breve, pondrá punto final.
El también dramaturgo,
actor y conductor de Quadern en blanc (Teve4) hoy charla conmigo de su libro Después vino la vida (1968 Ediciones), novela
con la que cierra su trilogía sobre la pasión y la condición humana.
Los secretos, son veneno, que tarde o temprano, hay que expulsar de
alguna manera, como en el caso de tu protagonista que lo realiza a través de un
escrito, ¿crees que de ese modo renunciaba a seguir siendo cómplice o se
limpiaba un poco de la culpa?
Quizá más lo primero. Para el protagonista,
este supuesto escrito de la historia, este diario del diario de su padre, no es
sino la manera de ahuyentar sus miedos, sus fantasmas. Ha estado callado toda
su vida, viviendo sus vicios en secreto y cargando con un juramento de silencio
sobre lo poco que vio cuando era niño. Al enfrentarse al cadáver asesinado de
su progenitor entra en un largo monólogo interior para descubrir toda la
historia a saltos temporales al lector. Una historia que a él se le revela
completa con el propio Diario y las guías de viaje anotadas. Se libera pues de
esa carga, aunque su cobardía es tal, que como él mismo dice al final, romperá
todo lo escrito para que no quede expuesta tanta miseria al escarnio de la
sociedad. Aunque ya es tarde. El lector ya la conoce.
El protagonista refiere que, en
el preciso instante en que acepta guardarle el secreto a su padre, pierde la
inocencia. No es raro que muchos padres involucren a sus hijos en sus
infidelidades, a costa de su salud emocional, ¿qué conduce a un padre a correr
ese riesgo?
Es cierto. Cuando revelamos un secreto a un
menor que convive con nosotros, o este lo descubre por sí mismo, y le exigimos
silencio, le ponemos en una tesitura que una personalidad aún no formada del
todo no puede asimilar fácilmente. Mi protagonista se ve tan afectado, que al
conocer a los doce años la extraña relación de su padre con la funcionaria de
los objetos perdidos, decide por sí mismo adelantar su madurez. Esa noche
resuelve afeitarse por primera vez la pelusilla de su bigote incipiente. En el
caso de mi novela, lo que conduce a su padre a exigirle el juramento de
silencio, es su desesperado amor por una mujer casi imposible para él. Está
ciego, y no calcula el daño que puede hacer a su hijo.
La hijas de este padre adúltero, cuando mayores, le dan la espalda y
rompen su relación con él, sin embargo, su hijo varón continúa viéndole, aunque este le ignore, ¿por qué este hombre no alberga odio
como sus hermanas? ¿Qué le impulsa a frecuentarlo luego de haber atentado
contra su familia y abandonado a sus vástagos?
Creo que el ansia de saber. Precisamente saber
por qué su padre les abandona y les da la espalda. Por qué su madre se ha
suicidado. Él le visita porque carece de información, una información que
tendrá completa solo tras la última cita, el asesinato de su padre, y el
extraño legado del diario y las guías. A diferencia de sus hermanas, él
canaliza su odio también por una enfermiza admiración, una envidia incluso, por
lo emocionante que le parece la vida de su padre en comparación con la suya.
Otro aspecto inexplicable de la psicología de tu protagonista es la
admiración que le profesa a su progenitor, al extremo de comparar su vida con
la de él, y concluir que la suya fue más emocionante por atreverse a amar y
vivir. Es sin duda, un hombre dañado, teniendo en cuenta que es una víctima del
egoísmo de su padre, ¿no te parece?
Por supuesto, el daño que su padre le causa es
de una magnitud incalculable. Una noche, con unos amigos y medio en broma, uno
de ellos me dijo que cuando la vida de tu padre es más emocionante que la tuya,
te sientes un fracasado, y esa frase se me quedó grabada, hasta el punto que la
anoté, y tras leerla varias veces pensé que tenía que escribir una novela con
semejante inicio. La novela puede definirse como el estudio comparado de dos
vidas. La del padre es una historia de egoísmo, la del hijo de sumisión a los
convencionalismos y del miedo al qué dirán.
Por su parte, el padre apostó todo por una mujer que no le
correspondió, que admitió su compañía por vanidad, con la que solo se acostó
una vez, y a la que dejó de ver
abruptamente por decisión de terceros, ¿qué hace que un hombre enloquezca por
una mujer a sabiendas que jamás va a ser suya?
La segunda entrega |
La pasión. No hay otra explicación. Ciertas
personas aman lo que les apasiona. O confunden esa pasión con el auténtico
amor. Muchos lectores y lectoras, sobre todo lectoras, me han comentado que si
ese hombre hubiese conseguido a esa funcionaria de los objetos perdidos y se
hubieran convertido en marido y mujer, no hubiesen tardado en separarse. Creo
que lo que le enloquece de ella es que no sea suya. Que sea alguien a quien perseguir
por media Europa para compartir no más el tiempo de un café y una breve charla.
De hecho, el destino no quiere que hagan el amor más que una vez, y que ese
momento coincida con el del drama familiar que desencadenará su separación casi
definitiva hasta el momento de sus muertes.
El protagonista de tu novela denomina a su esposa 'el amor de su vida',
sin embargo se masturba pensando en una amiga en común y mantiene relaciones
sexuales con una prostituta fija, ¿es el retrato del hombre de mediana edad,
resultado de la educación del siglo pasado, o dicha conducta persiste y es muy actual en el grueso de los
varones en estos tiempos?
No sé si persiste. Yo creo que para el
protagonista Margarita es su esposa, es la verdadera mujer de su vida. Es su
esposa, la compañera de sus días, y la que le hace vivir cómodamente de cara a
la sociedad en su monotonía. Pero precisamente la envidiosa admiración por la
vida de su padre, capaz de dejarlo todo por una pasión incomprensible para él,
es lo que le hace buscar sus válvulas de escape. Pero creo que hasta eso le
sale mal. Convierte a la mujer de un amigo en la imagen de sus masturbaciones
recalcitrantes, y sus visitas al burdel en una más que extraña relación de
dependencia y miedo con una mujer mayor que él. Pero no creo que se trate de
una cuestión de varones. Todo el mundo, hombres y mujeres, liberan sus mentes
en la intimidad. La mente es libre. Todo el mundo puede hacer algo pensando en
otra cosa. Y en el sexo más todavía. Yo en eso no critico al protagonista. Quizá
sí en lo de la prostitución, pero bueno, bien que lo paga el pobre, porque
hasta eso no le sale como él quería.
Es duro admitir que la vida, a decir de tu protagonista, no sea con la
que se sueña, pero, más aún, que por pereza no realices el menor intento por
tornarla diferente. Entonces, hay gente que es infeliz a propósito, ¿coincides
conmigo, Antonio?
Por supuesto. Todos lo somos en mayor o menor
medida. La educación, la religión, el miedo a perder la estabilidad, los hijos,
el temor reverencial a los padres y a la sociedad, nos hacen mantenernos muchas
veces en situaciones que somos incapaces de romper. Un matrimonio o una
relación acabada, un trabajo que no nos gusta, un círculo social que no es el
nuestro, etc. No sé si a propósito, pero sí debido a los factores que te he
comentado.
El autor durante la presentación de su novela |
¿Qué motivaciones te condujeron a escribir esta tu tercera novela? ¿Hay
poco, mucho o nada de tus vivencias personales en la historia?
Después vino la vida es una crónica del Castellón de los
años sesenta hasta nuestros días. Están las calles y los sitios en los que me
crié. Obviamente hay vivencias personales que se plasman en la novela. Pero
afortunadamente el grueso argumental de la misma nada tiene que ver ni con mi
vida ni con la de mi padre. Algunas anécdotas y costumbres sí que son
personales. Uno escribe con lo que ha vivido a cuestas. Eso sirve para hacer
también más real la historia. Si no, escribes de oído, y eso se nota.
En cuanto a las motivaciones, bueno, con Después vino la vida cierro un ciclo de
tres novelas sobre la pasión y la condición humana, tras El amor a deshora y Los
alrededores del olvido. Es un especie de trilogía sin serlo de novelas
independientes y reflexivas. Noto cierto cambio para lo próximo. Necesito salir
de las mentes de mis personajes y centrarme en las acciones. Pero en general,
más que escribir por motivación, lo hago por necesidad. Necesito sacar de mí un
montón de historias que asaltan mi cerebro. Siempre es igual. Escribo para no
enfermar. Te diré que solo en estos días de aislamiento por el dichoso virus he
acabado de pulir una obra de teatro, he escrito el borrador de otra, he
arrancado mi siguiente novela y he diseñado el guión de un corto. Creo que en
general esta soledad va a dar muchos frutos.
¿La fotografía de la portada tiene que ver contigo? Para tu
protagonista es muy importante, viaja de continuo a ese momento a lo largo de
su narración. Y siempre va hallando nuevos detalles en esa imagen.
Cuando murió mi padre saqué de una antigua caja
de Colacao esa foto y la colgué de la puerta de mi nevera. Carlos Tosca, mi
editor, (Ediciones1968), tenía previstas dos portadas posibles. Yo dejé que me
las enseñara y solo después le mostré la foto. Al momento me dijo que nada
superaría esa imagen de la que tanto se habla en la novela y que él no sabía
que existía. Obviamente al tratarse de una fotografía personal de 1969, (somos
mi padre y yo en realidad), mucha gente puede pensar al leer la novela que se
trata de una autobiografía, pero no es así como ya te he explicado.
En cuanto a la foto como recurso literario, me
encanta ese permanente viaje a esa imagen, que hace que el lector abandone el
texto para revisarla cada vez que el protagonista se refiere a ella. Creo que
es una portada espectacular. Para el protagonista es importante porque durante
muchos años es lo único que conserva de un padre que, en el momento de ser
tomada esa fotografía, aún lo era en el pleno sentido de la palabra.
¿En qué circunstancias es posible pronunciar ‘después vino la vida',
Antonio.
En realidad siempre que logramos salir de lo
artificioso de nuestra existencia. Quién es feliz lo hace cada vez que llega a
casa y puede besar a sus seres queridos. También vendrá la vida después de esta
pandemia, cuando podamos despedir a los que se fueron como lo merecen, y espero
que por entonces hayamos aprendido a vivir más despacio y más cercanos los unos
de los otros. La novela acaba con un te quiero. Cuando esas dos palabras son
sinceras, después viene la vida.
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