El confinamiento por la pandemia de la Covid-19 obligó a muchos autores a mirar hacia su interior o a descubrir cosas que antes no había visto en su entorno, o las dos cosas, como le sucedió a Miriam Alonso, quien tuvo que transitar la experiencia de la epidemia global desde su casita enclavada en un pueblo ubicado en El Bierzo. Allí se dio el tiempo para reunir recuerdos pasados, experiencias recientes y mezclarlos con una buena dosis de fantasía para crear la novela Blackbird, una historia que también se refiere y reivindica a la gente gris. Ya sabrán por qué.
En algunas ocasiones
las novelas tienen mucho que ver con aspectos de nuestra personalidad, la
manera de entender la vida o las circunstancias que estamos atravesando, ¿hubo
algún imperativo interno que te condujo a escribir Blackbird?
Hubo unos cuantos. Para empezar, esta novela lleva la
etiqueta “novela pandémica” porque nació, precisamente, durante el
confinamiento. Cuando he hablado de ese periodo con compañeros, todos
coincidimos en que los trabajos de entonces están más relacionados con la
supervivencia del propio escritor que con el arte en sí. Creo que es el caso de
Blackbird. Aquellos atardeceres en el
norte (copa de vino D.O. Mencía en mano, sentada en el escalón de entrada a la casa),
aquellos encuentros con un pájaro negro que se posaba, al amanecer y al ocaso,
en el poste frente a mi puerta para reafirmar al mundo que él continuaba… La
vista desde mi ventana, la colina, las viñas… Todo eso motivó la escritura de
la novela.
La novela aborda una
serie de temas que merecen tocarse de manera individual, por ejemplo: la
relación entre padres e hijos, en este caso, el apego tóxico de Ariadne, la
protagonista, con su padre, un hombre irresponsable, mentiroso y abusivo. Las
Ariadne abundan en la vida real, Miriam.
Desde luego. Muchas veces se nos viene impuesto el querer y
queremos ciegamente a aquellos que tenemos más cerca, a pesar del daño que puedan
hacer. Es una lástima, pero sucede.
La vista desde su ventana motivó la escritura de su novela. |
Francis no quiere ver, solo sueña. Creo que todos hemos sido
Francis en algún momento.
Cierto es que los personajes de tu novela piensan y actúan manejados por su ego, tanto en su afán de ser queridos como en su idea de éxito. Podemos apreciar eso no solo en el abuelo de Ariadna sino en Fernando Cuervo, padre de Valentín, ¿no lo crees así?
Lo cierto es que todos los personajes de Blackbird tienen motivaciones muy marcadas. Fernando Cuervo es un tiburón, un hombre hecho por y para el mundo empresarial. No critico esta postura siempre que no perjudique al resto, que conste.
Los secretos de familia
son algo que los interesados pretenden llevar a la tumba, pero terminan siendo
descubiertos, por más empeño que pusieron en ocultarlos. A la larga, como dice una canción, «todo se
termina sabiendo», sobre todo cuando los escritos exponen o delatan a sus
autores, Miriam.
Sí… Y qué suerte tenemos de que así sea. En la novela, las
cartas y diarios son fundamentales para comprender una parte del pasado de la
protagonista y de tantos personajes relacionados que, desde luego, nunca se
habría descubierto si no fuera por la curiosidad de Ari, por su paciencia… Creo
que nos perdemos muchas cosas escudándonos en la prisa.
Los pueblos reproducen,
en pequeño, todas las miserias y bondades de los habitantes de las ciudades,
sin embargo, la ventaja de la vida rural es el contacto con la naturaleza. Lo
expones muy bien en tu novela cuando narras la relación que tiene Violeta, la
bruja del pueblo, con los cuervos y el resto de animales que componen su
entorno.
La autora sucumbió a la magia del paisaje |
Yo hasta antes de leer
tu libro no tenía idea de lo que era un filandón. Tengo entendido que es algo
muy propio de León, según he averiguado, pero tú ampliaste el concepto. ¿Hay
reuniones del tipo que describes en tu novela?
De hecho, las reuniones que describo en mi novela son los
filandones contemporáneos. Aquel encuentro entre hilanderas y hombres que
echaban el rato hablando de novedades y cuentos tras la cena, ahora son
parecidos a los que muestro, solo que sin cata de vinos. Y son fundamentales
para que la memoria y la tradición no se pierda. Fíjate, en uno de los últimos
a los que asistí fue también, un grupo de señores muy mayores (de esos que
llevan bastón y son un peligro al volante). Se pusieron a contar anécdotas de
cuando eran niños, sobre engaños, personajes memorables del pueblo, madres y
travesuras que tenían por objetivo a sus vecinos. En una docena de esas
anécdotas mencionaron a mi padre. ¡Imagínate! Yo, que casi no lo pude disfrutar,
conociendo nuevas facetas suyas, conociéndolo a sus ocho años mientras jugaba
con sus amigos, le tomaba el pelo al cura, o se metía en líos con burros y
campanas que rompían el silencio de la noche para escarnio popular… Salí de
allí llorando. Nunca habría sabido esas historias sin un filandón: si esa gente
no se molestara en acudir al encuentro para no dejar morir la tradición oral y
el recuerdo. Soy pro filandones.
Las leyendas y mitos
del medio rural, que dan cuenta de seres fantásticos como las xanas, son otros de los componentes de
tu obra. Es una forma de adentrarse en la psicología de los pueblos, ¿estás de
acuerdo conmigo?
Representación de la xana. |
Hablas de la gente gris
dentro de tu novela, de su ventaja frente a los negros y blancos. Destacas su
humanidad y la ventaja de serlo, ¿eres de ese color?
Sí, aunque como soy bastante impulsiva me vuelvo blanca o
negra unos instantes dependiendo de la situación, pero la mayor parte del
tiempo suelo mantenerme en el gris. Ahora le tengo cierto aprecio, antes me
parecía ofensivo. Supongo que el cambio está estrechamente relacionado con
soplar velas.
Cierras tu obra
afirmando que has conocido muchos Blackbird a lo largo de tu vida. ¿Qué es un
Blackbird? ¿Y dónde los podemos encontrar?
Un Blackbird es un ser que no inspira ni confianza, ni cosas
amables, porque el folclore y la tradición le han hecho flaco favor. El
Blackbird debería ser valorado en el aquí, en el ahora, pero qué fácil es
entrar al recuerdo, al juicio y a todas esas cosas que desdibujan su figura,
que no invitan a superar la barrera de oscuridad que les envuelve para explorar
su interior. No es fácil asumirlos, porque seguirán cantando en el punto más
alto al atardecer y al anochecer, pese a quien pese. Seguirán reclamando su
libertad y su fuerza, aunque luego, durante el resto del día, casi ni se les
oiga. No les voy a contar más. Que sigan descubriéndolo ellos.
Si desean saber más de la autora y su obra pueden pinchar en este enlace: https://miriamalonsoblog.wordpress.com/ |
No hay comentarios:
Publicar un comentario