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lunes, 6 de octubre de 2014

Jorge Bucay: “Escribo para que me entienda mi madre”

Jorge Bucay no tiene Facebook ni Twitter, pero es una figura muy presente en las redes sociales. Está en boca de todos por su forma tan particular de decir las cosas, y claro está, por el contenido de sus múltiples libros y sus esperadas columnas editoriales.  Hombre optimista hasta los tutéanos, y lleno de una permanente armonía consigo mismo que denomina felicidad, se encuentra en plena promoción de su obra Rumbo a una vida mejor, que es una selección de sus más relevantes editoriales publicados en la revista Mente sana a lo largo de casi 10 años.

Sus contenidos conjugan componentes filosóficos, pedagógicos y terapéuticos, ¿es algo que fluye espontáneamente o lo busca adrede?

Intento que sí. Creo que ser terapeuta implica rondar, conocer y leer el mundo de la filosofía. Además porque considero que lo terapéutico es un hecho didáctico y pedagógico. Creo que en última instancia, es un maestro de vida, un docente, alguien que enseña lo que sabe, comparte lo que ha aprendido. Hay un proceso ligado a la historia, y yo creo que lo terapéutico fuera de la consulta, es docencia.

Es nuevo libro es una selección  de sus
mejores columnas editoriales
Su forma de decir las cosas lo acerca a la gente común y corriente, pero, en la misma medida suponemos que hay otros que no comulgan con su estilo, ¿no es así?

Cierto. A algunos le parece agradable, y a otros, irreverente que un profesional utilice herramientas y técnicas didácticas o pedagógicas. Yo escribo así porque de esa manera aprendí a escribir. Quiero confesar algo al respecto, mi mamá dejó el colegio primario en 5to grado porque tenía que ir a parar la olla, como se dice en Argentina; a vender pastelitos en la calle para juntar un dinero y darle de comer a su familia. Por supuesto, conocía las letras y sabía leer, pero no leía. Mi madre volvió a leer cuando comencé a escribir, para leerme, y lo digo con mucho orgullo y emoción. A partir de que comencé a publicar en las revistas y periódicos locales, me pedía que le llevara las cosas que escribía, y de vez en cuando, me decía “no entendí” cuando le llevaba una de mis columnas. Y yo le preguntaba asombrado: “¿Cómo no vas a entender?”   “Las palabras que no entiendo las busco en el diccionario, pero no entendí”, contestaba. Entonces, era cuando le decía ‘te explico’, y ella escuchaba atenta y lo entendía todo. Hasta que un día ella me dijo: “¿Por qué no escribes como me lo cuentas?”. Me rompió la cabeza. Empecé a pensar que no importaba el grado instrucción que uno tenga. Si lo entendía mi madre, podía entenderlo cualquiera. Así consideré que, tal vez, tendría que escribir así. Esta es la historia de todo lo que hago. Cuando me preguntan sobre cuál es mi secreto para vender tantos libros, contesto: “escribo para que lo entienda mi mamá”. La didáctica surge de allí, de hablar o escribir para quien quiera entender.

Se define como un buscador de la verdad,  ¿cuáles son sus herramientas para su búsqueda y dónde cree que se halla?  Y algo más, ¿de qué verdad estamos hablando?

De algunas verdades que son incuestionables. Por ejemplo, de la verdad de las cosas que son como son. De aceptar definitivamente y para siempre que las cosas no son como me gustarían, ni como fueron ni cómo serán, ni yo como quisiera que fueran. Que no son como me las dijo mi madre que serían, ni como mi papá pretendía que fueran. Eso implica, a su vez, que yo soy quien soy, que no soy quien a ti te gustaría, que mis hijos quisieran, que mi esposa pretende. Que tú eres quien eres, no eres quien yo quisiera que seas, mucho menos en cada momento y en cada lugar. Saberlo es el requisito indispensable para realizar cambios. Para poder hacer un cambio, es aceptarse partimos desde donde partimos, que no se hace desde el punto de llegada para poder cambiar lo que ya es. La otra verdad, es que no podemos pretender que las cosas buenas que deseamos para nosotros o nuestros hijos sean gratuitas. Hay que pagarlas con sacrificio,  trabajo, esfuerzo,  dinero, o de alguna manera. Sobre todo después de los cinco años. Cuando tenías menos de esa edad, tus padres te lo daban todo porque te amaban, y ya está, pero de adultos, no es posible. La tercera verdad que propongo, y que he encontrado en la vida es bastante dura y difícil de aceptar: “Nadie puede hacer todo lo que quiere, pero cualquiera puede negarse siempre a hacer lo que no quiere,  claro, si está dispuesto a pagar el precio”.

Discrepa con quienes dicen que el ser
humano está en decadencia
A medida que avanzamos a nivel de ciencia y tecnología, ¿vamos decayendo como seres humanos?

Muchos colegas coincidirán con tu apreciación, que dirán que el ser humano está deteriorándose, yo no creo en eso, soy un optimista, pienso que va hacia mejor. Después de 40 años de ver pacientes en mi consulta, puedo decirte que todos evolucionaban igual: tres pasos hacia adelante, y dos para atrás. Siempre. Si uno toma en cuenta nada más los pasos que da hacia atrás, podríamos pensar ‘este hombre está cada vez peor’, pero no es así. La humanidad atraviesa por un período donde es muy probable que en algunas cosas  esté dando pasos hacia atrás, pero en la película total de la evolución no es así.  El progreso hace cosas buenas por la gente, pero ésta tendrá que adaptarse y hacer un buen uso de los adelantos, y su vida. No es fácil vivir 85 años. El mundo no ha terminado de acostumbrarse a que la gente viva tanto.  Depende de la lectura que realices de la realidad, este retroceso es o no.  Yo no creo que el ser humano sea cada vez menos solidario. Tengo pruebas para demostrarlo. En todos los países del mundo, sin importar la situación dramática que se viva, cuando ocurre un desastre, la gente corre a ayudar, y da de lo que no tiene, y siempre fue así.  A veces decir lo contrario, resulta más ‘inteligente’, que decir que la gente va mejor. ¿No será que la postura del pesimista resulta más sabia que del optimista? ¿No será que vivimos denigrando al optimista?  O algo más, ¿no será que no llegamos a entender el significado exacto del concepto optimista?

¿Su literatura posee un componente terapéutico universal? ¿Sus contenidos son suficientes para solucionar nuestros problemas?
Los libros no son terapéuticos. Que nadie crea que un libro de superación personal puede reemplazar la consulta con un terapeuta. La colección completa de Bucay, Coelho, Chopra, todos ellos juntos destilados y endovenosos sirven para divulgación de ideas o para darte cuenta de que necesitas ayuda, pero jamás sustituirán una buena sesión con un terapeuta, que eso quede claro.

Una de sus obras más emblemáticas
La felicidad es un anhelo constante, y para muchos un mito, ¿es cierto que es un hecho real y posible, en toda condición y bajo cualquier circunstancia? ¿Qué hacemos para alcanzarla? 
La felicidad depende de lo que te pasa dentro. Tiene que ver con la definición que manejamos. Para una sociedad como esta que confunde la alegría con felicidad es solo un momento de llegada, un lugar adonde hay que arribar.  Pero para mí la felicidad se parece más a la serenidad espiritual, a la paz interior que se consigue cuando uno está seguro de hallarse en el camino correcto.

Muchos de sus seguidores le ven y asumen como un sanador, ¿le disgusta esta imagen que proyecta?

Sí, claro, porque es mentira. Es como si me dijeran “¿eres cocinero?”.  No lo soy. Me molesta porque no quiero engañar a la gente. A veces me preguntan “¿escribe autoayuda?” Y respondo “la verdad que no”. Incluso ahora ya no me defino como médico, justamente para evitar que la gente piense que me dedico a curar. Más bien, me veo como un ayudador profesional.  En ese sentido, lo que he pretendido siempre en la vida es que la gente se sane a sí misma. Eso no me convierte en sanador.  Sanadora eres tú, y si quieres…

Su imagen es la de un hombre siempre en armonía consigo mismo y con el universo, ¿siempre tiene el control de sus emociones o hay veces en que cede ante el desánimo,  la tristeza o la rabia?

Con la autora de la nota 
No tengo control sobre emociones, ni me gustaría controlarlas tampoco, pero sí me adueño de ellas. Si fuera lo contrario, estaría muy preocupado. Me deprimo ocasionalmente. O mejor dicho, hace tiempo que no caigo en una depresión. Ahora que me lo preguntas, pensaré más en ello (risas). Lo que sí propongo, y es algo que he conseguido, y lo puede hacer cualquiera, es que tengas control sobre lo que haces con ellas, que no es lo mismo.  Por ejemplo, estás felizmente casada y te enamoras del vecino, ¿control de las emociones?, pero tú decides qué hacer con eso que sientes: lo sublimas, fantaseas, actúas, transformas, etc., en ese sentido, puedes hacer con eso lo que quieras. Si la gente tuviese que controlar sus emociones, los consultorios de mis colegas estarían vacíos. No tendrían con quién trabajar.  No habría pacientes.

Si no estamos en las redes sociales no existimos. ¿Somos esclavos del Facebook y el Twittter?
No. Yo no soy esclavo. Hay 70 Facebook con mi nombre, 115 páginas, y  72 Twitter, y ninguno me pertenece. No tengo nada de eso, no los uso, y existo, te lo juro. Esclavo ¿quién?, el que desea serlo, el que quiere someterse a ese club. Me parece importante decir esto porque existe la falsa creencia de que si no estás en las redes estás fuera del mapa, y yo estoy dispuesto demostrar que no es verdad. Y no es por vocación, ideología o por una cuestión quijotesca, es simplemente porque he llegado tarde. Tengo 64 años, y mi acceso a la tecnología terminó con el fax. Hasta ahí llegué, después no entendí nada. Tengo email porque me resulta práctico. Las redes sociales son herramientas, y como tales, se pueden usar para  armar o romper. Es así.

Sostiene que el fin único de la vida no es ser feliz, acumular logros o dejar huella, sino ser cada vez más sabio, ¿cuán sabio es usted?
Estoy muy lejos de serlo. La sabiduría es algo de gente muy mayor. Se consigue con los años. Pero espero estar en el camino…





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