Jorge Bucay no tiene Facebook ni
Twitter, pero es una figura muy presente en las redes sociales. Está en boca de
todos por su forma tan particular de decir las cosas, y claro está, por el
contenido de sus múltiples libros y sus esperadas columnas editoriales. Hombre optimista hasta los tutéanos, y lleno de
una permanente armonía consigo mismo que denomina felicidad, se encuentra en
plena promoción de su obra Rumbo a una
vida mejor, que es una selección de sus más relevantes editoriales
publicados en la revista Mente sana a
lo largo de casi 10 años.
Sus contenidos
conjugan componentes filosóficos, pedagógicos y terapéuticos, ¿es algo que
fluye espontáneamente o lo busca adrede?
Intento que sí. Creo que ser
terapeuta implica rondar, conocer y leer el mundo de la filosofía. Además
porque considero que lo terapéutico es un hecho didáctico y pedagógico. Creo
que en última instancia, es un maestro de vida, un docente, alguien que enseña
lo que sabe, comparte lo que ha aprendido. Hay un proceso ligado a la historia,
y yo creo que lo terapéutico fuera de la consulta, es docencia.
Es nuevo libro es una selección de sus mejores columnas editoriales |
Su forma de decir las cosas lo acerca a la gente común y corriente,
pero, en la misma medida suponemos que hay otros que no comulgan con su estilo,
¿no es así?
Cierto. A algunos le parece agradable,
y a otros, irreverente que un profesional utilice herramientas y técnicas
didácticas o pedagógicas. Yo escribo así porque de esa manera aprendí a
escribir. Quiero confesar algo al respecto, mi mamá dejó el colegio primario en
5to grado porque tenía que ir a parar la olla, como se dice en Argentina; a
vender pastelitos en la calle para juntar un dinero y darle de comer a su
familia. Por supuesto, conocía las letras y sabía leer, pero no leía. Mi madre
volvió a leer cuando comencé a escribir, para leerme, y lo digo con mucho
orgullo y emoción. A partir de que comencé a publicar en las revistas y periódicos
locales, me pedía que le llevara las cosas que escribía, y de vez en cuando, me
decía “no entendí” cuando le llevaba una de mis columnas. Y yo le preguntaba
asombrado: “¿Cómo no vas a entender?”
“Las palabras que no entiendo las busco en el diccionario, pero no
entendí”, contestaba. Entonces, era cuando le decía ‘te explico’, y ella
escuchaba atenta y lo entendía todo. Hasta que un día ella me dijo: “¿Por qué
no escribes como me lo cuentas?”. Me rompió la cabeza. Empecé a pensar que no
importaba el grado instrucción que uno tenga. Si lo entendía mi madre, podía
entenderlo cualquiera. Así consideré que, tal vez, tendría que escribir así.
Esta es la historia de todo lo que hago. Cuando me preguntan sobre cuál es mi
secreto para vender tantos libros, contesto: “escribo para que lo entienda mi
mamá”. La didáctica surge de allí, de hablar o escribir para quien quiera
entender.
Se define como un buscador de la verdad, ¿cuáles son sus herramientas para su búsqueda
y dónde cree que se halla? Y algo más,
¿de qué verdad estamos hablando?
De algunas verdades que son
incuestionables. Por ejemplo, de la verdad de las cosas que son como son. De
aceptar definitivamente y para siempre que las cosas no son como me gustarían,
ni como fueron ni cómo serán, ni yo como quisiera que fueran. Que no son como
me las dijo mi madre que serían, ni como mi papá pretendía que fueran. Eso implica,
a su vez, que yo soy quien soy, que no soy quien a ti te gustaría, que mis
hijos quisieran, que mi esposa pretende. Que tú eres quien eres, no eres quien
yo quisiera que seas, mucho menos en cada momento y en cada lugar. Saberlo es
el requisito indispensable para realizar cambios. Para poder hacer un cambio,
es aceptarse partimos desde donde partimos, que no se hace desde el punto de
llegada para poder cambiar lo que ya es. La otra verdad, es que no podemos
pretender que las cosas buenas que deseamos para nosotros o nuestros hijos sean
gratuitas. Hay que pagarlas con sacrificio,
trabajo, esfuerzo, dinero, o de
alguna manera. Sobre todo después de los cinco años. Cuando tenías menos de esa
edad, tus padres te lo daban todo porque te amaban, y ya está, pero de adultos,
no es posible. La tercera verdad que propongo, y que he encontrado en la vida es
bastante dura y difícil de aceptar: “Nadie puede hacer todo lo que quiere, pero
cualquiera puede negarse siempre a hacer lo que no quiere, claro, si está dispuesto a pagar el precio”.
Discrepa con quienes dicen que el ser humano está en decadencia |
A medida que avanzamos a nivel de ciencia y tecnología, ¿vamos
decayendo como seres humanos?
Muchos colegas coincidirán con tu
apreciación, que dirán que el ser humano está deteriorándose, yo no creo en
eso, soy un optimista, pienso que va hacia mejor. Después de 40 años de ver
pacientes en mi consulta, puedo decirte que todos evolucionaban igual: tres
pasos hacia adelante, y dos para atrás. Siempre. Si uno toma en cuenta nada más
los pasos que da hacia atrás, podríamos pensar ‘este hombre está cada vez
peor’, pero no es así. La humanidad atraviesa por un período donde es muy
probable que en algunas cosas esté dando
pasos hacia atrás, pero en la película total de la evolución no es así. El progreso hace cosas buenas por la gente,
pero ésta tendrá que adaptarse y hacer un buen uso de los adelantos, y su vida.
No es fácil vivir 85 años. El mundo no ha terminado de acostumbrarse a que la
gente viva tanto. Depende de la lectura
que realices de la realidad, este retroceso es o no. Yo no creo que el ser humano sea cada vez menos
solidario. Tengo pruebas para demostrarlo. En todos los países del mundo, sin
importar la situación dramática que se viva, cuando ocurre un desastre, la
gente corre a ayudar, y da de lo que no tiene, y siempre fue así. A veces decir lo contrario, resulta más
‘inteligente’, que decir que la gente va mejor. ¿No será que la postura del
pesimista resulta más sabia que del optimista? ¿No será que vivimos denigrando
al optimista? O algo más, ¿no será que
no llegamos a entender el significado exacto del concepto optimista?
¿Su literatura posee un componente terapéutico universal? ¿Sus
contenidos son suficientes para solucionar nuestros problemas?
Los libros no son terapéuticos.
Que nadie crea que un libro de superación personal puede reemplazar la consulta
con un terapeuta. La colección completa de Bucay, Coelho, Chopra, todos ellos
juntos destilados y endovenosos sirven para divulgación de ideas o para darte
cuenta de que necesitas ayuda, pero jamás sustituirán una buena sesión con un
terapeuta, que eso quede claro.
Una de sus obras más emblemáticas |
La felicidad es un anhelo constante, y para muchos un mito, ¿es cierto
que es un hecho real y posible, en toda condición y bajo cualquier
circunstancia? ¿Qué hacemos para alcanzarla?
La felicidad depende de lo que te
pasa dentro. Tiene que ver con la definición que manejamos. Para una sociedad
como esta que confunde la alegría con felicidad es solo un momento de llegada, un
lugar adonde hay que arribar. Pero para
mí la felicidad se parece más a la serenidad espiritual, a la paz interior que
se consigue cuando uno está seguro de hallarse en el camino correcto.
Muchos de sus seguidores le ven y asumen como un sanador, ¿le disgusta
esta imagen que proyecta?
Sí, claro, porque es mentira. Es
como si me dijeran “¿eres cocinero?”. No
lo soy. Me molesta porque no quiero engañar a la gente. A veces me preguntan
“¿escribe autoayuda?” Y respondo “la verdad que no”. Incluso ahora ya no me
defino como médico, justamente para evitar que la gente piense que me dedico a
curar. Más bien, me veo como un ayudador profesional. En ese sentido, lo que he pretendido siempre
en la vida es que la gente se sane a sí misma. Eso no me convierte en sanador. Sanadora eres tú, y si quieres…
Su imagen es la de un hombre siempre en armonía consigo mismo y con el
universo, ¿siempre tiene el control de sus emociones o hay veces en que cede
ante el desánimo, la tristeza o la
rabia?
Con la autora de la nota |
No tengo control sobre emociones,
ni me gustaría controlarlas tampoco, pero sí me adueño de ellas. Si fuera lo
contrario, estaría muy preocupado. Me deprimo ocasionalmente. O mejor dicho,
hace tiempo que no caigo en una depresión. Ahora que me lo preguntas, pensaré
más en ello (risas). Lo que sí propongo, y es algo que he conseguido, y lo
puede hacer cualquiera, es que tengas control sobre lo que haces con ellas, que
no es lo mismo. Por ejemplo, estás
felizmente casada y te enamoras del vecino, ¿control de las emociones?, pero tú
decides qué hacer con eso que sientes: lo sublimas, fantaseas, actúas,
transformas, etc., en ese sentido, puedes hacer con eso lo que quieras. Si la
gente tuviese que controlar sus emociones, los consultorios de mis colegas
estarían vacíos. No tendrían con quién trabajar. No habría pacientes.
Si no estamos en las redes
sociales no existimos. ¿Somos esclavos del Facebook y el Twittter?
No. Yo no soy esclavo. Hay 70
Facebook con mi nombre, 115 páginas, y
72 Twitter, y ninguno me pertenece. No tengo nada de eso, no los uso, y
existo, te lo juro. Esclavo ¿quién?, el que desea serlo, el que quiere
someterse a ese club. Me parece importante decir esto porque existe la falsa
creencia de que si no estás en las redes estás fuera del mapa, y yo estoy
dispuesto demostrar que no es verdad. Y no es por vocación, ideología o por una
cuestión quijotesca, es simplemente porque he llegado tarde. Tengo 64 años, y
mi acceso a la tecnología terminó con el fax. Hasta ahí llegué, después no
entendí nada. Tengo email porque me resulta práctico. Las redes sociales son
herramientas, y como tales, se pueden usar para
armar o romper. Es así.
Sostiene que el fin único de la vida no es ser feliz, acumular logros o
dejar huella, sino ser cada vez más sabio, ¿cuán sabio es usted?
Estoy muy lejos de serlo. La sabiduría
es algo de gente muy mayor. Se consigue con los años. Pero espero estar en el
camino…
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