En su vida se dio aquello de que cuando
está listo el alumno aparece el maestro.
Eso le ocurrió a Ricardo González Vigil, quien una vez descubierto sus
dones con ayuda de varios guías y mentores, se decantó por la Literatura
contraviniendo la postura de sus padres que se empeñaban en meterle por los
ojos las Ciencias. Lo cierto era que no querían verle pasando penurias con una
actividad que consideraban tan solo un juego. Pero él
soñaba con pasarse la vida escribiendo poesía y hasta quizá publicando algún
libro de su autoría. Para su fortuna, las oportunidades se le presentaron sin
buscarlas, y al poco tiempo, se vio
ejerciendo la docencia y redactando reseñas. Esta es la historia del poeta peruano
González Vigil, autoridad en César Vallejo
y el Inca Garcilaso de la Vega, prestigioso antologador y considerado el
crítico de los críticos, aunque él no lo crea así.
¿Cómo se gesta un apasionado de la literatura dentro de una familia de
provincianos, donde el padre recita poemas y reside de niño en el otrora
tradicional Centro de Lima? Había muchos elementos a favor de su vocación
literaria, sin duda.
Ha dedicado gran parte de su obra a estudiar a César Vallejo Imagen: PUCP |
Yo creo que es la parte que tiene que ver con la oralidad.
Porque lo que viene a ser la canción, los relatos y las creencias son un
sedimento para que me encante. Esta nutrió mi imaginación que luego se manifestó en
literatura. Nací en el Centro de Lima y viví hasta los 15 años en una casa enorme,
el segundo piso albergaba más de 20 habitaciones. Había momentos en que venía
mucha familia, por ejemplo, para la procesión del Señor de los Milagros. La
gente que nos frecuentaba contaba diversas creencias populares, toda la
tradición oral. Mi familia es del norte, sobre todo de Cajamarca, de la
provincia de Chota. Entonces creo que mi entusiasmo por todas esas historias se
gestó entre ellos. Mi madre y mis hermanas mayores contaban historias, y a mi
papá le gustaba la poesía. No había muchos libros, no existía una gran
biblioteca, ni mucho menos. Pero todos mis hermanos han sido estudiosos. Somos
cinco hermanos, yo soy el menor. Ellos
me estimulaban en los estudios. Además tengo un hermano, se llama Fernando, que
me lleva tres o cuatro años, que ahora es también un catedrático universitario.
Enseña en la Universidad del Pacífico. Tiene varios libros publicados de
Economía. De niño poseía una voz de tenor.
Es el más cercano a mí, no por edad, sino por el gusto al arte y la música.
Aunque leía tanto como yo, él dedicaba más tiempo a
la música. Luego, en la universidad, se entregó a la lectura por completo. Creo que todos esos factores prepararon mi
futuro como lector. Cuando aprendí a leer y escribir, no tan pronto porque lo
hice a los cinco años, en lo que llamaban
transición, me pareció fabuloso. Ya no tenía que estar escuchando y
dependiendo de otros. Inmediatamente iba a
buscar los pocos libros que había en casa, a pedir cuentos de regalo y a juntar mis propinas
para comprarlos. Yo soy un lector desde que sé leer, y toda la vida ha sido juntar la actividad
que amo- descontando los lazos personales-con la familia y los seres queridos.
La actividad vinculada con el mundo de la cultura es la que más me ha llenado y
entusiasmado.
¿Es verdad que comenzó a descubrir su camino poético y por ende, de
escritor, al conocer la obra de Jorge
Manrique y Fray Luis de León mientras cursaba la secundaria? Y que ese convencimiento de estar en la ruta
correcta se vio reforzada al leer a Bécquer, Darío y Vallejo, ¿de qué manera
transformaron su mente y sentimientos?
Su empeño por despertar mayor interés por el Inca Garcilaso |
A pesar que digo que siempre me ha gustado el canto,
la canción y la poesía, cuando comencé a leer, leí poca poesía, aunque la escuchaba en la casa, a mis papás y a mis
hermanos mayores. Sin embargo al principio más me atrajo el cuento, tipo Las mil y una noches, de terror y de
lid. Después me interesé por la novela.
Insisto, en ese entonces, no me llamaba la atención la poesía. La escuchaba, pero no la leía. Todo cambió
cuando cursaba tercero de media- yo casi
cumplía los 14 años, entraba en la pubertad- y coincidió que en una asignatura comenzaron a darnos nociones de cómo era el verso con
metro. Nos daban ejemplos de tipos de poesía, cosas que había escuchado antes, pero
que ahora al leerlas, no sé si por la edad o el contexto, me impactaron mucho.
Las coplas de Manrique, las décimas de La
vida es sueño, el Monólogo de
Segismundo, entre otros, a la par de
cómo nos enseñaban, fue lo que me hizo ver la
lírica con otros ojos. Hubo unos compañeros que también comenzaron a
escribir poemas para el periódico mural del colegio. Y en la radio se escuchaba
con gran entusiasmo a Nicomedes Santa Cruz, que recitaba décimas y luego pasó a
la televisión. Siempre me impactó. De ahí que me salió una décima, entre
Segismundo y Santa. Cruz, pero el contenido inspirado en Jorge Manrique, de
cómo íbamos a morir. Fueron los primeros poemas que escribí próximo a los 14
años. Al término de ese período escolar, durante las vacaciones, me cogió la
necesidad de escribir una poesía más íntima: la idealización amorosa, las
tribulaciones del amor; uno está enamorado del amor todavía a esas edades. Aquí fue muy
importante Bécquer y Rubén Darío. También leía a Vallejo. Era un autor que escuchaba junto a mi hermano mayor. “Este es
el gran poeta”, me decía. Sin embargo, el encuentro fuerte con Vallejo es un
poco después. No entendía Trilce. Y buscar en el diccionario, en esa maravilla que
es Vallejo, uno comprende las palabras. Vallejo fue muy superior a todo lo
anterior. Por esa razón quedó como el poeta más importante para mí. Si no lo trabajé en mi tesis universitaria
fue porque me creía joven. Había mucha
obra de Vallejo que me era muy difícil
de comprender. Tenía que ir lentamente conociendo todo lo que se había hecho
sobre él.
Su empeño por rescatar narradores |
Imagino que también tener
vivencias para entenderlo a profundidad…
Yo creo que sí. Ahora lo
comprendo. A través de mi familia me ha venido mucho de la penalidad
andina. Muchos de esos elementos han
sido clave. La imagen del hogar, el vínculo. También cuando uno desarrolla
lecturas contemporáneas que establecen algunas dudas respecto a tus creencias religiosas. Tal como le
pasó a Vallejo, que yo resolví muy rápido.
Pero entiendo la duda, la preocupación.
¿Por qué sus padres le empujaban a estudiar ciencias cuando veían clara
su inclinación por las letras? ¿Cuándo
cambiaron de opinión y le apoyaron?
Nuestra sociedad aún ahora posee
valores burgueses, es pragmática. Aunque yo tenía buenas notas en todo,
incluido Ciencias- mi única nota mediocre era educación física- mis padres acariciaban la idea, que como mi
hermano estudiaba economía y a mí me gustaban las matemáticas, yo iba a seguir por ese camino. La vocación
por el libro era como algo de juego, hobby o algo secundario. Yo quería letras, pero ellos me dijeron que
eso era fácil, por lo que me inscribí en
Ciencias. Por aquel entonces, nos daban 15 días de prueba, pero no pude soportarlo,
me sentía falso, lo mío era la poesía. Ellos sintieron malestar y se
preocuparon por mi interés en Letras. E
incluso en mi colegio, La recoleta, también dieron cuenta de mi estado, tanto
que un sacerdote se acercó a mi casa para preguntar sobre lo que me sucedía, pensaron
que me pasaba algo, pues me hallaba en
la pubertad. “¿Qué pasa, Ricardo? ¿Por
qué quieres Letras? Tú no eres un alumno flojo”, me preguntó el cura
sorprendido al enterarse de la verdad.
De risa. Había mucho prejuicio. Estudié Letras junto a Gonzalo
Portocarrero, que hoy se dedica a la sociología. En cuarto de media lo tenía claro, no podía
estudiar Ciencias. Luego fue una lucha convencerme para que estudiase Derecho, ya que estaba en Letras, lo más
práctico era eso. Nunca acepté. Me
negué. Intentaron con la Diplomacia. Tampoco me interesó. Era un buen alumno,
pero sé que ellos vivieron preocupados por mí. No me impidieron que ingresara a
la Católica y que optara por Letras, pero no era lo que querían. Al terminar el primer año de estudios, ya era profesor de una academia
de ingresos (preparación preuniversitaria), que formamos con gente de la
universidad, de la talla de Marcial Rubio y Javier de Belaúnde. A mí me
llamaron, era un chiquillo como para enseñar Lengua y Lógica. Luego dictaba prácticas, a los 17 o 18 años,
en el Instituto Riva Agüero, y me codeaba con grandes maestros. Mis padres comenzaron a ver que tenía
posibilidades de trabajo, y era más de lo que esperaban. Por mi parte, no tenía claro mi futuro. Creía que solo me
iba dedicar a escribir poesía y a leer libros, e incluso publicar un libro de
vez en cuando. Pero jamás pensé en enseñar ni dedicarme a la crítica
literaria.
Libro sobre crítica literaria |
Juan Canal guía sus primeros pasos por el mundo literario y siembra en
usted un interés por el ámbito académico, ¿qué obras le recomendó su maestro y
amigo que le abrieron los ojos hacia otros autores y temas?
En el colegio había un profesor, Juan Canal,
discípulo de Alberto Escobar y Armando Zubizarreta, que no era de Lengua y
Literatura, que me gustaba y tenía una biblioteca magnífica. Recuerdo que
me prestó un trabajo sobre Borges que él había hecho en la universidad. Eso que
leí sobre él era brillante. Se trataba de una monografía. A través de esa obra
y otras que me proporcionó, comenzó a
emerger mi espíritu crítico sin darme
cuenta. Qué interesante es cuando uno
profundiza en un autor y lo que aprende lo trasmite a
los demás; para que todo el mundo goce con la lectura. Creo que todas
esas cosas, pero por sobre todo lo que
me aconsejó Juan Canal me ayudaron mucho.
Me dijo trata de conocer a Alberto Escobar que es de San Marcos para adquirir
conocimientos, pero lo que te va a a formar más es tu aprendizaje en la
Católica. Efectivamente cuando entré en
dicha universidad, antes de enfrentarme
a don Luis Jaime Cisneros- que me daba un poco de temor por su fama-
tuve la suerte de tener un profesor, Carlos Gatti, que me llevaba 7 años y
había estudiado en La Recoleta. Era un profesor auxiliar del curso de
Literatura, porque era muy joven, pero él me hizo perder el temor a hablar en
público. Yo era muy tímido. Me hacía intervenir en clase. Sudaba al comienzo.
Después me convertí en una persona que mientras más auditorio le escuchaba
menos temor sentía. Me sirvió. Esto me
preparó para enfrentarme a don Jaime. Alberto Flores Galindo, que era mi
compañero de estudios, a quien también le encantaba la Historia, me propuso ir
a un seminario en el Instituto Riva Agüero. Tras un examen, el propio don Jaime
pidió hablar conmigo. En nuestro encuentro me preguntó: “¿Qué es lo que te gusta más?” “La
Literatura”, contesté. A lo que él
respondió: “Entonces, ¿qué haces en Historia?”.
Así caí en manos de don Jaime. Con
la ayuda de Carlos Gatti. He
aprendido muchísimo de los dos. Don Jaime era un maestro. Me daba listas de
lecturas. Treinta libros para leer.
Don Luis Jaime Cisneros, uno de sus grandes maestros Foto: La República |
¿Y los leyó todos?
No debería contraatacar diciendo
que los he leído todos, porque para ese entonces, ya era crítico de cine.
Experimenté muchos cambios.
Su paso por la Universidad Católica fue brillante, y sin duda, dejó
huellas, a los 18 años era jefe de prácticas y a los 21 dictaba cursos de su
especialidad, como dicen algunos chicos de esta generación: " ¿En qué
momento se divertía?".
Yo me divierto leyendo y escribiendo.
Disfruto con la poesía. Por aquel
entonces, teníamos un grupo literario llamado Cirle. Entre el 69-70 hacíamos murales y recitales. Por allí pasó gente mayor como Luis Hernández, por
ejemplo. También invitábamos a Abelardo Sánchez León, Luis La Hoz, Nicolás Yerovi. A mí me encantaba ese
ambiente. A parte, en el barrio- me
había mudado a Lince-, los fines de semana me iba a bailar. Me encantan Los
Beatles. Fue el gran momento de la invasión británica. Yo he bailado mucho,
pero recién en la universidad, antes no.
¿Todos los ritmos?
No tanto. Siempre más el estilo soft The Beatles, pero también me gustaba el
rocanrol y el viejo twister.
Y ¿también cantaba?
Claro, claro también cantaba. No
tenía la voz de mi hermano, que era tenor, pero había sido integrante del coro
del colegio. No he cantado en un grupo, pero sí en el coro del colegio. De
mi clase salió una banda de rock muy
conocida: Los Shain’s. He estado cerca, pero nunca llegué a ese nivel.
¿Le gusta la música actual?
A mí me han gustado Los Beatles
siempre. Son lo más perdurable. Pero sin duda los que más me gustan son
Bethoven, Mozart y Bach. Luego mi hermano me introdujo en la zarzuela
y en casa se cantaba tango, música criolla y boleros. Pero en las fiestas de mi
época se bailaba rock, y cumbia colombiana.
E incluso he sido nuevaolero.
Asistía a los matinales donde cantaban, por ejemplo, Los Saicos, de los
que se dice ahora son precursores del punk. He gozado de las fiestas. Era un
muchacho divertido. Me gustaban muchas cosas, pero por falta de tiempo tuve que
dejarlas, dar prioridad a otras.
El profesor Carlos Gatti le ayudó a superar la timidez |
¿Qué me dice de su participación en el grupo Hablemos de cine junto a
Chacho León?
Cuando estaba en quinto de media,
descubrí los cineclubes. Concurrí a uno
de ellos, al del Champagnat, allí conocí la revista, comenzaban a venderla,
estamos hablando del año 1965. Compraba esta revista. Los que hacían esta
publicación me llevaban cuatro o cinco años. Me convertí en asiduo de los
cineclubes, luego en la universidad, conocí a mucha gente que le encantaba el
cine y lo veía como una manera de arte o un medio de cultura. Uno de ellos me presentó a Juan Bullita, uno
de los creadores de la revista, que también era poeta. Se hizo amigo mío y
reparó en que me encantaba el cine. Además se dio cuenta que me había visto
muchas veces en los cineclubes. Luego me presentó a Chacho León y al resto del
grupo. A Federico de Cárdenas, ya lo conocía, porque había
estudiado con mi hermano. Pero fue Bullita quien me invitó a participar. Acepté de inmediato. Escribía con entusiasmo.
Iba al cine todos los días, de lunes a viernes.
Los sábados a sesión doble y los domingos a triple, pero hacia los años
73 y 74, el tiempo se me hacía corto.
Uno de los motivos fue la redacción de mi tesis, entre otras tareas. Tuve que
dejarlo. Realmente desde ese entonces, me quejo de la falta de tiempo para
hacer todo lo que me apasiona.
A los 24 años sale a la luz Llego hacia ti, su primer poemario,
¿cómo era su voz poética en ese momento y cuánto ha cambiado hasta el día de
hoy?
Una edición de la emblemática revista de la revista Hablemos de cine Foto: El Comercio |
En realidad ese libro ya estaba
acabado hacía dos años, pero como suele pasar, uno lo va aparcando, no se
decide a publicarlo. Entonces, Antonio Orozco, el historiador, era muy amigo de
la Editorial Arica, y me escuchó en un recital y me preguntó: “¿No quieres
publicar tu libro? Y así salió. He tenido la suerte de que no me ha costado.
Editaron mi libro de 250 páginas. Tiene fotogramas de películas. ¿Por qué lo
iba a ilustrar con grabados o pinturas si a mí el cine me decía más? Es un
libro que recoge poemas desde los 15 hasta
los 22 años. Es una especie de
libro de aprendizaje de la vida. En
distintos planos. De la soledad a la comunicación. A los primeros intentos de
amor. La búsqueda de Dios. Es libro muy
variado. Cada parte tiene un tono distinto. Con el tiempo, veo que había
asimilado muchas cosas. Un poeta que me influye mucho en esa época es Octavio
Paz, su ideario, sus ensayos. También me atraía mucho la poesía china y
japonesa. No solo el haiku, también el tanka. Lo mismo que la poesía simbolista
francesa, la mística y el silencio. Hay mucho de todo esto en aquella primera
obra. Es un típico primer libro de variedad temática. Basado en mi propia
experiencia. Es como una autobiografía íntima. A partir de ahí, he ido juntando todo en un
solo proyecto, tal como lo hicieron Walt Whitman o Jorge Guillén. Aquí, en
Perú, admiraba mucho a mi gran amigo Javier Sologuren. Fue muy importante
conocerlo en esa etapa.
A los 30 años asume a conciencia su estudio sobre la poética de César
Vallejo y ha continuado religiosamente año tras año, nunca termina de aprender sobre él, sin embargo, la mayoría
solo le conoce a nivel superficial y
para colmo mal, ¿llegaremos un día a hacerle justicia en su exacta dimensión?
Creo que sí, eso depende de la
enseñanza, de ver la parte didáctica que ha de tener su estudio. Ocurre con
grandes escritores que son mucho más antiguos. Alrededor de ellos hay cosas
esquemáticas. Recuerdo a Giovanni Papini que dice: “Nadie se imagina a Dante
riendo”. La mayoría de gente suele decir dantesco para referirse a algo infernal, pavoroso. ¿Y el resto? ¿El
amor y el paraíso? Es muy parecido con lo que ocurre con Vallejo. Todos se
fijan en el poeta triste, doloroso, pero no se fijan en la
vida, la esperanza, no en la resurrección producto del amor humano. Todo es afirmativo. Muy parecido
al caso de Dante. Eso no ha cambiado. En el habla popular, dantesco sigue
siendo algo esquemático y encasillante.
Es preocupante. Lo vamos a escuchar siempre. La gente maneja estigmas.
Luego ha investigado sobre Abraham Valdelomar, José María Arguedas y el
Inca Garcilaso de la Vega, que también muchos ubican por nombre pero que poco o
nada saben de su trascendencia en las letras peruanas, mucho menos, sobre su
dimensión universal. Usted ha cumplido con su parte en ese aspecto, pero qué
hay de los órganos pertinentes en acercar la literatura a todos los niveles de
la población, y ya no digo más allá de las fronteras y pasando el charco.
Se inspiró en Alfonso Reyes para escribir sus reseñas literarias Foto: Conaculta |
Yo cuando empecé a estudiar en el
Instituto Riva Agüero con Luis Jaime
Cisneros y Gatti me di cuenta que iba
que seguir escribiendo poesía porque me gustaba. Es una necesidad mía. Mi
poesía, tenga valor o no, la necesitaba
y la necesito, pero me daba cuenta que la sociedad necesitaba de alguien que investigara. Había
mucho que trabajar para descubrir la
cultura peruana, pero al comienzo yo me había propuesto modelos como Menéndez
Pidal, Menéndez Pelayo o Dámaso Alonso. Pensaba escribir para académicos y conocedores. Que el resto dijera: ¡Qué
bárbaro! ¡Vaya nivel! Sin embargo la
gente de cine me hizo descubrir algo muy interesante: al ser un arte más actual,
la gente habla con un apasionamiento de las grandes películas, lo que no ocurre
cuando los académicos se refieren, por ejemplo de Shakespeare o Homero, con
mucha seriedad y solemnidad. Los
críticos de cine son conscientes de que
van a sacrificar la película con tal de que vayan a verla. Frente a
lo académico comprender la labor
de difusión y orientación. Los críticos de cine le meten entusiasmo y pasión.
Porque a la gente que le gusta el cine ve todas las películas que llegan a Lima
y se pasan la voz; en cambio, veía a los escritores emborrachándose y sin
preocuparse por la actualidad literaria. Leen muy poco, se leen así mismos y leen a sus amigos. Tienen una información muy
limitada de los grandes autores y a veces esquemática nomás. Entonces, lo malo
en el mundo literario es que no tienes esa pasión por saber qué está
apareciendo, que sí tiene la gente de cine. Ellos están al día.
En 1974, el profesor Jaime
Mavila de Literatura, me dijo: “¿No
quieres comentar libros en el diario El Comercio? Acepté y empecé a colaborar. Me inspiré en Alfonso Reyes, quien a la vez que podía hacer cosas eruditas,
comentaba libros de actualidad en el Correo de Monterrey. Nuestro país necesita orientación cultural y
labor docente. No se puede dejar los medios en manos de gente que no
tiene preparación, porque muchas veces al carecer de formación
profesional, no poseen una visión global
de la literatura, se dejan llevar por los apasionamientos y caen en los ataques
personales. Entonces aparecen los amiguismos y enemiguismos.
Está considerado "el crítico de los críticos" en su país, la
máxima autoridad en esta materia en Perú, pero como era de esperarse, tiene
detractores y ellos manifiestan que es 'contemplativo',' demasiado generoso', e
incluso que 'no le gusta mojarse', ¿cómo se ve a la hora de hacer autocrítica
de su labor? ¿Cómo se definiría en este plano?
Considera que juzgaron la novela de Manuel Scorza por razones extraliterarias Foto: Américas |
Es muy difícil lograr el punto
medio. A mí me molesta la crítica del crítico que pontifica. Por ejemplo, me hizo
mucho daño saber que cuando Eguren publicó su novísima obra Poesías, dijeron que solo los dos anteriores
habían sido buenos y que no escribía
poesía. Hasta su prosa fue linda, y dejó de hacerla cuando Estuardo Núñez en su
tesis afirmó que no era prosista. ¡Caramba!
Por su parte, Arguedas se sintió morir cuando se burlaron de su Todas las sangres. Arguedas vale más que todos esos críticos.
¡Quién se creen que son! Cuando veo la suficiencia con la cual algunos
vallejistas le corrigen la ortografía, porque dicen que la tiene vacilante.
Pobre cholito, ¿no es cierto? ¿Tú crees que lo harían con Borges? No pues. ¿Y a
Joyce? No, claro. Pero a este sí. Me fastidia esa suficiencia. El argot
literario tiene una capacidad para manejar el lenguaje y la cultura que el
crítico debe respetar. Una cosa es que tú valores, otra muy distinta que hagas
agravios o seas tajante. Aunque no lo he
buscado, me ha pasado -pocas veces-,
que alguna frase o calificativo
mío, ha hecho mucho daño y eso que yo
trato de no hacerlo. Y aún así ha
ocurrido. He decepcionado sin quererlo. Me fastidia el crítico venenoso,
malévolo y pedante. Ese que se cree
mejor que los poetas y creadores. Hay otra razón que es más profunda, si yo
escribo en periódicos y revistas, tengo
que comentar libros que me parezcan
buenos, porque la gente no tiene tiempo de leer mucho. Quien va a la librería o
entra en Internet y pide un libro, tiene
que saber que es bueno, pues aparecen tantas obras por semana, que ni siquiera los críticos
podemos leerlos todos. Te soy sincero,
estas cosas que me llegan (libros) no me
parecen buenas. Más bien, son malas. Pero escoger un libro para decir que es
malo cuando el lector está esperando que le diga: “Lee este” y “No leas esto”, no me parece serio. Doy una imagen curiosa, porque prácticamente en
el 99 por cien de mis
críticas digo que el libro es bueno, excelente o notable. Pero es porque ha
pasado una selección. Es muy raro que sea negativo con un libro. Por eso doy la impresión de perdonavidas. Eso
me pasó con Manuel Scorza cuando publicó Redoble
por Rancas (al final acabamos siendo amigos). Acá le hicieron leña. Sánchez habló pestes. ¡Qué mala la novela!
Pero en España tuvo éxito. Había mucha
gente que no le gustaba la gitanería de Scorza (se había quedado con el dinero
de festivales literarios y por su accionar político). Era simpático, pero muy
vividor. Frecuentaba gente loquísima como César Calvo, que me parecía más
talentoso que él. Se le juzgó por
razones extraliterarias. Aprovecharon la salida de su libro para caerle encima.
Yo hice una crítica ponderada del libro. No era un García Márquez, como él se
pensaba, pero llegó a ser un escritor
importante.
Internet ha fomentado la
aparición de nuevas figuras en la crítica literaria y a la vez, puesto en escaparate virtual a muchos autores
hasta entonces ignorados o ninguneados por los llamados especializados, esto ha
mejorado el panorama en cuanto a nuevas figuras y propuestas, ¿no le parece?
Rescató la poesía vanguardista de Gamaliel Churata |
Creo que sí, pero también se ha
prestado para insultos. El mundo de Internet puede ser un albañal. Peor que los
periódicos. Sin embargo, la ventaja es que permite una diversidad mayor de
opiniones. Y aunque uno no quiera el mundo editorial crea grupitos,
argollas. Como dicen en México, grillas.
Hay padrinos. Tratan de llegar con mentiras.
En España es peor que acá, porque hay más torta que repartir. Se
necesita Internet, pero lo malo es que se ingresa muy rápido al improperio, al
insulto. El grupito ya no puede tapar
todo. Nunca ha podido por completo copar
el medio impreso. Sin embargo, sí logran apoderarse de la televisión, festivales,
etc. Por eso han aparecido editoriales
independientes y grupos alternativos. De allí que no he tratado de convertirme
en el crítico que manda. E incluso me
han nombrado como crítico oficial. Y yo he contestado: “No, soy un escritor
peruano”.
Tras publicar mis dos tomos de
antología poética con Petroperú, titulada Poesía
peruana del siglo XX, un grupo, como un año después, editó una publicación similar
al mía pero con otro título, en cuyo prólogo se decía algo así “este es el tercer tomo con los poetas que
González Vigil no consideró”. No me
molestó. Me gustó que hubiese diversidad.
Usted que enseña literatura en la universidad está en condiciones de
contarnos sobre lo que buscan las nuevas
generaciones en los escritores y libros, ¿cómo ven la narrativa y sobre todo la
poesía?
Son diferentes. La gente que lee
poesía está fuera del mercado. Es la menos contaminada. Y casi todo lo que lee es poesía. Son personas más genuinas. Al margen de que tengan talento o no. El problema de la narrativa es que entra más
fácil al mercado. Se fijan en las cosas
que se están haciendo. Se hallan al tanto
del circuito. De las tendencias. Que
está de moda la novela negra, hiperrealismo, realismo sucio. No sé qué. Que
ahora hay que atacar el realismo mágico. En la universidad a la gente que le
gusta la narrativa es más proclive a seguir las modas. Eso es bueno porque
uno como lector corre el riesgo de
perder esa renovación juvenil. Yo
siempre he tratado de contrapesar. Parafraseando a Fernando Pessoa sostengo que cuando lees a un buen poeta, debe sentirse
que ha existido Homero dentro del poema. Eso deben comprender. Que sin Homero
no hay presente. Sin la tragedia griega
tampoco. Como aquí con el Manuscrito de Huarochiri. Tienen que conocer la Cultura Quechua. El Ollanta. Sin Vallejo no son nada. Evitar caer en lo que solo está de moda. Esto
funciona. En estos años, he puesto mi
granito de arena para que conozcan otros autores. Como Gamaliel Churata, que
cuando murió era un desconocido. Ahora
cada día lo estudian más. He querido que se le dé más importancia a la poesía
de Vanguardia. Cuando yo estudiaba se decía que había sido una poesía
arbitraria, efímera. He luchado para que se difunda. Es una de las cosas en las
que he colaborado.
Con la autora de la entrevista en una cafetería el distrito de San Borja (Lima) Foto: Jorge Ita |
¿Hay lugar para los poetas y la poesía en estos tiempos actuales? ¿Qué
le espera a este género en los próximos años?
La poesía es lo menos contaminado
por la sociedad de consumo. Hasta la música se contamina. Es más marketera…
¿Por qué?
Vivimos en una sociedad que no
incita a la contemplación del mundo interno. Que no invita a la comprensión de
la lectura que va lo de lo literal a lo simbólico. La gente lee poco y mal. Y obligarle a
leer un poema de Trilce es forzarle a profundizar en un
montón de lecturas posibles. Es demandarle un tipo de atención o concentración
que ahora el chateo no deja. Debes tener
una gran riqueza verbal, una acumulación de vida. Porque un poema “es la resaca
de todo lo vivido”, como decía Vallejo.
El poema se mueve demasiado. Es un concentrado. Es un festín sacarlo. Estamos en una época en la cual no se induce
a ese tipo de lectura, de audición. La gente busca entre- tenerse. ¿Entre qué? (Ríe) Yo no pongo música de
fondo, cuando lo hago la escucho. Y en
esa atención pongo todo: mis neuronas, mis hormonas, mi bilis. Es una experiencia que me transfigura. Salgo
como alguien que ha sido exprimido, pero
al mismo tiempo me he llenado como haría una esponja. Eso lo logra todo gran libro.
Especialmente los de poesía. O cuando se
trata de un autor como Joyce o Arguedas, porque también son poetas.
¿Por qué es poeta?
Probablemente porque siento que
el habla es lo más humano que tengo. No hay cosa que constituya más que el
lenguaje. Estamos hechos de él. Como
dice Arguedas es sangre, es vida. No son los signos arbitrarios de Ferdinand de
Saussure. Para mí es significante, ritmo, sonido, paladeo, no solamente
contenido. Y la poesía es eso. Yo soy una persona que cuando cree es bien
intuitiva y poco racional. Entonces me sale la lírica. En cambio la otra parte mía, la de lector
y crítico, es racional. Es decir que
como emisor, me sale poesía y como
receptor, hago crítica.
Si desean saber más del escritor y crítico literario pueden pinchar los siguientes enlaces: https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Gonz%C3%A1lez_Vigil http://www.librosperuanos.com/autores/autor/1144/Gonzalez-Vigil-Ricardo https://viejoslibrosviejos.wordpress.com/about/ |
Nota aclaratoria: Esta entrevista es producto de
una ardua labor de escucha y transcripción del audio que corresponde al vídeo de la charla que sostuvo esta servidora con el Dr. González Vigil para el programa Momentos en enero de 2017,
pero que por razones técnicas (exceso de ruido) no se pudo emitir.
No estoy muy seguro, pero creo que el apellido del crítico de cine y poeta es Bullita (y no Mullita, como en la entrevista se ha consignado).
ResponderEliminarClaro. Juan M. Bullita.
EliminarSeñor Carmona:
ResponderEliminarMuchas gracias por su observación. Ya está corregido. Saludos.
¡Qué placer!. Leer esta entrevista ha sido como encontrarme en casa. Si no fuera porque ya estoy impregnada de poesía hasta la médula, esta lectura me incitaría a meterme de lleno en ella. Gracias Ricardo, entrañable, inteligente, empático. Un abrazo.
ResponderEliminarBienvenida sea esta entrevista; enhorabuena Elga por ella, por publicarla, pues sé bien eso que anotas al final de la misma, el trabajo que ha llevado que viera la luz por imponderables técnicos. Un placer leeros, leerte. Saludos y mi felicitación.
ResponderEliminarExcelente entrevista Elga. Ricardo Gonzáles Vigil es un excelente crítico literatio. Sus textos y comentarios, me han servido para mis ponencias sobre el vate César Vallejo. Felicitaciones y adelante con este arduo trabajo periodístico. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Jorge. Eres muy amable. Aprovecho la ocasión para felicitarte por tus labores de promoción y difusión literaria en Barcelona. Un abrazo fuerte.
EliminarHa sido una lectura placentera.Excelente entrevista escrita realizada al Dr. González Vigil
ResponderEliminarMuchas gracias, Álex. Saludos desde Valencia.
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