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sábado, 27 de febrero de 2021

Alejandro Pérez Guillén: «La vida no siempre nos sigue la corriente»

 


Alejandro Pérez Guillen es de esos poetas que se dan por entero. Que no dosifican sus emociones y aman a contracorriente. Sin importar lo que suceda en el mundo exterior, los de su especie son intrépidos e intensos; soñadores y vulnerables. No  conciben ser de otro modo.  Y  el vate andaluz no lo desmiente: «Voy de cabeza, sin freno».

Por estos días el poeta promociona Arroparte o el arte de caminar sin ropa (Ediciones Alfar), una obra donde permite que le miremos por dentro. 

En tu poemario Arroparte o el arte de caminar sin ropa, te descalzas,  muerdes, caminas, te desnudas y exhibes la piel de los latidos, ¿en qué momentos se te ocurre exponerte de ese modo tan personal? Porque eres tú y nadie más que tú a lo largo de esas 269 páginas.

Uno tiene la rara cualidad de ser el mismo en todos los escenarios posibles. No estoy afirmando que haya un paralelismo entre la vida y la literatura, porque estaría aceptando que ambos mundos no se tocan. Y no es cierto. Es el mismo espacio. Es un modo de interpretar el camino. Exponer significa poner hacia afuera, colocar a la vista. Y yo miro hacia adentro. Ahí es donde me desnudo. Ahí es donde le arranco la piel a las emociones. Ahí es donde el corazón campa a sus anchas. Los escudos nos impiden ver el interior de las personas. No seré yo quien ponga un muro por delante. Me decanto por un canto a los abrazos.

El poeta no concibe la vida sin amor


El libro está dividido en cinco partes, en las cuales, pese a la división, no puedes evitar referirte al amor, la sensualidad, tu filosofía de vida y el entorno donde te desenvuelves en cada uno de ellos, si así es, ¿cuáles son las razones de este orden o unión de poemas?

Arroparte o el arte de caminar sin ropa arranca con un homenaje al libro en una composición de amor donde uno se deshace entre las páginas o se construye en ese laberinto de emociones. Uno pretende hacerse nido entre las manos de la amada, sembrar latidos en la soledad del folio en blanco. Descalzos es el primer apartado del libro en esa sensación de ponerse cómodo ante la vida, de sentir bajo los pies la huella agigantada de sus pasos. Mordeduras es un manifiesto de andar por casa, una concepción vital en la que predomina la pasión, un modo intenso de agarrarse al cuello de la esperanza. Ya estamos dispuestos para salir a la calle, para asomarnos a la intemperie. Para seguir nuestra propia senda. El camino es un presente que uno recorre mediante la sonrisa. Desnudos no puede estar más claro. El alma no se viste. Se quita la ropa y los complejos. Son textos muy breves. Son textos tremendamente profundos. Como un faro en la noche. Como un relámpago en la oscuridad de la tormenta. Como una caricia en la piel. Como una sacudida en la conciencia. La última parte se titula La piel de los latidos en la que el hombre ama sin medida. No soy un romántico al estilo de las novelas clásicas. Soy un romántico en el sentido de que hay que entregarse a fondo, sacarle todo el jugo a la vida.

¿Te juegas el corazón en cada letra? ¿Es eso cierto?

No concibo la vida sin amor. Uno pone en juego el corazón en todo lo que hace y no solemos darnos cuenta. Cuando renegamos de nuestra capacidad de amar, establecemos una distancia insalvable entre el mundo y nosotros. Yo quiero estar próximo a la caricia. Quiero sentir de cerca el mundo que vivimos. Incluso cuando juego al fútbol sala, el portero que defiende los tres palos se entrega sin reservas. Tengo la consigna de darlo todo. Hasta en la caída. Hasta la carcajada.

Te refieres a tu hijo en varios de tus poemas, pero hay uno especial donde le agradeces que, aunque no le guste el fútbol,  te acompañe a verlo. ¿Una significativa demostración de amor?

Afirma que quiere sentir de cerca el mundo en que vivimos

En una ocasión dije que los niños nos regalan dos vidas: la del presente que compartimos a su lado y la de la infancia a la que volvemos de su mano. Quien siente en sus carnes el amor de un hijo no tiene más remedio que darle las gracias al amor. A mí no me entusiasma la música, pero iría a todos los conciertos del mundo con tal de contemplar la cara de felicidad de quien ama la canción de la vida.

¿Cómo llegaste a la conclusión de que la vida se vive dos veces? Háblanos de esa experiencia.

Yo no soy de esos escritores que se complacen en la desgracia. En ocasiones la literatura la concibo como terapia, como un modo de atar con palabras los fantasmas que nos acechan. Yo disfruto componiendo instantes de luz, aquellos en los que he gozado de forma extraordinaria. En esos momentos acudo al papel, busco la soledad de un bolígrafo, agito la memoria con satisfacción, lanzo las piezas sobre la mesa y compongo un corazón a mi medida. Dejo que se enfríe en un cajón. Lo abro al cabo del tiempo. Y solo hace falta echarle una mirada a los recuerdos para darle vida a la emoción que encierran.

Aseguras que hay miradas que te reconcilian con la vida, lo afirmas en uno de tus poemas del apartado Descalzos, ¿cuáles son esas? ¿Dónde las encontramos?

La vida no siempre nos sigue la corriente. Pero nada es eterno. Ni siquiera la tristeza. Yo he descubierto que los ojos sonríen, que hay miradas en llamas que borran todas las nostalgias, que hay gestos capaces de reconciliarte con la belleza. He visto el baile de una hoja al desprenderse del árbol y la misma danza en la ternura de un niño que te mira con asombro. He estado distraído en el sofá y, al girarme, el amor se ha tropezado con el calor de unas pupilas que te aman. Y mis ojos se rinden al fuego y a la magia.  

Reflexionas sobre el presente y le responsabilizas de impedir el gozo del instante, ¿te sucede a menudo?  ¿Crees que nos ocurre a todos?

Reclama el ejercicio de la pausa 

Denuncio el vértigo con el que afrontamos el día a día, porque nos impide gozar del presente. Reclamo el ejercicio de la pausa. Huir de la prisa. Aprender a saborear el instante sin más metas que nos distraigan. Cerrar los ojos y que la vida se detenga.

Te quejas de los ruidos porque no te permiten escuchar los silencios, lo expresas en  uno de tus poemas del apartado Mordeduras. ¿Son los ruidos más nuestros que el de los otros?

Vivimos en una sociedad en la que la razón la lleva quien impone el grito por encima de la lógica. Así no hay forma de escuchar el silencio. Así no hay forma de que tenga sentido la palabra.

También te ocupas de la política, lo dejas claro en  el poema Elecciones, donde te ocupas de los comicios en Estados Unidos y Trump. Es el único de esa índole en tu obra, ¿qué te condujo a incluirlo en tu poemario?

No me gusta mezclar la política con la literatura. De hecho siempre he pensado que discutir sobre estos temas, al igual que sobre el fútbol o la religión, lo único que consigue es quedarte sin energías. Yo no vengo a convencer a nadie. Procuro estar informado y forjar mis ideas en torno a una sensibilidad que me acerque al corazón de la gente. Intento arrancarle las malas hierbas al campo. Desnudar con las letras la belleza con la que nos tropezamos cada mañana. Esa que está ahí, a nuestros pies, y nos empeñamos en no verla. El texto al que te refieres es un juego de palabras, un homenaje a mi padre, un canto hacia un comportamiento más humano. La ironía derramada en el papel.

Cumplir 43 años te marcó de sobremanera, así lo dejaste saber en el poema Cifras. ¿Qué aprendizaje encierra dicha edad?

Me viene a la memoria un texto escrito con humor para responderte a esta pregunta. Esta mañana he roto un plato en el desayuno. ¿Quiere significar este hecho que por fin estoy madurando? Yo he sido una persona muy tímida. He perdido la vergüenza con el tiempo. Me ha costado darme cuenta de lo valioso que soy. Tenía muchos miedos y muchas dudas. He acudido a la literatura para salvar ese exceso de sensibilidad. Me separé. El mundo se me vino abajo. Y lo he construido mediante la palabra. Me gusto como soy. Siempre ha sido así. Ahora, a mis 47 años, soy capaz de tomar mis decisiones sin que me tiemble el pulso. He estado muy pendiente de los demás. Ahora persigo mis sueños pensando que se pueden hacer realidad. Ahora me atrevo a ser yo mismo. A sacar a relucir facetas desconocidas en mí. Y me divierto.

En Corro precipitadamente rindes homenaje al librero Manuel de Falla de Cádiz y con él a sus compañeros y a las librerías, en general. Padeciste su partida con hondo dolor por la persona que fue y por el papel que jugó en tu infancia, ¿no es verdad?

Dice que va de cabeza por
la vida 

Descubrí la librería Manuel de Falla a la mayoría de edad. Era un estudiante en Cádiz que admiraba los libros. Un día vi en el interior a Fernando Quiñones y me quedé asombrado. Llamaba por teléfono, aunque no fui capaz de decirle nada. Así pasaron los cinco años de Universidad con visitas esporádicas a ese entrañable lugar. Empecé a trabajar como responsable de la biblioteca de mi pueblo. Volví de nuevo a la librería. Solía hacer las compras allí. Poco a poco se fue fraguando una amistad inquebrantable con los propietarios. Empecé a publicar mis libros. Juan Manuel le daba un espacio privilegiado a mis obras. Con el mismo mimo con el que las abuelas amasaban el pan, fuimos intimando hasta el punto de que son una familia, ese paraíso perdido de mi juventud donde siempre encuentro el calor de un abrazo. En uno de esos encuentros me enteré del fallecimiento de Manuel. Me conmovió tanto la noticia que escribí el texto Corro precipitadamente. Lo leí en la presentación de Re-flexiones: ejercicios para el corazón en el Baluarte de la Candelaria. Era un texto recién escrito con el que arranqué el acto. Aparece publicado en Arroparte o el arte de caminar sin ropa.

Afirmas que las palabras le tienen pánico a la soledad, y que por eso no andan solas. Lo expones en un poema del apartado En el camino. Sin embargo los poetas suelen andar solos o es que me equivoco y solo les basta y sobra la compañía de esas letras.

Es un concepto de la literatura como diálogo del autor consigo mismo, del autor con el mundo, del autor con el lector. La escritura no tiene sentido si no cuenta con un destinatario. Y el poeta observa todo lo que hay a su alrededor. Está acompañado. Necesita sus momentos de soledad y esos instantes para compartir. No establezco diferencia entre el poeta y la persona.    

 También en tu libro te refieres al maridaje entre literatura y existencia, en tu caso han ido de la mano siempre, ¿no es así?

Revela que solo se podría arrepentir de lo que no ha hecho

No concibo al Alejandro persona sin su faceta de escritor. No sería el mismo. No concibo al Alejandro escritor sin la vida que lleva a cuestas. No escribiría de la misma forma.

En Me gusta la navidad te refieres a tu abuela y afirmas que por ella aprendiste a vivir desde el cariño. ¿Cuáles fueron esas lecciones? ¿Cómo se aprende a serlo?

Yo guardo un cariño infinito por mis dos abuelas. Ramona era la bondad personificada. Una mujer abnegada. Me encantaba quedarme en su casa cuando era pequeño. Me faltó tiempo para estar a su lado, pero el Alzheimer me la arrebató. De mi abuela María conservo más recuerdos. Sencillamente porque sobrepasó los 90 años. Era muy cariñosa. Parecía que no quería molestar. Me la imagino leyendo un libro en la soledad de su mundo. Bajo el ruido de los nietos y los bisnietos. En el encuentro familiar de todas las navidades. Nos traía, a pesar de la edad, una bolsa gigante de gominolas para cada uno. Era un ritual. Una manifestación de su dulzura. ¿Qué aprendí con ellas? Todo. Pero, fundamentalmente, me enseñaron a amar sin freno.

En el apartado Desnudos te muestras romántico, optimista y enamorado del todo. Aquí dejas el pudor a un lado y te das por entero, ¿hubo algún tipo de arrepentimiento posterior?

Uno solo se puede arrepentir de lo que no ha hecho. No puede arrepentirse de aquello que ha llevado a cabo con el corazón entre los dedos. Escribo desde el optimismo. Si no estoy en el mejor momento, la literatura me sirve como refugio ante las heridas. Y si estoy a gusto con mi vida, la pongo por escrito en esa fe ante el contagio. No sirvo para darme a medias. Es como ver la lluvia sin mojarte. Yo busco empaparme, bailar bajo la lluvia. Con el amor cogido de la mano.

Admites que todavía caminas a ciegas por el sendero de la vida en el apartado de La piel de los latidos, nos pasa a muchos, pero cuesta decirlo en voz alta, ¿no crees?

Confiesa que no le da miedo mostrarse
vulnerable 

Más que a ciegas voy de cabeza, sin frenos. Ahora soy más osado. Me lanzo sin ningún atisbo de duda hacia lo que quiero. Camino por el alambre de la incertidumbre. Tengo instantes de sombra. Espero a que salga el sol. No me da miedo mostrarme vulnerable. Es una virtud. Una forma de afrontar el futuro con optimismo. Un modo de conocerte mejor. De llegar ahí donde el amor se queda para siempre. ¿Acaso hay un modo más hermoso que vivir con las alas extendidas, con las puertas abiertas?

Te has definido como cursi, empalagoso y pasional en otro de tus poemas, ¿crees que son tus puntos débiles o, por el contrario, los consideras tus fortalezas?

Indudablemente son mis fortalezas. Quiero vivir la vida intensamente. Sentirla por cada poro de mi piel. Atravesar la carne. Exprimirle el jugo. Y sacarle un poema o una sonrisa.

Has dicho que te gusta creer que el amor es algo sencillo, ¿jamás resulta de ese modo?

Yo creo que somos nosotros quienes lo hacemos difícil. El amor se siente o no se siente. Pero olvidamos que estamos en una época contraria al compromiso. Olvidamos que hay que mimarlo cada día, como esa semilla que necesita de una caricia de agua y un buche de sol. Olvidamos el valor que adquieren las palabras. Olvidamos la importancia de los gestos cotidianos. Yo me lanzo al vacío. A la sensación de que la vida es hermosa si dejamos que los latidos se entiendan.

Evidencias mucha nostalgia por tu infancia, ¿vuelves a menudo a ella a través del recuerdo o los sueños?

He llevado una infancia sin más traumas que mis inseguridades, sin más sobresaltos que mi falta de madurez. Arropado, lleno de cariño. Pero también demasiado cuajado. Sin saber cómo tomar las riendas. Y retorno a esa época en los pasos de mi hijo. Un modo de vivir el presente y decirle al niño que me habita que nunca es tarde para desmelenarse. Ahora me deleito con el adulto y con esa niñez que me invita a arrojarme a locuras agradables. 

En su libro le arranca la piel a las emociones

Revelas preocupación por la ecología en los poemas Que solo nos queme el amor y Arde la montaña. Sentiste profundo  pesar e impotencia  por los incendios en Galicia y Canarias, y la forma de dejarlo patente fueron estos escritos, ¿no es cierto?

Hay algo que no comprendo del ser humano: su capacidad para la destrucción. No entiendo ese comportamiento, la actitud egoísta de mirarse constantemente el ombligo. No me extraña que el mundo se les haga tan pequeño. Yo lo quiero sin límites, sin fronteras. Cuando me llegue el momento, me gustaría pensar que he contribuido a coserle algunos hilos a la belleza.

El libro culmina con el poema Arrópame de Eva María Márquez Roldán, ¿por qué cerrar con un escrito que no te pertenece? ¿Cómo se gestó esta colaboración?

Eva Márquez es la mujer de la que estoy enamorado. Es una persona profundamente sensible. Un milagro con el que me he tropezado en el camino. Después de más de un año sigo sintiendo su magia. Me pongo inquieto todavía cuando voy a verla. Quizás sea arriesgado. Un modo de levantar las cartas. Una manera de abrirme en canal. Una forma de integrarla en mi mundo. Le gusta la literatura. Le pone el corazón a la vida. Coincidimos en ese propósito. Arroparte o el arte de caminar sin ropa empieza y termina con un poema suyo. Como un abrazo. Como una declaración de intenciones. Ha conseguido que el amor siga despierto en la conciencia. En ese paréntesis que es la vida la quiero conmigo. Tenemos en mente varios proyectos literarios.

¿Hay corazones que no se apagan nunca, Alejandro?

Yo haré todo lo posible porque siga con vida. Es el impulso que nos mantiene vivos.

Si deseas saber más sobre el poeta o su obra
puedes pinchar los siguientes
enlaces:
https://alejandroperezguillen.es/
https://www.edicionesalfar.es/es/producto/arroparte-o-el-arte-de-caminar-sin-ropa/


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