Alejandro Pérez Guillen es de esos poetas que se dan por entero. Que no dosifican sus emociones y aman a contracorriente. Sin importar lo que suceda en el mundo exterior, los de su especie son intrépidos e intensos; soñadores y vulnerables. No conciben ser de otro modo. Y el vate andaluz no lo desmiente: «Voy de cabeza, sin freno».
Por estos días el poeta promociona Arroparte o el arte de caminar sin ropa (Ediciones Alfar), una obra donde permite que le miremos por dentro.
En
tu poemario Arroparte o el arte de
caminar sin ropa, te descalzas,
muerdes, caminas, te desnudas y exhibes la piel de los latidos, ¿en qué
momentos se te ocurre exponerte de ese modo tan personal? Porque eres tú y nadie
más que tú a lo largo de esas 269 páginas.
Uno tiene la rara
cualidad de ser el mismo en todos los escenarios posibles. No estoy afirmando
que haya un paralelismo entre la vida y la literatura, porque estaría aceptando
que ambos mundos no se tocan. Y no es cierto. Es el mismo espacio. Es un modo
de interpretar el camino. Exponer significa poner hacia afuera, colocar a la
vista. Y yo miro hacia adentro. Ahí es donde me desnudo. Ahí es donde le
arranco la piel a las emociones. Ahí es donde el corazón campa a sus anchas.
Los escudos nos impiden ver el interior de las personas. No seré yo quien ponga
un muro por delante. Me decanto por un canto a los abrazos.
El poeta no concibe la vida sin amor
Arroparte
o el arte de caminar sin ropa arranca con un
homenaje al libro en una composición de amor donde uno se deshace entre las
páginas o se construye en ese laberinto de emociones. Uno pretende hacerse nido
entre las manos de la amada, sembrar latidos en la soledad del folio en blanco.
Descalzos es el primer apartado del
libro en esa sensación de ponerse cómodo ante la vida, de sentir bajo los pies
la huella agigantada de sus pasos. Mordeduras
es un manifiesto de andar por casa, una concepción vital en la que predomina la
pasión, un modo intenso de agarrarse al cuello de la esperanza. Ya estamos
dispuestos para salir a la calle, para asomarnos a la intemperie. Para seguir
nuestra propia senda. El camino es un
presente que uno recorre mediante la sonrisa. Desnudos no puede estar
más claro. El alma no se viste. Se quita la ropa y los complejos. Son textos
muy breves. Son textos tremendamente profundos. Como un faro en la noche. Como
un relámpago en la oscuridad de la tormenta. Como una caricia en la piel. Como
una sacudida en la conciencia. La última parte se titula La piel de los latidos en la que el hombre ama sin medida. No soy
un romántico al estilo de las novelas clásicas. Soy un romántico en el sentido
de que hay que entregarse a fondo, sacarle todo el jugo a la vida.
¿Te
juegas el corazón en cada letra? ¿Es eso cierto?
No concibo la vida sin
amor. Uno pone en juego el corazón en todo lo que hace y no solemos darnos
cuenta. Cuando renegamos de nuestra capacidad de amar, establecemos una
distancia insalvable entre el mundo y nosotros. Yo quiero estar próximo a la
caricia. Quiero sentir de cerca el mundo que vivimos. Incluso cuando juego al
fútbol sala, el portero que defiende los tres palos se entrega sin reservas.
Tengo la consigna de darlo todo. Hasta en la caída. Hasta la carcajada.
Te
refieres a tu hijo en varios de tus poemas, pero hay uno especial donde le
agradeces que, aunque no le guste el fútbol,
te acompañe a verlo. ¿Una significativa demostración de amor?
Afirma que quiere sentir de cerca el mundo en que vivimos
¿Cómo
llegaste a la conclusión de que la vida se vive dos veces? Háblanos de esa experiencia.
Yo no soy de esos
escritores que se complacen en la desgracia. En ocasiones la literatura la
concibo como terapia, como un modo de atar con palabras los fantasmas que nos
acechan. Yo disfruto componiendo instantes de luz, aquellos en los que he
gozado de forma extraordinaria. En esos momentos acudo al papel, busco la
soledad de un bolígrafo, agito la memoria con satisfacción, lanzo las piezas
sobre la mesa y compongo un corazón a mi medida. Dejo que se enfríe en un
cajón. Lo abro al cabo del tiempo. Y solo hace falta echarle una mirada a los
recuerdos para darle vida a la emoción que encierran.
Aseguras
que hay miradas que te reconcilian con la vida, lo afirmas en uno de tus poemas
del apartado Descalzos, ¿cuáles son
esas? ¿Dónde las encontramos?
La vida no siempre nos
sigue la corriente. Pero nada es eterno. Ni siquiera la tristeza. Yo he
descubierto que los ojos sonríen, que hay miradas en llamas que borran todas
las nostalgias, que hay gestos capaces de reconciliarte con la belleza. He
visto el baile de una hoja al desprenderse del árbol y la misma danza en la
ternura de un niño que te mira con asombro. He estado distraído en el sofá y,
al girarme, el amor se ha tropezado con el calor de unas pupilas que te aman. Y
mis ojos se rinden al fuego y a la magia.
Reflexionas
sobre el presente y le responsabilizas de impedir el gozo del instante, ¿te
sucede a menudo? ¿Crees que nos ocurre a
todos?
Reclama el ejercicio de la pausa
Te
quejas de los ruidos porque no te permiten escuchar los silencios, lo expresas
en uno de tus poemas del apartado Mordeduras. ¿Son los ruidos más nuestros
que el de los otros?
Vivimos en una sociedad
en la que la razón la lleva quien impone el grito por encima de la lógica. Así
no hay forma de escuchar el silencio. Así no hay forma de que tenga sentido la
palabra.
También
te ocupas de la política, lo dejas claro en el poema Elecciones,
donde te ocupas de los comicios en Estados Unidos y Trump. Es el único de esa
índole en tu obra, ¿qué te condujo a incluirlo en tu poemario?
No me gusta mezclar la
política con la literatura. De hecho siempre he pensado que discutir sobre
estos temas, al igual que sobre el fútbol o la religión, lo único que consigue
es quedarte sin energías. Yo no vengo a convencer a nadie. Procuro estar
informado y forjar mis ideas en torno a una sensibilidad que me acerque al
corazón de la gente. Intento arrancarle las malas hierbas al campo. Desnudar
con las letras la belleza con la que nos tropezamos cada mañana. Esa que está
ahí, a nuestros pies, y nos empeñamos en no verla. El texto al que te refieres
es un juego de palabras, un homenaje a mi padre, un canto hacia un
comportamiento más humano. La ironía derramada en el papel.
Cumplir
43 años te marcó de sobremanera, así lo dejaste saber en el poema Cifras. ¿Qué aprendizaje encierra dicha
edad?
Me viene a la memoria
un texto escrito con humor para responderte a esta pregunta. Esta mañana he
roto un plato en el desayuno. ¿Quiere significar este hecho que por fin estoy
madurando? Yo he sido una persona muy tímida. He perdido la vergüenza con el
tiempo. Me ha costado darme cuenta de lo valioso que soy. Tenía muchos miedos y
muchas dudas. He acudido a la literatura para salvar ese exceso de
sensibilidad. Me separé. El mundo se me vino abajo. Y lo he construido mediante
la palabra. Me gusto como soy. Siempre ha sido así. Ahora, a mis 47 años, soy
capaz de tomar mis decisiones sin que me tiemble el pulso. He estado muy
pendiente de los demás. Ahora persigo mis sueños pensando que se pueden hacer
realidad. Ahora me atrevo a ser yo mismo. A sacar a relucir facetas
desconocidas en mí. Y me divierto.
En
Corro precipitadamente rindes
homenaje al librero Manuel de Falla de Cádiz y con él a sus compañeros y a las
librerías, en general. Padeciste su partida con hondo dolor por la persona que
fue y por el papel que jugó en tu infancia, ¿no es verdad?
Dice que va de cabeza por
la vida
Afirmas
que las palabras le tienen pánico a la soledad, y que por eso no andan solas.
Lo expones en un poema del apartado En el
camino. Sin embargo los poetas suelen andar solos o es que me equivoco y
solo les basta y sobra la compañía de esas letras.
Es un concepto de la
literatura como diálogo del autor consigo mismo, del autor con el mundo, del
autor con el lector. La escritura no tiene sentido si no cuenta con un
destinatario. Y el poeta observa todo lo que hay a su alrededor. Está
acompañado. Necesita sus momentos de soledad y esos instantes para compartir.
No establezco diferencia entre el poeta y la persona.
También
en tu libro te refieres al maridaje entre literatura y existencia, en tu caso
han ido de la mano siempre, ¿no es así?
Revela que solo se podría arrepentir de lo que no ha hecho
En
Me gusta la navidad te refieres a tu
abuela y afirmas que por ella aprendiste a vivir desde el cariño. ¿Cuáles
fueron esas lecciones? ¿Cómo se aprende a serlo?
Yo guardo un cariño
infinito por mis dos abuelas. Ramona era la bondad personificada. Una mujer
abnegada. Me encantaba quedarme en su casa cuando era pequeño. Me faltó tiempo
para estar a su lado, pero el Alzheimer me la arrebató. De mi abuela María
conservo más recuerdos. Sencillamente porque sobrepasó los 90 años. Era muy
cariñosa. Parecía que no quería molestar. Me la imagino leyendo un libro en la
soledad de su mundo. Bajo el ruido de los nietos y los bisnietos. En el
encuentro familiar de todas las navidades. Nos traía, a pesar de la edad, una
bolsa gigante de gominolas para cada uno. Era un ritual. Una manifestación de
su dulzura. ¿Qué aprendí con ellas? Todo. Pero, fundamentalmente, me enseñaron
a amar sin freno.
En
el apartado Desnudos te muestras
romántico, optimista y enamorado del todo. Aquí dejas el pudor a un lado y te
das por entero, ¿hubo algún tipo de arrepentimiento posterior?
Uno solo se puede
arrepentir de lo que no ha hecho. No puede arrepentirse de aquello que ha
llevado a cabo con el corazón entre los dedos. Escribo desde el optimismo. Si
no estoy en el mejor momento, la literatura me sirve como refugio ante las
heridas. Y si estoy a gusto con mi vida, la pongo por escrito en esa fe ante el
contagio. No sirvo para darme a medias. Es como ver la lluvia sin mojarte. Yo
busco empaparme, bailar bajo la lluvia. Con el amor cogido de la mano.
Admites
que todavía caminas a ciegas por el sendero de la vida en el apartado de La piel de los latidos, nos pasa a
muchos, pero cuesta decirlo en voz alta, ¿no crees?
Confiesa que no le da miedo mostrarse
vulnerable
Te
has definido como cursi, empalagoso y pasional en otro de tus poemas, ¿crees
que son tus puntos débiles o, por el contrario, los consideras tus fortalezas?
Indudablemente son mis
fortalezas. Quiero vivir la vida intensamente. Sentirla por cada poro de mi
piel. Atravesar la carne. Exprimirle el jugo. Y sacarle un poema o una sonrisa.
Has
dicho que te gusta creer que el amor es algo sencillo, ¿jamás resulta de ese
modo?
Yo creo que somos
nosotros quienes lo hacemos difícil. El amor se siente o no se siente. Pero
olvidamos que estamos en una época contraria al compromiso. Olvidamos que hay
que mimarlo cada día, como esa semilla que necesita de una caricia de agua y un
buche de sol. Olvidamos el valor que adquieren las palabras. Olvidamos la
importancia de los gestos cotidianos. Yo me lanzo al vacío. A la sensación de
que la vida es hermosa si dejamos que los latidos se entiendan.
Evidencias
mucha nostalgia por tu infancia, ¿vuelves a menudo a ella a través del recuerdo
o los sueños?
He llevado una infancia
sin más traumas que mis inseguridades, sin más sobresaltos que mi falta de
madurez. Arropado, lleno de cariño. Pero también demasiado cuajado. Sin saber
cómo tomar las riendas. Y retorno a esa época en los pasos de mi hijo. Un modo
de vivir el presente y decirle al niño que me habita que nunca es tarde para
desmelenarse. Ahora me deleito con el adulto y con esa niñez que me invita a
arrojarme a locuras agradables.
En su libro le arranca la piel a las emociones
Hay algo que no comprendo
del ser humano: su capacidad para la destrucción. No entiendo ese
comportamiento, la actitud egoísta de mirarse constantemente el ombligo. No me
extraña que el mundo se les haga tan pequeño. Yo lo quiero sin límites, sin
fronteras. Cuando me llegue el momento, me gustaría pensar que he contribuido a
coserle algunos hilos a la belleza.
El
libro culmina con el poema Arrópame
de Eva María Márquez Roldán, ¿por qué cerrar con un escrito que no te
pertenece? ¿Cómo se gestó esta colaboración?
Eva Márquez es la mujer
de la que estoy enamorado. Es una persona profundamente sensible. Un milagro
con el que me he tropezado en el camino. Después de más de un año sigo
sintiendo su magia. Me pongo inquieto todavía cuando voy a verla. Quizás sea
arriesgado. Un modo de levantar las cartas. Una manera de abrirme en canal. Una
forma de integrarla en mi mundo. Le gusta la literatura. Le pone el corazón a
la vida. Coincidimos en ese propósito. Arroparte
o el arte de caminar sin ropa empieza y termina con un poema suyo. Como un
abrazo. Como una declaración de intenciones. Ha conseguido que el amor siga
despierto en la conciencia. En ese paréntesis que es la vida la quiero conmigo.
Tenemos en mente varios proyectos literarios.
¿Hay
corazones que no se apagan nunca, Alejandro?
Yo haré todo lo posible
porque siga con vida. Es el impulso que nos mantiene vivos.
Si deseas saber más sobre el poeta o su obra
puedes pinchar los siguientes
enlaces:
https://alejandroperezguillen.es/
https://www.edicionesalfar.es/es/producto/arroparte-o-el-arte-de-caminar-sin-ropa/
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