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martes, 28 de marzo de 2017

Juan María Calles: “Creo en las musas que trabajan en el taller del poeta”


Su vocación literaria se gestó a fuerza de leer.  A los 17 comenzó a escribir y a punto de cumplir los 18 obtenía su primer premio literario.  Suele escribir a mano pues afirma que existen virus maléficos con la poesía.  Y considera que la inspiración es trabajo y más trabajo, y lo hace hasta que el poema parezca sencillo y natural.  Eso y más piensa Juan María Calles, un poeta que está convencido de que “La creación poética necesita tiempo y reposo, y buenas lecturas”.  Les invito conocerlo. 
A los 17 años confirmaste que tu vocación era la correcta, pero ya antes sabías que lo tuyo era la poesía. Ocurre que muchos se sienten así, sin embargo,  los demás, el resto de colegas o la crítica no lo ve así, ¿qué hacemos en estos casos? ¿Cómo manejamos esta contradicción? ¿A quién le hacemos caso?
Uno de sus lugares favoritos: la casa donde
se gestó El Platero y yo 
Creo que la confirmación de mi vocación poética vino de la mano de la obtención del Premio Adonais en 1986 con Silencio Celeste y la consiguiente publicación del poemario en la colección de la Editorial Rialp. Yo tenía 23 años y era mi primer libro publicado. Sin embargo leía compulsivamente y escribía poemas desde mucho tiempo antes. Poeta no es el que escribe poemas únicamente, es el autor que los publica y los da a conocer a través de sus libros. El poeta es un personaje público, sometido a la crítica y a la recepción de los lectores. La cuestión de la calidad poética es una cuestión que afecta al criterio de los lectores y de la sociedad literaria en general. Y también le corresponderá a la posteridad decidir qué libros y qué autores prefiere seguir leyendo… Un ejemplo contradictorio: Garcilaso de la Vega es uno de los más grandes poetas de nuestra historia literaria y, sin embargo, no publicó sus poemas en vida, aunque es evidente que estos circulaban entre los lectores de la época, y que era conocido como poeta entre los literatos de su tiempo.
Antes del alzarte con tu primer reconocimiento, ya te asumías como poeta,  y ponías empeño en tu trabajo creativo y te preparabas: escribías, leías, y buscabas una oportunidad para dar a conocer tu trabajo, ¿cuándo detectas tu predisposición para la poesía?  ¿La tuviste desde siempre o afloró de pronto?
Mi vocación literaria fue aflorando a medida que leía y leía, cada vez más poesía, pero también mucha novela y teatro. Y fue para mí un descubrimiento la poesía de la Generación del 27, la poesía de Antonio Machado y Juan Ramón, los poemas de Pablo Neruda… Mis primeros poemas fueron apenas imitaciones de los poemas que amaba de estos grandes poetas. Y poco a poco fue creciendo mi abanico de poetas conocidos, leídos, devorados… y comencé a trabajar en eso que los entendidos llaman el “taller del poeta”. Tendría en torno a los 17 años cuando comencé a escribir.
Eres un escritor que busca ciertas condiciones para entregarse para su trabajo creativo: cierto momento del día,  un recinto determinado e incluso herramientas poco comunes en estos tiempos,  ¿cuéntanos sobre esos rituales  sagrados o  hábitos adquiridos o heredados?
Gusta de escribir con pluma sobre papel 
Son hábitos adquiridos, que se han ido modificando según mis posibilidades laborales. La música me ayuda a concentrarme en el trabajo y me aísla de los ruidos molestos exteriores. Prefiero trabajar por la mañana temprano, y dedicar la tarde y la noche a la lectura. Y tengo mis cuadernos preferidos, muchas veces especialmente elegidos por el tacto y la rugosidad del papel, comprados en viajes… y me gusta escribir con pluma sobre papel. Utilizo también mucho el lápiz. Voy coleccionando lápices de diferentes lugares. Y, por supuesto, tengo varias plumas y una de ellas “preferida”.  Sólo cuando tengo una versión definitiva (o casi definitiva) del poema lo paso al ordenador.  Me gusta escribir ante un ventanal, con buena luz si es posible. Son algunas de las condiciones del “Taller” del poeta… aunque también he escrito poemas en otros lugares, como el tren, un bar o en una sala de espera.
Ya nos has dicho que escribes en cuadernos y con pluma,  ¿cuántos de estos usas para un poema o conjunto de poemas?  ¿Te has llegado a confundir entre ‘los originales y los borradores’?
Suelo trabajar con dos cuadernos, así trabajo siempre con original y copia, con un doble borrador ordenado por días. Trabajando así es imposible confundir originales y borradores.
¿No te sería más fácil escribir y hacer correcciones en el ordenador? ¿Dónde radica tu desconfianza?
El ordenador se me ha estropeado varias veces y no me fío… se suele perder mucha información. Hay “virus” maléficos para la poesía…
Destacas la verdad y la belleza en tu labor creativa y en la de otros, e imagino que esto también se halla presente en cómo has encaminado  tu vida, esa dupla es difícil que vaya de la mano en la actualidad y es probable que antes tampoco, ¿viste tambalear estas condiciones en algún momento durante el proceso de redacción?  ¿Alguna  vez  se produjo un divorcio irremediable entre estas y tuviste que aceptar?
No se fía del ordenador. Se le ha estropeado
muchas veces.
Verdad y belleza, como decía John Keats. Y nos lo enseñaron también grandes poetas como como Machado o Juan Ramón, o el mismo W. H. Auden, que me parece otro excelente poeta. Es una forma de vivir y de entender la literatura. No podría entender mi labor poética sin esas dos columnas vertebrales. No podemos abordar nuestra poética particular sin tener en cuenta las tensiones estéticas en la poesía desde el Romanticismo, y en las poéticas del siglo XX. La ideología poética romántica es un fulgor musical, ya detectable en el verso de Espronceda o en la prosa de Schopenhauer, que culmina en la poesía de Paul Verlaine y en Rubén Darío. La poesía “es” el lenguaje que ofrece la facultad de traducir de forma directa y sensible ese “fondo oscuro del alma”, sin mediación racional. Decía Novalis en su Enrique de Ofterdingen que “El poeta es acero puro: tan sensible como un frágil hilo de cristal y, a la vez, tan duro como un sílex”.
La historia de la poesía europea desde el romanticismo simboliza algo dramáticamente antipoético: nuestra propia sociedad, lo que podríamos denominar como “la paradoja del ciudadano”. Por un lado, las leyes públicas se justifican en el argumento poético, íntimo, de ser la expresión de los intereses privados; por otro, la buena marcha de la sociedad necesita realmente dominar algo más que la suma de esas verdades interiores. La suerte de los poetas malditos (que prefigura Hölderlin, y que ejemplifican Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé), heredera de las ruinas románticas, simboliza la propiedad de esa violencia, la historia de ese sujeto trascendental que quiere ubicarse en la realidad y se encuentra rodeado de palabras imposibles, de referencias a un paraíso siempre perdido. La poesía contemporánea, desde este punto de vista, surge del lado de la pérdida y de la negación.
Nunca ha experimentado un divorcio entre verdad y belleza, asegura 
La historia de la poesía española del siglo XX está recorrida de las huellas y las ruinas de estas posiciones y de las tensiones consiguientes. Tras el modelo de obra y artista romántico, nuestra vanguardia se resuelve de manera inconclusa por el zarpazo terrible de la guerra civil. Escindida por la barbarie de la muerte y del exilio, la poesía española de los años cuarenta y cincuenta fue una sombra triste que no encontró su voz ni su espacio.  A principios de los años treinta, en la literatura española, el romanticismo sigue siendo ya no un movimiento o una escuela, sino una categoría estética que es leída como un aparente proceso de rehumanización.  Nuestros poetas, sea en el exilio, sea en la península, hubieron de construir una tradición desde la nada, y de esa apostilla artificial adolece buena parte de nuestra literatura en los años posteriores a la guerra civil.
Por mi parte, no he experimentado ningún divorcio entre verdad y belleza, de hecho creo que todos los grandes poemas participan de estos dos principios éticos y estéticos. Siempre intento que estén presentes en mis poemas.
Trabajas mucho tus poemas, les dedicas tiempo y esfuerzo, ¿hubo algún poema que salió de un tirón y no mereció correcciones porque nació perfecto?  ¿Suele darse con frecuencia o todos experimentan cambios?   También hay poemas a los que mandas a reposo sin la certeza de ver la luz porque quizá sean exterminados, ¿no es así?
Es muy crítico con lo que escribe y envía mucho material a la papelera 
Algún poema nació casi perfecto, pero cada vez me cuesta más perfilar y terminar un poema. También es cierto que cada día tengo menos prisa y menos urgencia por escribir o publicar.
Hay un poema que habla de los malos poemas del gran vate Juan Gonzalo Rose que dice así: «No los destruyas. No los eches al pozo de los cielos. Tal vez ellos retornen después que la belleza se haya ido»,  ¿cuándo sabes que lo que tienes entre manos no sirve, y por tanto, no  merece dedicarle tu atención y trabajo porque nació imperfecto? ¿En esos casos en qué aspectos o detalles detectas que no hay forma de sacarlo adelante por más correcciones ni aun volviéndolo a escribir tomando en cuenta ciertos versos?
La creación poética necesita tiempo y reposo, y buenas lecturas. Confío en el criterio de buenos amigos lectores que siempre me han orientado respecto a la calidad de los poemas o la composición de los libros. Soy muy crítico con lo que escribo y envío mucho material a la papelera. Me gusta dejar reposar los poemas un tiempo y volver a leerlos meses después para ver si siguen funcionando. No me empeño en seguir adelante con los poemas que no funcionan. Un poema es una pequeña obra de arte perfecta en la que todo debe funcionar: la musicalidad, el verso, la materialidad de la palabra, la disposición espacial, el tratamiento del tema…. Si algo falla, falla todo el poema. No podemos permitirnos desperdiciar algo tan fantástico como la página.
Dice que un poema es siempre una invitación a la aventura de lo desconocido
En tu poesía hay conceptos que se han mantenido a lo largo de tu producción literaria, tales como los viajes, y los que hemos visto antes, como la verdad y la belleza, ¿entiendes tu trabajo literario como un periplo permanente? ¿Con idas y vueltas?  ¿Se plantean también los viajes sin retorno o los que nunca hicimos?
He intentado escribir poesía con dedicación y esfuerzo, con entrega y voluntad de perdurabilidad; y probablemente mis poemas están plagados de responsabilidades, sin perder de vista su más íntima e irrenunciable libertad: la responsabilidad del trabajador –del artesano- con la palabra y la obra artística; la responsabilidad del escritor con la historia y la literatura; la responsabilidad del autor –del hombre de letras- con sus contemporáneos y el tiempo histórico que le tocó vivir, con la responsabilidad de luchar por un futuro mejor. Y –con todo- el poema es siempre una insignia de libertad, una invitación al viaje y a la aventura de lo desconocido, porque todo poema es un proceso inacabable de comunicación y conocimiento, frente a cualquier concepción del mundo mezquina y autocomplaciente.
¿Dónde hallas inspiración? ¿Crees en las musas?  ¿Te has visto, alguna vez, mirando el papel en blanco?
Está convencido que seguirá existiendo la poesía como
voz de la otredad
La inspiración es trabajo y trabajo y trabajo. Creo en las musas que trabajan en el taller del poeta. Por supuesto, miro el papel en blanco y emborrono papel una vez y otra. Trabajo y trabajo y trabajo para que el poema parezca sencillo y natural.
¿Cuál es el sentimiento que con más frecuencia  impera en ti  cuando estás escribiendo?  ¿Hay más condiciones o predisposición,  como  alegan algunos de tus colegas, cuando tienes el alma herida o rota?
Procuro combinar razón y sentimiento, y no dejarme llevar por el sentimentalismo. Creo en los vínculos sociales y en la responsabilidad de la literatura, como Pablo Neruda apuntaba, “la letra no es sólo belleza, sino vida”. Por eso, escribir un poema es decir un mundo, con toda su dolorosa complejidad. En su conjunto, entiendo que mi poesía encierra una visión crítica y comprometida con un mundo y una sociedad que amo profundamente. Entre la trascendencia prometida y la realidad, el poeta, el hombre, el político, el padre de familia, el compañero, el amigo… son una y la misma persona, que brega a sotavento un mismo sueño: “una sociedad más justa en un país más libre”.
Más allá del silencio y del hermetismo, que a veces apenas intentan ocultar la falta de talento, la lectura de la poesía nos proporciona el diálogo y la voz del pasado hecho canto en el presente, nos proporcionan una comunidad de experiencia que, sin duda, fortalece nuestro espíritu. Walter Benjamín, esa conciencia iluminada de los desgarros y de la barbarie de la modernidad percibió una parte del problema: “La publicidad es la astucia que permite al sueño imponerse a la industria”. Él dio legitimidad a su dictado de que “sólo sobre un muerto no tiene potestad nadie”. La huella del romanticismo en la poesía contemporánea es una sombra alargada... Conviene pensar como Benjamín ante los consejos de Adorno de marchar a América, conscientes de que todavía hay en Europa posiciones que defender. El lector puede entender que no hablamos de un espacio ni de una situación de privilegio o de poder, sino de una herencia y un legado que fundamentalmente son documentos de cultura, y que nos ligan a una tradición de racionalidad.
Se alegra de que en Valencia la poesía goce de buena salud
Seguirá existiendo el poema como voz de la otredad, como conjunto polifónico y dialógico de voces que confluyen en el texto, y cuya melodía es responsabilidad del lector. Porque el tiempo del poema es el tiempo de la historia. Dormir, soñar....cantar, porque la poesía desde el romanticismo nos llama poderosamente a despertar del sueño adormecedor de la muerte y a vivir con intensidad, para que siga existiendo ese asombro de que las cosas por las que vivimos sean posibles en este tiempo. La poesía sigue cantando con voz propia el imposible retorno del ser a la casa natal. Y la voz de la poesía tiene la misma legitimidad que el murmullo de la historia o el gesto del arte moderno: lo que está por venir será, sin duda, de todos. El poeta desde la Modernidad tiene el alma definitivamente rota, y sabe que su misión es la de seguir cantando, ahormar verdad y belleza en el poema.
Hubo un tiempo que paraste de publicar obligado por las circunstancias laborales, sin embargo, trabajaste mucho y conseguiste material de buena calidad, prueba de ello, son los premios que conseguiste durante dos años consecutivos al alejarte de tus responsabilidades de aquel entonces, ¿qué han significado para ti los galardones y reconocimientos obtenidos?  ¿Puede ser un poeta realmente bueno sin tener ninguno en su haber?
Durante su presentación en la librería Ramón Llul de Valencia
Los premios literarios son una ventana abierta al mundo, son una oportunidad más para llegar mejor a los lectores y publicar más o menos regularmente. Puede haber grandes poetas que no hayan ganado un solo premio, por supuesto.
¿Qué poetas te han marcado y a los que recurres una y otra vez?  ¿Cómo ves la poesía de los poetas jóvenes contemporáneos valencianos, españoles, en general, e incluyendo los latinoamericanos?
Buena parte de la poesía española e hispanoamericana del siglo XX: Cernuda, Neruda, Borges, Vallejo, Octavio Paz, Nicolás Guillén, Benedetti, Raúl Zurita, Gabriela Mistral, Jaime García Terres, José Emilio Pacheco, Torres Bodet, Gorostiza… Machado, Juan Ramón, todo el 27, la generación del 50 y los poetas del exilio republicano español. También el romanticismo inglés, alemán, francés, los poetas malditos como Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, Verlaine… Y los anglosajones como Auden, Eliot, Wallace Stevens… pero también Pessoa, Yorgos Seferis, Rilke… entre otros muchos.
Creo que hay muy buena poesía entre los jóvenes poetas latinoamericanos. También en Valencia la poesía goza de muy buena salud, desde Francisco Brines hasta la tremenda actividad de revistas como “21 versos” que muestran el pulso poético de la ciudad.
A este respecto, ¿qué figuras destacas de la nueva hornada de poetas mujeres en España y qué te impresiona o valoras de sus producciones?
En plena lectura poética 
Hay muy buenas poetas mujeres, que ya no necesitan reivindicar su calidad literaria desde el género. Desde Gloria Fuertes hasta poetisas como Clara Janés, Cristina Peri Rossi, Ana Rossetti, Aurora Luque, Concha García, Dulce Chacón, Amalia Bautista, Blanca Andreu, Olvido García Valdés, Lola Velasco, Esperanza López Parada, Ada Salas, María José Flores… tantas y tantas que esta lista sería injusta. Creo que en muchos casos escriben una poesía fresca y tremendamente original, con una voz diferenciada y personal que me resulta sorprendente, con una sensibilidad muy especial.
Has dicho que puede existir poesía buena sin contenido pero nunca sin ritmo, sin sonoridad, ¿lo confirmas? 
Yo creo que un buen poema debe tener verdad y belleza, contenido y musicalidad deben ir de la mano. Si no, algo falla.
¿La buena poesía es aquella entendida por todos o la que conmueve a pesar de que no entendamos ‘ni papa’, como dicen en mi tierra?
La buena poesía es aquella que ha sabido leer los conflictos de la modernidad y nos invita/empuja a ir más lejos. La buena poesía es Pessoa y sus heterónimos, es Rilke, es Paul Celan, es Rene Char, es Kavafis, y un poema de Leonard Cohen, y una canción de Bob Dylan…
Proliferan los poetas, como suelo decir ‘levantas una piedra y hallas un poeta”, sin embargo, no se consume poesía, ¿por qué  y para qué escribes poesía?
Escribo poesía porque sigo creyendo que el arte y la literatura pueden ser espacios de libertad donde se encuentren la verdad y la belleza. Compromiso con el hombre que va conmigo, con los tiempos que me ha tocado vivir y diálogo con ese club de los poetas muertos que nos sigue ofreciendo su voz y su legado a través de los siglos.
Para mí el poema es un espacio dialógico de encuentro en medio de una conflictiva travesía. La poesía es un viaje, un viaje como espacio de reflexión y de vivencia, como aventura poética y vital en la que el poeta camina y se construye como personaje junto al lector. Poemas como calles estrechas o como ciudades sumergidas. Travesías que son vida y que dicen un mundo.
El viaje como forma de conocimiento, y como forma de abordar y entender la poesía. El poeta como caminante, como paseante, como observador de nubes o titiritero, como mendigo, como viajero. El viaje dentro de lo cotidiano para encontrarse con lo maravilloso. El viaje hacia el interior de nosotros mismos, hacia los parajes salvajes del alma, adonde se fundan el ser y la palabra.Viajes de ida y vuelta. Viajes sin regreso. Viajes a todas y a ninguna parte.

Somos, también, esa huella.

Si desean saber más del autor o su obra
pueden pinchar
los siguientes enlaces:
https://ca.wikipedia.org/wiki/Juan_Mar%C3%ADa_Calles_Moreno





1 comentario:

  1. Intuyo por la entrevista que se trata de un poeta meticuloso y ordenado, Con tales mimbres seguro que el resultado ha de ser excelente. Felicidades para ambos.

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