Es una artista de la palabra, por
eso, sabe qué decir y cómo hacerlo a la hora de narrar sus historias. Pero toda
ella es expresión, desde la forma en que mira, mueve el cuerpo hasta el tono de
su voz. Nos referimos a Mercedes Abad, una de las maestras del cuento, que ama
la brevedad y valora la amistad.
La autora catalana acaba de
publicar su obra La niña gorda, basada en su propia experiencia, y que constituye
un acto reivindicativo a sí misma, y a la vez, un homenaje a ciertas personas que dejaron huella en su
adolescencia.
Ha navegado con fluidez entre los relatos, las novelas, el teatro y el ensayo ¿cuánto esfuerzo creativo le demanda
cada uno de ellos?
Todo me demanda esfuerzo. Escribir
un libro nunca me es nada fácil. Aunque debo decir que aparte del teatro, donde
me expreso en catalán, me siento más cómoda en el cuento. Es un género intenso
y tenso a la vez. Me identifico con él,
quizá porque soy una persona nerviosa. La novela no se halla dentro mis
preferencias, porque me cuesta mucho
escribir las escenas de transición. Ya sé que tienen que darse para luego ir a
otros momentos culminantes, pero me aburren.
Por eso, nado como pez en el agua en el cuento. Me
divierto mucho escribiéndolos. Algunos salen rápidamente, y otros cuestan tiempo
y esfuerzo. Recuerdo que hubo uno que particularmente me costó bastante tiempo.
Con esta obra obtiene el Premio La Sonrisa Vertical |
Obviamente se nota en sus escritos que trabaja mucho el lenguaje
¿recurre con frecuencia al diccionario o las palabras exactas afloran
espontáneamente?
Las palabras fluyen porque están
en mí. Es algo natural, y eso le debo a mi madre. Ella es una gran narradora. De pequeños, a mi
hermano y a mí nos contaba los cuentos extraordinariamente bien. Habla de una
manera muy peculiar, su variedad expresiva es impresionante, y el otro día, me
dijo que le gustaba como escribo. ¡Claro!, dije yo, porque se escucha a sí misma
(risas). Ella es la que nos ha inoculado
el amor a las historias, a los libros, el amor a la palabra. Y si mi hermano se
hubiese dedicado a escribir, lo haría igual o mejor que yo.
¿La consideran una de
las maestras del cuento? ¿Cuál cree que ha sido su aporte?
Destaco el humor y la ironía. Creo que son mis sellos característicos. Hay dos cosas que me escandalizan: la pomposidad
y la solemnidad, y considero que el humor es el antídoto perfecto para
combatirlos. En cuanto a los temas,
pienso que hay uno en particular que es la amistad. Siempre está
presente, y como es de suponer, también
aparece en mi última obra. Susana Mur, la niña gorda, descubre la amistad. Hay
varios tipos de amistad que aparecen en el libro. Es una radiografía sobre
ella.
Por mucho tiempo, la caracterizó la brevedad ¿el cuento tiene más
encanto que una novela por ser así?
¿Cuál es la desventaja de la novela, a su parecer?
En el cuento no sobra ni falta
nada. En un viaje en metro puedes leerlo de una sentada. Para un lector es
fantástico leer algo de un tirón. Lo que no podemos hacer con una novela, pues
veríamos interrumpida nuestra lectura en ese trayecto por llegar a nuestro
destino, y no terminarlo. Y luego, tendríamos que retroceder para ver en qué nos quedamos, lo
que es necesario para continuar y volver al hilo de la trama.
Por otro lado, a muchas novelas
que se han publicado últimamente les sobran capítulos. No sé porque ciertos
autores se empeñan en estirar situaciones. Hay muchas historias que se podrían
contar en menos páginas.
¿Cuándo sabes que una historia le corresponde ser convertida en novela
o relato? ¿Qué
condiciones deben cumplir para ser una u otra?
Sostiene que en el cuento no sobra ni falta nada |
Yo creo que nunca lo sabes. Por
ejemplo hace tiempo comencé a escribir una historia pensando que ahí había
cuento, luego de darle vueltas vi que se perfilaba una novela y decidí
cambiarla a novela, pero después de hacer otras versiones con la misma idea,
resolví volver al inicio, es decir al cuento. Cuando lo tuve listo lo expuse
ante mis consejeros, quienes dijeron para mi sorpresa: “Está bien este cuento,
pero es una novela”. Como ves, intuyes,
sin embargo, se presentan en medio de situaciones difíciles de explicar.
¿Necesita un estado mental o emocional adecuado para su labor
creativa? Esto al margen del periodismo,
donde se tiene que escribir sí o sí.
El periodismo es básico, hay una
forma de hacer las cosas: cuando tienes que entregar, entregas, y punto. Todo
es para ayer. No requiero de un estado emocional para sentarme a escribir. Antes
necesitaba un lugar adecuado, practicaba ciertos rituales, pero ahora puedo
escribir en cualquier sitio. Una vez mi padre me dijo: “Hija, escribes muy poco”,
y pensé, “tiene razón”. Fue entonces que permití que me habilitara un despacho
y horario de ingreso. “Tienes que venir a las nueve de la mañana a trabajar”,
estableció. No llegaba a esa hora. Me aparecía entre las nueve y media y las
diez. Recuerdo el primer día, me encontré con un espacio donde no había nada
mío. Llegaba allí y no me quedaba más remedio que escribir. No había ningún
elemento de entretenimiento. Eso me
obligaba a poner manos a la obra. Escribía un mínimo de cuatro horas diarias.
Cuando estaba embarcada en algún proyecto especial, también me encerraba en
esas cuatro paredes.
¿De qué manera se da su labor creativa? ¿Qué situaciones o emociones de
la vida diaria la inspiran?
Me inspiran los temas cotidianos,
por ejemplo, cierta vez se cayó uno de
los puentes de una localidad catalana, no recuerdo el nombre en este momento. Para
ser exacta existían dos puentes uno moderno, el que se vino abajo, y otro viejo
que resistió el embate de la corriente. Dos hermanos que transitaban por el
primero murieron y en ese momento nació el cuento, fue como si uno de ellos me
hubiese narrado el suceso. Me puse a escribirlo de inmediato. Se empieza de
cero, y siempre es distinto. Hay cuentos muy peleados y otros que salen sin
esfuerzo. Las fuentes de inspiración pueden surgir de la noticia de un
telediario, una frase que oyes, una historia que te cuentan. Salen cuando menos
las esperas Solo hay que estar atentos.
Este libro la lleva a alzarse con el Premio Vargas Llosa de relato |
¿Escribe a diario o cuando las musas tocan a su puerta?
No, no puedo hacerlo. Me gustaría
volver a la época en que podía escribir cuatro horas diarias, pero eso ya no es
posible. Doy clases en la escuela del Ateneo de Barcelona, de modo que escribo
cuando puedo.
¿Pero extraña esa rutina?
Ocurre. Hay días en que siento la
necesidad de tomar notas y lo hago. Siempre llevo encima una libretita de notas
y cuando me viene una idea, la escribo, y la guardo. Una piensa que está en una edad, en que tal vez,
se me pueden olvidar las cosas, pero felizmente no es así (risas).
Entonces saca el bolígrafo y lo
anota…
¡No escribo nunca con bolígrafos! ¡Qué dices! Por favor. Con pluma o rotulador,
estos últimos no son gran cosa pero ayudan.
¿Le da glamour escribir con pluma?
En cierta forma creo que sí
(risas). La llevo en el otro bolso, y espero no perderla. Sería un drama.
¿De qué manera le ha ayudado el periodismo en su labor literaria?
El periodismo es la capacidad de
circunscribir el hecho a un espacio. Un máximo de dos páginas, y eso es bueno.
Aprendes a pensar muy bien, a suprimir lo accesorio. En ese aspecto la
redacción periodística está ligada al cuento, no puedes entrar en detalles
irrelevantes. En ese sentido, la novela
es más omnívora, admite más cosas.
¿Una versión puede hacerle sombra a un original? E incluso desaparecerlo de un plumazo
"Solo Dios puede crear de la nada, y yo no creo en él, asegura |
Eso lo que decía Alfred Hitchcock si una novela es buena para qué
llevarla al cine. Si ya alcanzó una forma excelsa en literatura, no tiene
sentido alguno. En cambio si coges una
novela mediocre y haces los méritos suficientes, es decir, trabajas con ella lo
necesario, podrías llegar a convertirla
en un obra maestra. Es lo que han hecho muchos en el pasado. Ahí tienes el
ejemplo de Shakespeare. Plagiaba ideas y desaparecía los originales. Los genios
pueden hacerlo.
¿Por qué razones un plagio podría ser perdonado? Si eso puede ser posible.
Si ahora me presentas un
manuscrito, lo leo, me quedo fascinada y hay un par de ideas que me inspiran
tengo el derecho a hacerlas mías porque ya el otro tuvo su oportunidad y fracasó.
Es como los científicos que se apoyan en las investigaciones de otros y lo
admiten. Las ideas no nacen por generación espontánea. Hay muchos ecos dentro
de la literatura. A veces son inconscientes. En raras ocasiones, te das cuenta
cuando lo estás escribiendo. Decir que todos estamos plagiando es demasiado,
mejor es decir que nos inspiramos unos de otros. Además, solo Dios crea de la
nada, y yo no creo en él.
Sobre su nueva obra La niña gorda, ¿qué representan realmente los
personajes de las hermanas Bruch, Nush y la tabernera? ¿Hay alguna metáfora escondida en cada una de
ellas?
Me voy enfocar en uno de los
personajes. Yo creo que Nush es la chica que todos quisiéramos ser. Es la
proyección ideal de todo adolescente. Es mi ideal. Está inspirada en tres personas que tomo como
modelo real pero que en verdad es una ficción. Sí, hay una metáfora, y radica
en el hecho de que la protagonista roba unos manuscritos. Yo era el patito feo
rodeada de chicas lindas, brillantes y más prometedoras que yo. Es mi homenaje
a ellas y una especie de reivindicación a mí misma, también.
Con la autora de la nota |
Nos han hecho creer que los gorditos son felices, y usted rompe con ese
mito con su personaje Susana Mur, qué
difícil resulta la vida sin amarse y aceptarse a uno mismo, ¿no le parece?
Es complicado ser feliz cuando no
estamos satisfechos con nosotros mismos y cuando nos rechazan por ser así. Es
casi imposible llegar a serlo, en verdad. Ocurre igual si somos feos o bajos de
estatura. Hay que tener fortaleza para salir adelante cuando no nos aceptan. Es
políticamente incorrecto lo que voy a decir, pero al final todos quisiéramos
ser guapos, altos e inteligentes. Es un trabajo enorme aceptarse, y a veces no
tenemos tiempo para completarlo, para hacer ese viaje y cambiarlo todo.
¿Fue gordita? ¿La imagen lo es todo en estos tiempos?
Sí, yo fui gordita, y por eso, sé de lo que
hablo. Y en cuanto a la imagen, no
puedes vivir sin tomarla en cuenta. Yo me convierto en mi mayor crítica. Tengo
un espíritu absolutamente competitivo, y el resto no se queda atrás. Los humanos siempre estamos en la búsqueda del
placer y luchamos por ser aceptados. Hay
que saber equilibrarse. En mi caso, lo consigo por momentos, sin embargo,
admito que la mayoría de veces no es así. Necesitamos ordenar, controlar pero
como te digo, conmigo a veces es posible y otra no.
¿Estás en vías de superar sus miedos?
Mis miedos están ahí. Todavía
recluidos en el armario. La vida es lucha. Mi tarea es mantener el equilibrio.
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Me ha encantado la respuesta acerca del plagio. Muy buena.
ResponderEliminarGracias por estar siempre ahí, Ricardo. Fue una entrevista muy 'sustanciosa' en todo sentido. Un abrazo.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrevista y se ve que os divertisteis el día que la mantuvisteis, me alegro. Comparto, como humilde relatista, la práctica totalidad de lo que Abad comenta sobre el género del relato y la creación literaria. Un placer, Elga, me nutriría de cosas bellas hasta la gordura. Un saludo doble.
ResponderEliminar.. difícil é colocar
ResponderEliminaras verbas máis exactas nésta calada íntima conversa